ANTIFASCISMOS, 1936-1945 – Michael Seidman
28 dEurope/Madrid enero dEurope/Madrid 2019Si algo queda meridianamente claro tras la lectura de este libro, trabajo reciente del historiador estadounidense Michael Seidman, es que la idea de antifascismo concierne menos al ámbito de las ideologías que al de las actitudes y cursos de acción. Su misma amplitud y pluralidad, relativa a la capacidad de englobar a sectores notoriamente contrapuestos del espectro político (involucrando tanto a comunistas y socialdemócratas como a liberales y conservadores), pone en evidencia la extrema porosidad del concepto; cosa que equivale a subrayar que, en el plano ideológico, la consistencia del fenómeno antifascista es exigua, tornándolo volátil y muy poco operativo. El propio Seidman da una pista de esta constatación al apuntar que, en el período comprendido por los años de preguerra y la Segunda Guerra Mundial -cuando el término cobró su máxima vigencia-, la mayor prioridad del antifascismo era actuar o luchar contra el fascismo. Lo decisivo aquí es que la sola voluntad de oponerse al fascismo no podía constituir una plataforma ideológica unívoca y homogénea, nítidamente perfilada; antes bien, su deficiente especificidad fue precisamente lo que le permitió estrechar el insalvable abismo de diferencias que había entre el estado comunista por excelencia, la Unión Soviética, y los mayores representantes del orden liberal, EE.UU. y el Reino Unido, enlazándolos en abigarrado connubio contra un enemigo común. El que semejante amalgama no sobreviviese a la coyuntura bélica corrobora la lenidad ideológica del antifascismo; la derrota de Alemania e Italia despojó de todo sentido a la alianza antifascista, anclada como estaba no en una (inimaginable) comunidad doctrinaria o de principios sino en una convergencia circunstancial de intereses, exclusivo factor capaz de aglutinar en un mismo frente -de manera por demás efímera- a potencias ideológicamente irreconciliables. Por su misma naturaleza, la coalición soviético-angloestadounidense no podía arraigar más que en consideraciones de estricta conveniencia práctica (urgentes e impostergables, huelga decirlo): además de la transitoriedad, su signo era el oportunismo. » seguir leyendo