LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS, 1808-1826 – John Lynch

LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS, 1808-1826 - John LynchPublicado por primera vez en Londres en 1973 y objeto de continuas reediciones en castellano, Las revoluciones hispanoamericanas tiene la reputación de haber sido el primer estudio verdaderamente global del movimiento emancipatorio que desembocó en la fundación de las repúblicas hispanoamericanas (con la excepción de Cuba). Su autor, el inglés John Lynch (Durham, 1927), es un prestigioso hispanista y americanista que se desempeñó entre 1974 y 1987 como director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres. Entre sus publicaciones recientes se cuentan unas biografías de los próceres Bolívar (Crítica, 2006) y  San Martín (Crítica, 2009). El libro que reseño se centra en los procesos políticos que se verificaron a lo largo de las luchas independentistas, con un análisis desagregado según regiones y con un fuerte énfasis en los respectivos contextos sociales y económicos.

Desagregación geográfica, procesos, contextos: plurales y enfoque que dan cuenta del significativo grado de dispersión y diversidad de unos hechos que afectaban a  un verdadero conglomerado de pueblos que ya en la segunda mitad del siglo XVIII se perfilaban como entidades protonacionales bastante específicas; un conglomerado ciertamente vertebrado por la estructura imperial y dotado de un acervo cultural común de origen hispano, pero fuertemente condicionado por la vastedad y aspereza de los territorios y por la heterogeneidad étnico-demográfica. Al desencadenarse el proceso emancipatorio, la creciente conciencia patriótica de las élites criollas, que protagonizaron el movimiento, se hallaba revestida de una notoria pátina localista cuyo potencial centrífugo se plasmaría en la dispersión de intereses y lealtades políticas. Esta dispersión se impuso de hecho a los ideales federativos de corte panamericanista, culminando en la fundación de muchas repúblicas en vez de unas pocas. Por demás, a cuenta sobre todo de la inmensidad y dificultades de comunicación entre los dominios españoles, la corriente independentista tuvo no uno sino varios focos con sendos protagonistas, los que por ideas y temperamento irían a colisionar (cuando los escenarios confluían, obviamente: un Hidalgo o un Iturbide, en México, difícilmente iban a chocar con un Bolívar o un San Martín).

Triunfo del particularismo y la fragmentación. Factores estos que, sin embargo, no se agotarían una vez configurado el panorama de repúblicas que perdura hasta hoy: aún alcanzarían cotas casi delirantes en posteriores tentativas separatistas o violentas rebeliones contra el centralismo en los incipientes estados. Esto, por no hablar de las eternas rencillas entre países. La multiplicación de estados vecinos no parecía ser sino la de las ocasiones para disputar entre ellos; fallando la diplomacia, lo que sucedió con frecuencia, las diferencias entre repúblicas que ayer se proclamaban hermanas desembocaron en escaramuzas y guerras en toda regla. Separatismo, autonomismo regionalista (bajo el atuendo de un federalismo en ocasiones inviable) y nacionalismo batallador fueron genuinas constantes en el siglo XIX hispanoamericano.

A rasgos generales, la independencia es vista como culminación de un proceso de enajenación de las provincias americanas en relación con el gobierno colonial, en el que unas élites criollas progresivamente cohesionadas habían tomado conciencia de sus particularidades identitarias, de los recursos de que disponían y de su potencial político y económico, aunque en una abrumadora mayoría distaban mucho de alentar ideas radicales afines o conducentes al desmembramiento del imperio. Ya se sabe: sin el rastro devastador del torbellino napoleónico en tierras ibéricas, dichas élites no se habrían visto tan súbitamente abocadas a la tesitura de disgregarse de un centro con el que no sólo estaban vinculadas por lazos de sangre e intereses varios sino al que, en la dimensión simbólica representada por la Corona, profesaban sincera y profunda veneración. No obstante, el elemento rupturista adquirió mayor importancia conforme se precipitaban los hechos en la propia España. Como suele suceder tratándose de política, el entramado de discurso y acción en el crucial año de 1810 solía combinar convicciones desembozadas y tácticas dictadas por la necesidad, especialmente en quienes asumieron la iniciativa (esto es, aquellos que pronto se tendrían a sí mismos por «patriotas», desenvolviéndose por lo general a contrapelo de los españoles y dos pasos por delante de los criollos conservadores). Lynch detecta indicios de semejante combinación en los decisivos hechos del 25 de mayo en Buenos Aires, por ejemplo, cuando el cabildo local decidió la formación de una junta patriótica de gobierno: se proclamaba fidelidad al «legítimo soberano» Fernando VII y se declaraba actuar en su nombre, mas para el sector tempranamente radicalizado esta era una forma conveniente de apaciguar a los afectos al continuismo monárquico y de capitalizar en su favor los restos de simpatías realistas diseminados en la población; tras la vuelta de Fernando al poder, en 1814, los patriotas porteños reconocieron no sentirse precisamente contentos. Es un caso emblemático pero no idéntico al de las otras provincias. Aunque en todas ellas –no tanto en Lima y en Cuba- germinaba la semilla del descontento, sólo en Buenos Aires se había producido un hecho tan dramático como las invasiones inglesas de 1806 y 1807, cuyo rechazo propició la cristalización de un sentimiento autonomista.

La verdad es que la independencia no hizo mucho por modificar las estructuras sociales y económicas de las ex colonias, ni puso fin a toda situación de exclusión y segregación, especialmente de base racial. En Chile, por ejemplo, la esclavitud fue tempranamente abolida; un lujo que la oligarquía local podía permitirse ya que los esclavos de raza negra eran pocos y no constituían un factor económico relevante. En cambio, se perpetuó la servidumbre representada por el inquilinaje, institución agraria que reducía al campesinado, de mayoría mestiza, a la condición de fuerza de trabajo cautiva a disposición de los terratenientes (hacendados). La escasa presencia africana fue absorbida casi sin dejar huella, mientras que la población indígena, en su mayor parte confinada en tierras meridionales, quedó al margen de todo lo que no fuese desempeñar algún papel honroso en el imaginario nacional –a través de obras literarias y de un himno nacional que idealizaban la prolongada resistencia del pueblo mapuche (araucano) al dominio español-. En los hechos, así como los beneficios de la independencia fueron social y económicamente restrictivos, la construcción del estado nacional fue un proceso hegemónico y excluyente, signado como estuvo por una fuerte conciencia de clase y etnia.

El fondo no difirió gran cosa en los demás países aunque sí, en parte, las formas. En el virreinato de Nueva Granada, cuya estructura étnico-demográfica era más compleja, se dio el caso de que las luchas por la independencia fueron particularmente violentas y tuvieron un ingrediente de guerra racial y de clases –«guerra de castas»- inexistente en el Río de la Plata o en Chile (donde mestizos e indígenas ejercieron un papel pasivo o marginal). El mismo Bolívar, que aborrecía la «albocracia», llegó a temer la amenaza de la «pardocracia» o el dominio de la masa de los así llamados «pardos» (población mestiza con componentes negros e indígenas además del español). Reclutados tanto por realistas como por patriotas, habían sido fundamentales en la contienda y su solo número impedía que la élite criolla prescindiese por completo de ellos. En definitiva, las nuevas leyes republicanas suprimieron las exterioridades de la discriminación pero sólo unos pocos de entre los pardos ascendieron socialmente; la mayoría sufrió explotación económica y exclusión política y cultural. No fue otro el destino de negros e indios.

Aunque inspirada por ideas liberales, la independencia fue un proceso llevado «desde arriba» que sólo a la fuerza involucró a unas masas populares entre las que aún no había cuajado la idea de pertenecer a una comunidad nacional. (También sucedió que  el factor étnico y social hiciese de inhibidor de la causa independentista: el caso peruano, en que el estrato criollo era profundamente conservador y recelaba de cualquier cosa que pudiese provocarar una rebelión del pueblo indígena; razón por la que prefirió abstenerse de toda iniciativa que pudiese perjudicar el dominio español.)   A la rígida estructura de castas de la época colonial sucedió una estratificación también muy vertical, con unas élites criollas que monopolizaron el poder en todas sus dimensiones. En este contexto, no era extraño que monopolizasen en lo sucesivo la construcción del estado y la identidad nacionales.

– John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826. Ariel, Barcelona, 2008. 382 pp.

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21 comentarios en “LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS, 1808-1826 – John Lynch

  1. ARIODANTE dice:

    Amplísima y detalladísima reseña, Rodri. Curiosamente, las novelas que he leído de Luis Delgado coinciden con la época de los primeros intentos independentistas, y concretamente, la rebelión de Buenos Aires. ¿Qué dice Lynch de la intervención británica, que siendo aliados de España contra Napoleón en la península, allá en América favorecían los movimientos independentistas?

  2. Urogallo dice:

    Rodrigo vuelve a cometer su habitual error de mejorar el libro que reseña centrando la cuestión y enfocándola de un modo mucho más objetivo que el propio autor.

    Es un gran libro, no cabe ninguna duda. Un libro muy interesante desde el punto de vista español, ya que afronta las independencias sudamericanas desde la perspectiva nativa, con una práctica ausencia de las políticas y acciones de los españoles, excepto en el caso forzoso del Perú.

    Su inicio, con una descripción bastante interesante del proceso de consolidación imperial borbónico, destinado a una explotación más racional de los reinos sudamericanos ( Revertidos en provincias, como mucho) afirma lo que luego niega, y que tan bien expone Rodrigo: La existencia evidente de un desagrado profundo que dificilmente se habría podido plantear como independentismo a principios del XIX de no ser por la oportunidad que dió la práctica desaparición de la España Europea.

    Aún no he podido terminar el libro, y desde luego lo recomiendo por lo interesante del enfoque, pero también advierto, que no es precisamente imparcial.

    Así, los emigrantes del norte peninsular llevaron a américa sus «caracteres típicos». A saber, entre otros, la avaricia.

    Luego los canarios ( en cursiva) son descritos como la orgullosa ( u otro adjetivo parecido) corte de Monteverde, un oficial, que como todos los oficiales españoles es descrito en los términos màs agresivos.

    Ni que decir tiene que el autor consigue encontrar numerosas medidas concretas tomadas contra los españoles, como incautaciones, expulsiones y la ya famosa guerra a muerte. De las medidas equivalentes de los españoles solo consigue aportar vaguedades.

    En cualquier caso, es un complemento perfecto a la escasa bibliografia sobre un acontecimiento tan decisivo como olvidado en nuestro país. ( Bueno, menuda novedad).

  3. Rodrigo dice:

    Pues no abunda mucho en ese aspecto de la cuestión, Ario. Un déficit, el que sería más censurable si se tratase de un libro de mil páginas (por ejemplo).

    Je, Uro. Ya sabes que en el papel de reseñador uno se ve obligado a “centrar la cuestión” pero vamos, ¿cabe decir del libro que resulte descentrado, disperso o algo por el estilo?

    A mí por el contrario me parece bastante imparcial. Aparte de incurrir en contadísimos estereotipos como los que mencionas, que sí me rechinaron, Lynch no pinta en absoluto un cuadro negro de los españoles ni uno dorado de los hispanoamericanos. Ahora bien, si te refieres a que el tema está visto desde el punto de vista americano, desde luego que es así pero esto Lynch lo deja en claro ya en la primera página, en el prefacio. El enfoque apunta explícitamente al movimiento independentista como un proceso creador de nuevas naciones, en vez de uno disolvente de un imperio. No es precisamente un sesgo pernicioso sino eso, un punto de vista, por demás harto coherente en el caso de acontecimientos fundacionales de este tipo.

    No tengo muy claro lo de la contradicción a que aludes. ¿El caso de Buenos Aires? Parece ser que hubo ahí un núcleo de patriotas tempranamente radicalizados que aspiraban desde el inicio a la independencia. No es el caso de Chile, en que salvo un par de excepciones la oligarquía criolla era decididamente conservadora, por lo que el movimiento fue en general más moderado.

  4. Urogallo dice:

    En absoluto disperso, pero si contradictorio. Reducir el precedente de la independencia a la manida frase recogida por Humboldt me parece un fundamento limitadísimo para una tesis, que además es evidentemente tendenciosa, puesto que queda claro del propio estudio del autor que la «proto-nacionalidad» existía, y era tan evidente que hasta los ministros de Madrid eran capaces de reconocerla, por lo que los independentistas jamás se vieron como «Americanos» sino como Chilenos, Rioplatenses…etc.

    La cuestión de las tendencias del autor no son tan evidentes en la caracterización del esfuerzo «pacificador» realista como «fracaso»,»sin salida»,»no aporta nada», «no ofrece nada» como en la ausencia permanente de la intervención realista misma. Solo en el caso del Alto Perú parece aceptar que los españoles si tuvieron importancia en el proceso. Perú, el gran bastión realista, aparece desdibujado. La actuación de Abascal, modernizando al Perú, incluso en oposicion a los supuestos intereses de sometimiento y atraso de los que Lynch habla, no aparecen por ningún lado. El gran ejército peruano de Abascal, y su organización de un estado embrionario que lo sostuviese, no aparecen por ningún lado más que como referencia a las campañas contra el Alto Perú.

    Vamos con la contradicción: En el caso de Buenos Aires detalla cuidadosamente que los criollos decretaron diversas medidas incautatorias contra los españoles, medidas que justifica ante la falta de metálico. En citas posteriores en Chile y Venezuela hace referencia a las medidas represivas españolas, pero sin dar ejemplos concretos. Solo a la incautación de dos haciendas de Bolívar en Venezuela como acto de represalia.

    Yo creo que la tendencia del autor está clara, no en el planteamiento general de la aparición organizada de nuevas naciones, antes que en revueltas descontroladas y expontáneas, que es correcto, sino en su visión sesgada del proceso.

    Pero en todo caso, un libro muy interesante, indudablemente.

  5. @lfredo dice:

    Leo en la reseña: «En el virreinato de Nueva Granada, cuya estructura étnico-demográfica era más compleja, se dio el caso de que las luchas por la independencia fueron particularmente violentas y tuvieron un ingrediente de guerra racial y de clases –«guerra de castas»-»

    Aquí evidentemente hay un error de contexto, que ignoro si está en el libro de Lynch o es atribuible al quien escribió la reseña, y es que donde ocurrió esa guerra de castas fue en La Capitanía General de Venezuela (cuyo mayores exponentes fueron la llamada Guerra a muerte y Boves), que desde 1742 ya era una entidad separada del Virreinato de la Nueva Granada. En la Nueva Granada la guerra de independencia nunca tuvo la connotación étnca ni social que se sufrió en Venezuela.

  6. Rodrigo dice:

    En el primer punto me parece que exageras, Uro. Da la impresión de que Lynch construyese toda una tesis sobre la sola frase de Humboldt y esto no es en absoluto así. Lynch cita a Humboldt como podría haber citado a cualquier otro contemporáneo que hubiese formulado una observación ilustrativa sobre el estado mental de la época. El sentimiento regionalista o proto-nacional es sólo uno de los antecedentes de la independencia considerados por Lynch, quien vuelve sobre él más adelante y lo desarrolla de modo convincente: literatura patriótica de los jesuitas exiliados, intelectuales criollos en los que germinaba una conciencia nacional, la respuesta a los naturalistas europeos y su idea de la inferioridad de la naturaleza americana. No sólo Humboldt, también los chilenos Lacunza, Molina, Egaña y otros, mexicanos como Clavijero y Cavo, etc. Lo cierto es que Lynch no reduce todo el fenómeno de la independencia a un sentir nacionalista en pañales, y que su tesis sobre el particular no es tendenciosa sino muy veraz, puesto que la literatura –tanto la de la época como la historiográfica, al menos la chilena que yo conozco- confirma la existencia de ese orgullo patriótico y de ese sentimiento proto-nacionalista.

    No percibo ausencia permanente de la intervención realista sino coherencia con el punto de vista asumido, que es el de los independentistas. Con seguridad el cuadro hubiese quedado más completo si hubiese profundizado en el papel de Abascal, qué diablos. Pero sí hace referencia a la presencia de un gran ejército realista en el Perú, un factor a considerar en una situación inestable con varios actores decisivos de por medio. Esto contradice la idea de una omisión total y dice bastante en un contexto ajeno al de la historia militar.

    En el punto siguiente no detecto contradicción alguna, la verdad. Lynch sí que hace referencia explícita a represalias por el bando realista. En el caso del Perú, pone el ejemplo de la represión de Ica por el coronel Santalla (cita su vengativa orden circular) y refiere pueblos y haciendas que fueron arrasados (Cangallo, Tarma). En Venezuela, patriotas que fueron ejecutados, confiscación y venta de bienes de los rebeldes (da algunas cifras y nombres, no sólo Bolívar). Pero aunque sólo hubiese estricta generalización de un lado y datos específicos del otro, en materia de represalias, no daría pie para hablar de contradicción puesto que son cuestiones que se trata por separado, y no hay de por medio una tesis que se pretenda demostrar con información puntual de tipo comparativo (represalias de los realistas vs. represalias de los patriotas). Francamente, Uro, no sé hasta qué punto un estudio generalista como éste puede generar expectativas sobre aspectos tan específicos. Menos tratándose de uno de los primeros análisis globales sobre el tema de las independencias hispanoamericanas.

  7. Urogallo dice:

    Lo que en realidad da la razón al argumento mayor, existía una proto-chilenidad, o una proto-mejicanidad ( No encuentra el autor demasiados ejemplos de otros lares, aparte de alguna mención a textos peruanos) que casan mal con la frase de Humboldt, que suena a sentencia lapidaria buena para textos de frases.

    Aquí vuelvo a mencionar lo de antes, y en realidad apoyo a Lynch, existían tendencias nacionales en pañales, lo que niego es la tesis de la «americanidad» basada en una frase suelta de un cientifico que pasa una tiempo limitado en la zona.

    En realidad dice más de la presencia del ejercito del Perù, como comentaba, en relación al Río de la Plata que al propio Perú. La base de ese ejército en forma de oficiales, provisiones, suministros…también tuvo su importancia, y Lynch despacha el asunto Perú como un convidado de piedra a la actuación de San Martin ( Divinizado por el autor) y a las conjuras de un puñado de ex-realistas ( Torre Tagle, por ejemplo).

    Indudablemente será uno de los primeros análisis globales, pero entiéndo que habrá cientos de análisis locales por países, y como te decía antes, las represalias realistas siempre aparecen desdibujadas, fruto de esa violencia brutal que se atribuye a todos los comandantes realistas ( Boves de nuevo, como una caricatura, Monteverde como un tirano con suerte), que no ha sido ordenada por su comandantes, y que el autor pretende que sea equiparable, o incluso superior, a la fria y permanente táctica de represión de los nuevos estados que no deja de justificar en ningún momento.

    Pero una vez más, volvemos a lo mismo. La consideración general del libro es positiva, sin dejar de resaltar sus carencias.

  8. Rodrigo dice:

    Creo que estás distorsionando, Uro. Lynch NO construye una tesis a partir de la frase de Humboldt, ésta sólo le sirve de ejemplo –sobradamente pertinente- al que luego añade otros. Es el clásico ejercicio de citar a una autoridad reconocida a modo de ilustración de una idea, formalmente impecable en este caso.

    Como dices, se trata de tendencias nacionales en pañales, por tanto aún ambiguas, no del todo definidas ni claramente perfiladas. La ambigüedad de este particularismo no se contradice con la existencia de un sentimiento americanista o de comunidad entre las colonias, sigue siendo particularismo identitario. Lo decisivo es el ingrediente de la autoafirmación y del distanciamiento de lo español en el plano de los imaginarios y las identidades, ingrediente sobre el que hay bastante evidencia. Lynch habla de un proceso de enajenación por el que los hispanoamericanos adquirían conciencia de sí, de su cultura y de sus recursos, y luego cita a Humboldt. Dice Lynch: “Esta creciente conciencia de sí movió a Alexander von Humboldt a observar: «Los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la Paz de Versalles, y especialmente desde 1789, se les oye decir muchas veces con orgullo: Yo no soy español, soy americano, palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento»[…]”. Hubo un proceso de enajenación, existía un sentimiento protonacional en desarrollo, había una dosis de resentimiento entre los criollos, el proceso de independencia fue precipitado por un choque externo. No veo dónde está el problema, menos si consideramos que este solo párrafo no agota toda la comprensión del tema por parte del autor.

    No hay divinización sino elogio de San Martín. Lo siento pero sucede que San Martín ES admirable. Y sobre Perú dice mucho más que sólo eso. Está muy claro en el planteamiento del autor que fue el bastión del realismo por excelencia en Sudamérica.

    Precisamente porque hay abundante literatura sobre cada país es que no hay necesidad de explayarse al dedillo en cada arista o tema específico en un estudio global como éste. La historiografía chilena por ejemplo, partiendo por Barros Arana, Amunátegui y Encina, sí detalla el tema de las represalias realistas en tiempo de la Reconquista. Y no hallo en Lynch nada como una equiparación a la que aludes. Tampoco hay una idealización del proceso de independencia ni del papel de los patriotas, como no hay demonización de españoles o realistas.

  9. Urogallo dice:

    Me temo que no. En todo caso si exceptuamos esa frase, los antecedentes independentistas simplemente no existen en amplias zonas, o Lynch no puede aportar nada excepto en el caso de los autores mencionados, que no cubren ni mucho menos todo el territorio. Y creo que no, no es una autoridad reconocida, a menos que un viaje de Lynch y unas cuantas visitas a elites locales se puedan reconocer como una tendencia general para la cual no veo capacitado al insigne ciéntifico.

    Respecto a la cuestión de la «americanidad» yo diría que el libro precisamente ataca lo contrario, incluso dentro del ambito reducido del Rio de la plata ya resulta evidente que las necesidades comerciales de cada territorio chocan con las de los demás. Lynch si ve claramente que cada provincia necesitaba un comercio libre con el resto del mundo y al margen de las limitaciones e imposiciones de los ciclos regionales.

    ¿San Martín ES admirable? Entonces si compartes los calificativos generosamente vertidos por el autor no tengo mucho más que aportar a la cuestión.

    Si existe una demonización permanente de los realistas, y el caso de Perú es evidente, donde todas las realizaciones de Abascal se limitan a recoger todos los comentarios despectivos de este contra los americanos. No veo que se dedique a lo mismo en el caso de los lideres insurgentes. Los oficiales realistas siempre aparecen bajo el peor prisma posible, como poco menos que bandoleros y saqueadores, y en general se repite una y otra vez que España ya no podía ofrecer nada a las americas, que carecía de proyecto, de soluciones…

    Me temo que Lynch toma partido en todo el libro, y esto no afecta sin duda al 90% del texto, que relata unos hechos objetivos, pero creo que se podría haber ahorrado todo el rosario de calificativos, bastante generosamente vertidos.

  10. Urogallo dice:

    Viaje de Humboldt, no de Lynch, sorry.

  11. Rodrigo dice:

    Es sólo una cita ilustrativa, Uro, no el fundamento exclusivo de toda una tesis. Y de hecho Humboldt SÍ es una autoridad reconocida. Difícilmente habrá un libro sobre la época que no se refiera a su viaje y sus impresiones. Como testimonio de una tendencia general –tendencia general, remarco- es de lo más pertinente.

    No estamos hablando de una monografía. En un estudio de tipo generalista no es de rigor mencionar todas las evidencias disponibles, basta con mencionar ejemplos. Es lo característico de los libros de su tipo. Es lo que hace Lynch. (No olvidemos que el libro incluye un ensayo bibliográfico; una más que sólida guía para lecturas más especializadas.) Por demás no estamos en presencia de un estudio tan basto que generalice del modo como sugieres: Lynch diferencia según regiones y especifica las particularidades del proceso en cada caso. Aparte de dejar sentadas algunas tendencias generales, en ningún momento dice que en todas partes se diesen exactamente las mismas condiciones. Focos independentistas, bastiones del realismo, zonas en que la independencia se dio por defecto (Centroamérica): todo esto consta claramente en el libro.

    Lynch no confronta un sentimiento de americanidad con una incipiente conciencia localista ni se desprende de su exposición una contradicción en este sentido. Es propio de un estado espiritual o de un imaginario en desarrollo un grado significativo de ambivalencia, con márgenes en movimiento, en este caso entre lo americano y lo más particular, lo local. Lynch habla de conciencia nacional latente, en desarrollo, emergente, en contraposición con el imaginario o conciencia de lo español. Nada que objetar.

    En efecto, comparto los calificativos del autor sobre San Martín. Como comparto la tesis de que los realistas fueron los peores propagandistas de su causa, especialmente tras el fracaso de la primera oleada independentista. En el caso del proceso chileno, difícilmente pueda decirse algo positivo del papel de Abascal ni de la causa realista en general.

    Y bueno, si ser coherente con el punto de vista de la fundación de las repúblicas hispanoamericanas significa tomar partido, OK, Lynch toma partido.

  12. Urogallo dice:

    Bueno, tampoco hay que perderse en el detalle, obviamente, el libro es bueno y hay que valorarlo como tal. Todo es cuestión de planteamiento y el propio Lynch lo reconoce en el prólogo: Es el suyo, equivocado o no, y es el que tiene. Que es anti-español…Pues que se le va a hacer.

    Y como la historia la escriben los vencedores, es obvio que no habrá muchos testimonios de gratitud al papel del Marqués de la Concordia Española, ni en Perú, Bolivia o Chile, está claro, aunque en definitiva cumplió con su deber y trató en lo posible de restaurar la paz del Rey.

    En fin, por lo menos tiene calle en Oviedo, algo es algo.

  13. Rodrigo dice:

    Es una opinión. Yo no lo percibo como netamente antiespañol.

    Que no se trata de reducirlo todo a partidismos, digo yo. Ni de ver contradicciones donde no las hay.

  14. Urogallo dice:

    Obviamente si todo lo que tiene que achacar al gobierno español ( Concretamente al borbónico o a las juntas) es negativo, es que es anti-español.

    Puede tener razón si analiza los hechos y fundamenta la cuestión, pero la proliferación de epítetos para mí no puede calificarse más que como tendenciosa, sobre todo cuando hurta la cuestión principal a través de la omisión de cuales eran esos planes españoles fracasados.

    De todas formas la diversidad de valoraciones tampoco es, per se, negativa.

  15. Tasos dice:

    Exhaustiva y elaborada reseña, Rodrigo, sobre un libro sobre el que estoy dudando si comprar o no; me parece que sí caerá, aunque sólo sea porque tiene el mérito «de haber sido el primer estudio verdaderamente global del movimiento emancipatorio».
    ¿Ha sido revisado y actualizado en algún momento?

    Sobre la disgregación tras la emancipación fue una pena el fracaso de proyectos como el de la Gran Colombia…

    Durante el XVIII (y luego principios del XIX) me imagino que en el ánimo criollo irían haciendo mella las ideas enciclopedistas, el ejemplo de las Trece colonias, la Revolución francesa, las trabas comerciales, la imposibilidad de todo español nacido en América (criollo) para desempeñar cualquier cargo de responsabilidad, la ruptura del cordón umbilical que representaba la Real Armada, la suficiencia defensiva demostrada en El Plata, la invasión napoleónica de España, el consecuente desgobierno, el anticonstitucionalismo fernandino…etc.

    En el caso del conservadurismo y de la fidelidad del Virreinato del Perú ¿no tendría peso el no tan lejano levantamiento de Tupac Amaru?

    Agradecido de antemano, Rodrigo; gracias por traernos un tema tan interesante y poco tratado, al menos en España.

  16. Rodrigo dice:

    Uro, muy buen punto.

    Tasos, creo que la última actualización data de 1989. Aciertas en cuanto a lo del levantamiento de Túpac Amaru; un asunto al que sí se refiere Lynch, quien establece que la presión india –en el siglo XVIII hubo muchos levantamientos indígenas- fomentó el conservadurismo de los criollos y los persuadió de aceptar la dominación española. Y sí, los que mencionas son factores importantes, precisando de todos modos que la revolución francesa tuvo un impacto más negativo que positivo; lo contrario de la rebelión de las trece colonias, que sí sirvieron de ejemplo.

  17. Urogallo dice:

    Me gustó el enfoque de Lynch del conservadurismo peruano, pero no termina de convencerme.

    Por ejemplo, en otros autores prima más la idea «Imperial» de Perú, donde sus élites, posiblemente seducidas por Abascal, que operaba sobre un campo abonado, veían la posibilidad de recuperar el control pleno sobre territorios que consideraban propios, es decir, prácticamente el Virreinato original ( Que abarcaba toda la sudamerica española propiamente dicha). Abascal le devolvió al Perú el control de territorios que consideraba imprescindibles, a saber: Chile y Alto Perú, y por eso me inclino a pensar que había altas dosis de «posibilismo» en la postura realista de los Peruanos.

    No me parece casual que cuando se rompe su fidelidad a la corona se den dos hechos simultaneos: La invasión de San Martín, que deja claro que un Perú realista solo podría mantener unas fronteras menguadas y el trienio liberal, que quizás tuvo la misma influencia que el hecho anterior.

    El abandono criollo del bando realista en Perú fué aplastante cuando se produjo, y así hay muchas menciones de la ausencia casi completa de «blancos americanos» en el ejército realista que es vencido en Ayacucho. ( Aunque últimamente los anglosajones afirman que fué solo la representación pactada de una derrota, una escenificación que salvase el honor de los oficiales españoles, que ya se habían rendido a sus compañeros masones americanos).

  18. Marco dice:

    Urogallo: Muchas gracias por aportar tu parecer y defender tus puntos de vista tan acertadamente. Me has ahorrado tener que pagar por un libro cuya lectura estoy seguro iba a sentarme mal. Estoy cansado de esta nueva tendencia que, sin tener en cuenta el contexto histórico existente en cada momento, trata de denigrar los méritos de una nación y unas personas que simplemente cumplieron con lo que les tocó y, en general, de manera mucho más acertada que lo hicieron otros coetáneos en otros lugares del mundo.
    Esperemos que esto empiece a cambiar pronto. Saludos

  19. Urogallo dice:

    De nada. Siendo siempre imposible la objetividad en la historía, emplear calificativos alegremente aleja todavía más algunas obras del ideal final.

  20. ruben dice:

    muy buen resumen de las ideas centrales de Linch. me vino bárbaro porque tengo que hacer un trabajo ah siy estudiante de historia

  21. testudo dice:

    No creo que se denigre a nadie en particular , esta obra explica las razones , fundamentalmente económicas , que llevaron a las clases pudientes a independizarse , dado que españa no tenía nada que ofrecer , una vez libres se dividieron también en distintas naciones por tener distinta economía y para no verse dependiendo de otra metrópoli ; el término revolución en el título no me parece oportuno por no haber cambios sociales , siguió la esclavitud y los indios permanecieron ninguneados , finalmente los mismos perros con distinto collar .

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