RASPUTIN: RUSIA ENTRE DIOS Y EL DIABLO – Henri Troyat
Publicada en 1996, esta biografÃa está narrada en un estilo muy ameno que muestra más la parte humana y la psicologÃa del biografiado, en una lÃnea literaria que se acerca a los Ludwig, Zweig o Strachey, si bien en un tono menor. Enmarca a RasputÃn en el contexto que le rodea: la Rusia campesina, primero, y la aristocrática, después, hasta la más cercana relación con la familia imperial, de la que muestra también sus complejos entresijos. Troyat dibujará, con rasgos generales y sin entrar en demasiados detalles, los graves problemas polÃticos rusos: el desastre de la guerra con Japón, las continuas pendencias de la Duma con el zar, la deriva hacia la primera gran guerra europea y cómo Rusia entra en ella sin estar preparada, con un ejército de campesinos, sin apenas armamento ni intendencia. El vacÃo de poder, dado que el zar estaba más preocupado por su familia que por el Estado que encabezaba, tampoco fue sustituido por polÃticos fuertes y con claridad de ideas. Las luchas intestinas entre Kerenski, los bolcheviques, los anarquistas, y las continuas insurrecciones dentro de la milicia, colmaron el vaso. RasputÃn fue probablemente la gota que lo derramó.Â
La vida adulta de Grigory Efimovich RasputÃn está estrechamente ligada a los años finales de los Romanov, y por tanto a los últimos años de la Rusia feudal. Por incomprensible que parezca al ciudadano occidental, un semental semi-analfabeto, inestable mentalmente y de aspecto rudo y agresivo, poseÃa tal carisma y voluntad que supo encumbrarse hasta los más altos niveles del poder en la Rusia de los zares. Consiguió de la zarina Alexandra una dependencia total de sus consejos, y por la vÃa indirecta, del propio Zar, el cual, de carácter débil y poca disposición como gobernante, confiaba más en su esposa que en los ministros, y a su vez ella seguÃa a pies juntillas a su guÃa espiritual siberiano de ojos hipnóticos. Las damas de la aristocracia rusa, principalmente, se vieron afectadas por las maneras salvajes, teñidas de primitiva religiosidad, del staretz Grigory, a la vez que seducidas por la sexualidad animal que parecÃa expeler como un perfume embriagador. Damas frÃvolas o piadosas, acostumbradas al abandono de sus esposos o al aburrimiento conyugal, pacato y victoriano, sin embargo, guardaban en su interior una explosiva pulsión sexual, unida muchas veces a una religiosidad mÃstica y mágica, presta a manifestarse de un modo u otro ante un personaje como RasputÃn, que, bajo el barniz de guÃa espiritual, consejero y sanador, acogÃa inmediatamente bajo su control a todas sus seguidoras. Se creó una corte paralela a la imperial, una corte femenina alrededor de este impresentable personaje, al que protegÃan económicamente, mimaban, confiaban sus secretos y abrÃan su alcoba (y sus piernas). Y el staretz supo aprovecharse de ello. La atracción del poder se hizo fuerte en su persona, casi más que la pulsión sexual, y su trayectoria era imparable. Solo la muerte podrÃa frenar el ascenso de este hombre extraordinario.
El biógrafo lo describe con indulgencia: de complexión alta, gran poder oratorio y de actuación, mirada muy penetrante y de un carisma profundo; las mujeres le atraen de modo adictivo, el sexo le domina. Trata de comprender su psicologÃa y la de sus adeptas,  mostrando cómo pudo llegar tan alto, y cómo las mismas causas de su ascenso serán las causas del hundimiento de los Romanov y del sistema feudal zarista. Para Troyat, la descomposición del estado absolutista era pareja a la corrupción de la frÃvola aristocracia que lo sustentaba, al ingenuo fervor del pueblo llano, acostumbrado a la sumisión, y todo ello, unido a los estragos que la Gran Guerra produjo en la sociedad rusa, mayoritariamente campesina y analfabeta, viviendo bajo mÃnimos, trastocando todos los valores sociales, fueron elementos claves que posibilitaron a una minorÃa de intelectuales fervorosos y desenfrenados como los bolcheviques se hicieran con el poder. Troyat apenas habla de ellos. Según su visión, Rusia ya estaba desmembrada y destrozada cuando Lenin bajó del famoso tren blindado. Se lo pusieron en bandeja de plata, nunca mejor dicho. El propio RasputÃn fue uno de los artÃfices más eficaces de la caÃda del régimen, incluso lo predijo: si le mataba alguien de la familia imperial, toda ella se vendrÃa abajo. Asà fue: el prÃncipe Yusupov tuvo la responsabilidad directa de su muerte. «La profecÃa de RasputÃn se ha cumplido punto por punto: su muerte ha hecho sonar el toque de difuntos del Imperio ruso. Los Romanov han sobrevivido sólo un año y medio a aquel a quien habÃan elegido como guÃa espiritual. En realidad, creyendo protegerlos, es a Lenin a quien ha tendido una mano sustentadora».
Nacido en 1869 en Pokrovskoi (Siberia), lejos del mundanal ruido y en una pequeña aldea rodeada de bosques y rÃos inmensos, donde la Madre Naturaleza se adueña de lo humano, la infancia de Grigory transcurre asilvestrada, sin escolarizar; analfabeto, frágil y de salud quebradiza, conforme crece desarrolla un carácter soñador, inestable, propenso a las alucinaciones, manifestando una fuerte atracción por la vida vagabunda de esos santones que recorren los caminos viviendo de la hospitalidad de los campesinos y prodigando bendiciones y rezos.  Visita santuarios y ermitaños, se impregna de la tradición religiosa, pero no consigue dominar otra de sus caracterÃsticas: la pulsión sexual. Muchas veces se lanza a los caminos, recorriendo Rusia, Grecia, Jerusalén… De los ascetas y ermitaños consigue aprender rudimentos de lectura y escritura, que nunca llegó a dominar. Su atracción se manifestaba en el contacto personal: era un «sanador» que absorbÃa el mal ajeno, concentrándose y casi como un médium, empatizaba hasta tal punto con la persona que necesitaba su ayuda, que ésta, por alguna razón desconocida, quizá por sugestión, finalmente sanaba. La mirada era su punto más fuerte: una mirada hipnótica, que subyugaba por completo a quien era objeto de esos ojos.
Tras años de peregrinaciones y de vagabundeos RasputÃn tiene treinta y cuatro años cuando llega por primera vez a San Petersburgo en 1903. El impacto de la gran ciudad sobre él es enorme. Y del mismo modo, su extravagante presencia impacta la sociedad petersburguesa, a la que será introducido por una de sus primeras amantes aristocrátas: Anna Vyrubova, muy próxima a la zarina. Ven en él «un producto puro del suelo ruso, un cristiano de los primeros tiempos (…) No un hombre de la Iglesia sino un hombre de Dios. El hecho de que se trate de un campesino sin modales, que se expresa en un lenguaje inculto, lo hace aún más creÃble a los ojos tanto del clero como de la sociedad».
Alternará estancias en la capital con estancias en su casa rural de Pokrovskoi, donde siguen viviendo su esposa y sus hijos. En la corte, su presencia resulta imprescindible para la zarina, que lo necesita para garantizar su bienestar mental y la quebradiza salud del zarévich, hemofÃlico al que las oraciones de RasputÃn parecÃan sanar de sus frecuentes ataques. A lo largo de casi 13 años, la influencia del staretz crece paulatinamente desde la simple guÃa espiritual y su intervención como sanador, hasta el punto de ser responsable del ascenso y caÃda de ministros, altos cargos, toma de decisiones gubernamentales, etc., todo desde la vÃa indirecta de su Ãntima relación con la zarina. Llegada a un punto crÃtico la situación polÃtica del paÃs, al borde del caos, una conjura acaba en diciembre de 1916 con la vida de RasputÃn: el prÃncipe Félix Yusúpov, junto al lÃder derechista de la Duma, VladÃmir Purishkévich, y dos grandes duques, Dmitri Pávlovich y Nicolás Mijáilovich. Tras narrar con detalle los luctuosos sucesos que acompañaron a su asesinato, dedica Troyat el capÃtulo final a contar el último año de la familia imperial. «A la sangre de RasputÃn, salpicando una pieza del subsuelo del palacio Yusupov, ha respondido la sangre de los Romanov, brotando bajo el fusilamiento en los muros de otro subsuelo, el de la casa Ipatiev. El cÃrculo se ha cerrado».
En suma, una biografÃa de corte divulgativo, amena, que da una idea general de lo que pudo ser la vida de este oscuro personaje del que se desconoce mucho a pesar de los testimonios procedentes de testigos presenciales supervivientes. En 1995 salió a la luz un documento perdido de los Archivos del Estado, que contenÃa los interrogatorios completos del cÃrculo Ãntimo de RasputÃn. No sabemos si Troyat tuvo acceso a ello, porque no lo cita; pero sà a otros textos, que cita en sus notas:  las memorias de Matryona Grigórievna Raspútina, (1932) asà como los textos del prÃncipe Yusúpov El final de Rasputin (1927) y Memorias(1953), las de Anna Vyrubova, las del general Guerasimov, los textos de A. Amalril,  y Maurice Paléologue. La pelÃcula Nicolás y Alexandra (1971), de F.J. Schaffner, probablemente visionada por Troyat, pudo ilustrarle para describir algunas escenas, que tienen notable parecido con las descritas por el autor en la biografÃa.
Henri Troyat (Moscú, 1911–ParÃs, 2007), fue un historiador y prolÃfico escritor francés de origen armenio/ruso, cuyo verdadero nombre era Lev Aslánovich Tarasov. Fue premio Goncourt (1938) y  miembro de la Academia Francesa.
Excelente reseña. Leà y reseñé este libro hace un tiempo y, como todas las biografÃas y libros de historia escritos por Troyat, me fascinó. Qué lástima que este autor esté hoy tan olvidado.
La historia de RasputÃn es absolutamente fascinante, y más increÃble aún que su biografÃa es el destino de algunos de los que vivieron cerca de él, como el monje Iliodor o su propia hija, que acabó trabajando en el circo. Tampoco tiene desperdicio la historia de Yusupov, y qué no darÃa yo por poder leer sus memorias.
Saludos.
Es que no falla Troyat. Sus biografÃas son muy entretenidas y muy ilustrativas. La de Rasputin no es la excepción.
A propósito, no creo que el autor esté olvidado. No al menos en Sudamérica, puesto que Ediciones B y El Ateneo (de Buenos Aires) reeditan con frecuencia sus biografÃas (las de Dostoievski y Dumas, muy recientemente). Y Andrés Bello (Santiago de Chile) ha hecho lo propio con algunas de sus novelas.
Muy buena reseña, Ario.
Pues las memorias de Yusupov están en Amazon, niño vampiro. Y en cuanto a la difusión de la obra de Troyat, en España solo le encuentras en librerÃas de viejo y es muy difÃcil. Además, la mayorÃa de sus obras ni siquiera están traducidas. Yo he tenido que recurrir a Amazon, y al formato ebook….lo cual he hecho encantada, claro. Pero ya digo, apenas hay traducida muy poca obra suya.
SÃ, RasputÃn es un personaje fascinante, es la Rusia Profunda…
Es verdad que el libro de Yusupov está en Amazon, ¡y a un precio asequible! No sé por qué, recordaba que la última vez que lo busqué estaba a un precio prohibitivo, o a lo mejor me equivoqué, simplemente.
Tenemos que hacer campaña para que resuciten la obra de Troyat, que en España, como señalas, está poco traducida y es casi imposible de encontrar.
Este RasputÃn parece digno descendiente de Melisandre, la sacerdotisa roja de Juego de tronos. Aunque literariamente deberÃamos decir que es Melisandre la digna descendiente del monje loco. Irresistibles sexualmente y capaces de adueñarse de la mente de reyes y zares. Brillante reseña, Ariodante: bien escrita, interesante y con un ritmo algo poético. Será que los encantos del monje siberiano siguen surtiendo efecto desde el más allá.
Gracias, Don Porfirio, y gracias a todos por vuestros comentarios. Me alegro que os haya gustado la reseña. Yo me lo pasé bien leyendo el libro, desde luego. Y si os veis la pelÃcula de «Nicolás y Alejandra», está muy bien representado el papel de RasputÃn. De hecho fue la pelÃcula la que me llevó a buscar y leer el libro…curiosamente.
MagnÃfica reseña Ariodante. Un personaje al que siempre ha rodeado un halo de misterio. En La Revolución Rusa de Orlando Figes se relata la enorme influencia que el pseudo-monje llegó a adquirir en la corte imperial y la dependencia de la zarina respecto de su figura. Ello acabó provocando su magnicidio descrito minuciosamente por Figes basándose en las memorias del prÃncipe Yusupov.
Saludos
Un personaje curioso e influyente.
Con otro zar lo hubieran largado por la ventana el primer dÃa. Pero Nicolás era el ejemplo de una dinastÃa acabada que solo veÃa lo que querÃa ver y no precisamente la ola que estaba llegando, siendo RasputÃn un sÃmbolo de la situación.
SÃ, está claro, APV, que con Iván el Terrible no hubiera durado ni dos tortas, jajaja! Las decadencias de los imperios llevan tiempo de gestación,, pero siempre hay una figura débil que abre la puerta a los que le van a dar la puntilla, la gota que derrama el vaso, ¿no?
Creo que el enlace a la Casa del libro informa de que este libro no está disponible. En otras librerÃas, tampoco puede adquirirse.
En Amazon lo anuncian en tapa blanda por 9,98€, de segunda mano.
Allá por el caluroso año de 2007, lo conseguà yo de salto en el Corte Inglés por menos copecks, y en tapa dura. (Nuevo, por supuesto)
Caluroso verano aquel, en que leÃa el libro pegado a un ventilador…¿Esperaba que un tema ruso me refrescase? Seguramente aún no habÃa leÃdo la famosa frase del Bardo: «¿Sostendrás un cuenco hirviente con solo pensar en el Caucaso helado?»
Pues no.
La biografÃa me resultó deliciosa, pero muy sesgada y demasiado volcada en el entretenimiento. Hurtaba ciertos datos, posiblemente para no adoptar un tono demasiado académico.
Hace poco he leÃdo «Las hermanas Romanov», donde tangencialmente se da una imagen de lo más afinada del Starets.
Tal vez el error de los Romanov fue alquilar a un asesor analfabeto , la venganza que concretara el bolchevismo. mas ya el resto es cuestión de la historiografica .
Jorge Lòpez zegarra
Esa serÃa la versión de Yusupov. En «Las Hermanas Romanov» queda claro que el papel del Starets era más bien de apoyo espiritual.
En realidad personajes parecidos eran habituales en la Corte Rusa desde antiguo (Recordemos a la Baronesa Krudener) y eran postergados regularmente (RasputÃn fue desterrado a Siberia y habÃa perdido mucho de su ascendiente en los últimos años)
personaje interesante y fascinante Rasputin, es increible el amor que por Dios sentÃa.
Tengo muchÃsimas de las novelas de Henry Troyat, las compré hace años en Offenbach/cerca de Frankfurt donde vivÃamos. Soy admiradora fanática de este escritor, lo mismo que de Maurice Druon, otro genio maravilloso. Puntualmente sobre RasputÃn, no, no creo que haya sentido ningún amor a Dios, era un enorme ególatra y sólo sentÃa amor por sà mismo. Utilizaba el misticismo para moverse en los cÃrculos más Ãntimos de los Romanov y asà vivir como un Rey, en realidad, para Alejandra era tan importante como su esposo. Era su guÃa y su confesor, su apoyo, no daba un paso sin consultarlo…en fin, un «personajón» impresionante de la historia de Rusia.