ANIBAL, ENEMIGO DE ROMA – Gabriel Glasman

Anibal, enemigo de Roma”Mi padre Amílcar, cuando yo era apenas un niño de nueve años, al salir de Cartago rumbo a Hispania sacrificó varias víctimas a Júpiter Óptimo Máximo. Fue entonces que me preguntó si quería acompañarlo a la guerra. Yo le respondí que sí, que lo haría con gusto, y mi padre me contestó: ‘Muy bien, vendrás conmigo si me juras lo que te pido’. Luego me llevó junto al altar de los sacrificios y ordenó dejarnos solos. Y tras ponerse la mano sobre sí, me hizo jurar que jamás firmaría una paz con Roma. Ese juramento lo he venido conservando desde entonces, y nadie puede dudar que lo seguiré cumpliendo en el futuro”.

Este supuesto diálogo –que recoge Cornelio Nepote en su obra Vidas– tuvo lugar entre Aníbal y el rey Antíoco y deja bien a las claras ante qué personaje nos encontramos.

Gabriel Glasman, autor del libro, es un escritor argentino dedicado a la investigación de temas históricos, que aborda con ritmos más cercanos a la crónica que a la frialdad del texto académico. Con este “ensayo biográfico” da una visión diferente, nueva y atrevida acerca de ese pasaje de la historia -misterioso y palpitante- que fue el que relacionó a Cartago con su más enconado enemigo: Roma.

Resulta tan diferente y atrevido que se permite dudar de la veracidad del texto de cabecera porque ese episodio está basado fundamentalmente en autores como Polibio, Apiano y el propio Nepote, rezumantes de un especial encono contra Cartago, lo que bien pudo establecer las bases de un relato que se presta a la sospecha.

Cuenta Tito Livio –estando Aníbal frente a las murallas de la misma Roma- que el jefe de la caballería púnica Maharbal, aguardó a que le diera las órdenes pertinentes para el avance y, como no las daba, lo instó con vehemencia en ese camino. Maharbal insistió: “Sígueme, yo iré delante con la caballería, y dentro de cinco días darás un banquete de vencedor en el Capitolio”. Al hacer el general cartaginés caso omiso a tan atractiva sugerencia le dijo: “Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes qué hacer con tus victorias”.

Aníbal tomó un rumbo diferente. De si se equivocó o no, sólo la historia puede juzgarlo. Sin embargo, decisiones como éstas ponen bajo sospecha el tan mentado juramento de odio y venganza ya citado, al tiempo que proporciona una inequívoca imagen de hombre templado en la experiencia, sabio en las artes militares y políticas y, por ende, incapaz de permitirse arrebatos y pasiones subjetivas que comprometiesen una planificación racional y largamente meditada.

Y esto es –a mi juicio- lo que aporta de novedoso el libro: la intención de humanizar, por decirlo de alguna manera, la figura de Aníbal frente a los juicios de los historiadores clásicos que, impregnados de parcialidad romana, se sintieron con legitimidad para relativizar sus admiraciones –que las hubo- y trocarlas en una manifiesta hostilidad. No quiero con ello decir que el autor defienda a Aníbal, sólo que lo pone en su lugar, ni más ni menos. Ni más cruel que un general romano en batalla ni menos pacífico que un guerrero en su despedida final o ¿acaso la destrucción que los cartagineses propalaron en Sagunto o en otras ciudades leales a Roma puede ser considerada mayor o más cruel que la realizada por los romanos en la mismísima Cartago?

Diodoro, Herodoto, Sósilo, Xileno, Plutarco, Estrabón, T.Livio, Montesquieu, Huss, Grimal, Ogilvie, Kienitz, Susini, Flaubert, Mommsen, Goldsworthy, Meyer son, aparte los citados, fuentes de rigor científico para apoyar sus conclusiones en esta materia. Glasman hace un esfuerzo por reconstruir y devolver la verdadera dimensión de Aníbal y la propia dinastía Barca, comenzando por Amílcar, su padre. Apoyándose en la propia historia –la que conocemos- y partiendo del análisis del comportamiento humano y las reacciones ante los avatares inesperados, desmonta las crónicas de la época que mediatizan su figura, penalizándola.

Si bien he partido del hecho que más me ha llamado la atención, que es presentar una figura guerrera más cercana al conocimiento del lector, no puedo olvidar el contexto general que el libro ofrece.

Aníbal, enemigo de Roma es la historia de dos pueblos, de dos grandes pueblos, Cartago y Roma. A lo largo de su lectura -ágil y muy entretenida- se repasan los avatares que tuvieron ambos pueblos desde que Amílcar Barca entra en escena hasta el último escarmiento por parte de La loba con la destrucción de Cartago. De cómo –gracias a una astucia sin límites- se estiró el ejercito púnico en su afán de conquistar y eliminar de la faz de la tierra a su enconado enemigo hasta cómo –usando sus propias tácticas- el homónimo romano lo aisló, dividió, sorprendió y derrotó.

La obra desgrana las tres guerras púnicas, enseñando historia de forma instructiva y amena. El lector no se cansa y, enfrascado en la dinámica de los hechos, vuela sobre los capítulos hasta el final.

Presenta, al final de su lectura, una cronología desde el inicio de la Primera Guerra Púnica hasta la muerte de Aníbal, un Anexo acerca de la semblanza de la familia Barca según Cornelio Nepote, reseñas biográficas de los principales actores en combate y una profusa bibliografía de fuentes clásicas y literarias.

Características técnicas: Editorial Nowtilus, Colección Historia Incógnita. 1ª edición, marzo de 2007. Rústica. 17×23 cm. 249 pp, 14,95 € .

[tags]Aníbal, Roma, guerras púnicas, Gabriel Glasman[/tags]

Compra el libro

     

35 comentarios en “ANIBAL, ENEMIGO DE ROMA – Gabriel Glasman

  1. Hector dice:

    Jerufa
    gracias por la reseña,

    es un libro q tenia apuntado pero despues de leer tu reseña no creo que pueda animarme a leer el libro de mi compatriota..

    Citar a Flaubert ( supongo que sera Gustave, el novelista, autor de Salambo) en un ensayo.. mmm .. no lo veo

    otra , calificar a Polibio en la categoria de «rezumantes de un especial encono contra Cartago»..mmmm, Goldsworthy en «Las guerras punicas» ,habla de Polibio como el «mas moderado» de los escritores romanos en lo referido a Cartago

    por ahora me sigo quedando con Goldsworthy

  2. Jerufa dice:

    Hola Héctor. Gracias por tus interesantes comentarios. Y, la verdad, no sabes cuanto siento no poder contrastar tus afirmaciones ya que es el primer libro que leo en serio sobre Aníbal, quitando -claro está- todo lo que sobre este gran cartaginés podemos conocer desde que nos lo enseñaron. En cualquier caso, te citaré lo que Flaubert afirma en relación a los pasajes del libro cuando tenga ocasión de verlos. (El libro lo tengo en casa, tengo el ordenador fastidiado y te escribo desde la oficina). También a Polibio, por supuesto.
    A mi juicio, Glasman hace el esfuerzo de aglutinar todo lo escrito sobre Aníbal para tratar de forjar su personalidad y justificar sus hechos y sus actuaciones militares para tratar de confrontarlas con las aseveraciones que, desde la parte enemiga, minimizan y enpequeñecen sus méritos.
    Si es comúnmente admitido que fué uno de los mejores generales de la historia clásica, por tácticas y estrategia, hasta cierto pun to es lógico que se quiera apuntar una personalidad más acorde a su propia vida que la deriva de los escritores clásicos, con todos los respetos. No hay que olvidar que, del lado cartaginés, apenas queda nada, todo fue destruido, con lo que, hemos de quedarnos con lo que nos han dejado, pero ello no supone dar por sentadas ciertas cosas. El libro trata, a mi juicio, de avanzar en esta línea y lo hace consecuentemente. Nada hay en lo escrito que pierda «comba» en el hilo narrativo que incline a pensar que el autor defiende a Aníbal y no lo juzgue de forma imparcial.
    Adió, adió.

  3. Jerufa dice:

    Mensaje para Richar, cuando venga de vacaciones.

    Richar, ¿porqué te has comido tantos espacios entre mis párrafos de la reseña y me los has amontonado, con el cariño que pongo en las redacciones?

    Me debes una cerveza.

  4. Vindex dice:

    El problema de la Historia es que la escriben los vencedores,por eso, cualquier intento de analizar la figura de Anibal desde un punto de vista neutral merece atención y más si tal como nos dices, se trata de una lectura ágil y amena, así que si me la recomiendas la pondré en lista de espera.
    En cualquier caso el genio de Anibal está por encima de toda duda y muy superior al de todos los generales romanos que se le opusieron, incluido Escipión.

  5. Lorelay dice:

    Hola Jerufa, mi enhorabuena por tu vuelta al ruedo, con esta reseña. Por el contenido de la misma me consta que eres un entendido en literatura sobre historia romana y en general de la época, no puedo decir lo mismo por lo que no puedo entrar en valorar la reseña en ese sentido, no obstante, debo decirte que a ésta le falta una pizca de entusiasmo, de ese al que nos tienes habituados y, que a mi me ha contagiado el interés por leer alguno de los libros cuyas reseñas has publicado con anterioridad. No te desanimes por esto, un besote.

  6. Jerufa dice:

    ¡Vaya, una admiradora frustrada!. Lo siento.

  7. Jerufa dice:

    ¡Ah, otra cosa! De entendido en historia de Roma, nada de nada. Estoy absolutamente pegado.

  8. jerufa dice:

    Bueno, aqui estoy de nuevo. Feliz en casa con mi ordenador funcionando.
    Mi estimado Héctor, tal y como te adelanté, he repasado el libro de nuevo para darte respuesta a tus dudas.
    Efectivamente, Flaubert es Gustave, el autor de Salambó.
    Sin embargo, las menciones que hago en la reseña, he de decirte, lo son con carácter general. Es decir, no todas se refieren a idénticos aspectos de la personalidad de Aníbal en cuanto a sus aptitudes como militar y estratega. Hay citas en el libro que se refieren a trazas, por decirlo de alguna manera, más triviales de su persona.
    En el caso de Flaubert, las citas que refleja Glasman lo son respecto a la lucha por Sicilia y en relación a los mercenarios reclutados de los paises helénicos, galos, númidas, íberos e itálicos de la Campania y sus revueltas por la falta del pago de salarios, cuando al mando del africano Mato, el itálico Espendio y el galo Autárides, sitiaron Cartago. En otro pasaje, se limita a hacer una descripción física de Amilcar y, finalmente, se hace eco -siguiendo la tradición-, de una versión de Salambó, cuando los sitiadores se convirtieron en sitiados y cito textualmente: «…como se morían de hambre, degollaron a los aguadores, a los palafreneros, a los criados de los mercenarios. Todos los días mataban a uno de éstos… Enseguida llegó a faltar este recurso. Entonces la gula se volvió hacia los heridos y los enfermos. Puesto que no podían curarse, era preferible librarles de sus tormentos; y tan pronto como un soldado se tambaleaba, todos gritaban que ya estaba perdido y que debía servir de alimento a los demás».

    Y ya no hay más Flaubert, Héctor, en el libro.
    Así que no seas tan excéptico y anímate que seguro, te gustará. Y más siendo compatriota tuyo.
    Después te charlo de Polibio.
    Adió, adió.

  9. jerufa dice:

    En cuanto a lo que afirmas sobre Polibio, es cierto. Es de los más moderados y Glasman también tiene su propia opinión acerca de él. Dice: «Polibio, el gran historiador griego, supo entender al gran cartaginés como pocos lo han hecho en su tiempo, y su juicio tiene el mérito de sostenerse en la observación de un contemporáneo con la fuerza de un documento histórico. Es el analista agudo el que habla, trás haber vivido tanto las consecuencias políticas de las campañas de Aníbal como así también las penurias de quiénes lo combatían en los campos de batalla. Y serán justamente estos dos parámetros, el político y el militar, los que mejor contribuyen a desentrañar al personaje«.
    En el texto, hay innumerables citas a Polibio y de su lectura se entresaca una indisimulada admiración hacia sus gestas, pero no es menos cierto que, junto con Livio, sus juicios estaban impregnados de parcialidad romana, así relativiza sus admiraciones y las vuelve -en ocasiones-, en su contra, puesto que también él caracteriza a Aníbal como «extraordinariamente cruel» y «ávido de dinero».
    O sea, que también en los historiadores se determinan claramente las preferencias políticas. En cualquier caso, y cualquiera que sea el personaje a analizar, no puede abstraerse de su contexto histórico, por lo que, entiendo, que adjudicar a Aníbal «crueldad» o «falta de escrúpulos» en el fragor de la guerra, no tiene sustento.
    Tu compatriota Glasman dice, con buen criterio, a mi entender, que: «La guerra fue y será la expresión colectiva más violenta del comportamiento humano y está íntimamente ligada a su devenir. Hallar en la guerra, por tanto, parámetros individuales es un ejercicio que está fuertemente condicionado y, de alguna manera, aporta elementos subjetivos que no alcanzan a quebrar el dominio histórico de la confrontación violenta, legitimada siempre por elementos políticos, sociales, económicos e ideológicos».
    No te cuento más.
    Mi consejo, si lo tenías en lista de espera es…léelo. Yo creo que no te arrepentirás.
    Lamento no aportar mucho de mi propia cosecha y sí del propio autor, pero es que uno -perdóname-, tiene sus limitaciones en este campo.
    Un saludo muy cariñoso desde este lado del charco.

  10. solharis dice:

    La verdad es que tengo este libro en la estantería, esperando una oportunidad, así que he encontrado la reseña muy interesante. Cuando pueda, le daré una oportunidad y a ver qué tal.

  11. Vindex dice:

    Por cierto, la cita a Flauvert no está de más, pues su novela Salambó es una de las precursoras de la novela histórica actual, y relata la Guerra de los Mercenarios, a la que tambien se hace mención en la novela de Gilbert Haefs sobre Anibal.
    Yo no creo que haya encono contra Cartago, por parte de los historiadores, sino más bien un intento de justificar las acciones romanas, aunque ello suponga que haya que contar alguna que otra mentira, así tenemos el origen de la 2ª querra púnica por la violación del tratado del Ebro, cuando parece que realmente no hubo esa supuesta violación.
    Seguramente había que destruir armas de destrucción masiva de la época, salvando las distancias.

  12. jerufa dice:

    Bueno, voy a tratar de «mojarme» aunque dé la impresión de que pueda andar por ahí con pies de fango, porque este terreno para mí es harto resbaladizo.
    Yo, con lo leído, no sé si la 2GP se inició con mentiras o mediante erróneas interpretaciones. Lo cierto es que «El Tratado del Ebro» fue el desencadenante de una nueva crisis entre romanos y cartagineses. Sagunto era ciudad bajo protectorado romano, sin embargo, algo había de contradicción en ese Tratado respecto a la ciudad. ¿Se firmó así a propósito?, ¿conocían tanto unos como otros la verdadera ubicación geográfica de Sagunto?, porque…si no, ¿a cuenta de qué Sagunto quedaba aislada geográficamente de ese acuerdo?. El Ebro, denominado Iberus en la antiguedad, recorre unos mil kilómetros en línea más o menos paralela a los Pirineos y desemboca en el Mediterráneo a 160 kilómetros al norte de la ciudad, de manera tal que según el mismo Tratado, la ciudad quedaba lejos del protectorado romano.
    Sin embargo, esta «grosera» exclusión no cabe admitirla tajantemente ya que hay suficientes registros arqueológicos que señalan la presencia itálica en la ciudad, lo que habla a las claras de una evidente relación comercial, cuanto menos, entre Sagunto y Roma.
    ¿Porqué se iniciaron las hostilidades dando lugar a la 2GP con la toma de Sagunto?
    Glasman maneja dos opciones a mi entender: la una, atendiendo a intereses cartagineses y la otra, a romanos.
    La primera es meramente geográfica.
    Se hace eco de una versión -más verosimil-, según la cuál los romanos pudieron confundir el rio Ebro con el rio Júcar que desemboca unos 60 kilómetros al sur de Sagunto, reforzando esta hipótesis el hecho de que Asdrúbal organizó sus conquistas hacia el centro de Hispania, sin pasar jamás la línea delimitadora del Júcar, lo que hablaría -según este autor-, de un respeto estricto a lo pactado. Si Aníbal decidió «entender» el Tratado tal como estaba escrito, tampoco cabe reprocharle nada, ya que nada violó. Otro argumento esgrime Glasman cuando se inclina por la versión «Júcar» y es que si los romanos hubieran entendido como frontera la delimitada por el río Ebro, la franja restante hasta los Pirineos sería demasiado breve y, por ende, a las puertas mismas del Imperio. Esta concesión no la entiende el autor de provenir del cauto Senado romano, por lo que se muestra bastante partidario de esa versión «equivocada» del Tratado que atribuye límites al Ebro cuando lo lógico era atribuírselos a los límites marcados por el río Júcar.
    El segundo de los motivos que aduce Glasman sobre la caída de Sagunto es, ni más ni menos, la que Vindex -tan acertadamente- expone en su comentario, o sea, la sospecha evidente de la «dejadez» del ejercito romano para auxiliar y así poder consumar un estado de guerra total contra los cartagineses y si no -se pregunta el autor-, ¿porqué Roma, a lo largo de un sitio que se prolongó durante 8 largos meses, no acudió con todas sus fuerzas a sostenerla militarmente?.
    La situación de Roma, en esos momentos y siempre según el autor, arroja bastante luz sobre el asunto.
    Por un lado, los «Fabios», partidarios del equilibrio regional, se veían cada vez más ninguneados por los «Cornelios» y los Emilios», que deseaban fortalecer lazos comerciales por todo el Mediterráneo y ultramar. Así las cosas, Cartago para ellos, era un obstáculo. ¿Que mejor motivo y ocasión que la toma de Sagunto para exaltar a las masas y forzar una nueva confrontación bélica que acabase para siempre con los cartagineses?
    La pretensión romana era inaceptable. Los senadores cartagineses jamás aceptarían la entrega de Aníbal como fin para evitar la guerra y las opciones planteadas por los romanos se tomaron casi » a sorna» por ellos. Así, la bellum Hannibalicum se iniciaba sin remedio.
    Vindex, perdón por el rollo, pero aquí está todo el mundo de vacaciones y esto parece algo entre tú y yo.
    Adió, adió.

  13. jerufa dice:

    ¡Vaya Vindex!, al igual que en tu anterior comentario, a mí también me han dejado «en moderación».
    ¿Se me estarán pegando las «manías sabanísticas» de Arauxo?
    Adió, adió.

  14. hector dice:

    Vindex….

    precisamente, citar a Flauvert en un ensayo…mmmm..

    teniendo en cuenta que el propio Flauvert reconoce en una de sus cartas que aplico a Cartago elementos ajenos , desplazarlos del lugar y del tiempo en que ocurrieron..la lista seria muy grande.. el acueducto, la estratagema de Spendius y Mathos para entrar por el mismo esta tomada del sitio de Sestos, las ropas y el mobiliario de Cartago, los ritos para el compromiso matrimonial de Salambo son griegos y romanos, etc etc etc

    Cuando Salambo salio al mercado fue muy criticada por «la dudosa realidad de su reproduccion», «por su inverosimilitud», Saint-Beuve, en el mismo sentido M Froehner critica en aquella epoca la reconstruccion historica y las fuentes utilizadas, de todas maneras Salambo no deja de ser un libro maravilloso

    Citar a Flauvert en un ensayo me da que solo sirve como nota de color pero pero sin ningun valor historico como para citarlo en lo q se supone es el libro de esta reseña, es como escribir un ensayo de Julio Cesar y citar la obra de Shakespeare…queda «cool» pero sin ningun valor

    sobre Haefs y su Anibal, lo unico que recuerdo es q no se aleja demasiado de lo que conocemos sobre Anibal

    Saludos, Hector

  15. jerufa dice:

    Hector, hola, en cualquier caso y antes de la más que previsible intervencion de Vindex, creo que no es motivo suficiente para «despreciar» -en el más cariñoso sentido de la palabra-, la lectura del libro. Si acaso, lo único que me resta sea entonar el mea culpa por incluirlo -tan a la ligera, según tu criterio-, en la reseña ya que al parecer, tampoco mis comentarios anteriores te han resultado suficientes.
    Un saludo.

  16. jerufa dice:

    Y, por cierto, no sabía que meter a tanta «gente» en la reseña iba a dar tanto juego.
    Adió, adió.

  17. Athenea dice:

    Hola buenas noches. Atila, enemigo de Roma no me lo he leído. Pero de la colección sí me he leído La cruzada albigense y el imperio aragonés, lo cierto es que me ha parecido un buen libro, cuanto menos interesante e ilustrativo. (acabo de descubrir vuestra existencia). Ya me comentáis qué os ha parecido éste libro que os digo o si sabeis de su existencia.

  18. jerufa dice:

    ¿Atila?
    Bienvenida Athenea a hislibris. Te acojo en nombre del gran ausente, dueño y único señor de este blog.
    De los libros que comentas, no he leido nada, lo siento. La verdad es que soy un pobre ignorante.
    Chao y un saludo afectuoso.

  19. Hector dice:

    Jerufa

    Yo.. sin animo de «despreciar» un libro , mas si es de historia, mucho mas de historia antigua y mas infinitos si es de un autor hispanoamericano..

    siempre seran bienvenidos…ya desde aqui sufro a las editoriales que mandan poco y nada…..poco de Critica poco de Ariel poco de Libsa poco de Akal…..como para andar descartando libros…

    los cambios de opinion giraron sobre si tiene algun valor citar a novelistas en ensayos o le resta credibilidad.. sobre todo el caso de Flauvert q es citado 3 veces y no es alguien en quien confiar por su apego historico..nada mas que eso

    Hec

  20. richar dice:

    Saludos a todos de nuevo (tras mis cortas pero intensas vacaciones).

    Lo primero, felicitar a jerufa por otro de sus completos hilos, y es que eres de los que más aportan, no sólo en las reseñas sino en los comentarios posteriores, haciendo que tus hilos se muevan y mantengan vivos. Bueno, eso, o que como no hay nadie por aquí no te quedaba otra :-)

    También saludos a los habituales, héctor, vindex… ¿es que no tenéis vacaciones?

    Por supuesto, fuerte bienvenida para Athenea. Lo siento pero tampoco he leído el libro que comentas, pero esperamos verte por aquí a menudo.

    Y por unirme a la charla (Aníbal es un tema que me interesa aunque tengo bastante aparcado), desconocía la teoría del Júcar en lugar del Ebro que mencionas, jerufa, pero me parece de lo más coherente. Aparte claro, de que estoy de acuerdo en que los romanos tenían unas ganas de zurrarle a los cartagineses que no podían con ellas.

    En lo que sí me mojo ( y tú no haces, jerufa) es en el tema de si Aníbal hizo bien o no al retirarse a las puertas de Roma. Mi opinión es que se equivocó por completo. Tener como tenía a la ciudad a tiro de piedra y ni siquiera intentarlo… igual no hubiera podido acabar con ella, pero creo que intentarlo habría sido lo mínimo y no veo que tuviera demasiado que perder y sí más que ganar.

    Un saludo,
    Richar.

  21. Hector dice:

    Bienvenido Richard..

    nosotros nos tomamos vacaciones en Enero Febrero Marzo.. falta muchisimo todavia , gracias por recordarmelo

    Sobre Anibal y su no sitio de Roma, no creo q Anibal tuviera la capacidad militar (tecnologia) de poder sitiar una ciudad como Roma, tubo problemas con ciudades mas debiles y solo las tomo por traicion)

    ademas Roma no estaba tan indefensa como parecia, en apenas unos meses formo un ejercito de 25.000 hombres ( si bien eran convictos, jovenes de 16/17años, libertos, etc..mal armado..(ya conoces nuestro caracter romano, nada nos detiene), ademas menciona Goldsworhty en las Guerras Punicas sobre un cierto temor de Anibal en quedar atrapado entre dos ejercitos romanos (uno seria el que podria salir de Roma, o dos de Roma, desconozco cual seria el 2do, prometo en casa, revisar el libro), tambien menciona el grave problema de logistica para alimentar al ejercito punico , toda una constante en su paseo por Italia y la falta de refuerzos

    saludos, Hec

  22. Vindex dice:

    Vaya, parece que el trabajo se acumula….
    En contestación a Héctor, creo que desde el punto de vista más purista , sin duda tienes razón, pero si se trata de de un punto de vista menos estricto, puede considerarse que Flauvert puede ser mencionado.
    En mi opinión tiene méritos para ello. Sin duda, antepone el valor literario al rigor histórico, pero ¿cual era el rigor histórico existente sobre Cartago?¿Cómo reconstruir la vida cotidiana de aquel pueblo con los escasos datos que se poseían? Apenas, algo de orfebrería, algunas monedas y el testimonio de sus mas encarnizados enemigos.
    Flauvert , incluso viajó a Túnez para recorrer Cartagoy conocer el marco geográfico de su historia, algo que hoy puede considerarse habitual, pero que en mitad del siglo XIX era cuanto menos sorprendente. Obviamente, los datos que pudo sacar fueron pocos(incluso quien viaje hoy en día se encontrará con el barrio residencial más elegante de la capital, y como restos, tendrá que conformarse con las termas de Antonino, construídas más de 300 años despues de la época en que se desarrolla la novela, eso sí, con el aliciente de que el Palacio Presidencial está construido al lado, no estando permitidas las fotos dentro de las termas en dirección al Palacio, lo que le da cierto morbillo al hecho de tomar fotos.)
    Su viaje a Cartago fue decisivo para la elaboración de la obra, y con los escasisimos datos históricos recreó un mundo viable, aun a pesar de que la fidelidad histórica deje paso en algunas ocasiones a la vitalidad artística.
    Otro argumento a favor de la referencia a Flauvert es desde el punto de vista divulgativo, seguramente Salambó ha hecho más por el conocimiento de Cartago que muchos tratados de mayor rigor histórico.
    No obstante, entiendo el punto de vista de Hector, tal como comenté al principio.
    En cuanto a tu interesante comentario, amigo adelantado Jerufa de Monteverde, me gustaría hacerte unas matizaciones, pero será en otra ocasión, pues ahora debo reincorporarme a mis apasionates «quehaceres» laborales.
    Saludos

  23. jerufa dice:

    Bueno, respecto a lo que comenta richar sobre la toma de Roma, parece ser que se lo pensó muy seriamente, ¡estaría bueno!. Pero no se aceleró ni se dejó llevar por un mero espiritu vengativo o justiciero. Más al contrario, parece ser que analizó muy bien los «pros» y los «contras» de esa decisión tan importante. Lo cuál refuerza su posición de hombre templado ya que, con el ánimo guerrero elevado al cubo gracias a su fantástica victoria en Cannas, bien pudo tomar esa decisión, digamos que, un poco más a la ligera, es decir, llevando como «bandera», a la euforia y el ego.
    Sin embargo, parece ser que analizó todas las posibilidades como buen estratega que era.
    En primer lugar, al no atacar enseguida, dejó su presunto arrebato vengativo, a un lado.
    Quedaba, pues, analizar a las fuerzas en combate para asegurarse el éxito.
    Las legiones romanas habían sido aplastadas, pero Roma seguía siendo un enemigo de peso. Tenía unas murallas que se extendían a lo largo de siete kilómetros y cada uno de sus puntos estaba fuertemente defendido. La población, con motivos para estar sumamente preocupada, también estaba resuelta a su defensa. Se formaron dos nuevas legiones integradas por esclavos comprados y deudores sacados de las cárceles, que fueron debidamente equipadas. Se reclutaron a mayores de 17 años y, si bien, todo esto no dejaba de suponer una re-organización militar un tanto apresurada, de preparación escasa y pobre para quién pretendía oponerse a quien llegaba venciendo y venciendo sin parar, no es menos evidente que reflejaba una actitud muy lejana a la claudicación. Los oficios y ritos también se multiplicaron y de todo ello, el general cartaginés -de seguro- debería estar muy bien informado.
    Aníbal, por su parte, tenía unas fuerzas que no superaban en aquellos momentos los 40.000 efectivos, y a sus espaldas -si bien se contaban victorias-, portaban tiempo, cansancio y fatiga. Los elementos de asalto eran escasos y la inferioridad numérica se acentuaría considerablemente ante un aswedio de una fortaleza tan bien protegida. Una cosa era llegar ad portas y otra muy distinta, tomarlas.
    Pensando en ello, bien pudo llegar a la conclusión de que bloquear los accesos, dividiendo sus fuerzas y exponiéndose a contraataques en inferioridad, no era plato de su gusto. Convino, como es lógico y vistos sus antecedentes, en que su mayor fuerza residía en la superioridad estratégica y en la capacidad de maniobra y movilidad en campo abierto. Al pararse ante las murallas de Roma, el factor sorpresa -tan característico en él-, se perdería y sus tácticas de emboscada y las escaramuzas de su unidad predilecta, la caballería númida, se irían al garete.
    Derrotar a Roma a la largo de un prolongado sitio, esperando a la temida hambre, no pareció convencer a Aníbal, porque Roma había tomado sus precauciones y él, además, no disponía de suficientes provisiones para aguantar con éxito.
    ¿Que hacer, entonces?
    Organizar una gran federación de pueblos que, aunando esfuerzos, recursos y tropas, pudieran rendir Roma y convertirla en un estado más de Italia. Es decir, conseguir una gran alianza anti-romana. Por eso, se hizo con el Lacio, con parte de la Campania, Sicilia, se alió con Macedonia y les enfrentó a Cerdeña -aunque aqui se giraron las tornas a favor de los romanos-.
    ¿Porqué no salió?
    En primer lugar, el enemigo lo tenía en casa.
    Senadores y personajes influyentes de la vida en Cartago no se sentían a gusto con las victorias de su general, ya que entendían que redundarían en un posicionamiento político que los acabaría desplazando de forma excluyente, ese recelo era suficiente para argumentar la concesión de menos fuerzas de las solicitadas por el propio Aníbal para reforzarse convenientemente en el Sur de Italia que era donde andaba más o menos en esas fechas y, además, otro argumento que debería entender el general cartaginés era que la contraofensiva romana en Hispania preocupaba y mucho a Cartago. No menos cierto era también que Roma maniobró mientras tanto, hábilmente, multiplicando frentes de batalla en Hispania.
    Tampoco a Aníbal le resultó tan fácil conseguir esa super-alianza, pero bueno, tampoco voy a extenderme en ello ahora.
    En segundo lugar y ya para terminar, los romanos hicieron tres cosas:
    1º.- Volver a las viejas maniobras de Quinto Fabio, es decir, acosar al enemigo sin presentar batalla definitiva en campo abierto.
    2º.- Iniciar operaciones militares para recuperar territorios perdidos, como Capua.
    3º.- y cortar todo tipo de comunicaciones entre Aníbal y sus posibles fuentes de reabastecimiento, tanto de hombres como de víveres y esto implicaba quebrar la ayuda que pudiera recibir de Hispania.
    Bueno, richar, con mi verborrea habitual y la ayuda de un tal «Glasman» espero haber contestado a tu pregunta. ¡Otra sábana!
    Adió, adió.

  24. jerufa dice:

    Evidentemente, se me olvidó decir que todo ello empezó a producir un giro tan fundamental en los acontecimientos que empezó a desplazar decantar la victoria del lado romano. Evidente.

  25. richar dice:

    Gracias Héctor y jerufa por vuestros comentarios, muy sabios y lógicos. Aún así, sigo sin estar 100% convencido de que abandonar Roma fuera la mejor opción.

    Como bien comentáis, un asedio a la urbe podía haber sido muy duro para los sitiadores (cansados, faltos de alimentos…), pero si en algún momento Aníbal pudo acabar con Roma, yo diría que fue ese, cuando los romanos se habían visto derrotados en cada enfrentamiento contra los cartagineses y estaban bajos de moral.

    De hecho, a mi parecer, el dejar Roma en su sitio, sin siquiera darle un aviso de verdad, fue una especie de huida hacia delante. Creo que ni el propio Aníbal se creía que podría vencer a los romanos con esa táctica y sin atacar el corazón de la ciudad. Jerufa, tú mismo hablas del cambio de táctica de los romanos (te acoso pero no me enfrento a ti directamente).

    No sé, sigo pensando que al menos tenía que haberles dado un susto bueno, y tal vez así se hubieran venido abajo. Dejando Roma como estaba, sólo iba a garantizar su derrota, lenta y dolorosa (tachaaaaan!).

    Un saludo,
    Richar.

  26. hector dice:

    Richar,

    la batalla de Cannae fue en el 216, en el 211, tratando de cortar los contactos de Roma con Capua, Anibal acampo otra vez fuera de los muros de la ciudad (esta vez la ciudad estaba mejor preparada) y tampoco se animo a sitiarla

    Hec

  27. jerufa dice:

    Richar, no sé que pasa pero los comentarios están cambiados de orden. Está esto un poco «aladesaviyé», ¡jele!.
    (Es que no recuerdo como se escribe en francés, ¿se nota mucho?)
    Adió, adió.

  28. jerufa dice:

    Parece ser que esa segunda intentona de Aníbal de atacar Roma no fue más que un simulacro de ataque, en ningún momento pretendió -tal y como estaban ambos bandos-, más que ensayar una táctica sorprendente ¡una más! con la inequívoca intención de hacer retroceder a las fuerzas apostadas en Capua.
    Pero claro, Roma ya hacia el 214, tenía algo más de las 4 legiones del año 216 y ante la alarma inicial que produjo su presencia cerca de la Puerta Colina, ésta acabó tornándose en un signo de debilidad del enemigo y para los cartagineses en una gran frustración, ya que los romanos comprendieron el sentido de la maniobra.
    Éstos no aflojaron en Capua, mandaron unos 15.000 hombres a Roma a modo de «retén» y, al final, el púnico acabó retirándose.
    O sea, richar…que lo tenía jodido. No te empeñes más.

  29. Jerufa dice:

    …quise decir 211.

  30. Jerufa dice:

    …en el 214 tenía 18 legiones listas.

  31. richar dice:

    Bueno vale, acepto vuestras disculpas (y no me chistéis más que os modero todos los comentarios…).

    Saludos,
    Richar.

  32. Ascanio dice:

    Madre mía, Jerufa de mis inciensos, hay que ver lo que aprendo con tus espectaculares reseñas, mmmano mío.
    ¿Te crees que le he tenido que pegar un repaso a la geografía española en general y a la hidrografía en particular? Pues créetelo, porque por unos momentos he vuelto a las clases de Ciencias Sociales del colegio y a los mapas de los ríos españoles para recordar por dónde puñetas iba el Júcar…
    Así como la explicación de la confusión entre Ebro y Júcar tiene su lógica, no lo tiene menos la segunda. Porque sabiendo cómo eran los romanos, no deja de ser -cuando menos- sorprendente cómo dejó a Sagunto abandonada a su suerte. Menudo shock tuvo que ser para los habitantes. No me extraña que se arrojaran a una pira (como se ha dicho) para evitar lo que se les venía encima. Esa explicación me recuerda a lo que dicen las «malas lenguas» sobre los americanos y el bombardeo de Pearl Harbor. Seguro que en cuanto acaben las vacaciones, Germánico y Uro tendrán algo que decir al respecto. Y sobre el duelo Cartago-Roma también. Así que prepárate, Jerufín.
    Besos miles.
    PS: espero con expectación tu próxima reseña. No dejas de sorprenderme con la variedad de temas que tocas. Hemos tenido japoneses, demonios, monjes detectives, enfermedades infecciosas…

  33. Jerufa dice:

    Bueno, la teoría del Júcar no deja de ser una apreciación del autor que yo recojo en el comentario. Indudablemente, Germánico, Uro y alguien más que anda por ahí podrán dar más luz a este asunto. Pero para esas fechas, seguro que estaré con la cabeza escondida debajo de las piedras. Uh, uh!
    En cuanto a lo de la próxima reseña, quien sabe, hermanita…a lo mejor te caes del susto.
    Adió, adió.

  34. Valeria dice:

    Un comentario sobre el desencadenante de la guerra: según Robin Lane Fox, en su librote «El mundo clásico: la epopeya de Grecia y Roma», que estoy leyendo, los romanos se saltaron a la torera el límite que ellos mismos habían impuesto en 226 a los cartagineses, señalando que por esa razón «desatarían un sinfín de justificaciones y descargos por parte de los historiadores latnos de época posterior, dispuestos a toda costa a dar por buena la actuación injusta de Roma».
    Señala que incluso en el senado se dejaron oír con cautela voces en contra de la posibilidad de apoyar a una turbulenta facción de la ciudad de Sagunto.
    Un abrazo.

  35. carlos dice:

    Buen dia me interesa mucho contactar a gabriel glasman o a su representante, para que me ayude con la produccion de un libro.
    soy cubano luche en bahia cohinos, luego en el congo y por ultimo hace poco secuestrado por las farc en panama. Me interesa mucho contactarle para contratar sus servicios y me pueda ayudar con la redaccion del mismo.
    Saludos.
    Carlos Mckinnon representante del señor, Cecilio Padron.

Responder a jerufa Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.