NARCISO Y GOLDMUNDO – Hermann Hesse

NARCISO Y GOLDMUNDO, Hermann HesseHay libros de gran formato, en donde la imagen se adueña del texto, y los hay de bolsillo; existen opúsculos, pequeñas obras cargadas de contenido, y ediciones a todo lujo de detalles y de adjetivos. Ahora también hay formatos electrónicos, chispazos y descargas de literatura virtual. Luego hay obras enormes, obras con tanta densidad como se les quiera dar, obras que pueden encontrarse en cualquiera de las anteriores categorías, centenares de páginas de prosa poética y de profundidad filosófica. Este es el caso que nos ocupa.

De esta magistral manera comienza la novela:

«Ante la puerta de entrada del convento de Mariabronn —un arco de medio punto sustentado en pequeñas columnas geminadas— alzábase, en el mismo borde del camino, un castaño, solitario hijo del mediodía que un romero había traído en otro tiempo, árbol gallardo de robusto tronco. […] Varias generaciones de alumnos del convento habían ya pasado bajo aquel árbol forastero: las pizarras bajo el brazo, parloteando, riendo, jugando, riñendo, según la estación descalzos o calzados y con una flor en la boca, una nuez entre los dientes o una bola de nieve en la mano.»

Goldmundo es un guapo mancebo inocente que ingresa en el convento de Mariabronn según designio paterno. Allí conoce a Narciso, un monje con una inteligencia fuera de lo común que analiza lo que le rodea y lo categoriza; es pura deducción. Goldmundo, a medida que aprende de él y del mundo que lo envuelve, empieza a ser consciente de su persona; él es intuición. Ambos personajes, inseparables en su amistad, se escinden, han de recorrer diferentes caminos para su realización. Narciso se ha de preparar en su condición de monje y de futuro prior, busca la meditación, el aislamiento, la soledad, la paz y el recogimiento ordenado, mientras que la llamada de la libertad, del errabundo caminar, del mundo caótico y sensible se hace patente en Goldmundo.

Y se separan, cada uno buscará su vida y el sentido de ésta por vías opuestas: un camino ontológico. Y tan contrarios son estos caminos como diferentes son ellos mismos y su manera de percibir lo que les rodea. La reflexión analítica del monje contrasta con la pasión vital del novicio; Apolo y Dioniso uno y otro, singulares ambos.

Hermann Hesse, a lo largo de gran parte del libro, dedica su mirada al devenir de Goldmundo. Su contacto continuo con el exterior hace que en él se precipiten más experiencias, más luchas internas. Goldmundo se bebe la vida, la ama. Pero la Vida, así, con mayúscula, conlleva también muerte, maldad y hambre. Todo este amor lo exterioriza primero en su contacto con el mundo femenino, después en arte; aprendiendo la técnica de la modelación de figuras, se hará patente en sus esculturas todo ese sentimiento.

Ahora bien, esta búsqueda de lo inherente al hombre, de su misterio, no conduce en ninguno de los dos caminos a una respuesta, muy al contrario; en la búsqueda del fin se alejan de sus orígenes, que son, en definitiva, el objetivo perseguido. Vano esfuerzo, pues, el de la razón lógica, aun siendo tan preclara como la de Narciso, e ímprobo trabajo el de la intuición mística, aun mostrándose tan pura como la de Goldmundo. Verdadero existencialismo, el hombre es sólo yecto: un ser incompleto y no realizado arrojado al mundo. La Voluntad, esta vez de conocimiento y comprensión, es la que lo mantiene alerta en esta vida.

El libro, en la forma, también es magnífico; su prosa, sus pausas y su estilo son conmovedores, siendo la traducción de la editorial Edhasa formidable; muy bien realizada, conservando la belleza del texto en la medida de lo posible.

En resumen, los que no hayáis tenido la oportunidad de acercaros a Hermann Hesse intentad haceros con este libro. Es una joya de la Literatura. Luego podréis hacer lo propio con sus otros títulos, ante todos: El lobo estepario; otra inmersión en las profundidades del alma humana escrita por una soberbia pluma.

(Hoy mismo hemos publicado otra reseña en L2R de este mismo libro. Os invito a que la leáis: NARCISO Y GOLDMUNDO, Hermann Hesse)

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15 comentarios en “NARCISO Y GOLDMUNDO – Hermann Hesse

  1. Koenig dice:

    Buenos días.

    Que interesante reseña Javi, que la verdad es que anima mucho a acercarse a un autor que, tal vez por su forma de escribir, nunca me ha atraído demasiado. Sin embargo en este caso parece interesante la oposición entre dos personajes y dos experiencias, aunque de la reseña deduzco que no tienen éxito en sus afanes.

    Saludos.

  2. Javi_LR dice:

    Buenas, Koenig. A ver si tengo luego tiempo y te contesto en el hilo de Medea. Creo que merece la pena acercarse a Hermann Hesse, Koenig.

    Aprovecho para deciros que hemos publicado en LR una reseña distinta de la misma obra, otro punto de vista: NARCISO Y GOLDMUNDO, Hermann Hesse

  3. Rodrigo dice:

    Luego leeré tu reseña, Javi, que no es cosa de despacharla con prisa (y ahora no podría hacerlo de otro modo). Mientras tanto, puedo decir que leí esta novela hace tiempo y me gustó bastante. Recuerdo lo mucho que me impactó el pasaje en que la novia de Goldmundo es agredida por un apestado. Bueno, sí, la leí en la adolescencia. También leí otros libros de Hesse, que no me resultaron tan interesantes (excepto “El lobo estepario” y “Demian”), hasta llegar a “El juego de los abalorios”: tedio y decepción total.

    A propósito, una preguntita: ¿qué dirías de la opinión –bastante difundida, si no me equivoco- de que Hesse es autor más que nada para la adolescencia y la primera juventud? Ejem, no dispares al mensajero. ;-)

  4. juanrio dice:

    No he leído el Narciso y Goldmundo y ni siquiera se si llegaré a leerlo. Para mi Hesse está unido a mi adolescencia, como para muchos otros. Leí seguidos Demian, Sidharta y El lobo estepario y me gustaron mucho entonces, pero no se si Hesse soportaría el rigor de la edad.

    Creo que es un escritor que habla del crecimiento personal, de como hacerse adulto y tengo la impresión de que este libro que nos muestra Javi va en la misma linea. Recuerdo la emoción que nos producía hablar de sus libros, o de otros más, pero son parte de mi historia pasada y no los concibo como para una relectura. Aunque vete tu a saber, la cabeza da muchas vueltas y los libros a veces funcionan como un boomerang. Y un boomerang en manos de un entusiasta como Javi, es un arma muy peligrosa.

  5. pepe dice:

    Me uno a los comentarios de Rodrigo y Juanrio: leí a Hesse en mi juventud con mucho placer en el caso de Sidharta pero, en el caso de El lobo estepario, con mucha dificultad, aunque no recuerdo bien si fue ése o El juego de los abalorios el que me pareció un tostón. Recientemente he estado leyendo unos cuentos de Mishima y uno de ellos, El sacerdote y su amor, me recordó a Sidharta tanto que me puse a releerlo. No terminé.

    Sonreía, compasivo, frente a nobles poderosos, y reflexionaba acerca de la imposibilidad que demostraba aquella gente en advertir que los placeres no eran sino sueños vacíos. Cuando contemplaba a alguna mujer hermosa, su única reacción era experimentar piedad por los hombres que aún habitan el mundo de las desilusiones y se sacuden en las olas del deseo carnal.

  6. Javi_LR dice:

    Con poco tiempo, como siempre:

    Rodrigo, ¿hay quién piensa que Hesse es escritor para la primera juventud? Bien. A mí me parece perfecto, y quizá tengan razón. En este caso, no lo considero algo peyorativo. Además, la forma en Hesse también cuenta (al menos para un servidor).

    Dejadme transcribir unas palabras, traídas desde un artículo de angelcaído del libro El guardián entre el centeno. Espero que no resulten incómodas:

    «¿Quién no lo ha sido? Joven, quiero decir. Algunos lo son todavía. Para vengarse del mundo, muchos pedantes llegados a una edad repiten la siguiente frase: «La juventud es una enfermedad que se pasa con el tiempo». Cuesta armar una sentencia más podrida. Cuánto miedo en esa máxima, miedo al tiempo perdido, al poco que puede quedar, cuánto resentimiento de viejo ante la juventud que pasa insolente camino a la primavera delante de sus narices otoñales. A los jóvenes nunca les gusta nada, dicen, como si ellos ya hubiesen nacido jubilados.

    »Salinger publicó este libro en 1951 y se convirtió inmediatamente en una referencia. Dicen que por su capacidad para retratar las mentes de perturbados. Pero no sé qué perturbación se aprecia en este chico, Caulfield, insatisfecho, dubitativo, extremista y cuantas cosas más queráis. A no ser que uno piense que la juventud es una enfermedad, el protagonista es de lo más normal. Aún no ha roto a vivir en el presente, y quizá ésa es la única frontera que separa a la juventud de la madurez. Separación nimia, de papel, que ni siquiera puede fijarse en los mapas del tiempo. Linde reversible, de hecho. Cuando uno vive de quimeras, de posponerlo todo, de sueños, instalado en un improbable mañana, es lógico que la insatisfacción surja por algún lado. Se vive esperando algo, el gran acontecimiento, el proyecto, el hallazgo, el trabajo perfecto, la gran empresa, el gran amor, la mujer definitiva (cuando la lista no ha hecho más que empezar). Pero, ¿qué quieren esos señores tan aburridos, que un adolescente ya venga con todo hecho y claro? ¿De dónde salen, de qué vidas, para hablar de perturbados?

    »Hay tipos que siguen siendo adolescentes a los ochenta. Cerebros jovencitos en cuerpos de bebé anciano, que esperan un futuro que se antoja, no ya incierto, sino biológicamente imposible. ¿Jóvenes o maduros? La distinción, insistimos, el momento temporal en el que se sitúa la cabeza de cada uno. El que vive en el presente, acomete todo. Sabe que el instante es único y, por tanto, ha de aprovecharlo. Las tareas ingratas no son postergadas para la tarde, puesto que seguirán ahí, presentísimas, como una niebla que todo lo empaña, recordando constantemente que los quehaceres no están terminados, molestando durante el almuerzo, usurpándole la miel al cordero recién hecho.

    »La juventud, esa que luego los ancianos o los que se quedan con diez en la quiniela añoran tanto los domingos por la noche, es el ser de lejanías de Heidegger, el pastor de lo lejano, que conforma un rebaño de días venideros, indeterminados, fantasmales. Baroja tuvo arrestos para escribir una trilogía llamada precisamente así, La juventud perdida.

    »Odiar a alguien porque lleva una camisa de cuadros o recuperar las ganas de vivir viendo cómo gira un tiovivo. Pues claro que sí. Ya habrá tiempo de opositar, de quemar las hormonas delante de un temario, de mirar hacia el Euribor como los israelitas a la serpiente que Moisés les plantó en mitad del desierto para que no sucumbieran al veneno. Ya tendrá tiempo Holden Caulfield de adueñarse de su presente, de domar su cabeza, de educar su paladar para comer algo más que sándwiches de queso y batidos repugnantes. ¿Cuanto antes lo haga mejor? Cuanto mejor lo haga, mejor. Sin prisas. Con elegancia. Así se madura, suponemos, sin peligro de acabar siendo un pedante que considere la juventud una enfermedad, una perturbación.»

    No sé por qué una obra que te gustó de adolescente, si bien ejecutada y con cierte solera, no puede apasionarte de maduro. No lo sé, y quizá no lo entienda por lejanía mental o por simpleza. Sin duda será culpa mía, que envejezco mal y sigo teniendo las mismas inquietudes de zurdo soñador que siempre tuve. ¿Tonterías y pamplinas, pajaros en la cabeza? No lo creo, vaya, pero para opiniones los colores.

    Decía Unamuno:

    « “¿El sentido común? ¡A la cocina!” Y cuando llega a sus oídos esa estúpida conseja de que es una olla de grillos su cabeza, recítase este fragmento poético que para propio regalo tan sólo ha compuesto:

    Amados grillos, que con vuestro canto
    De mi cabeza a la olla dais encanto,
    Cantad, cantad sin tino,
    Cumplid vuestro destino,
    Mientras las ollas de los más sesudos,
    De sentido común torpes guaridas,
    De sucias cucarachas, grillos mudos,
    Verbenean manidas.
    Resuenen esas ollas con el eco
    Del canto de lo hueco.»

    Fragmento, por cierto, de su obra Amor y pedagogía. Una nivola, una tragicomedia, una…, muy parecida por temática a esta de Narciso y Goldmundo, con las mismas inquietudes, y a Unamuno nadie le encasilla como autor de primera juventud.

    Saludos.

  7. JJSala dice:

    ¡Dios mío, Javi!. Menuda sorpresa me acabo de llevar. Narciso y Goldmundo (o Narciso y Crisóstomo, boca de oro).

    Esto me ha hecho retroceder casi cuarenta años.

    Al igual que Rodrigo, Juanrio y Pepe, yo también leí la obra de Hesse, creo que enterita. Añado a la lista «Bajo las ruedas», «Gertrud», «Kanulp», «Peter Camezind», como obras mayores.

    Es verdad, Rodrigo, que la obra de Hesse ha sido difundida como literatura para adolescentes, pero creo que ello se debe a que en los años setenta/ochenta, Hesse tubo gran aceptación entre la juventud, sobre todo en el caso de «Sidharta», tambien conocido como Sukhía Muni o Buda.

    La prueba de que Hesse es literaturta para adultos, se encuentra, tanto en la novela magnificamente reseñada por Javi LR, como en «El juego de Abalorios», la más difícil de digerir en mi opinión.

  8. JJSala dice:

    Javi, tío, parece que tenemos los mismos gustos o algo así.

    Ahora, no solo transcribes pasajes de Salinger, sino que nombras a Baroja y Unamuno, dos de mis escritores españoles preferidos. El tercero se llama Ramón J. Sender.

    Salud

  9. Julio dice:

    Hola Javi, felicidades por tu excelente reseña.

    Efectivamente para mi Hesse me recuerda mi juventud pero no por ello «tiene» que ser un autor para jovenes. El lobo estepario y Siddartha (perdón si lo escribí mal) son lecturas atemporales y en mi humilde opinión clásicos modernos.

    Narciso y Goldmundo es una lectura que se que tengo que hacer, con tu reseña me lo recordaste y ante todo, me animas a acelerarlo, muchas gracias.

    saludos

  10. Ariodante dice:

    Javi,¡ menuda reseñita! Ultimamente nos estás lanzando cada una que ya, ya,…
    Pues para tu aburrimiento y desesperación te diré que, como todos, también leí en mi lejana juventud el consabido Siddharta, El lobo estepario y Demian. Que me encantaron, por cierto. Pero no las he vuelto a releer y no sé si ahora seguirían intereándome o no.
    De Hesse leí mas adelante, «Lecturas para minutos», que es una colección de pensamientos muy agradable y también «En el balneario», de cuyo nombre ya podemos deducir que no es precisamente para adolescentes.

    Yo no soy de la opinión que las lecturas juveniles deban considerarse de inferior categoría. Stevenson fue mi compañero de juventud y sigo leyéndolo con sumo placer, por ejemplo. Esta que nos propones me parece interesantísima y por cierto que nunca la tuve en las manos para leerla, curiosamente.

    En los discursos anti juveniles -que yo misma he hecho a veces- se encierra una cierta envidia, a la vez que el reconocimiento de uno mismo a esos años haciendo las mismas tontadas o las mismas ingenuidades. Pero los jóvenes no sólo hacen tonterías, sino que tienen algo que los maduritos casi hemos perdido: la ilusión. El empuje para conseguir lo imposible. Y eso es muy loable, porque si funcionásemos todos con el absoluto sentido común adulto, pues no sé, creo que algo faltaría y sobre todo, no se alcanzarían metas porque nadie se las propondría.
    Lo que tampoco me parece razonable es lo que citas de los maduritos con cerebro de adolescente. Cada edad ha de ir acompañada de su desarrollo mental. A mi me resulta muy chocante cuando me encuento con alguien de mi edad que habla como un quinceañero. Porque si habla asi es porque piensa asi y la cosa no concuerda. Ni todos viejos ni todos adolescentes, como ahora parece que se publicita socialmente. Cada cual en su lugar y un lugar para cada uno.
    Pero me parece que estoy yendome del tema…

    Me apunto a Narciso y Goldmundo; una reseña estupenda y un buen autor al que hay que seguir teniendo cerca.

  11. Ascanio dice:

    Pues yo no tenía ni idea de la existencia de este libro de Hesse, y lo cierto es que me llama mucho la atención.
    De Hesse empecé a leer «Siddharta» hace siglos, pero no pude con él; debe ser que en esa época me tiraban más los libros de espías (sí, qué pasa, una también tiene su época oscura).
    Me gustan los libros que hablan de monjes, porque el mundo del monacato ejerce sobre mí una especial atracción; me fascinan los conventos y los monasterios porque concentran tanta Historia -y tantas historias- por metro cuadrado…

  12. Rodrigo dice:

    Que sí, Javi, es harto frecuente lo de categorizar a Hesse como he dicho. Pienso que la cosa no carece de fundamento, pero mi reacción ante ella ha sido por lo general la de pensar: “¿Y qué?”. Esto porque hubo al menos un par de libros de Hesse que me gustaron muchísimo y no se me ha ocurrido renegar de esta apreciación (releí hace un par de años “El lobo estepario” por enésima vez y me gustó casi tanto como la primera). Pasa además que conservo bastante de “cabro chico”, que diríamos en mi país, así que… Es decir, de rollo antijuvenil de mi parte, nada.

    Ojalá la llamada literatura juvenil alcanzase las cotas de calidad de la obra de Hesse –o de lo mejor de ella, al menos-. Y pienso que “Narciso y Goldmundo” encaja poco y nada en la categoría. Tras leer tu reseña, creo que he perdido bastante al no retornar a las páginas de esta novela, suficientemente profunda y compleja como para ser mejor apreciada con una cierta mayoría de edad.

    Saludos.

  13. Bien, de Hesse he leído El lobo estepario, Demian y Siddhartha. Definitivamente, un autor que vale la pena recomendar.

  14. Valeria dice:

    Reivindiquemos, pues, los amados grillos, la madurez que persigue los sueños ni perdidos ni olvidados, los libros que hablan de cosas intemporales.

    Qué hermosa catarata de palabras te ha provocado el libro, Javi. Qué suerte poder «sentir» un libro de esa manera.

  15. Bernardo de Iberia dice:

    Se ayunar, esperar y pensar
    esa es mi fortuna , mi poder y mi fuerza

    Siddharta

    Un genio H.H. del cual se puede al mismo tiempo aprender, reflexionar, ilusionarse y sobre todo disfrutar.

    Lo recomiendo éste y todos sus libros

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