HUELLAS – Richard Holmes
15 dEurope/Madrid febrero dEurope/Madrid 2018Después de terminar su biografía de Shelley, Richard Holmes viajó en 1974 a París con la intención de escribir una novela. Al parecer la intención no prosperó, en cambio tuvo más provecho el que Holmes se dedicara a rodar por las calles de la capital francesa al estilo del ‘flâneur’, el paseante sin rumbo que todo lo observa y a la expectativa se entrega, abierto a lo que le salga al paso. Esta disposición anímica precipitó una concatenación de circunstancias que desembocaría en lo que mejor se le da al escritor inglés: la biografía. Transmutadas en material literario, cada una de las etapas del trayecto –desde el libre deambular hasta la inmersión en la pesquisa biográfica- es en sí misma una experiencia estimulante, pletórica de sentido, un venero de impresiones y reflexiones que en manos inhábiles, a la hora de plasmarlas en papel, cobrarían una forma dispersa e incoherente, colorida quizás pero caótica e inasible en su informidad (propia del “irse por las ramas”). Holmes, por el contrario, hilvana sus materiales con tan buen hacer que consuma el propósito de todo artífice: la desaparición de la técnica tras la creación, revistiendo con los ropajes de lo natural y sencillo lo que sin duda es fruto de un proceso de esmerada elaboración. Plasma pues Holmes el encadenamiento de incidencias, que lo lleva del pasear al interesarse por los inicios de la fotografía en el París decimonónico (dos exposiciones lo animan a ello), concentrándose luego en uno de los pioneros del arte fotográfico, el célebre Nadar (nacido Gaspard-Félix Tournachon), a quien debemos buena parte del registro visual que tenemos del mundo artístico de la época: retratos de Gautier, Baudelaire, Doré, Sarah Bernhardt, Nerval y Julio Verne, entre muchos otros. Los de Baudelaire captan en primer lugar la atención preferente de Holmes (que a estas alturas es cada vez menos un paseante y cada vez más el estudioso del romanticismo), pero quien lo cautiva definitivamente es Nerval. Entretanto, nuestro autor descubre algunas cosas sobre el arte de la biografía, su naturaleza y procedimientos, de las que deja debida constancia. Actívanse en él el deseo y el celo profesionales, como al azar aguijoneados por uno de los grandes capítulos del romanticismo literario: la dramática trayectoria vital de Gérard de Nerval, figura emblemática de la vertiente francesa del movimiento, muerto por suicidio. De tal suerte, Holmes se ha volcado una vez más al oficio de biógrafo, cuyas armas está en camino de dominar aunque es más bien este oficio, profesión y obsesión a un tiempo, lo que ejerce dominio sobre él. » seguir leyendo