EL LADRÓN DE TUMBAS – Antonio Cabanas

«La muerte llegará rápidamente a aquel que ose perturbar el reposo eterno del faraón».

Un ladrón puede anhelar todo tipo de objetos valiosos con el fin de alcanzar sus sueños más alocados. Cosas tangibles como el oro, la plata, las joyas de brillante faz, son el material con el que se forja la codicia de aquel que ama el bien ajeno. Es un acto censurable y en muchos casos delictivo que en el código penal está tipificado con el paso de cierto tiempo «a la sombra». Pero cuando se da el caso de que el robo conlleva la privación de la vida inmortal de una persona ese acto se convierte en la acción más horrible que pueda cometer el ser humano, por encima de cualquier otro. En la actualidad este tipo de robos, por lo menos en la sociedad occidental, no existen pero hubo un tiempo, allá en el antiguo Egipto, que estaban a la orden del día debido a las creencias tan particulares de aquellas gentes y aquellos tiempos. El saqueo de tumbas se produjo desde los mismos albores de la civilización egipcia, y fueron los propios interesados, ya fueran faraones, nobles, escribas de alto nivel o cualquier persona con miedo a que le fueran arrebatados sus enseres tras la muerte, los que pusieron todo tipo de métodos para que los ladrones no pudieran penetrar en su tumba y perturbar su viaje al más allá. Se construyeron pirámides con intrincados laberintos; puertas bloqueadas con grandes losas de mármol; hipogeos en las montañas para que en muchos casos no se diferenciaran la puerta principal de la entrada de una simple cueva; se recluían a los propios trabajadores de estos santos lugares en aldeas con el fin de que no transmitieran a nadie los secretos de sus construcciones; e incluso se creó un cuerpo de policía especial, los medyai, de origen nubio, para que patrullaran por los valles de la muerte… pero nada de eso sirvió para frenar el ingente saqueo de tumbas. Aunque algunas veces ese robo fuera perpetrado por gente de turbio linaje la mayoría de las veces (casi todas en realidad) fueron perpetradas por personas de baja extracción social necesitadas de cualquier objeto de valor para poder sobrevivir. Un ejemplo de esto es la novela que les traigo a ustedes, El ladrón de tumbas, de Antonio Cabanas donde se nos narra la apasionante historia de una estirpe de saqueadores que no dudada en buscar cualquier enterramiento con el que poder llevarse un mendrugo a la boca. 

La novela nos sitúa en los tiempos de Ramsés III (1184 – 1153 a. C) donde una familia sobrevive realizando el trabajo más indigno que un egipcio pudiera hacer: buscar tesoros en cualquier sepultura que estuviera abandonada. En roman paladino, robar tumbas para poder comer. Esta labor maldita la realizan un hombre llamado Shepsenuré y su hijo Nemenhat que no dudan en vagar por cualquier nomo a lo largo del Nilo para llevar a cabo sus fines siniestros. El sueño del padre (el mismo que tuvo sus antecesores antes que él) es encontrar un fastuoso santuario para poder retirarse y vivir de las ganancias que haya obtenido del latrocinio. Por pura casualidad, o por puro instinto ancestral, Shepsenuré encuentra una tumba abandonada con un gran botín y para poder canalizar, o blanquear, el tesoro no duda en aliarse con gentes sin escrúpulos que a fin de cuentas serán su perdición. Tras este hecho, poco a poco, nos damos cuenta que el protagonismo del libro recae en su hijo, Nemenhat, que tras un desdichado enamoramiento y una serie de azares de la vida acaba enrolándose en el ejercito del propio Ramsés III, demostrando su valía con el arco frente a los enemigos del faraón, como lo son por ejemplo los enigmáticos Pueblos del Mar. Aun así, la sombra de su pasado no le abandonará en ningún momento.

El ladrón de tumbas nos lleva a una época turbia en donde el esplendor de Egipto se tambalea. Además de los enemigos exteriores del estado, la corrupción y la inseguridad campan a sus anchas a los largo del Nilo. Las aventuras de Shepsenuré y Nemenhat nos muestran la vida de las gentes sencillas pero cuando el hijo vaya escalando posiciones en la cucaña social nos desvelará los sucesos políticos que existen alrededor del trono. A la vez la novela nos irá enseñando como era el mundo de los saqueadores de tumbas y el tipo de robos que realizaban ya fuera nada más terminar el entierro del difunto, tiempo después, o a través de los propios guardias. El ladrón, o equipo de ladrones, tras encontrar un sepulcro interesante, no dudaban con arramblar con todo lo que hubiera, ya fueran las joyas que hubiera en su interior como los amuletos que había entre las vendas, privando de esta manera al muerto de su entrada en el más allá. Por eso pertenecían al estrato más bajo de la sociedad, por debajo incluso de los indigentes. Un texto nos dice lo siguiente: «Arrancamos el oro, encontramos a la reina en el mismo estado y también le arrancamos todo, y prendimos fuego a los ataúdes». Tras el robo los ladrones necesitaban canalizar y blanquear sus hallazgos y para eso no dudaban en asociarse con cualquier tipo de mafia que les pudiera ayudar. El turbio negocio de los robos de tumbas se extendía desde esos pobres desgraciados hasta las altas esferas, y el castigo, si eran cogidos en este asunto, iba desde la tortura; la paliza con bastones; mutilación de partes del cuerpo; e incluso el empalamiento y posterior borrado del nombre del ajusticiado.

El ladrón de tumbas de Antonio Cabanas es una novela histórica bastante interesante y entretenida que, en mi modesta opinión, aunque abuse algunas veces de ciertos tecnicismos y subsiguientes explicaciones, nos explica de manera rigurosa como era vivir en los tiempos de Ramsés III y como era el mundo de aquellos que violaban las puertas de un sepulcro divino. Se la recomiendo.

     

5 comentarios en “EL LADRÓN DE TUMBAS – Antonio Cabanas

  1. Vorimir dice:

    El autor tiene ya varias novelas de temática egipcia publicadas así que debe tener su público y por lo que comentas al menos parece que sus novelas cumplen. Buena reseña Balbo.

  2. calandrio dice:

    Será una reedición, porque la novela (que no está nada mal) se publicó hace trece o catorce años.

  3. Balbo dice:

    Son interesantes, aunque al autor, a veces, cae en la manía de muchos escritores de novela histórica de hoy en día: puntualizar palabras escritas en cursiva. Estilo Posteguillo.

    Gracias Vori ;-)

  4. Balbo dice:

    Hay muchas reediciones de esta novela. Yo me la leí en zeta bolsillo hace poco.

  5. Boni dice:

    Muy recomendable, como todas las escritas por el, si te interesa la temática de Egipto. Para mi de las mejores que tiene.

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