UN HOMBRE DE HONOR – Iain Gale
«Un hombre de honor es una novela histórica de aventuras perfecta para todos los seguidores del fusilero Sharpe de Bernard Cornwell.»
Bueno, esta reseña se podrÃa quedar aquÃ, en esta afirmación de la contraportada. Y no dejarÃa de ser cierto, y muy adecuado. Pero también podemos ir más allá. No será lo mismo que asaltar los parapetos de Blenheim, pero también tiene su interés.
La semejanza de esta novela con las aventuras de Sharpe es evidente.
1- Protagonista: Un veterano teniente de granaderos, con mucho pasado. Un oficial de infanterÃa endurecido, que huye del clasismo propio del cuerpo de oficiales. Es un profesional de la guerra, apoyado por su veterano sargento, y un hombre amado por sus soldados. Un héroe que destaca entre sus iguales, por carácter, mentalidad y valor, es elegido por su comandante en jefe para arriesgadas misiones en las que siempre logrará destacar señaladamente. Este comandante en jefe es un hombre tranquilo y amado por sus soldados, un lÃder nato y omnisciente, que siempre guiará a las banderas de Gran Bretaña a la victoria. Es de justicia que asà sea, para que un Dios protestante y vengador castigue el orgullo y la crueldad de los sanguinarios esclavos del tirano Rey Sol. Ese ejército de papistas afeminados, dirigidos por sus despóticos y frÃvolos nobles, ofende la dignidad del hombre. (Del hombre británico, claro).
2- Estructura: Igual que en las novelas de Cornwell, la historia comienza con una batalla y se cierra con otra. Entre ambas, tras una corta presentación, surgen dos tramas pararelas, con dos graves problemas que le afectarán: Uno de tipo personal, y otro profesional, que afecta al destino de todo el ejército. Ambos problemas se van uniendo, hasta convertirse prácticamente en uno solo, y se resuelven en el clÃmax final, que coincide con la batalla que cierra la novela.
3- ManiqueÃsmo: Los ingleses son joviales y bonachones, gente decente y valerosa, que lucha en una guerra justa y lo hace con honor y valor. Puede que la guerra sea dura, pero ellos tratan de humanizarla todo lo posible. Frente a ellos, los franceses, son gente cruel y cobarde. Se lanzan con facilidad al combate cuando creen que pueden hacerlo sin riesgo, pero huyen si se enfrentan a la firmeza de una unidad inglesa. Les gusta matar, pero no pueden mantenerse firmes en el combate. Son lujuriosos, sádicos, ladrones y perversos. Solo pueden vencer, y eso puntualmente, valiéndose del engaño o de la traición. También puede que se atrevan a atacar si cuentan con una superioridad numérica aplastante. En el campo abierto, frente a frente, solo son carne de cañón ante un ejército británico. Las bayonetas de Albión terminan por ser más temibles que los bastones de sus sádicos y aristocráticos oficiales, la más rancia, decadente y corrompida nobleza de Francia.
A esto hay que añadirle, que situaciones y personajes recuerdan enormemente a las novelas de Sharpe. En muchos puntos me parecÃa estar releyendo trozos enteros de Sharpe y el Oro de los Españoles.
Esto en cuanto a las semejanzas. Pero también hay que marcar las diferencias. Se han usado unos recursos idénticos, pero la sensibilidad del autor logra un producto con una personalidad independiente.
El protagonista es un oficial valeroso, y un buen combatiente. Pero no es invencible. Al contrario que Sharpe, cuya mera actuación en solitario decide el curso de los combates, este oficial a veces ni siquiera está presente en la acción, o incluso resulta derrotado. Sigue siendo un héroe, pero no un super-héroe tan perfecto e invulnerable como Sharpe. Por otro lado, su consistencia psicológica como personaje es mucho menor. Sharpe tiene una motivación clara: Es un hombre de clase baja que ve en el ejército la puerta al ascenso social. Todo su valor está sometido a dos objetivos: saciar su carnicera sed de sangre, y lograr demostrar los méritos suficientes para mantener su carrera en constante ascenso. Frente a eso, las declaraciones vagas de Steel sobre su amor a la milicia, y su deseo de formar parte de un ejército nuevo y profesional resultan un tanto superficiales. Pero en cambio como humano resulta a veces más sensible. A pesar de ser un protestante, es capaz de sentirse más cercano a su Salvador en una Iglesia Católica abandonada, y contemplando una tosca piedad, que escuchándo los severos sermones de sus predicadores, que son incapaces de conmover a sus temerosos feligreses de casacas rojas.
Cornwell es el escritor de las batallas. Es un maestro en relatar la agonÃa gloriosa del muro de escudos. Pero describe el combate desde el punto de vista del guerrero individual. Nos lleva al barro ensangrentado, nos pone una espada en la mano, y nos envÃa a resistir en primera lÃnea. Gale en cambio, retrocede a la retaguardia, y nos presenta la batalla desde el punto de vista de el comandante. Describe la situación, los movimientos, las intenciones. Y lo hace de un modo claro, pausado y profesional, sin dejar de usar los recursos de una novela. Son los protagonistas los que nos van situando en el escenario general. Naturalmente, también nos lleva a primera lÃnea, pero sin que uno llegue a sentir la ansiedad que Cornwell es maestro en producir.
En cuanto a la novela propiamente dicha, hay que decir que tiene una fatal pérdida de ritmo tras los primeros capÃtulos. Una vez que concluye la batalla que le da comienzo, y que no es nada del otro mundo, hay varios capÃtulos que preparan la aventura principal y que resultan bastante lentos y aburridos. Para llegar a lo más interesante de la trama hay que consumir casi 2/3 del libro, que es cuando por fin logra velocidad y se convierte en una gran novela de aventuras, con un ritmo adecuado. Digamos que el autor va cogiendo el ritmo narrativo a lo largo de la trama, y puede ser una promesa de siguientes novelas más ágiles y con tramas más originales, pero igualmente bien narradas. De hecho en inglés la saga ya va por el tercer tÃtulo, como es fácil sospechar al leer esta primera entrega.
Otro dato distintivo es que le gusta ir introduciendo curiosidades históricas, desde el tipo de copa que gustaba a Malborough a como los soldados disparaban sus mosquetes al amanecer antes de una batalla. (Según algunos para eliminar una carga potencialmente defectuosa, según mi opinión para cumplimentar al Sol Invictus al estilo romano).
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Saludos,
en mi caso no fui capaz de llegar al último tercio del libro, asà que no puedo opinar sobre el conjunto de la novela. Eso sÃ, la primera mitad -que es más o menos lo que aguanté- no me gustó, ciertamente.
Un saludo,
Richar.
Vamos, es que la primera mitad es un plomo insoportable.
Solo la batalla de Blenheim redime a la novela.
Yo, a Cornwell, le perdono casi cualquier tropelÃa. Pero a sus imitadores de pacotilla, no.
Vamos, que en esta no me pillan…
Vaya, viendo ese maniqueismo ¿Cómo trata a los austriacos?
Curiosamente los aliados que más aparecen son los holandeses. No son mala gente, claro, pero no están al nivel de los ingleses.
A los austriacos les cuesta seguir el ritmo, suerte que tienen al prÃncipe Eugenio con ellos, que es un buen tipo y se pone a las ordenes de Manbrú.
Creo que si me leyese Sharpe me darÃa algo. Y por lo que cuentas de esta novela… pues lo mismo.
Mejor curarse en salud.
No hombre, con Sharpe siempre te da algo cuando está ambientada en España. Con esta te darÃa algo pensando lo que te darÃa si fueses francés.
La verdad, se pasa veinte pueblos.
Yo tengo el libro por leer en casa desde hace más de un año. No sé si me gustará o no, lo que si sé es que esta reseña me ha gustado muchisimo.
Ah!, por cierto, muerte a los gabachos.
Muchas gracias Belibaste. Lo cierto es que el libro parece escrito bajo ese lema.
Por cierto, no puedo evitar recordar otra escena denigrante pero graciosa en «Flashman y señora».
«Y allà llegaron los comerranas, como siempre gritándo, bajitos y barrigudos, con sus ridÃculos bigotes grasientos». ( Mah o menoh).
Ah, l´amour.
Pues mira tu que a mi el libro no me pareció desentretenido del todo. Para la playa que dirÃa el Jerufa.
Por cierto, muchas gracias Belibaste. :-)
Luego dicen que los franceses son chauvinistas. Supongo que es lo que tiene vivir del mercado anglo-sajón y este tipo de escritores van de eso.
Ellos son lo mejor y los demás somos una M pinchá en un palo.
Lo de Flashman ya me ha dejado re-listo.
Y digo yo ¿qué mérito tiene vencer a enemigos como éstos (tan torpes, tan gañanes, tan poco valientes)? Qué falta de sentido común. Si el enemigo no es grandioso, las victorias son paseillos, pero ¿dónde está la épica, la aventura, el riesgo, el valor?
Eso se lo dejan para las ratas del desierto, por que lo cierto es que la estimación de sus enemigos es bastante parecida en todas las novelas de consumo. Incluso la de los escoceses ( que son, o deberÃan ser, de los suyos).
Vorimir, pardiez, no blasfemes contra Flashman, espejo de aventureros y ejemplo de guerreros.
Excelente reseña Urogallo.
El hecho de que nombren a Sharpe en la contra es para mà motivo suficiente para ni acercarme al libro, pero da gusto leer una reseña asÃ.
Enhorabuena.
Muchas gracias Daniels, ya ves que a mà también me pareció muy curioso lo de anunciar una novela por comparación.
Saludos a todos, me gustarÃa recomendaros el último número de nuestra revista «La novela antihistórica», http://lanovelaantihistórica.wordpress.com. En él damos cuenta de «Un hombre de honor».
Básicamente estamos de acuerdo con lo que aquà se dice, pero añadimos a eso el punto de vista del historiador. Por ejemplo, las consecuencias de este tipo de novela, hoy por hoy, sobre nuestro imaginario colectivo por medio de la sistemática exaltación anglosajona en perjuicio de la verdad histórica y de otras llamémoslas asà «Historias nacionales», etc…
Echad un vistazo, seguro que os gusta. También se ajustan cuentas con Rich Sharpe, que, por cierto, será la «vÃctima» de nuestro número de febrero.
Jjojojoj. A ese si que hay cera que darle.
De nuevo en librerÃas de saldo por 5 euros.