EL CORO MÁGICO – Solomon Volkov
28 dEurope/Madrid febrero dEurope/Madrid 2011La Rusia del siglo XX es sin lugar a dudas un caso extremo de politización de la cultura. Un caso que no se reduce a la sola intervención de agentes políticos en diversos ámbitos de la producción cultural sino que cuenta a muchos de los propios artistas e intelectuales como actores políticos, no tanto haciéndose partícipes de la faena política misma como reivindicando para la actividad cultural la facultad de influir en el curso de las ideas y de los acontecimientos públicos. En esta tesitura, no es gratuito el que un literato como Alexander Solyenitzin dejara sentada en una de sus novelas la idea de que, en Rusia, un gran escritor es como un segundo gobierno; idea que tenía por máximo referente al gran Lev Tolstói y que no dejaba de inspirar el quehacer literario del propio Solyenitzin. Emblemática era también la actitud del poeta Vladímir Mayakovski, quien pocos años antes de suicidarse (en 1930) declaró que su condición de poeta era menos importante que la de ser alguien que había puesto su pluma al servicio de la realidad y del guía de esta realidad, el régimen soviético. ¿No dijo un poeta oficialista del actor y cantautor Vladimir Vysotski (1938-1980) que en sus manos no llevaba una guitarra, sino un arma terrible? Por supuesto que en el espectro de posicionamientos puede encontrarse ejemplos de la actitud contraria, variando de un esteticismo programático a un resignado apoliticismo; esto, especialmente cuando se apacigua la vorágine política y la realidad adquiere un cierto tinte de normalidad institucional. Así pues, no hace mucho el poeta Dmitri Prigov afirmó que «no luchaba por las mentes de las masas como hacían los hombres de la intelligentsia, sino que se limitaba a luchar por encontrar su hueco en el mercado».