ENDURANCE: LA PRISIÓN BLANCA – Alfred Lansing

9788494287985Sobre la Expedición Imperial Transantártica liderada por Ernest Shackleton, o de cómo un fracaso puede convertirse en una proeza.

La historia no deja de ser conocida, al menos a grandes rasgos: en 1914, Shackleton, nombre insigne de la era dorada de las exploraciones (a pesar de la medianía de sus logros personales), condujo a bordo del bergantín Endurance una expedición cuyo objetivo era atravesar el continente antártico. Antes siquiera de poder desembarcar en el mismo, la expedición se vio abocada al fracaso ya que la nave quedó atrapada en la banquisa o placa de hielo del mar de Weddell, lo que trastornó por completo los planes de Shackleton. Consumada la pérdida del Endurance, que a pesar de su especial construcción fue engullido por el hielo, el objetivo en adelante se resumía en una sola palabra: sobrevivir. Ya no se trataba, pues, de superar uno de los últimos desafíos que restaban a las grandes expediciones –el objetivo postrero de las expediciones antárticas, según el conquistador del Polo Sur, Roald Amundsen-, sino lisa y llanamente de salvar las propias vidas, lo que en vista de las circunstancias constituía en sí mismo un reto mayúsculo. En semejante tesitura, Shackleton y sus veintisiete hombres debieron enfrentar algunas de las condiciones más extremas e inhóspitas que quepa imaginar, muy similares a las que apenas unos años atrás habían hecho sucumbir al capitán Scott y sus cuatro compañeros. La noche polar, por ejemplo. «En el mundo no existe una desolación más completa que la noche polar –escribe Lansing-. Es un retorno a la Era Glacial, sin calor, sin vida, sin movimiento. Sólo aquellos que la han experimentado pueden apreciar plenamente lo que significa estar sin sol día tras día y semana tras semana. Ha habido pocos hombres que, poco acostumbrados a ello, hayan podido resistir sus efectos, y algunos han llegado a volverse locos». A pesar de todo, la malograda Expedición Imperial Transantártica acabó en hazaña, bien que en un sentido muy distinto del planificado. 

La historia de esta proeza y la figura de Shackleton han merecido bastante atención en nuestra casa. Lo que traigo a colación es el relato que, según es fama, ha contribuido en mayor grado al prestigio internacional del episodio en cuestión. Publicado originalmente en 1959 bajo el título de Endurance: Shackleton’s Incredible Voyage, el libro del periodista estadounidense Alfred Lansing (1921-1975) se convirtió de inmediato en un superventas, y ha sido traducido a diversos idiomas del mundo. Con un buen sentido de la oportunidad, la editorial Capitán Swing lanzó al mercado hispanoparlante una edición conmemorativa de los cien años del inicio de la travesía, con traducción a cargo de Elena Grau y con prólogo del explorador polar español Ramón Larramendi. Como suele ocurrir con los productos de esta editorial, el libro tiene muy buen aspecto, partiendo por el diseño de portada. Desgraciadamente, la edición es descuidada ya que, sobre todo en la primera mitad, contiene una serie de erratas que distraen la atención del lector (una de ellas es sistemática: dice “orea” en lugar de “orca”, cantidad de veces a lo largo del texto; otra es chocante: en la p. 63 dice “novio” en lugar de “navío”). Por otro lado, es de lamentar la ausencia de un buen mapa (se reproduce uno diminuto que sólo cumple una función decorativa).

El mérito mayor de la obra reside en el vigor y amenidad de la narración, fuera de su presumible fidelidad a los acontecimientos –un reclamo que el autor fundamenta en la exhaustiva labor de documentación que realizó para reconstruir las peripecias de Shackleton y los suyos. Lansing, en efecto, se basó especialmente en los diarios de navegación escritos por varios de los miembros de la expedición y en entrevistas sostenidas con la mayoría de los supervivientes-. Bajo el efecto de un relato de veras vívido y de ritmo sostenido, apenas hace falta una dosis de imaginación para sentirnos virtualmente inmersos en el ríspido ámbito antártico, solidarizando con los padecimientos y angustias de los expedicionarios, pero admirándonos también de su tesón y su resistencia a la adversidad. Hay que decirlo: es un libro escrito en y para la era de las imágenes. Se enfoca ante todo en los hechos, mientras que las descripciones, en vez de minuciosas y morosas, son tan justas y precisas como requiere una buena ambientación narrativa. El autor recurre a la terminología náutica y a la de índole geográfica en la medida de lo estrictamente necesario, sin lastrar la narración con un exceso de tecnicismos. De resultas de todo esto, Endurance: la prisión blanca es un libro que se lee con una fluidez sólo estorbada por las erratas.

Se lee con gusto y sobrecoge, al mismo tiempo. No hace falta abundar aquí mismo en lo terrible de la experiencia relatada, o en la hostilidad del entorno. Con todo, es imposible dejar pasar lo que viene a ser el quid del asunto: hasta dónde llega el aguante de ser humano, su capacidad de adaptarse y su voluntad de sobrevivir. Los datos escuetos apenas ofrecen un marco para calibrar el ímprobo esfuerzo de la expedición. El Endurance quedó varado en la masa de hielo a fines de enero de 1915; recién el 30 de agosto del año siguiente llegó el escampavía Yelcho, de la Armada chilena, al rescate de los 22 hombres que  a duras penas sobrevivían en la minúscula isla Elefante. Los otros seis, incluyendo a Shackleton, habían llegado por sus propios medios a una estación ballenera noruega en la isla Georgia del Sur. ¡Y de qué manera! El solo episodio de la partida de Shackleton en busca de auxilio, a bordo de un bote diminuto y cruzando una porción tan procelosa de mar que dificulta la navegación a buques de gran tamaño, es una historia que merece ser leída.

Por descontado que la estatura de Ernest Shackleton se acrece conforme progresa la narración, y esto sin que Lansing caiga en el panegírico; antes al contrario, en este aspecto el libro borda la adustez. Es el retrato de un verdadero líder en escala humana lo que el autor moldea, el retrato de un hombre que logró algo sin duda más importante que cruzar la Antártica: salvó la vida de todos sus hombres. Si no se es un explorador polar, hay que leer a Lansing para dimensionar tamaño éxito como corresponde.

– Alfred Lansing, Endurance: La prisión blanca. Capitán Swing, Madrid, 2014. 343 pp.

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21 comentarios en “ENDURANCE: LA PRISIÓN BLANCA – Alfred Lansing

  1. ARIODANTE dice:

    Bueno, Rodri, me gusta que te hayas salido de tus habituales lecturas con esta reseña. El libro debe ser fantástico, si relata de modo verídico lo que fue una verdadera aventura, una proeza, para mí más importante que poner la bandera en el polo sur, que también, pero vamos.
    Shackleton tuvo que renunciar a su proyecto inicial para dedicarse a salvar a sus hombres. Y lo hizo, ¡vaya si lo hizo! A mi la verdad es que es un personaje que me resulta encantador, toda su vida siempre engarzando un proyecto con otro. Es una pena lo de las erratas, porque a veces te fastidian realmente la lectura. Y lo de la ausencia de mapas, inadmisible.

  2. Rodrigo dice:

    Ya ves, Ario, de cuando en cuando retorno a mi antigua afición a la literatura de viajes y exploraciones… Hace rato deseaba leer algo sobre Shackleton pero no daba con ninguno de los libros reseñados por Horus (0 por ti, en otra página web). Toparme con éste de Lansing fue una grata sorpresa, aunque a la postre la gratificación no fue completa –por las erratas. En fin. Haciendo abstracción de ellas, resulta que es un buen libro.

  3. Iñigo dice:

    Sin duda el personaje es apasionante. Yo leí hace unos años «Shackelton, el indomable» de Javier Cacho y quede fascinado por su personalidad, sobre todo en relación a la aventura entre los hielos y su actuación ante el peligro de perder a sus compañeros. Estupenda reseña.

  4. Eladio dice:

    Leí no hace mucho el mencionado libro de Caroline Alexander, obra que se devora rápidamente por lo increíble e inaudito de la historia, y donde se hace justicia a la figura de Shackleton, a su gesta y la del resto de la tripulación. Un libro emocionante, apasionante y que merece la pena leer, sin duda.

    ¿A qué nivel pondríais éste de Lansing comparado con el otro? ¿Aporta alguna cosa que el otro no acertara a transmitir?

  5. Rodrigo dice:

    Gracias, Iñigo.

    Ojalá pudiera hacer el contraste, Eladio, pero no he leído más que el libro de Lansing. A ver si algún compañero puede responder a tu consulta.

  6. Caballero dice:

    No hubo lápida.
    Sí hubo plática.
    Que Dios Salve a la Reina
    Gloria eterna a los héroes
    de la Antártida.
    Siempre que leo el nombre de capitán Scott o escucho hablar sobre la Antártida me viene a la mente la canción que Mecano dedicó a la expedición de Scott que terminó tan dramáticamente. Por muchos años odié a Amudsen porque por alguna razón lo culpaba por la muerte de los Héroes de la Antártida por habérseles adelantado. En fin, dato musical.
    Sobre «hasta dónde llega el aguante de ser humano, su capacidad de adaptarse y su voluntad de sobrevivir», tus reseña me recuerda el magnífico libro – colección de reportajes – de Kapuscinsky: Imperio. Claro que el periodista polaco describe las nieves siberianas y las minas de carbón de Vorkutá. Escalofriante: la descripción de la gente que moría de frío al no poder despegarse de la hoguera que le daba calor.

  7. Rodrigo dice:

    Vaya, no sabía de la canción de Mecano.

    Leí el libro de Kapuscinski, estimado Caballero; incluso lo reseñé, tiempo ha. La verdad es que me gusta mucho la obra del gran polaco.

  8. Caballero dice:

    ¿Y no habría posibilidad de que nos compartieras tu reseña sobre Imperio?

  9. Rodrigo dice:

    Estimado: está aquí mismo, en Hislibris. Igual que la de Viajes con Heródoto.

    (Por si acaso, abajo y a la derecha hay un buscador.)

  10. Jose Sebastian dice:

    Ah!!!, Ryszard Kapucinski. Eso son p»E»alabras mayores. Obras como «El emperador», «Ebano», «El Sha o la desmesura del poder» o «Un día más con vida» figuran entre las mejores lecturas de mi vida. «El Imperio» lo tengo en la inabarcable pila de pendientes.

    Como lo definiò John Le Carré, el añorado Kapuscinski era el «enviado de Dios»

  11. Rodrigo dice:

    Je, je. ¡Otro fan de Kapu!

    Dos, sumando a Le Carré.

  12. ARIODANTE dice:

    Yo solo le he leído el de Herodoto,y la verdad es que me quedé con ganas de leerle mas. Lo tengo en la lista…pero mi lista es muuuy larga.
    Ahora estoy con el tercer libro de una trilogía sobre el cartógrafo Juan de la Cosa…no puedo evitar las lecturas marineras, expedicionarias, y aventureras. Acabo de terminar la lectura Moonfleet, deliciosa novela al estilo de Stevenson, donde todo rezuma mar y sal, …y ya estoy otra vez montada en una carabela buscando la ruta caribeña de Tierra firme…

  13. Arturus dice:

    Gran canción la de Mecano, Rodrigo, como apunta Caballero… Se llama «Héroes de la Antártida», por si quieres buscarla.
    Siempre me ha llamado la atención el tema de la exploración polar, así que lo tengo en cuenta, aunque los tiros van más por la desdichada expedición de Scott.

  14. Caballero dice:

    Creo que habita algún duende entre nosotros porque ya había buscado con anterioridad reseñas sobre Kapuscinski en Hislibris y me aparecía una página en blanco. Pero al invocarlas aparecieron así que ya pude leerlas. No sé si debería escribir en la reseña de Imperio o seguir la plática por aquí, que se supone que el tema es otro. En fin. A José Sebastián y a Ariodante les recomiendo que lean Imperio si les gusta Kapuscinki y les llama la atención el tema ruso. Es una crónica extraordinaria. Yo la estoy releyendo y me sigue resultando increíble que alguien pudiera escribir tan bien. Encontrando siempre el dato exacto que llama la atención del lector. Además es un libro de desgarradora actualidad y que te ayuda a entender por qué Rusia, a pesar de sus radicales reinvenciones, nunca dejará de ser un imperio. La traducción de Agata Orzeszek para Anagrama es muy buena y el ritmo del texto es perfecto. Hagan la prueba de leer sólo el primero de los artículos y verán que no pueden dejar de leer.

  15. Rodrigo dice:

    Interesante programa de lecturas, Ario.

    Oída, Arturus: buena canción. En torno a Scott sólo conozco el libro de Apsley Cherry-Garrard (fuera de algún artículo de prensa). Una historia dramática, ciertamente.

    Atinado comentario, Caballero. Me han dado ganas el releer el libro. (Entre sus epígrafes hay una sentencia famosa de V. Grossman sobre Rusia y su histórica falta de libertad: está tomada de Todo fluye, pero también hay una versión similar en Vida y destino.)

  16. Jose Sebastian dice:

    Siguiendo tus recomendaciones, y al hilo de las reflexiones sobre Kapuscinski, «Imperio» sale de la pila de pendientes y viajará conmigo el lunes a mis merecidas vacaciones en Menorca.

    Acabo de comenzar la imprescindible «Hiroshima» de John Hersey, recién publicado en España por Debate y que reproduce la obra de Hersey publicada por New Yorker en 1946. El 70 aniversario de la gran ignominia y mi visita en 2008 a la ciudad mártir y a su Memorial de la Paz me obligan a ello. No va a resultar una lectura agradable.

  17. Rodrigo dice:

    Leí el libro de Hersey, José Sebastián, en la edición de Turner. Impactante.

  18. Caballero dice:

    «Rusia ha visto mucho a lo largo de sus mil años de historia. Hay una sola cosa que Rusia no ha visto jamás en esos mil años: la libertad» Vasili Grossman.
    Muy peculiares las lecturas seleccionadas para unas vacaciones en Menorca, José Sebastián. Espero hayas llevado una tercera que funcione como terapia para el alma… aunque para eso tienes el mar.

  19. Rodrigo dice:

    Tal cual, la frase. La usé hace poco como epígrafe para la reseña del libro de Gustaw Herling-Grudziński, Un mundo aparte (qué poco original soy).

    A propósito de expediciones polares: ayer encontré el de Fergus Fleming, Barrow y sus hombres, que precede a aquel otro tan bueno que es La conquista del Polo Norte. ¡Al fin!

  20. Jose Sebastian dice:

    Lo estuve meditando Caballero. No son lecturas precisamente veraniegas. Hiroshima la devoré antes de partir. Realmente impactante. Kapuscinski me subyuga tanto que no hay problema. Pero también incluí «Del Mar Negro al Báltico» de Luis Pancorbo (editorial Sotavento), por si el mar y la calma de la coqueta casa de campo en que nos alojamos en Menorca no son suficientes

  21. Caballero dice:

    No estaría de más que nos obsequiaras una reseña de «Hiroshima», José Sebastián.

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