MIS ANDANZAS POR EUROPA – Charles Chaplin

GOBERNADOR IMPERIAL - George Shipway«La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… Antes de que el telón baje y la obra termine sin aplausos.»(Charles Chaplin)

Un bombín, acompañado de una mirada pícara y melancólica a la vez, un pequeño bigotito juguetón, y un traje algo desgastado y polvoriento, rematado finalmente por unos zapatones desvencijados que se apoyan en un flexible bastón de junco conforman el icono ideal que se tiene de este personaje para cualquier cinéfilo que se precie. El pasar de simple actor a icono del Siglo XX es el gran mérito de esta persona, pues pocos han conseguido a través de sus dotes artísticas pasar del status de actor profesional a imagen estrella de un siglo. Un siglo donde faltaron muchas veces las risas, y se notó en demasía la ausencia de ternura que sólo este ser humano pudo darnos, Charles Spencer Chaplin, más conocido por todos nosotros como Charles Chaplin, o el entrañable vagabundo Charlot.

Ya sabéis la pasión que tengo por encontrar libros antiguos, raros y a buen precio, eso no hay que olvidarlo, en tiendas de segunda mano. Raro es el día que no merodeo en estas casas de cultura agazapada y no me mancho las manos con el polvo de aquellos tesoros abandonados por la resaca de los tiempos. Pues bien, en una de aquellas cacerías culturales se puso a tiro un libro bastante curioso: Mi autobiografía, de Charles Chaplin, editado por Montena en 1989. Aquel encuentro fortuito me llamó muchísimo la atención y me impactó. ¿Cómo era posible que aquel actor que me había hecho reír hasta la saciedad, hubiera escrito su autobiografía? ¿Los cómicos también escriben? ¿También lloran? Me intrigó, lo compré y verdaderamente no me decepcionó. Pasé unos buenos ratos con aquel relato comprometido, tierno y a la vez humorístico que reflejaba una hondura de pensamientos muy difíciles de ver a simple vista en aquella figura patética que raramente se escapaba alguna vez de un golpazo o corría como alma que lleva el diablo cuando le perseguían cientos de policías a ritmo de música ratonera interpretada por un piano añejo. Aquello me hizo ver que más allá de los focos y la pantomima había un ser humano dispuesto a mostrar sus pensamientos más íntimos. Por tanto me alegro, igualmente, de que haya caído en mis manos Mis andanzas por Europa, editado por Evohé (El Periscopio 2010), y haya tenido la fantástica ocasión de leerlo consiguiendo todo un revivals de sensaciones que creía perdidas hace tiempo en los mecánicos tiempos que corren.

Igualar el excelente prólogo de Luis Alberto de Cuenca que inicia el libro, es hartamente imposible debido no solo a su relación personal con este ejemplar de My Trip abroad (1922), ya que un tío abuelo suyo Carlos Fernández Cuenca ya hizo una biografía del mismo actor; sino también por la magistral concisión y presentación del texto que el lector tiene entre sus manos. Pero, si ustedes no lo tienen delante, me permito ladinamente usurpar la pluma del autor y mostrarles este libro de Chaplin para mayor conocimiento del lector que seguramente al terminar esta humilde reseña se abalanzará sobre cualquier librería para adquirirlo de manera apasionada. Si se han dado cuenta el título original del libro es My Trip abroad, que podríamos traducirlo como «Mi viaje a las afueras» o «Mi viaje al extranjero». Como podemos observar el título no concuerda, ¿cómo va Chaplin hacer un viaje al extranjero si era oriundo de las islas británicas? Pues aunque parezca raro, el título tiene mucho de razón y lógica. Les explico: cuando Chaplin escribió estas andanzas por la vieja Europa, se encontraba en un momento de hastío y estancamiento. Estaba cansado de tanto trabajo y tanto andar todo el rato entre bambalinas. Necesitaba irse, escaparse a tomar aire fresco para nuevos proyectos. Por tanto tener la oportunidad de largarse durante un tiempo a otro lugar, aunque sea con la excusa de patrocinar su película El Chico (1921) en Londres, sirve para que el actor salga de su cáscara y pase a ser persona normal, transformando su sonrisa de atrezzo forzada en una sonrisa franca y refrescante. Por tanto vemos aparte del viaje externo y material una escapada interior hacia una libertad que ya creía perdida.

No vamos a seguir los pasos patizambos de un Charlot de comedia. Sino las firmas huellas de un ser humano que decide escaparse al mundo de verdad. Decide ir a Europa a congraciarse con sus orígenes (su madre) y de paso ver qué novedades trae el mundo. No lo duda ni un momento y a pesar de algunos ruegos de compañeros de trabajo decide emprender el largo viaje a lo largo de Estados Unidos, sufriendo grandes riesgos y cosechando muchas risas y halagos, y acabando en su añorada Europa. Allí viaja por diferentes países, como su madre patria, Inglaterra, la glamorosa y atractiva Francia que tanto le fascina o la paupérrima y alicaída Alemania del Kaiser que tantos sufrimientos está pasando al terminar recientemente la Primera Guerra Mundial. Incluso llegando a coquetear con la idea de viajar a Rusia (cosa que al final no hizo), nada menos, para conocer las figuras novedosas de pensadores como Lenin y Trotsky… Todo es un carrusel de sensaciones y experiencias vertiginoso, lleno de momentos cómicos y tiernos a la vez acompañados de una furtiva lágrima en algún momento, que le llena de nuevo de la energía necesaria para alumbrar al mundo que le rodea.

Porque en este excelente libro editado por Evohé no vamos a encontrarnos con una pequeña autobiografía de autobombo sino que a través del viaje que hace nuestro querido Chaplin podemos observar todo un mundo a su alrededor. Podemos ver el estado del celuloide en aquellos precarios comienzos del Siglo XX. Por aquí desfilan las rutilantes y fogosas estrellas de cine como su amigo Douglas Fairbanks, las grandes eminencias de la literatura como H. G. Wells, el siempre eterno Bernard Shaw, y el curioso Peter Barry. Y todo ello aderezado por unos personajes de lo más molestos que existen para nuestro querido cómico: las masas devora actores y los periodistas y reporteros. Creía ingenuamente que durante el viaje podía sortear a estas moscas, pero no le fue posible. Le persiguieron por todos los continentes por los que fue y siempre con las mismas y repetidas preguntas hasta la saciedad, siempre acompañado de aquellas cegadoras y prehistóricas cámaras fotográficas a ritmo de bombilla incandescente. Una auténtica pesadilla que le arruinó algunos momentos durante su viaje a Europa, pero que supo solventar con su simpatía y profesionalidad con sus fans.

Esa simpatía que antes les he mencionado también marca una parte del estilo en que está escrito este libro. La lectura de Chaplin no es farragosa ni erudita, sino muy cercana, como de amigo, culta y a la vez entretenida. Esto puede sorprender a las personas que no hayan leído nada de este cómico, pues a lo mejor esperan que sea un libro de memorias desternillantes con cientos de momentos y situaciones inverosímiles. Decirles que el libro destila un humor fino, nada negro, con unas frases directas e inteligentes que hacen que por inercia se nos suba a la comisura de los labios una sonrisa cómplice que hace que nos sintamos a gusto con nosotros y con el mundo que nos rodea. Eso no quita que también tenga a veces momentos curiosos y anecdóticos como por ejemplo una vez en un estreno en New York del actor Douglas Fairbanks, Los tres mosqueteros, fuera asediado por la muchedumbre y en medio del jaleo sintiera como unas tijeras le cortaban los bajos de los pantalones para gran alegría de una de sus fans. Pero estos momentos no quitan que también el libro desprenda una hondura lírica que creíamos difícil de ver en este profesional de la risa. Vislumbramos a un actor con corazón que observa no solo las dificultades e injusticias que hay a su alrededor, sino que también sufre con su veta humana en muchos momentos, por ejemplo al recordar a su antigua y vieja Europa, o al despedirse de su hermano Syd en la estación de tren de los Ángeles. Momentos duros para un corazón de cómico.

Charles Spencer Chaplin, Charles Chaplin, Charlot… elijan la denominación que quiera, siempre nos ha acompañado en nuestro momentos más cinéfilos y entrañables de nuestra vida, por tanto, y esto es una recomendación que les hago, ¿Por qué no le devolvemos el favor y le acompañamos nosotros también en este viaje singular a Europa? Vamos, anímense, lo tienen muy sencillo, sólo tienen que pagar el billete al lado del asiento de Charlot, el billete que nos propone la editorial Evohé en su libro Mis andanzas por Europa.

Descubrirán que existe vida más allá de aquellos bigotitos y aquellos andares graciosos en blanco y negro. No se sentirán defraudados con la lectura de un viaje en el que Chaplin no sólo se convirtió en un hito mundial para toda la historia sino que aprenderán que la risa y la ternura pueden ir unidas de la mano.

¡Buen viaje!

(Aquí podéis leer también la visión de Ariodante acerca de Mis andanzas por Europa, de Chaplin.)

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8 comentarios en “MIS ANDANZAS POR EUROPA – Charles Chaplin

  1. ARIODANTE dice:

    Querido Balbo, has hecho una bella y emotiva reseña. Como yo ya he dado mi opinión en la2reve, no tengo más que apoyar tus comentarios. La vida de Chaplin ha estado marcada por una mezcla de humor y amargura. Quizás la película Candilejas sería la más representativa de su alma. Pero en este relato de viaje podemos encontrar, asimismo, esas claves vitales.

  2. Raquel dice:

    Muchas gracias Balbo,
    Una curiosidad que muchos de vosotros sabréis… Chaplin «copió» o se inspiró en el director español Edgar Neville para crear el personaje del Vagabunsdo?

  3. juanrio dice:

    Pues no, Raquel, desconocía ese dato de Chaplin.

    El libro es una delicia, con momentos de una gran calidad literaria, ratos para reir, como las cartas que recibe o las entradas entre la multitud, pero también se ve la tristeza que le produce la pobreza de su barrio de Londres, o las mujeres que encuentran por la calle. Tiene este ejemplar, además, la ventaja de una cuidad edición y un estupendo tamaño para llevarlo de la mano. Una lectura que no defrauda y un proyecto, este de El Periscopio, que ilusiona a los que amamos los libros de viaje que no se quedan en una postal.

    Mi enhorabuena por tu reseña, Balbo.

  4. Richar dice:

    Gran reseña, pardiez, muy buena.

    Como comentáis, el libro está muy entretenido y se lee en una tarde, pero quería resaltar mi episodio favorito, cuando Chaplin llega a Londres y en el hotel le esperan ¡¡75.000 cartas!!

    Total, que contrata unas cuantas ayudantes para que le ayuden a clasificarlas, responderlas, etc. Comenta Chaplin que gracias a esas cartas ha descubierto que tenía 200 familiares a los que no conocía (no recuerdo la cifra exacta, pero eran muchos los que decían serlo), entre ellos 13 madres…

    En fin, dadle una oportunidad porque merece la pena.

    Un saludo,
    Richar.

  5. farsalia dice:

    El libro ya me seduce (¡Chaplin, Chaplin, Chaplin!), pero tu reseña me ha dejado sin palabras, Balbo…

  6. Zen dice:

    Muy buena reseña, señor Balbo.
    Lectura imprescindible que nos acerca a este ser humano que consiguió la inmortalidad.

  7. MELBA dice:

    Saludos cordiales! Siempre he dicho que Charles Chaplin fue un personaje, un extraordinario comediante, calidad humana, transparente. La historia lo confirma.

    ¡Adelante y felicitaciones!

  8. cavilius dice:

    Recién acabado. Ha resultado ser todo un hallazgo este libro de Charles Chaplin, en el que lo de menos es la calidad literaria (y la hay en algunos párrafos) o el estilo del escritor, y lo de más es el retrato de una época y sobre todo de un individuo, Chaplin, a quien la inmensa mayoría solo conocemos a través de sus películas. Y resulta que Chaplin era un tipo tímido y vergonzoso, o así se le reconoce por el tono en el que está escrito el libro. No impone, no asevera, no juzga, no decide; más bien titubea, se deja llevar, calla, se amilana. Jugando a ser psicólogo, parece una persona retraída e insegura, con un gran sentido del ridículo, lo cual no dejaría de ser paradójico dada su profesión. Se azora cuando tiene que hablar en público, se avergüenza de no tener una conversación elevada, se acobarda ante escritores como Thomas Burke, Bernard Shaw o H. G. Wells (quien resultó ser, en el balance final del viaje, el mejor y más cordial amigo que encontró en Europa).

    Temía yo encontrar cierto divismo en Chaplin, ya que en su época fue una de las mayores celebridades mundiales, no se me ocurre quién más podría haber en aquellos tiempos que fuera capaz de hacerle sombra en cuanto a la fama. Y es verdad que algo divo, involuntariamente sin duda, se le nota en algún momento, pero también se percibe una auténtica preocupación por las miserias de la gente, por la injusticia social, por la pobreza en la que viven muchos de los que le aclaman y le persiguen allá por donde va.

    Y por cierto que ese es el otro gran protagonista del libro: las muchedumbres enfervorecidas que siguen y persiguen a Chaplin sobre todo en Estados Unidos, pero también, y mucho, en Gran Bretaña, Francia y Alemania. Y más que las masas de “fans”, el problema son los reporteros que no paran de pedirle poses ridículas para sus fotografías y de hacerle las mismas preguntas. Una de las cuales, reflejo de su tiempo, es la que se interesa por su ideología política: “¿es usted bolchevique? ¿qué piensa del bolchevismo?”. Hasta el punto que el propio Chaplin, cuando le presentan a algunas personas, también les pregunta eso. Curioso.

    En el libro se menciona España en un par de ocasiones: una como lugar posible para visitar porque Chaplin quiere ver una corrida de toros, y otra cuando se encuentra con una niña de la que se encariña y a la que Chaplin le dice: “¡Te gusta romper ventanas! ¿Eres española?”, y ella contesta: “Oh, no, española no; soy judía”. No acabo de entender el argumento, la verdad.

    Lógicamente, aparecen muchas opiniones de Chaplin sobre variados temas, pero es curioso que del mundo al que pertenece y en el que se gana la vida Chaplin, el cine, aunque está siempre presente (Chaplin asiste a varias proyecciones de películas -una en Londres, por ejemplo, donde se sorprende al ver que el público toma té y pastas mientras ve la película-), no se pronuncia. Solo en una ocasión dice lo siguiente sobre el cine que nosotros ahora llamamos “mudo”, pero que en aquel momento era “cine” a secas, y merece la pena reproducirlo: “Le explico que no creo que la voz sea necesaria, que estropea el arte tanto como pintar las estatuas. Sería como poner colorete en las mejillas de mármol. Las películas son un arte pantomímico”.

    En fin, un librito delicioso y muy recomendable que se lee en una tarde (yo lo he hecho en 3 ó 4 pero es que soy lento lento), y que descubre al auténtico Charlie Chaplin.

    No sabía yo que lo de “Charlot” fue invento de los franceses, caramba. De lo que se entera uno.

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