MEMORIAS DE UNA ZORRA – Francesca Petrizzo

MEMORIAS DE UNA ZORRA - Francesca Petrizzo«Yo soy de piedra.»

Vamos a ver: Diomedes, Aquiles, Menelao, Paris, Héctor, hum, creo que no me dejo a nadie. Ah, sí, la esclava Callira. Pues nada, esta es la novela acerca de los sufrimientos amorosos y espirituales de la más bella entre las bellas, Helena de Troya, por quien los troyanos se atrevieron a desafiar a los aqueos y por quien los aqueos se atrevieron a hacer la guerra a los troyanos. Y al final, por supuesto, se armó la de Troya y nadie quedó contento.

Francesca Petrizzo a estas alturas debe de tener 21 años, y andará metida en un aula de la Universidad de Oxford estudiando alguna carrera de letras. En su primera novela ha hecho una adaptación libre (¿libertina? No, no hay para tanto; dejémoslo en libre) de las leyendas griegas sobre Helena, hija de Tindáreo, princesa de Esparta primero y de Troya después. Se presenta esta adaptación a modo de memorias de la protagonista, quien cuenta su vida desde su infancia hasta el fin de Troya. Obviamente no vale la pena rasgarse las vestiduras por el (o por la ausencia de) rigor histórico o ajuste a los mitos que pueda haber en esta obra (por marcarme un punto, diría que he atisbado un intento de pseudo-rigor al hablar de distancias usando estadios en lugar de metros o kilómetros, pero la cuestión es: ¿había estadios en tiempos de Troya?, ¿no nació el estadio como medida de longitud a partir de la ídem de la carrera en los certámenes deportivos?, ¿o fue al revés?, ¿y si en la Ilíada aparece una carrera, por qué no íbamos a aceptar que hubiera estadios como unidad de longitud?, ¿qué fue antes, el estadio o la carrera? Ufff…). Y digo que no hay que preocuparse por el rigor porque lo de menos es que esta novela se sitúe en tiempos de Troya o de Colón el descubridor. El mérito que ha pretendido buscar es otro, los sentimientos que ha querido conmover no son los de los fanáticos de la exactitud en las novelas históricas sino, diría yo, los del lector que le gusta leer literatura sin etiquetas. Si es así ha apuntado alto, la verdad. Corramos, pues, un tupido velo en aquel aspecto y descorrámoslo en este otro, a ver qué se puede decir de estas memorias zorrunas.

Pues lo que se puede decir es que la protagonista está siempre pendiente de su mundo color de rosa, de quien o quienes se lo zarandean, y de quien entra o quien sale de él. Quiero decir que no hay más parámetros para valorar el comportamiento de Helena que si aquel soldado tiene una mirada penetrante o si Aquiles parece un loco encantador o si Paris está como un queso. Vamos a ver si nos centramos: téngase en cuenta que Helena, y esto sí que debió de ser así poco más o menos, es una niña cuando se casa con Menelao y poco menos que una adolescente en la edad del pavo cuando se fuga (o deja que la fuguen) con Paris. De modo que las luces que tuviera en su mente estarían todas bien filtraditas con un papel celofán de color rosa. O eso es al menos lo que da a entender la autora, que quizá proyecta en el personaje de Helena sus propias inquietudes juveniles (o algunas de ellas, tampoco vayamos ahora a pecar por exceso). Pero es que el título del libro le viene al pelo, caramba. El rumor que recorre la novela y que corre  por sus personajes anónimos es que Helena es una vulpes vulpes (seamos finos por una vez), pero ante esos chismorreos ella se muestra fría y distante, y se repite a sí misma (como queriéndose convencer de ello, digo yo) la frase que abre la reseña, «yo soy de piedra». Pero pasa Aquiles ante sus ojos y lo que sucede es lo contrario: que Helena no es de piedra. Y pasa Paris y resulta que con él Helena tampoco es de piedra. Y pasa Diomedes y lo mismo. Y Héctor. Y el soldado fantasma. Y viceversa también, claro: los que ablandan la dureza de Helena, pues qué queréis que os diga, tampoco son de piedra, y no hay quien se resista a los encantos de la bella entre las bellas. Y para qué resistirse, después de todo. Y así transcurre la novela, entre piedras ablandadas y blanduras endurecidas, ejem. Y de mar de fondo, primero Esparta y sus asuntos de corte, y luego Troya y los suyos, la guerra, unos que la ganan, otros que la pierden, y entretanto Helena, que sigue sin abandonar ni su aire melancólico, ni sus padecimientos rosáceos como los dedos de la aurora, ni su status de piedra.

Pero las cosas como son: la obra está bien escrita, con un lenguaje muy cuidado, metafórico en muchas ocasiones, con buenos giros y hábilmente evocador; sorprendente, en fin, para una joven que está aún en la veintena y que escribe su primera novela. Pese al tono siempre intimista (es Helena quien coge la batuta y no la suelta nunca) y la poca presencia de diálogos (para qué va a haberlos si ella se lo dice todo), la novela se lee con comodidad y pocas páginas se hacen pesadas (algunas sí, me temo, pero es que son casi 300 del monólogo interior de una niña que se hace mujer, caramba –huy lo que he dicho…–).

En fin, estas memorias de la raposa Helena son una lectura curiosa, que aportan una perspectiva diferente al manido relato de la guerra de Troya aun con licencias argumentales varias, y, lo principal, que auguran a la autora un porvenir provechoso cuando pasen por ella algunos años más y siempre que mantenga el estilo que luce en esta novela.

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13 comentarios en “MEMORIAS DE UNA ZORRA – Francesca Petrizzo

  1. Koenig dice:

    Que digo, que digo.
    Pues que resulta una reseña interesante que no se si me impulsa a interesarme por la novela o a salir huyendo de ella. Rosa, no se si me gusta del todo. Helena, tampoco es que la muchacha me interese demasiado. Y sin embargo el insigne Cavilius la recomienda sin recomendarla.
    ¡Que compromiiiso!
    En fin. ¿La publicarán en bolsillo?

    Un saludo.

  2. Rosalia de Bringas dice:

    Ante la lectura de esta interesante reseña, mi pregunta es:
    ¿podría clasificarse dentro del género de novela erótica?
    Un saludo y gracias por el trabajo.

  3. Farsalia dice:

    Como decimos por la periferia, esta novela no m’acaba de fer el pes.

  4. Lucía dice:

    No creo que vaya a leer esta novela pero con la reseña he disfrutado un rato.

  5. cavilius dice:

    Ejem, lo que digo es que es una novela histórica de pura casualidad y siendo bastante generosos. Es más bien una novela de color rosa-rosa tirando a fucsia que está bastante bien escrita (creo) y que por tanto gustará a quien le gusten esas cosas, y a quien le gusten los monólogos interiores de una adolescente en la edad del pavo (¿había pavos en Grecia en esa época? Hum…) en un mundo de hombres, y esas cosas.

    Rosalía, no diría yo que es una novela erótica (aunque ¿qué es una novela erótica? ¿Es erótico el Banquete de Platón?), como sí lo es (o lo es más) por ejemplo Amada de los dioses de Javier Negrete, y tampoco es que esta lo sea tanto.

    Farsalia, un periférico es un ratón pero no un gato…

  6. Hindenburg dice:

    Desde luego el título no deja indiferente a nadie, aunque a estas alturas algunos estamos saturados de tales calculadas provocaciones-estrategias comerciales. Pero parece un contrapunto de vista curioso a los epicos alardes testosteronicos de los heroes de Homero. Tal ve la lea si la pesco en una biblioteca, rodeado de raposillas, digo, lolitas pavónicas que zarandean gracilmente sus apuntes.

  7. Josep dice:

    Sí, Cavilius, había pavos, concretamente los que hoy llamamos «pavos reales». No sé si en Asia Menor, pero desde luego en el Viejo Mundo y conocidos por los griegos, de ahí el mito de Argos Panoptes, cuyos ojos fueron «salvados» tras su muerte colocándolos en la cola del bello animal.
    El otro pavo procede de América del Norte, de ahí el nombre que se le da en catalán oriental de «gall d’indi» (en catalán occidental decimos «tito» o «titot»).

  8. sanpifer dice:

    No sé si la novela será «de primera», pero la reseña es simplemente una gozada. Me encantan estas reseñas sutilmente adornadas con «puyitas». Bravo Cavilius.

  9. Valeria dice:

    Que no, que no, que 300 páginas de monólogo interior rosa, o fucsia, o lila lavanda me dan miedito, aunque quien lo presente sea mi heleno favorito y trate de envolverlo en el delicado hálito de la metáfora evocadora.

  10. jerufa dice:

    Curiosa rosa reseña de un ilustre reseñador.
    Más que zorras, me quedo con los banquetes.

  11. cavilius dice:

    Hombre, si os vais caminando por un callejón oscuro y tenebroso, el cielo amenazando lluvia, las sombras amenazando muerte y las tripas amenazando hambre, y de repente dobláis la esquina y os encontráis con la novela en el suelo, pues no le hagáis un feo a la suerte y cogedla, lleváosla a casa y si os animáis, leedla incluso. Si no es el caso, pues ya vosotros mismos…

  12. aLAIRU dice:

    Excelente libro, descripciones muy elocuentes y narrativa muy cuidada! No se torna aburrido en ningún momento y sí presenta nuevos puntos de vista de la famosa guerra de Troya y de sus principales personajes. ¿Te imaginas a Helena comparando a Paris con Menelao y amando a Hector por siempre?. Leanlo, lo disfrutaran.

  13. hermes dice:

    Muy simple el libro, no engancha,tiene fallos, empiezan todos los capitulos similares «era una agradable mañana, era una tarde que llovia….» , en fin yo no recomiendo que lo lean y pierdan el tiempo como yo lo perdi, hay mejores novelas sobre troya, o sobre helena de troya

    un saludo

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