ALEJANDRO MAGNO – Anthony Everitt

“Desde el punto de vista de sus contemporáneos y de quienes lo sirvieron sería difícil encontrar a una figura de más palpable y contundente realidad, a alguien de presencia más enérgica, peligrosa y hasta inquietante”.

La pieza pasa casi desapercibida; su reducido tamaño, comparada con las obras que tiene alrededor, la relega a un segundo plano. En la Sala del Gladiatore la estrella es la gran escultura central que da nombre al espacio, el Galo moribundo (durante mucho tiempo se pensó que se trataba de un gladiador), observado desde los muros de la estancia por la Amazona herida de cabeza postiza, Antinoo de cabello rizado, el Sátiro de Praxíteles… Incluso Zenón de Elea destaca más que el pequeño busto de mármol del mayor conquistador que ha dado el mundo occidental. Alejandro Helios (su pose y expresión pretenden emular la del colosal Helios de Cares de Lindos en la entrada del puerto de Rodas) ladea el rostro hacia su izquierda, con ese gesto tan familiar en él según Plutarco, y lanza una mirada viva y rebosante de pothos a la puerta de entrada (y de salida) de la sala, como queriendo seguir el consejo que le dio su padre de buscarse un lugar más grande, ya que aquel en el que se encuentra le queda pequeño.

Ese busto de Alejandro Magno de los Museos Capitolinos, una copia romana del siglo II d.C. de un original griego de época helenística, quizá la representación más conocida del macedonio junto con la del mosaico de la Sala del Fauno en Pompeya, preside la portada del último libro de Anthony Everitt, autor inglés especialista en biografiar a personajes de la antigua Roma y, con este libro, también de Grecia. Cicerón, Augusto y Adriano han pasado ya por su pluma, y ahora (en 2019) le ha tocado el turno al hijo de Filipo y Olimpia. Se ha dicho ya tanto sobre el niño que domó a Bucéfalo, sobre el muchacho que venció al Batallón Sagrado y destruyó Tebas, sobre el hombre que cruzó el Helesponto y con tres batallas y en menos de una década conquistó el mayor imperio conocido en su época; tanto se ha escrito sobre Alejandro, que difícilmente podrá aportarse nueva luz a lo que ya se sabe si la arqueología y la investigación histórica no logran ir más allá del punto en que se encuentran. Todo se reduce desde hace décadas a interpretaciones y reinterpretaciones sobre los textos de Arriano, Diodoro, Curcio Rufo, Plutarco, y  las pinceladas de otros muchos autores clásicos. Everitt es honesto con el lector: su obra no pretende ir más allá que cualquier otra, no busca dar una nueva vuelta de tuerca a la historia de la vida y muerte de Alejandro. Se trata nada más (y nada menos) que de ofrecer el relato que muchos ya conocen y que otros muchos aún no. ¿Cuál es la gracia entonces, qué aporta su libro, por qué este y no cualquier otro de los innumerables trabajos que existen sobre el Magno?

Básicamente, porque leer a Everitt es una delicia. Su estilo culto, elaborado, casi diría que clásico (ya no se escribe así, y mucho menos se habla), envuelve al lector y lo sumerge en un relato casi novelesco. Everitt es muy eficaz en lo que hace, y lo que hace es, según sus propias palabras, “historia narrativa”. Tal como él lo concibe, esa etiqueta anuncia todo un campo profesional en el que existen dos normas básicas, que en el fondo son una y la misma: ser ciego al futuro, y describir las peripecias vitales de los personajes como si no se supiese lo que va a pasar a continuación. Renuncia también el escritor británico a embarrarse en arduos debates sobre determinadas cuestiones en torno a Alejandro acerca de las cuales los eruditos no se ponen de acuerdo; estas disquisiciones quedan reducidas a sucintos comentarios y a notas al pie, así como a una bibliografía comedida pero suficiente, a la que Everitt remite sin reparos a todo aquel que quiera ahondar en esas cuestiones.

No hay que pensar que el libro sea simplista o superficial: Everitt recurre a un buen número de fuentes clásicas para documentarse y construir un relato sólido y atrayente. No solo aparecen referencias a los textos habituales (Arriano, la Vida de Alejandro de Plutarco, Diodoro de Sicilia, Curcio Rufo, Pompeyo Trogo) sino también a otras muchas noticias dispersas por los textos clásicos, lo cual ha requerido de un profundo trabajo de exploración: Estrabón, Pausanias, Dion de Prusa, Luciano de Samosata… El Alejandro Magno del británico no juega en la misma liga que Hammond o Bosworth, por ejemplo, pero tampoco lo pretende. No encontramos (y si aparecen lo hacen en la medida justa para facilitar la comprensión de lo que se está narrando) datos de logística, ni cifras sobre contingentes, no se inunda al lector con números y fechas, no se produce en sus páginas un desmenuzamiento del ejército macedonio o del persa, sus rangos, unidades, nombres o armamento; para eso existen otros libros. El de Everitt se construye bajo la forma de un relato concreto, una única línea de los acontecimientos, la línea que marca Alejandro Magno, envuelta bajo el formato de narración fluida y aventurera.

Comenta el británico que la erudición contemporánea en torno a Alejandro de Macedonia, respecto de la cual él se ha mantenido voluntariamente a distancia, es heredera del pensamiento de dos colosos que dominaron la historiografía alejandrina décadas atrás: por un lado el inglés William Woodthorpe Tarn, y por otro el vienés nacionalizado estadounidense Ernst Badian. Tarn, en los años 20, 30 y 40 del siglo pasado, concibió en sus obras al macedonio, en palabras de Everitt, como una suerte de “modélico caballero inglés decidido a jugar limpio” y con una fe inquebrantable en la unidad del género humano. Badian, en cambio, que se crio en Viena en un hogar judío hasta la llegada del nazismo, y se educó y ejerció su actividad docente en universidades de Gran Bretaña y Estados Unidos, vio en Alejandro un prototipo de dictador totalitario del perfil de Hitler o Stalin. El pensamiento de ambos autores es, concluye Everitt con sano juicio, producto de su tiempo. En las décadas siguientes los eruditos se han acercado a uno u otro extremo, pero en este libro Everitt ha intentado permanecer al margen y ofrecer un relato lo más equilibrado e imparcial posible. Su relato comienza con una breve historia de los reyes que fueron pasando por el trono de Macedonia hasta el advenimiento de Filipo y su relación de amor/odio con Olimpia. En ello invierte las primeras 120 páginas, para pasar a continuación a ser Alejandro el protagonista único y exclusivo de la narración, desde sus victorias en las fronteras macedonias sobre las tribus de taulantios, autariatos, getas, tribalos y demás, hasta su muerte en Babilonia por causas tal vez naturales, tal vez provocadas por la mano de alguien.

La lectura del libro es, como dije, una delicia, y creo que buena parte de culpa la tiene el traductor, quien ha hecho un muy buen trabajo sabiendo verter una prosa elaborada y cuidada, y participando en ella de vez en cuando con notas a pie de página que añaden información e ilustran algún aspecto puntual del texto de Everitt. Este Alejandro Magno, en fin, seguramente no aportará ningún conocimiento nuevo a quien ya conozca al macedonio, pero será una estupenda manera de refrescar el relato tradicional de sus gestas. Y quien quiera acercarse por vez primera a la vida del conquistador del imperio persa, no se equivocará si escoge a Everitt como cicerone.

 

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Anthony Everitt, Alejandro Magno (traducción de Tomás Fernández Aúz). Barcelona, Edhasa, 2021, 667 páginas.

     

6 comentarios en “ALEJANDRO MAGNO – Anthony Everitt

  1. Farsalia dice:

    Brava reseña. Tengo la edición inglesa y lo que leí de ella me pareció más o menos lo mismo que se ha comentado en la reseña: Everitt, como es esperar (y más si se parte de las mismas fuentes de siempre), no aporta nada «nuevo» y tampoco lo pretende. Escribe una biografia amena, pero no divulgarizadora, para un público amplio, que es el objetivo habitual de sus libros, de los que aquí solo han llegado las biografías de Augusto, Cicerón y ahora Alejandro; tiene buenos libros, pero tampoco nada «nuevo», sobre la Atenas del siglo V a.C. y los primeros siglos romanos. Y lo que hace, lo hace bien y es un valor seguro en y como lo que es.

  2. cavilius dice:

    Mejor que la biografía de Caratini, por ejemplo, y quizá también que la de Cartledge o Claude Mossé, helenistas reputados estos últimos que hicieron unos trabajos eminentemente divulgativos. Una opción segura para conocer al magno Alejandro, el libro de Everitt.

    1. Farsalia dice:

      La biografía de Cartledge es interesante y al menos aporta algo más que lo trillado, con el componente de la caza (uno de los, digamos, elementos distintivos de la cultura «palaciega» de los monarcas macedonios). Guardo buen recuerdo de ella…

      Al respecto de su libro, y de otros, Fernando Quesada publicó hace casi dos décadas (cómo pasa el tiempo) un interesante artículo/reseña en Revista de Libros en ocasión del estreno del filme de Oliver Stone.

  3. JOSE SEBASTIAN dice:

    Gracias por la reseña. ¿Qué opinión os merece la biografía de Alejandro del catedrático de historia antigua de la universidad de Potsdam, Pedro Barceló – Alianza Editorial. 2007?

    Saludos

    1. Farsalia dice:

      Todo lo que escribe Pedro Barceló vale la pena, y en este caso concreto por su trabajo con bibliografía no estrictamente anglosajona, sino también (y especialmente) del ámbito germano.

    2. cavilius dice:

      Muchos años en Alemania lleva Barceló, eso se nota. En efecto, es una biografía completa y que cumple.

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