ANÍBAL, ESTRATEGA Y ESTADISTA – Pedro Barceló

ANÍBAL, ESTRATEGA Y ESTADISTA - Pedro BarcelóHace unos meses comentábamos el libro de Giovanni Brizzi Escipión y Aníbal. La guerra para Salvar a Roma, unas «vidas en paralelo» de ambos personajes, aunque era en el romano en quien el autor hacía un especial énfasis. En esta ocasión nos acercamos a la figura de Aníbal (247-183 a.C.) con una reciente biografía de Pedro Barceló que, para empezar, no es nueva del todo: en el año 2000 el autor publicó en la colección de bolsillo de Alianza Aníbal de Cartago. Un proyecto alternativo a la formación del Imperio Romano y una década después nos encontramos con un libro, traducido del alemán, que sigue la estructura del volumen precedente pero que aporta una revisión y actualización del texto y de su aparato crítico.

Sobre Aníbal de Cartago contamos con diversas novelas históricas pero, paradójicamente, pocos ensayos de calidad en castellano: entre los más destacables, Aníbal de Serge Lancel (Crítica, 1997), una excelente biografía escrita por un reconocido conocedor del mundo cartaginés –cuenta el lector con su monografía Cartago (Crítica, 1994)–, y Aníbal de Karl Christ (Herder, 2006), un estudio en el que también se analiza la imagen del cartaginés entre los antiguos y los modernos. Por supuesto, tenemos a nuestra disposición las fuentes griegas y romanas (Polibio, Silio Itálico, Tito Livio, Apiano, algunas vidas plutarquianas,…) en excelentes ediciones en castellano. A esta bibliografía añadimos la monografía de Pedro Barceló del año 2000, y ahora este último libro suyo, Aníbal. Estratega y estadista (La Esfera de los Libros, 2010).

Volviendo a lo dicho anteriormente, este libro no es enteramente nuevo… o al menos, no del todo. Profusamente anotado (casi 600 notas en poco más de 250 páginas, muchas de ellas jugosas, aunque desterradas al final del libro, una costumbre que ya es más que irritante), este volumen es algo más que una estricta biografía de Aníbal de Cartago y de sus hazañas militares. Porque no podemos entender la vida del estratega bárcida sin comprender las consecuencias de la primera y larga contienda romano-cartaginesa, sin la importancia dada a la conquista de un nuevo imperio colonial en Hispania o sin el a menudo componente netamente político de la carrera de Aníbal. Por ello, y como dice el autor:

«Nos hemos acostumbrado a ver las actividades de Aníbal exclusivamente a través del prisma militar. Hay suficiente motivo para hacerlo, porque precisamente ésa es la óptica de los autores de la Antigüedad. Pero es un punto de vista demasiado corto. Para entender el significado de la II Guerra Romano-Cartaginesa hay que indagar en sus amplias implicaciones ideológicas, diplomáticas, políticas y económicas, incluso aunque los autores clásicos no nos den información explícita al respecto» (p. 214).

Ya en trabajos anteriores, Pedro Barceló nos habló de Aníbal como de un «príncipe helenístico» en unos momentos en que Cartago estaba ya plenamente incluida en la oikumene griega del Mediterráneo. Por ello, cuando nos acercamos a Aníbal solemos olvidar que, aun procediendo de una ciudad de origen semita, su manera de entender la política es netamente helenística. Aníbal busca un equilibrio de poder en un mundo, el mediterráneo, en el que Roma ha entrado con fuerza en los últimos cincuenta años y se comporta con agresividad, mostrando su fuerza y dejando bien claro que con ella no hay componendas que valgan. Roma lo quiere todo en aquella esfera que considera que le pertenece. Aníbal busca un equilibrio de fuerzas, incluso una coexistencia pacífica entre dos potencias que conciben la política en términos contradictorios. Se ha discutido mucho acerca de que Roma impone y Cartago dialoga, concepciones anacrónicas para quienes vivieron hace tantos siglos. Anacrónicas y falsas, pues Roma también dialoga y negocia, y Cartago conquista y somete (en el sur de Hispania es evidente). Pero Cartago busca la alianza que proteja sus intereses comerciales en todos aquellos escenarios donde busca hacer negocios, ya sea Sicilia, Cerdeña o la costa meridional hispana, por no mencionar el hinterland africano (su auténtico «patio trasero», a menudo olvidado). Y busca esta alianza también con Roma, aunque ésta entiende otro lenguaje político y diplomático.

En la biografía anibálica del año 2000, Barceló también aportaba la imagen de un «proyecto alternativo a la formación del Imperio Romano», una idea que retoma en el presente libro. Cartago, en ese equilibrio de por propugnado por Aníbal (y que necesita previamente que Roma acceda, voluntaria o forzosamente, a aceptar ese equilibrio, esa igualdad), aporta una manera de entender el imperialismo –aunque suene a anacrónico para la época– que parte de Amílcar el Rayo (baraq) y de su desembarco en Hispania, ese El Dorado como lo califica Barceló. La expansión en Hispania, netamente militar, es el paso previo a la creación de un imperio colonial en una zona en la que los cartagineses apenas controlaron la costa meridional, con Gades como centro principal. Se ha discutido largo y tendido acerca de si la conquista del valle del Guadalquivir y los contactos con los pueblos de la meseta manchega –e incluso más allá– formaban parte de un proyecto revanchista del líder bárcida contra Roma, al mismo tiempo que las bases desde suelo hispano de un futurible e inevitable conflicto romano-cartaginés. Y se consideraba que el tratado de Asdrúbal con los embajadores romanos en el año 226 a.C., que marcaba la línea máxima de influencia cartaginesa en la península Ibérica (¿el Ebro? ¿el Júcar? ¿el Segura?), como un intento, postrero, de preservar una frágil paz que, como se comprobó, saltó por los aires apenas ocho años después con la excusa de Sagunto. Este imperio bárcida –creado y concebido prácticamente por Amílcar y Asdrúbal a expensas de lo que decidiera la metrópoli– era también un salvavidas económico para Cartago, tras la pérdida de Sicilia y Cerdeña. Aníbal, sucesor de Asdrúbal, planteaba un equilibrio de poder que necesitaba obligar a Roma a aceptar que en el Mediterráneo occidental puede haber dos potencias que coexistan pacíficamente. Pero fracasa.

Y Aníbal fracasa justamente en aquello que pretende forzar: romper con la fortaleza de Roma en Italia, es decir, el dominio de las ciudades etruscas del norte y griegas del sur, con quienes ha establecido un foedus que, virtualmente, significa el dominio incontestable de la ciudad de Rómulo y Remo. Aníbal pudo vencer a las legiones romanas en Ticinus, Trebia, Trasimeno y Cannae, pero apenas hizo más que resquebrajar seria pero no letalmente el control romano sobre las ciudades itálicas. Y si no ganó en el campo de batalla la guerra menos lo hizo con la política. Pues ahí ése era el objetivo de Aníbal, según Barceló, tras Cannae: buscar soluciones políticas, lo cual no era prueba alguna de «su desvanecimiento como estadista, sino que atestiguaba justo lo contrario. La situación le había sido impuesta, e intentaba encontrar la mejor solución. La ganancia de nuevos aliados le procuró el necesario respiro. Obligó a los romanos a dividir su ejército recién formado después de Cannae y a batirse en varios frentes al mismo tiempo. A más tardar desde este momento, los cartagineses ya no llevaban solos el peso de las operaciones. La guerra ideológica contra Roma que Aníbal había llevado a cabo de forma consecuente desde el principio producía ahora abundantes frutos. Le permitía hacer realidad su principal objetivo político-militar: continuar su empresa en suelo itálico. Esto tenía la consecuencia de que el norte de África se libraba por el momento de los horrores de la guerra» (pp. 150-151).

Pero Aníbal se equivocaba si esperaba «una disposición romana a la paz». Los romanos se negaron a negociar; ni siquiera se mostraron dispuestos a negociar el canje de prisioneros de guerra. Roma no quería componendas, la guerra acababa con un vencedor. Los cartagineses, en cambio, y con Aníbal al frente, «tenían otra actitud hacia la guerra. Se le podía poner fin sin duda mediante negociaciones cuando un partido había conseguido ventajas y no pensaba aniquilar al otro» (p. 151). Pero se equivocaron: Roma fue capaz del mayor sacrificio al que había llegado hasta entonces, enrolando hasta el último ciudadano, a esclavos incluso, y evitando desde entonces toda batalla campal en la que, eran conscientes, Aníbal les sacaba ventaja. Al cabo de apenas cinco años, a pesar de la extensión del conflicto al Adriático y a Sicilia (por no mencionar el escenario hispano), Roma le había dado la vuelta a la tortilla, derrotado a los aliados de Aníbal y obligándole a éste a arrinconarse en Lucania. Poco a poco, Roma acabó con los ejércitos cartagineses en Hispania (gracias al joven Publio Cornelio Escipión) y se planteó un desembarco en África, que finalmente realizó en el 205 a.C. Aníbal, cuya estrategia político-militar estaba derrotada desde varios años antes, regresó a su hogar, que abandonara siendo un niño, y aunque trató de evitar la derrota final de Cartago, en Zama se enterraron las (pocas ya) esperanzas de un «proyecto alternativo a la formación del Imperio Romano».

Luego quedó el Aníbal político reformista en Cartago, quien puso las bases de la recuperación económica de la ciudad –que se vio obligada a mirar a ese hinterland agrario que hasta entonces había dejado de lado en el interior de las fossae Punicae– y quien se vio forzado a un exilio permanente cuando Roma exigió su extradición en el año 195 a.C., a petición no demasiado velada de los enemigos de Aníbal en la propia Cartago: aquellos que más tenían que perder con la reforma de la constitución política cartaginesa que emprendiera el bárcida durante su sufetado. Y quedó la huída constante, en busca de un lugar lo demasiado lejos de Roma (o al menos donde la Urbe no tuviera demasiada influencia): Creta, la corte de Antíoco III el seléucida, Armenia, Bitinia, hasta que los romanos no pudieron esperar que un ya anciano Aníbal falleciera de muerte natural y forzaron su suicidio.

Pedro Barceló nos ofrece, pues, un libro no tan diferente como pudiera parecer respecto a su anterior biografía sobre el personaje, pero sí con los suficientes alicientes que justifican su compra. Faltan mapas, es cierto, aunque también lo es que los que conocen este período no necesitan demasiadas imágenes cartográficas para situarse. Barceló aporta, además, una bibliografía nutrida de bastantes títulos en alemán, algo que ni suele ser demasiado habitual en las monografías especializadas sobre el cartaginés y el conflicto con Roma, especialmente las que proceden de autores anglosajones. Añadamos a eso una amenidad no reñida con un rigor académico que incluso, por la profusión de notas antes mencionada, puede llegar a abrumar a quien recurra a ellas.

Una buena biografía sobre Aníbal, pues, un buen libro sobre un período apasionante y de enorme trascendencia para la formación del «proyecto netamente romano» de un imperio.

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17 comentarios en “ANÍBAL, ESTRATEGA Y ESTADISTA – Pedro Barceló

  1. Urogallo Barca dice:

    Este me lo compré en la edición original hace años. Barato y en bolsillo. ¿Qué mejor opción?.

    Me gustó mucho. No era una biografía al uso, lineal ni completa, pero era una libro fantástico, aunque breve.

    Aníbal como príncipe helenistico no solamente.

    Aníbal como el último representante de un principado helenistico en la península ibérica convertido en propiedad hereditaria de la familia barca con todas las caracteristicas de esa organización: Alianzas personales con los poderes nativos, recluta masiva de mercenarios, caudillaje heroico, semi-independencia de Cartago…

    Realmente aquel era un libro que merecía la pena.

  2. JOSE SEBASTIAN dice:

    Pedro Barceló nació en Vinaròs (Castellón) y es catedrático de Historia Antigua en la universidad de Potsdam (Alemania), donde reside desde hace muños años. Es un auténtico especialista en Grecia y Roma. Ameno, y, a la vez, riguroso. En definitiva, un apasionado de la historia que todos los años se desplaza a su localidad natal para participar en unas jornadas de historia en las que participan colegas alemanes y españoles

  3. Urogallo dice:

    Me alegro de la misión civilizadora que ejerce más allá del limes.

    La misión de los herederos de Roma siempre ha sido iluminar las oscuridades en que habitan los germanos.

    Yo recuerdo que no hace mucho había escrito otro libro interesante, pero mi memoria devastada por el consumo de dibujos animados me impide recordar cual…Creo que era su historia de la Hispania Romana.

  4. Este libro es una actualización (sí, justamente eso, aunque no sé si han actualizado los gustos cibernéticos del bárcida) del libro de bolsillo en Alianza quem mencionas, Urogallo. En sí, cuenta básicamente lo mismo, pero actualiza la bibliografía. De hecho, es un libro de formato más manejable que la edición en bolsillo.

    Sí, se publicó en 2007 una Historia de la Hispania romana conjunatemnte con Juan José Ferrer Maestro (Alianza), un libro que renueva una obra similar de Antonio Blanco Freijeiro, Historia de la Hispania romana (Alianza) y que aporta multitud de fantásticos cuadros y diagramas, utilísimos.

  5. Urogallo dice:

    ¿Todavía más manejable que la edición de bolsillo?. ¡ Fruta nueva es esta!.

    ¿No actualiza el texto y actualiza la bibliografía?.

    He recuperado, por aquello de la nostalgia, la vieja edición.

    Aníbal se erige en campeón de la civilización fenicio—griega y aliado natural de los múltiples pueblos pertenecientes a ella…Aníbal, provisto del bagaje ideológico de su legendario antecesor, incita a los griegos de occidente a liberarse del yugo romano

    ¡ Fantástico !. El bárbaro cartaginés Aníbal, a la cabeza de todas las naciones incivilizadas, también se convierte en caudillo de la decadencia helénica. ¡ Su destino estaba sellado !.

    el imperio bárquida en Hispania.

    Gruesas y evocadoras palabras. Sería interesante estudiar la cuestion de posibles colonias militares cartaginesas, cuya presencia seria el lógico corolario de la aceptación de los modelos militares helenisticos. El propio autor nos recuerda el más que posible estudio por parte de Aníbal de la obra de Xantipo ( Jantipo).

  6. Tasos dice:

    Explícita recensión, Farsalia, no deja lugar a dudas.
    Me parece interesante que se insista en la tesis de una Cartago y, sobre todo, un Aníbal helenísticos no sólo en lo militar; por otra parte, esa idea bárcida de la coexistencia de dos potencias en el Mediteráneo Occidental me imagino que es heredera del principio helenístico de no aniquilación de un poder vecino… pero se ve que Roma era demasiado ambiciosa y no compartía esa iniciativa, como bien se vio.

    Urogallo; ¿cómo puedes hablar de «la decadencia helénica» si es la mismísima Roma la que asimila gradual y progresivamente casi toda esa inmensa herencia helénica y helenística, siendo encima ella la que nos la transmite?
    Saludos estivales.

  7. El texto está actualizado (ya empiezo a repetirme…), pero mantiene la estructrura –y la tesis de fondo– del libro anterior.

  8. Urogallo dice:

    Tasos, el helenismo solo había legado décadas de luchas intestinas entre tiranos de diverso pelaje y variadas aspiraciones. El propio helenismo es la transmisión hueca de las formas griegas sobre modelos políticos y económicos bárbaros.

    Por cierto que el modelo helenistico no era de coexistencia, si no de incapacidad bélica de destrucción. Cuando era posible ( Veáse Lisímaco o Antígono Monoftalmos) si que se destruía al enemigo, lo que ocurría era que los ejércitos helenisticos estaban tan igualados en potencial que habían llegado a su límite operativo.

  9. Tasos dice:

    Urogallo; no me refiero al aspecto militar helenístico -aunque si miramos al Bajo Imperio, sus formaciones y armas… recuerdan «algo» a la manera greco-macedonia de hacer la guerra- si no a la cultura, al arte, a la lengua, a la literatura, a la ciencia… ¿De Alejandría emanaban acaso formas y maneras huecas?
    Y ¿Roma no vivió luchas intestinas? ¡Pues, anda que no fueron pocas las guerras civiles!
    Lisímaco y Antígono fueron eliminados en guerras sucesorias y dinásticas por los restos del imperio alejandrino pero no se aniquilaban pueblos, reinos, riquezas, flotas… Se asimiliaban y absorbían.
    Estoy de acuerdo con el colapso operativo de los ejércitos helenísticos, no obstante no deben confundirse los de Alejandro con los de Filipo V; se había perdido el arte de combinar las diferentes armas de modo coherente y cohesionado.
    Saludos.

  10. Urogallo dice:

    Citándo un viejo manual, creo recordar que se decía que el Helenismo era la repetición y codificación hueca de lo griego, sin aportar nada nuevo.

    No estoy de acuerdo en una visión tan radical, sin duda, pero tampoco estarían ya a la altura de los viejos modelos.

    Hombre, cuando acabamos con los griegos aún no habían empezado las guerras civiles…Era justo suponer que a lo mejor se había mejorado el modelo. ¿ O quizás la absorción de lo helénico insertó el virus del conflicto civil?. ¡ Interesante posibilidad!.

    Hombreeee…Los habitantes de Tebas no estarían de acuerdo. Pero si, quizás sea un pequeño coste de la civilización, la seguridad y la conducción de agua potable.

  11. Tasos dice:

    Desde luego, la 1ª afirmación me parece un tanto extrema.
    «Cuando acabamos con los griegos…» ¿pero, cuántos años tienes?» ;)

    Bueno, muchos romanos tardorepublicanos iban a formarse a alguna ciudad griega, no sé si algunas ideas de los Populares se engendrarían por aquellas tierras helenas… Es una posiblidad.
    El virus del conflicto civil hay que buscarlo en la ambición, el exceso de poder, el egoísmo, el aristocratismo, el ansia de riqueza, odios y envidias personales extrapolados a la política… no en lo helénico. Creo yo.

    Tebas; represalia desmesurada y ejemplarizante – hoy una bestialidad. Roma pacificaba sus revueltas y resolvía sus ansias expansionistas con psicólogos, circo, festivales florales y bacanales… ¿no? ;)
    Saludos.

  12. Urogallo dice:

    ¿Ves?. El virus heleno corrompiéndo la pura severidad romana…

    Roma es el inicio del tratamiento psicológico, no me cabe duda. Se ofrecía al los griegos recuperar su nobleza al servicio de Roma…
    :D :D

    Mi edad, mi edad. ¡ Que poco delicado !.

  13. Antígono el Tuerto dice:

    Que manía les tiene Uro a los griegos; estan locos estos romanos ;-)
    El libro es interesante, ya le he echado el ojo y lo he ojeado un poco en la librería, pero no sabía si era demasiado técnico para un lecto como yo, por lo que comenta farsalia el libro es bastante asequible para lectores no expertos…lo cual esta bastante bien, sobre todo para aquellos que nos fascina Aníbal y la presencia púnica en Iberia (de la que aún se publican pocos libros) antes de la llegada de los amigos de Uro con sus caligae aplastandolo todo.

  14. Urogallo dice:

    En fin, siempre habrá quienes vean el progreso como algo negativo.

  15. Tasos dice:

    ¡Qué le vamos a hacer, Antígono! Es lo que tiene el filorromanismo extremo. ;)
    Y además se creen que el mundo y la historia empezó en el Lacio, por generación espontánea o algo así, que no adeudan nada a nadie… Los dejaremos en su creencia. Es lo que tiene haber mamado de una loba…
    Saludos

  16. Antígono el Tuerto dice:

    Mmmmm…los hijos del lobo, que bien suena.

  17. Urogallo dice:

    ¿El legítimo derecho de conquista como préstamo cultural?.

    Compraré un griego sofista para que reflexione por mí.

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