NOSOTROS, LOS AHOGADOS – Carsten Jensen
Una novela a modo de crónica de una ciudad. Una epopeya de la navegación y la marinería, en una época que observó el progresivo declive de la navegación a vela y el auge de la navegación a vapor; epopeya y testimonio, pues, del avance arrollador de la modernidad. La ciudad es Marstal, localidad danesa ubicada en el litoral, proveedora durante siglos de generaciones de marinos y pescadores. Es la patria chica, también, del periodista y escritor Carsten Jensen (n. 1952), que después de algunas obras celebradas en Dinamarca ha alcanzado notoriedad internacional gracias a esta premiada novela. Nosotros, los ahogados, publicada originalmente en 2006, es una obra basada libremente en la historia de Marstal y sus habitantes, en el período comprendido entre los años de 1848 y 1945; una novela cuya entramado narrativo se desarrolla en buena parte a bordo de embarcaciones que surcan los océanos en todas las direcciones y en muy diversas circunstancias: trátese de la búsqueda de su padre por un imberbe marino, en los mares del sur, o del peligroso transporte de provisiones para el Ejército Rojo, en los días de la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo la estela de los navíos, la narración nos lleva de Dinamarca a los hielos de Terranova y el norte de Rusia, del proceloso Cabo de Hornos a los mares soleados de Australia y la Polinesia.
La historia comienza en tiempos de la guerra entre Prusia y Dinamarca, en 1848-1849. Inflamados de patriotismo, los habitantes de Marstal responden alegremente al llamado de su rey, varios de ellos, como es natural, en calidad de marineros. El extremo opuesto del arco temporal nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, cuando los convoyes aliados que surcan las aguas árticas sufren los embates de la Luftwaffe. El término del conflicto proporciona un escenario magníficamente aprovechado por el autor.
Nosotros, los ahogados es, también, romance de iniciación, del paso de la infancia a la adultez; romance de la formación de la personalidad al ritmo del oleaje, de los bandazos de las embarcaciones y de las peripecias de la navegación, bajo otros soles que los del terruño patrio –otros países, otras gentes-. (Pocas ocupaciones tan propicias como la marinería para la exploración literaria de semejante cuestión, con su matiz aventurero, su potencial metafórico y su vena romántica: véase Melville, Stevenson, Conrad, ocasionalmente escritores como Kipling y Jack London.) A este motivo obedece el protagonismo de dos personajes, Albert Madsen y Knud Erik Friis. En un mundo dominado por hombres, sucede empero que el tercer protagonista es una mujer, Klara Friis, viuda y madre de Knud. Klara aborrece el mar, que aleja a los hombres de sus hogares y condena a las mujeres a la soledad; esto, cuando no los devora (ha sido el caso del marido de esta mujer, víctima de un naufragio). En consecuencia, Klara Friis aplica su considerable fortuna al empeño de «salvar la ciudad», lo que para ella significa acabar con su vocación marinera. Para ello deberá empezar por su propio hijo, el que, bajo el influjo de Albert –viejo lobo de mar y verdadero padre sustituto de Knud-, crece en el amor por la navegación y la apetencia de costas distantes.
Testimonio del avance de la modernidad, decíamos. Hay un toque de nostalgia impreso en la imaginería de la navegación a vela, la que gradualmente cede paso al metal, el vapor y el diesel. No menos relevante es la percepción de los signos de los tiempos por parte de uno que otro personaje: un aire de novedad, que tanto puede ser de amenaza como de promesa, alienta en términos de moda como «socialismo», «sindicalismo», «darwinismo». ¿Y qué decir de los nuevos buques de guerra, como esos torpederos «que semejaban batracios acorazados», o el tosco submarino, «creado a imagen del tiburón»? Los cambios arrecian y las fronteras se expanden de tal modo que el mundo se convierte en un vasto solar, reino del comercio global. Los buques transportan mercancías de las que, en la víspera, el marinero lo desconocía todo: palo Campeche del Brasil, nitrato de Chile, sosa y mucho más. Así pues, el marinero es un «ayudante indispensable en ese gran taller en que la tecnología ha convertido el mundo».
Con toda su dosis de dramatismo y los vaivenes de su trama, no espere el lector una novela de ritmo trepidante. Acción, por cierto que la hay, y en abundancia. No obstante, prevalece un aura de serenidad al estilo clásico, más semejante a Melville que a Conrad –modelo de parsimonia-. La prosa de Jensen, no precisamente simple pero sí desnuda de florituras y eficacísima, tiene momentos de notable interés estético. Abundando en el sentimiento predominante entre las mujeres de Marstal, que es el motivo personificado por Klara Friis, se lee lo siguiente: «Se inclinó y cogió del suelo una caracola. La llevó a su oído y escuchó el bramido procedente de su interior. (…) La caracola poseía muchas melodías, una para cada persona que aplicaba el oído a ella. A los jóvenes, les hablaba de tierras extrañas y costas lejanas; a los viejos, de ausencia y pena. Tenía una canción para los jóvenes, otra para los viejos, una para los hombres y otra para las mujeres. La que dirigía a éstas siempre hablaba de lo mismo: pérdida, pérdida, con la misma monotonía del oleaje en la playa. Para ellas aquella melodía no tenía nada de seductor, era pura lamentación». Particularidad sobresaliente de la novela es la alternancia de voces narrativas, transitando de la tercera persona a un «nosotros» y viceversa. El narrador en plural produce la impresión de un relato coral que emanase de la memoria colectiva; memoria de los vivos y los muertos, muchos de éstos desaparecidos en los mares y océanos del mundo. «Nosotros, los ahogados».
Por marginal que fuera el papel de los daneses en la Segunda Guerra Mundial, ominoso cataclismo de la historia, percibimos en el desenlace de esta espléndida novela el sentido de un fin de ciclo o término de una época. Pero, sobre todo, apreciamos la intensidad dramática de motivos tan arquetípicos -por lo menos desde la Odisea– como son el arribo a puerto y el azaroso retorno a casa. El final es un bello homenaje a los fallecidos y a los antepasados, el que trasciende los márgenes de la ficción.
«… Pero esa noche bailamos con los ahogados, y ellos éramos nosotros.»
– Carsten Jensen, Nosotros, los ahogados. Salamandra, Barcelona, 2010. 698 pp.
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Veo que al final te la compraste y mira por donde la has reseñado. Coincido contigo en el perfil romántico de la novela y en que se trata de una historia plural, que nos explica a lo largo del libro, el desarrollo de una población pesquera y basada en una economía naviera propia del XIX, hacia una cultura industrial significada en la era de las navieras del hierro y acero. Todo ello en el contexto de una serie de personajes, que ven pasar su vida en la ciudad de origen o realizando viajes por el mundo.
En mi opinión, el escritor, solo logra transmitir este mensaje en ciertos capítulos de la novela. En general creo que se pierde en anécdotas de la vida en ese puerto pesquero… es decir, practicamente lo que hace es unir un sin fin de anécdotas e historias para contarnos como el paso del tiempo y del desarrollo industrial cambia la mentalidad y la vida de esta población. El problema que veo, es que resulta una novela inconexa, dificil de mantener una trama o hilo en su lectura.
A mi se me hizo en muchos momentos incluso algo soporífera, teniendo en cuenta que estamos hablando de 700 páginas.
No juzgo la intención del autor, pero si el resultado.
Hola, Iñigo.
Verás, creo que el “mensaje” al que aludes es sólo un motivo entre otros, un motivo secundario, y como tal no es que tenga que monopolizar el significado o el trasfondo de cada incidente y de cada capítulo de los que conforman la novela; que se lo destaque en una reseña o comentario –como yo he hecho- es más que nada cuestión de funcionalidad, o sencillamente de preferencias. Precisamente porque el engranaje de la novela está dado por la vida de un pueblo a lo largo de un siglo, y dada la nutrida galería de personajes que deambulan en sus páginas, me parece bastante natural que el autor se decante por enlazar una variedad de historias menores en torno a una línea narrativa central. Suele ser característico de las sagas familiares y de novelas de considerable amplitud temática y cronológica (es el caso de novelas como Un puente sobre el Drina o Cien años de soledad, por ejemplo, y de sagas familiares como las de Henri Troyat o las de los hermanos Singer, Israel e Isaac).
Lo cierto es que me ha parecido una novela bien estructurada, correctamente hilvanada; ten en cuenta que, a la larga, casi todo gira en rededor de un núcleo muy concentrado de personajes, los referidos en la reseña. Me ha gustado mucho aquel juego de voces narrativas que mencionaba, le da un toque de expresividad y de sofisticación técnica en absoluto desdeñables… De aburrirme, nada; al contrario, me ha tenido en vilo de punta a cabo. (Vieras ciertas cosas que he leído o tratado de leer recientemente: tediosísimas, como la novela de ese William Vollmann del demonio.)
Saludos.
Pues eso, querido amigo… para gustos colores.
Respeto tu opinión, y además la reseña está muy trabajada y es muy meritoria. Sin embargo, el libro, no logra capturarme durante su lectura. Reconozco en él, ciertas características propias de una saga de una sociedad dentro de los 100 años en los que transcurre la historia, pero no logré hilvanar la historia, como el autor hubiera deseado.
Los saltos narrativos, así como la aparición y la desaparición aleatoria de personajes a lo largo del relato, no ayuda, en mi humilde opinión, a dejar que la historia transcurra de manera más o menos lineal.
Ya te digo, que la idea del autor es buena y recuerda a los clásicos del XIX y principios del XX, pero en mi opinión, se queda en eso, en un deseo.
Y bueno, en mi opinión esa falta de linealidad, a todas luces un efecto deliberado, es lo que distingue a esta novela de los modelos decimonónicos. No lo veo como algo negativo.
Pero claro, Iñigo, cuestión de gustos y apreciaciones.
Un placer dialogar contigo. Lástima no coincidamos con el libro.
Lo mismo digo, estimado. Otra vez será.
Vaya! Yo es que tengo un buen olfato para cuando «huele a sal marina»… ;-)
Excelente reseña, la verdad. Me ha encantado, y ha sido leerla y me ha picado el gusanillo. Personalmente, me gustan más las pequeñas historias marinas, protagonizadas por gente anónima, (como lo que narras en la reseña, compañero Rodrigo), que las grandes narraciones de batallas, grandes personajes, etc.
Vamos, que voy a ir a buscarlo deliberadamente, a ver si me engancha. Porque, a priori, tiene muy buena pinta.
Gran reseña Rodrigo, de un libro que se ve muy interesante para los que nos gusta el tema.
Hay de todo un poco, Horus, Hagakure. No faltan las “batallitas”, pero muy dosificadas. Buena parte de los acontecimientos transcurren en tierra, pero quien busque historias de tema marinero estará muy bien servido. Diría que es una narración bastante movida, aunque no de ritmo trepidante (ni falta que hace para una buena literatura: véase el caso de Conrad).
A todo esto, en el capítulo inicial hay un incidente que parece salido del realismo mágico (Iñigo debe acordarse: el hombre de las botas y la explosión). Consultado sobre esto, el autor dijo que algo así sucedió realmente. Extraño. La cuestión es que no falta lo pintoresco, como no falta lo brutal (la historia del sádico profesor; lo del criminal impune, que a ratos recuerda ciertas historias de Jack London; el pasaje del ametrallamiento de unos pilotos alemanes, etc.).
Gracias por los comentarios.
Cierto Rodrigo. En determindados momentos de la narración parece que te están contanto un cuento o incluso una determinda leyenda sobre algunos de los personajes de la historia. Si en ese aspecto tiene un componente mágico. Es como cuando los marineros llegan a puerto y te cuentan historias de allende los mares. Da sensación de que hay un punto entre realismo fantasioso y lo que añade el aventurero. Quizás, este aspecto, sea lo mejor de la novela.
¡Me encanta leer a Rodrigo!
La sensación que producen sus reseñas es la de adentrarse en un jardín japonés, un oasis de musicalidad donde las palabras fluyen con ritmo y naturalidad, y las frases lucen pródigas en ricos términos, aunque livianas por su trasparente finalidad.
Hermoso paisaje para reposar en su contemplación. Dice más del lector que del libro :)
Pues el encantado soy yo, Lopekan, aunque el elogio es inmerecido. Gracias de todos modos.
A mí también me gusta mucho leer a Rodrigo. Y la verdad, creo que esta novela en mi caso se merece una oportunidad. Rodrigo, barcos, pueblos marineros e historias corales es una conjunción demasiado atractiva.
Me uno a lo dicho sobre las reseñas de Rodrigo, da gusto leerlas, independientemente de que el tema que trate el libro nos interese o no, sus reseñas siempre resultan muy placenteras de leer.
Queridas, es que ustedes me tienen muuuy buena voluntad. Y el libro vale la pena, en mi opinión.
Un abrazo a ambas.
¿He oído algo de barcos? Cielos, se me había pasado leer esta reseña, Rodri. Imperdonable. Me lo apunto ¡¡in-me-dia-ta-men-te!!
Me ha gustado, cómo no, la reseña en sí, pero esa referencia que haces a una especie de saga, las alusiones a Conrad o a Melville, en fin, que me has convencido: si lo encuentro, cae.
De ese autor no tenía idea de su existencia, es fantástico que nos descubras nuevos escritores (nuevo para mí, claro) y obras que no conocemos. No sé si me dará tiempo este verano, pero si no, al menos me haré con ella y la pondré en la cola para días posteriores.
Mira que te echaba de menos, Ario querida.
Dado el tema resulta casi ineludible mencionar un par de referentes del género marinero, aunque ya sabes que dos como Melville y Conrad desbordan los encasillamientos: grandes novelistas, sin más… En la contraportada del libro también aluden a Stevenson, otro infaltable.
No sé si lo de este señor Jensen esté a la altura de tanto peso pesado, en todo caso no desmerece mucho. La novela me ha encantado, y lo cierto es que hasta unos meses no sabía nada del autor..
Saludotes.
Es que llevo una temporada que no tengo tiempo ni para ordenar pensamientos…¡Me encanta que me echen de menos, Rodri! Si a ti te ha encantado, creo que a mí también me va a encantar.
Uy, como no te guste… Pero apuesto a que sí.
Y descuida, oye, suponía que estarías ocupada.
Hablando del rey de Roma… Veo que tendremos a Conrad en primer plano.
Excelente.
Yo también lo veo, por lo que parece los conradianos aumentan, porque no soy yo…
Estupendos comentarios, le dan contexto a mi lectura y la novela me parece maravillosa. me encantará recibir sus comentarios y recomendaciones pues estoy a punto de terminar mi lectura. Gracias
Una obra colosal. Seria el equivalente a Realismo Magico si no fuera porque todo lo que se relata «es real». Ritmo trepidante y absorbente. Relato que es poesia tambien. Una Maravilla. Mientras leia me decia … «De Nobel»
Rodrigo, después de tanto tiempo, ha sido este verano cuando he comenzado la lectura de este maravilloso libro. Suscribo todo lo que dices y destaco la alternancia narrativa, que me ha parecido una magnifica opción. Conrad, sí, pero Stevenson, Melville, ….todos están ahi. Y el toque escandinavo, que es tambien especial. En fin, ya voy por el tercer tercio de la lectura y sigo encantada.