ADRIANO. LA BIOGRAFÍA DE UN EMPERADOR QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA – Anthony Birley

ADRIANO. LA BIOGRAFÍA DE UN EMPERADOR QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA - Anthony BirleyPublicada en primera versión inglesa en 1997, la traducción española de la biografía sobre Adriano, firmada por Anthony Birley, conoció una primera edición en la editorial Península en 2003. Ahora Gredos acaba de sacar al mercado una nueva edición de dicha obra bajo el título de Adriano y el innecesario y fútil subtítulo de La biografía de un emperador que cambió el curso de la historia. La edición, completísima, incluye siete mapas y 37 ilustraciones en blanco y negro, además de 8 páginas de Bibliografía y cincuenta de Notas. El autor, Anthony Birley (1937) ha sido profesor de Historia Antigua en la Universidad de Manchester entre 1974 y 1990 y en la Universidad Heinrich Heine de Dusseldorf entre 1990 y 2002, fecha de su jubilación como docente. Experto estudioso de la Britania romana, a la que ha dedicado varios trabajos, es, sin embargo, su faceta de biógrafo la que le ha granjeado mayor atención entre el público y la crítica. De hecho, además del volumen que ahora traemos a comentario, en España sólo son conocidas en traducción al castellano sus otras dos biografías sobre emperadores romanos: Marco Aurelio y Septimio Severo.

Si califico de fútil el subtítulo en español de la biografía sobre Adriano, no me resisto, asimismo, a considerar como ambiguo el subtítulo de la edición original The Restless Emperor. En inglés «restless» significa, ciertamente, «andariego», pero su primera traducción sería más bien «inquieto» o «desasosegado». La primera cualidad le cuadra al emperador nacido en Roma pero con raíces hispanas, pues, en efecto, su reinado (117-138) al frente del imperio romano ha sido distinguido con razón por su condición errante y viajera a lo largo y ancho de los confines de la Magna Roma: «Adriano pasó nada menos que la mitad de su reinado de veintiún años lejos de Roma e Italia, viajando por casi todas las provincias de su extendido imperio» (pág. 15). Ahora bien, si su carácter psicológico, su personalidad, fue propia de un individuo inquieto y desasosegado, o no, es pormenor – pero no cuestión menor- que tras la lectura del trabajo de Birley sería imposible de inferir.

He aquí la primera carencia que cabría señalar en esta, por lo demás, erudita, académica y documentadísima crónica de las andanzas y hechos memorables de Publio Elio Adriano, emperador romano. Pero según mi parecer, de una biografía esperamos algo más que una exposición de idas y venidas del personaje biografiado, un prolijo inventario de las personas con las que se relacionó o un registro minucioso de las fuentes que nos hablan de sus principales hazañas. Y el caso es que el Adriano de Birley aporta al lector, ciertamente, multitud de datos e informaciones sobre la obra del emperador, pero acerca de su vida acabamos sabiendo bastante poco. Se ha dicho, sin exageración, que la existencia personal de los emperadores pertenecientes a la Dinastía Antonina fue, con sus diferencias y grados, bastante anodina, comparada con otros sumos dignatarios romanos. De Trajano puede haber motivos y fundamentos sobrados para rastrear sus pasos, pero, ciertamente, Adriano, Antonino Pío y el gran Marco Aurelio, aun atendiendo a su proyección pública, vivieron con sorprendente discreción. Después del autor de las Meditaciones, Cómodo y Pertinax ocuparon el trono imperial de Roma, iniciándose, ya sin remedio, la decadencia del Imperio romano. Y éstos sí que dieron que hablar.

Dejando aparte los rasgos representativos de cada escuela de biógrafos («marca» Stefan Zweig, Emil Ludwig, André Maurois, Marcelino Menéndez Pelayo, etcétera), no podría demostrar con plena seguridad las razones del seco estilo y la fría mirada de Birley —esto es, su particular elección metodológica y su perspectiva como biógrafo—, pero me aventuro a señalar dos circunstancias determinantes al respecto.

Primera: el padre del autor, Eric Birley, fue un célebre arqueólogo; el autor mismo, junto a sus hermanos, ha participado personalmente en múltiples excavaciones. En todo momento, demuestra un gran dominio del estudio de las fuentes en numismática y restos arqueológicos, también en prosopografía, pero más en sentido histórico que literario. Y si no me equivoco, una biografía pertenece tanto al género histórico como al literario. Pero incluso cuando bucea en las fuentes bibliográficas, la mirada de Birley es más la de un «arqueólogo de los libros» que la de un analista de textos: extrae y etiqueta datos con gran precisión, pero evidencia una cierta flema a la hora de su interpretación. La biografía de Adriano en manos de Birley sería, algo así, como una Vita Hadriani de la Historia Augusta o un capítulo de la Historia de Roma de Dion Casio en versión extendida, con muchísima más información que en su tiempo y con los testimonios y medios que proporciona la perspectiva del presente. Algo así como un informe pericial, para decirlo más claro.

Segunda: consciente de que el personaje histórico de Adriano es popularmente conocido por la celebérrima novela de Marguerite Yourcenar, Las memorias de Adriano, todo apunta a que Birley ha compuesto el trabajo biográfico dejando claro su distanciamiento con el -por otra parte- sobrevalorado relato de la autora francesa. Para cualquier duda sobre lo que señalo, hay que destacar que las prevenciones quedan explicitadas por el propio autor en la primera página del volumen. Una «biografía científica» sobre un personaje no puede equipararse a una narración de su vida. Pero ello no significa que ambas experiencias textuales tengan que enfrentarse o acabar siendo lo contrario. Sin vida que contar no hay biografía que cuente.

De Adriano sabemos ahora lo que ya sabíamos, aunque con más datos y detalles. Pero tampoco mucho más. Tras la muerte de Trajano, Adriano inicia una etapa del Imperio romano dedicada a consolidar las conquistas logradas más que a ampliarlas. A tal fin manda construir el muro en Britania, muro que lleva su nombre; la luenga empalizada a lo largo del limes en Germania y la barrera paralela a la costa de África. Es momento de marcar el territorio y poner límites. Afronta singulares batallas por motivos defensivos (la guerra contra Partia) y más de tipo simbólico o religioso que militar (el cruento enfrentamiento contra los hijos de Judea, a quienes intentó helenizar). La influencia que ejerció en la renovación de tácticas militares y en relación con la administración del Estado ha sido exagerada. A lo largo de sus muchos viajes de inspección por el Imperio, sí mostró una gran disposición a fundar ciudades y a promover en ellas mejoras en servicios, instalaciones y edificios públicos. Fue gran aficionado a la arquitectura, el urbanismo y la ingeniería, hasta el punto de interferir en la labor directa de los técnicos, lo que provocó disputas con ellos: Apolodoro de Damasco, arquitecto del puente de Trajano sobre el Danubio y de muchas construcciones en Roma durante el mandato del mentor de Adriano, cayó en desgracia siendo ya un anciano, y, según algunas versiones, vio adelantada la fecha de su muerte por orden de Adriano.

Como dirigente político, quiso ser un nuevo Augusto. Por temperamento y carácter, fue comparado por Tácito con Tiberio; por ejemplo, por su panhelenismo. Esta inclinación animó a Adriano a frecuentar Atenas y la Hélade (donde fue denominado Hadrianos Sebastos Olympios), a dejarse sugestionar por los ritos iniciáticos y mistéricos, a buscar coloquios e interlocutores filosóficos (breve encuentro con Epicteto y estrecha relación con su discípulo Arriano), a lucir barba y, en fin, a preferir en la intimidad la compañía masculina a la femenina. Pero de todo ello sabemos poco por el libro de Birley y, desde luego, no despeja dudas sobre la personalidad del emperador. Su supuesto estoicismo apenas queda reflejado en la biografía. Los conflictos de competencia y las luchas por el poder, las intrigas en la corte imperial, sólo insinuados. ¡Y sin estos mimbres no hay cesto ni historia de Roma! La trascendental relación sentimental con el joven Antínoo, a quien llegó a divinizar, queda, cómo no, reseñada, pero sin mayores explicaciones. Ni siquiera entra el libro a investigar su muerte en el Nilo; tampoco se decanta por ninguna de las explicaciones conocidas del caso. A la Villa Adriana en Tívoli (Tíbur), reflejo material del alma del emperador, le dedica no más de diez líneas (pág. 362) Lo dicho: Birley es más un arqueólogo de la biografía que un biógrafo en sentido estricto.

¿Quién fue, en realidad, Adriano? A consignar el ser y el estar del Adriano hombre, filósofo, político, Birley dedica el Epílogo del libro (ocho páginas). El título del mismo remite al primer verso del poemita que, según la Historia Augusta, escribió Adriano antes de morir:

Animula, vagula, blandula

Hospes comesque corporis

Quae nunc abibis in loca

Pallidula, rigida, nudula,

Nec, ut soles, dabis iocos…

 

[Almita inquieta y melosa,

Huésped y compañera del cuerpo,

¿A dónde vas? A un lugarcillo

Lívido, gélido, lóbrego,

Y ya no retozarás como acostumbrabas.]

Acaso como ocurre con la famosa clave del Rosebud de Charles Foster Kane, magistralmente narrado por Orson Welles en el filme Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), el sentido y la explicación de toda una vida (sea de un personaje principal o corriente) quedan reducidos a un simple nombre. O a un sencillo poema. Pero, esa historia queda todavía por contar.

Ariodante
Noviembre 2010

Título original: Hadrian, The Restless Emperor, 1997
Traducción de José Luis Gil Aristu
Ed.Gredos, Madrid, 2010,
479 páginas

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15 comentarios en “ADRIANO. LA BIOGRAFÍA DE UN EMPERADOR QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA HISTORIA – Anthony Birley

  1. farsalia dice:

    Leí la biografía birleyana de Adriano hace años, la repasé hará un par. Exhaustiva, tanto que acaba siendo agotadora, con tantos detalles acerca de los viajes del emperador. Al final, con las conjuras y la elección de Marco Aurelio como sucesor, vuelve a cobrar interés (así como la primera parte, Adriano antes de ser césar). Personalmente, me gustó bastante más el libro de Birley sobre Marco Aurelio, más compensado acerca del hombre de acción y el emperador-filósofo. De hecho, esta biografía constituye, junto con la de Adriano, un díptico en continuidad, pues se tocan bastantes temas en común, siendo Marco Aurelio el sucesor que quería realmente, pero cuya juventud impedía el acceso a la púrpura (era necesaria, pues, la figura intermedia de Antonino Pío).

    Son normales las prevenciones de Birley respecto la novela de Marguerite Yourcenar: la autora francesa no supo o no quiso saber que su fuente fundamental, la Vita Hadriani de la Historia Augusta es en su mayor parte ficticia; algo que ya denunciara Ronald Syme y que Birley, como fiel discípulo suyo, no podía dejar de saber.

    Bien por tu reseña, Ariodante, aunque noe stoy de acuerdo con tu comentario de «ahora bien, si su carácter psicológico, su personalidad, fue propia de un individuo inquieto y desasosegado, o no, es pormenor – pero no cuestión menor- que tras la lectura del trabajo de Birley sería imposible de inferir». Sí que inferimso a través del exhaustivo estudio birleyano la fuerte personalidad de Adriano, tan restless como fue su reinado viajero. Un emperador que no aceptaba componendas con el Senado, por ejemplo. Que trató de imitar a Augusto, pero le faltaba su mano izquierda (véase el caso de Judea), que se refugió excesivamente en sí mismo y no acabó de comprender la lógica de la política de su tiempo (algo que Antonino y Marco Aurelio sí parecieron captar). Un emperador muy suyo, podríamos decir. También muy celoso de su intimidad y de la imagen que quería dar. Un césar diferente, en última instancia.

  2. ARIODANTE dice:

    Gracias, Farsal, por tu amable y generoso comentario. Se nota que recuerdas bien el libro de Birley sobre Adriano, y que te hizo buen provecho. O más provecho que a mí. Hasta el punto de que tú en cuatro o cinco líneas has concretado más la personalidad del emperador romano que el propio biógrafo. Por supuesto que Birley habla de la forma de ser y de actuar de Adriano. ¡En un libro de casi 500 páginas! Lo que pasa es que esos trazos, en medio de tal maraña informativa —como bien dices “que acaba siendo agotadora”—, apenas destacan. Quiero decir: que en ese plan el bosque no nos ha dejado ver el árbol. Y el árbol aquí, en una biografía, creo yo, es lo importante.

  3. farsalia dice:

    En cierto modo, Birley es discípulo de Syme incluso en las fobias de éste último, que despreciaba el género de la biografía. Como su maestro, Birley hace un uso protentoso de la prosopografía, del análisis de las fuentes, que es lo más importante (the evidences), añadiendo la arqueología, algo que Syme prácticamente no tocó. Por tanto, más que una biografía al uso, lo que Birley ha escrito es un retrato del Imperio que Adriano conoció cuando viajó por él (prácticamente el único emperador que visitó la mayor parte de las provincias, por no decir casi todas), con pinceladas sobre el protagonista de este viaje, el propio Adriano (y su familia, y sus aliados en el poder, y sus enemigos, y…). En cambio, su libro sobre Marco Aurelio está más centrado en la figura de este emperador. Claro que éste dejó textos de su puño y letra en el que podemos ver cómo era, además de las cartas de Frontón…

    1. Javi_LR dice:

      A mí me gustaría leerlo, la verdad.

  4. juanrio dice:

    Pues a mi me han dejo un poco descolocado entre los dos. Me interesaba más una biografía de Adriano que una relación de sus viajes por el imperio. No coincido con vosotros en lo de Yourcenar, a mí si me parece una gran novela, ficción por tanto, que no tiene porque aferrarse tanto a la historia.

    Deduzco de vuestras palabras que la de Marco Aurelio me resultaría más interesante, aunque esperaré por si aparece en bolsillo.

  5. farsalia dice:

    Dudo que saquen estos libros en bolsillo…

    No, si no he dicho nada malo contra la novela de la Yourcenar, que hace lo que debe hacer un novelista: ficcionar.

  6. ARIODANTE dice:

    De acuerdo con lo de la Yourcenar. Yo sólo he dicho que Las memorias de Adriano me parece una novela “sobrevalorada”. En cuanto a la relación del relato con el libro de Birley, repito lo ya señalado en la reseña: «Una “biografía científica” sobre un personaje no puede equipararse a una narración de su vida. Pero ello no significa que ambas experiencias textuales tengan que enfrentarse o acabar siendo lo contrario. Sin vida que contar no hay biografía que cuente.»

  7. ARIODANTE dice:

    La verdad es que me entran ganas de leer el libro de Birley sobre Marco Aurelio, puesto que lo ponéis tan bien. Será también una oportunidad de cotejarlo con el texto sobre Adriano. A mí me gustó mucho la biografía de Marco Aurelio firmada por Pierre Grimal. Sobre la relación individuo y obra es muy interesante La citadelle intérieure de Pierre Hadot (no sé si hay traducción española). Y luego está el clásico de Ernst Renan, Marco Aurelio o el fin del mundo clásico, para situar al personaje en su tiempo. Los tres autores citados son franceses, ¿será casualidad? En todo caso, vale la pena distinguir entre estos tres aspectos en un estudio y respetar los géneros: biografía, estudio en su análisis filosófico y estudio en su contexto histórico, ¿no os parece?

  8. farsalia dice:

    Ah, le France…

    Cierto, pero tengamos en cuenta que en el mundo anglosajón (en cierto modo, en el francés) la biografía (que triunfa poco en el mundo hispano y que a las editoriales, salvo excepciones, no suele darles grandes beneficios) es un género que no se reduce simplemente a la vida y obra de xxx personaje, sino que suele ser la excusa para ofrecer una imagen lo más panorámica o, si se prefiere, completa de un tiempo y un espacio [te habrás quedado contento con la encadenación de subordinadas, majo]. Interesa tanto el personaje como el contexto en el que vive o vivió dicho personaje. Que me diréis «pues claro, es de perogrullo», pero ellos lo dominan bastante mejor que nosotros (sin que seamos inútiles, ni mucho menos). La biografía es para ellos la madre del cordero, en el mundo hispano la biografía no suele ser un trabajo de primera fila, sino tal vez (remarco el tal vez) el trabajo postrero o la culminación de una carrera (las bios de Felipe II y Carlos V de Fernández Álvarez, por ejemplo), mientras que el género es más manejable, más cotidiano, en el mundo anglosajón. Lo dominan más, por eso Birley escribe una biografía adrianea como lo hace.

    ¿Me se entiende, como diría la Esteban? En fin, divago…

  9. juanrio dice:

    Bueno, si la biografía de Adriano está en bolsillo, Quinteto, ¿por qué no Marco Aurelio?

    Cierto, no habéis dicho que las Memorias de Adriano sean malas, pero tampoco buenas…Yo es que soy un fabulador…

  10. farsalia dice:

    Ah, cierto, cierto, aquella ilegible (y prácticamente inencontrable) edición en bolsillo de Quinteto, no me acordaba de ella… aunque RBA no forma parte de Quinteto, creo recordar.

  11. ipi dice:

    Si si, pero a mi me interesa la corbeta mosca que Ario desatiende para otros menesteres tan «rudimentarios» como este «Adriano» tan cerca y tan lejano.

  12. ARIODANTE dice:

    ¿La corbeta Mosca? ¿A qué viene eso aqui, Ipi? Ya hice la reseña de la Mosca, que leíste y comentaste ampliamente, y en breve haré la Cañonera 23, así que ¿cual es el problema? ¿Qué tiene que ver con Adriano? Yo leo de todo un poco; bueno, no de todo, pero de mucho, y muy distinto. Aunque tenga mis preferencias.
    Lo que tienes que hacer es pasarte este sábado por Murcia y dejarte de moscas.

  13. Akawi dice:

    ¡Bien dicho Ariodante!

    Ipi está a un paso de Murcia y seguro que le encantará oir a los autores de la segunda jornada.

    Te esperamos Ipi.

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