LOS BIENES DE ESTE MUNDO – Irène Némirovsky

Bienes de este mudno, Los_300_CMYKEn 1941, refugiada con su familia nuclear en una diminuta localidad de la Borgoña e impedida de publicar bajo su nombre por la legislación antisemita, Irène Némirovsky (1903-1942) ya era una escritora capaz tan sólo de plasmar obras sobresalientes. Si desde los inicios de su carrera literaria dio pruebas de una perspicacia sicológica fuera de lo común (considérese su estreno en 1926 con una pieza tan lograda como El malentendido), sus obras finales dan cuenta además de una consumada percepción sociológica, agudizada quizás por su condición de extranjera íntimamente integrada pero oficialmente rechazada: recordemos que, nacida en el imperio ruso y de prosapia judía, Irène Némirovsky residía en Francia desde 1919 y nunca pudo acceder a la nacionalidad francesa, para desdoro de su patria adoptiva. Entre dichas obras finales, algunas de las cuales permanecieron inéditas en vida de la autora, títulos como Fogatas, Los bienes de este mundo, El ardor de la sangre y Suite francesa (su incompleta pero formidable obra mayor) dan prueba de una capacidad de observación social tan penetrante como despiadada, evidenciando sobre todo un conocimiento cabal de las bondades y miserias de la burguesía gala. Su destreza en el arte narrativo había alcanzado para entonces la excelencia. El estilo de Némirovsky aunaba la graciosa pulcritud con la economía de medios, pudiendo considerársela una dilecta discípula de los maestros rusos a los que más admiraba: Iván Turguéniev y Antón Chéjov. Mas no era una imitadora. Como ellos, prefería escribir obras concisas antes que frondosas, combinando en dosis justas el dramatismo desgarrador con el prosaísmo de las situaciones –transitando también de la mirada irónica a la compasiva-, pero sus temas le eran muy propios, tanto como la amplitud cronológica de sus narraciones. En algunas de sus novelas Némirovsky podía abarcar décadas enteras de trayectoria vital (con su correspondiente trasfondo histórico-social), pero nunca abultando mucho más de un par de centenas de páginas impresas. Dos de ellas, Fogatas y Los bienes de este mundo, presentan la curiosidad de responder a un patrón básicamente similar: la historia de una familia representativa de la mediana burguesía francesa, con las dos guerras mundiales como marco temporal. Fuera de esto, los escenarios, los personajes y su particular devenir son muy distintos. 

Los bienes de este mundo fue la última obra que Irène Némirovsky llegó a ver publicada, bien que de manera anónima y por entregas (en el semanario Gringoire, entre abril y junio de 1941). En 1947 vio la luz en forma de libro, con escasa resonancia tanto de crítica como de público; habría de esperar el fervor nemirovskiano detonado por la aparición de Suite francesa (en 2004) para su justa valoración. Se trata de un brillante ejercicio de compresión y densidad narrativa. Los bienes de este mundo pone en movimiento a cuatro generaciones de una familia y a su entorno social, en un período comprendido entre los años de 1911 y 1940. El escenario principal de la novela es la localidad provinciana de Saint-Elme, en que el dueño de la próspera Papelera Hardelot ejerce un dominio semejante al de los antiguos señores feudales. La historia arranca con un revés sufrido por el viejo y despótico Julien Hardelot: su nieto, Pierre, al que pretendía casar con una rica heredera, rompe el compromiso nupcial y contrae matrimonio con Agnès Florent, joven de posición social inferior a la que ama desde muy tierna edad. Llamado a filas en 1914, Pierre Hardelot sobrevive a la Gran Guerra no sin contratiempos, pues ha sufrido una grave herida y ha caído prisionero de los alemanes. (Su padre, Charles, no ha hecho más que someterse toda la vida a la voluntad del cabeza de familia.) Mientras tanto, Simone Renaudin, la otrora impuesta y frustrada prometida de Pierre, se casa en la inmediata posguerra con un parisino, Roland Burgères, tan buen combatiente en la contienda como mujeriego y vividor en la paz (el hombre había tenido tiempo de dilapidar la herencia paterna). Los destinos de ambos matrimonios se entrelazan de tal modo que los afectos y repulsiones alcanzan a los hijos, con Guy Hardelot y Rose Burgères tomando el relevo del protagonismo novelístico. Finalmente, la trama familiar engarza sus finos hilos con los de la gran Historia, por segunda vez en el lapso de pocas décadas: septiembre de 1939 demostró que el drama de 1914 no había sido suficiente lección para Europa. En esta ocasión es Guy, hijo de Pierre, quien parte a la guerra, obligado a enfrentar la amenaza que la generación de sus padres quería conjurada para siempre.

Complementada por una multitud de personajes secundarios, la saga familiar estampada en Los bienes de este mundo es una pequeña pero compleja panorámica social, un lienzo en que la autora delinea por medio de sutiles trazos –escenas y detalles seleccionados con ojo clínico- un microcosmos hecho de costumbres, normas tácitas e hipocresías varias. Las buenas gentes de Saint-Elme y sus códigos establecidos, con el sentido de la respetabilidad burguesa -el saber guardar las apariencias en cualquier eventualidad- como principio fundamental: es un completo orden secular, amenazado en sus fundamentos por periódicas crisis históricas, lo que esta narración representa con supremo arte literario. Némirovsky logra esto sin perjuicio del modelado de los caracteres, cuya individualidad nunca pierde en coherencia ni en consistencia. Predomina en este aspecto una cierta acritud: nuestra autora se desentendía de todo remilgo a la hora de capturar en su obra la naturaleza humana; pero tampoco era afecta a cargar la mano del lado de los tonos oscuros, como si las personas sólo fueran capaces de la maldad o la mezquindad. Por otra parte, no tiene ella necesidad de explayarse profusamente en el aspecto cronológico; como en otras de sus creaciones (incluyendo Fogatas, hermana de la que ahora reseño), Némirovsky recurre a la técnica de los intervalos temporales, saltándose cada vez unos cuantos años para cubrir los tres decenios en que transcurre su historia.

En suma, una pequeña obra maestra, antecedente inmediato de la gran Suite francesa.

-Irène Némirovsky, Los bienes de este mundo. Salamandra, Barcelona, 2014. 224 pp.

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7 comentarios en “LOS BIENES DE ESTE MUNDO – Irène Némirovsky

  1. ARIODANTE dice:

    Genial, Rodrigo; como siempre, descubriéndome libros, y mira que me gusta Nemirovsky, pero este aún no lo he leído y ya me falta tiempo para conseguirlo. Y mira que de esta escritora he leído ya unos cuantos, pero…caray, una no da abasto con tanta joya pendiente por leer.

  2. ARIODANTE dice:

    ¡Ya lo tengo!! Versión digital, claro. Ya no me caben más libros /papel en mi biblioteca.

  3. Valeria dice:

    Pues si la mirada lúcida de Némirovsky ya es un atractivo por sí mismo, con recomendación de Rodri es una obligación ineludible. Ahora esto metida de lleno en la Francia de 1944, literariamente hablando, y la recomendación viene «al pelo», como se dice.

  4. Rodrigo dice:

    Les gustará, estimadas, ya verán. A mi entender es una de las mejores obras de Irène Némirovsky.

    Me causó alguna sorpresa toparme con una narración tan similar y a la vez tan distinta de la de Fogatas, por esto las califico como novelas hermanas… El parecido se limita en realidad al armazón, a la estructura básica de ambas narraciones. Y claro, también tienen en común el trasfondo social y la mirada crítica de la autora, pero estos son elementos característicos de todo lo que ella escribió.

    Maravillosa Irène.

  5. Derfel dice:

    Una vez escuché a Trapiello comentar que con leer unos cuantos párrafos se podía identificar sin género de dudas un texto de Pío Baroja, habida cuenta lo marcado de su estilo. Creo que lo mismo se puede decir de las reseñas de Rodrigo.

    Escritora para mí desconocida, más allá de los primeros capítulos de Suite francesa. Algún día tendré que ponerle remedio…

  6. Rodrigo dice:

    Uf. Pocos comentarios pueden resultarme más honrosos. (Los merecimientos son otra cosa.) Mil gracias, Derfel.

    ¿Qué no terminaste Suite francesa? Hombre… Después del mimo, la estocada al corazón.

  7. ARIODANTE dice:

    ¿¿¿¿Derfel??? ¿Aún estás por ahí? Y sin leer Suite Francesa!! Qué pecado!!

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