«Hay demonios en todas partes; es probable que de modo general, la creencia en la acción de los demonios constituya el inicio de nuestro concepto de causalidad». Albert Einstein.
Como señalaba Norman Cohn en su libro sobre la cuestión, el mito de la conspiración judía mundial representa la versión moderna de una longeva tradición demonológica, que concebía a los judíos como demonios camuflados de seres humanos y movidos por el propósito de corromper la cristiandad. En la moderna variante de esta superchería, una red internacional de organismos haría posible la infiltración de un gobierno judío secreto en todos los niveles de la vida social, allanando la senda que lo encaminaría al control de la especie humana en su totalidad. Según el historiador francés León Poliakov, esta percepción distorsionada de las cosas es una manifestación de lo que el escritor Manès Sperber denominó la “visión policíaca de la historia”, que viene a ser otra forma de aludir al género de mentalidad que asigna a la idea de conspiración un lugar primordial en la organización y conducción del mundo. De acuerdo a esta mentalidad, nada de lo que atañe al curso de los acontecimientos –especialmente los que resultan decisivos en el transitar de la humanidad- está librado al azar; tras la apariencia caótica e informe de los hechos se oculta un patrón, un sistema, el que invariablemente remite al desarrollo de un complot: para los iniciados en esta manera de comprender la historia, en cada hecho importante se puede atisbar la cola del diablo. Siguiendo a Poliakov, la fascinación que ejerce en algunos esta forma de causalidad elemental, a la que aplica el nombre de “causalidad diabólica”, arraiga en un sustrato de la psique susceptible al poder de seducción de las causas primeras, un mecanismo cuyo discernimiento permitiría desentrañar la lógica subyacente al devenir –un devenir sólo aparente-. El mundo está dominado por fuerzas invisibles, afirman los enterados, por lo que las causas de los acontecimientos usualmente consideradas como reales deben ser desestimadas, enfocándonos a cambio en las causas misteriosas, causas primeras que en cuanto tales son las que de verdad mueven al mundo. No sería extraño, sostiene Poliakov, que la causalidad diabólica –una forma de mentalidad esencialmente primitiva- estuviera entre los factores que sustentan los fenómenos totalitarios del siglo XX. En lo tocante al Tercer Reich, con su persecución sañuda y sistemática del “enemigo judío”, las dudas sobre esto están fuera de lugar. » seguir leyendo