LADRONES DE LIBROS. EL SAQUEO NAZI DE LAS BIBLIOTECAS EUROPEAS Y LA LUCHA POR RECUPERAR LA HERENCIA LITERARIA – Anders Rydell

“Es necesario profundizar en los escritos de nuestros enemigos ideológicos para entender cuáles son sus armas espirituales”.

Franz Six, comandante del Departamento AMT II de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA).

En la película Alien, el octavo pasajero, un ente alienígena amenazaba la supervivencia de los tripulantes de la nave Nostromo y por esa razón todos deseaban destruirlo. Todos excepto uno de ellos, que hizo lo posible por preservar la vida del ser extraterrestre. ¿Por qué actuó de ese modo? En la película queda claro: no por benevolencia sino para estudiarlo, y de ese modo aprender de él. Algo parecido, aunque invirtiendo los papeles de los “buenos” y los “malos”, y con un sentido bastante más retorcido y terrible, se podría aplicar a la Alemania nazi cuando se enfrentó a lo que ellos llamaban “la amenaza judía”:  Hitler pretendía, como es sabido, exterminar a los judíos; pero lo que no es tan conocido es que también se esforzó por recabar toda la información posible sobre la historia y cultura hebreas.

La quema de libros que se produjo en la Opernplatz de Berlín el 10 de mayo de 1933 ha quedado para la posteridad como un símbolo de opresión política y cultural, del salvajismo irracional y bárbaro de los regímenes totalitarios, y nos ha brindado una imagen según la cual los nazis son individuos brutos, incultos, poco dados a la reflexión, que difícilmente tiene inquietudes intelectuales y tan solo se preocupan de sembrar muerte y destrucción. Sin embargo, incluso los nazis se percataron de que había un dominio superior al de destruir la palabra escrita: el dominio de poseerla y controlarla. Esto es lo que afirma Anders Rydell en la introducción de Ladrones de libros, cuyas más de 300 páginas están dedicadas a plasmar el enorme expolio cultural que llevaron a cabo los nazis en sus territorios ocupados, una incautación de libros robados de bibliotecas públicas y privadas cuyo número, a pesar de ser literalmente incalculable, sin duda se debería contar por millones. ¿Y con qué objetivo? Desde luego, no por afán de conocimientos; Rydell lo expresa muy bien:

Los nazis no aspiraban a la permanencia mediante el exterminio de la herencia literaria y cultural de sus adversarios; deseaban robarla, apropiársela y retorcerla, hacer que las bibliotecas y archivos, herencia y memoria, se volvieran contra sus dueños y poder reescribir, ellos, la historia de sus enemigos.

La historia la escriben los vencedores, y los nazis estaban tan convencidos de la victoria final que quisieron empezar a (re)escribir el pasado del derrotado pueblo judío desde el primer momento del conflicto. Se produjeron, sí, quemas de libros, destrucciones masivas de bibliotecas y fondos bibliográficos, saqueos de archivos documentales… Pero todo ello tuvo el efecto de enmascarar el robo de cientos de miles de ejemplares de libros judíos, una apropiación descarada que, para bien o para mal, dejaba tras de sí la evidencia de que los nazis no eran unos bárbaros salvajes sino que pretendían reescribir la historia y construir una intelectualidad a su medida. La compleja y perfectamente engrasada maquinaria administrativa nazi creó departamentos y unidades destinadas a ese fin. Se constituyó una biblioteca en la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) cuyo propósito fue recopilar publicaciones y archivos que pudieran ayudar a conocer a fondo a los enemigos de la nación; y estos no eran solo, como indica Rydell, los judíos: también los bolcheviques, masones, católicos, polacos, homosexuales, romaníes, testigos de Jehová y otras minorías. El coordinador de todos esos esfuerzos fue Alfred Rosenberg, alto mando en la jerarquía militar alemana e ideólogo oficial del partido nazi. Rosenberg recibió la orden de incautar en los territorios ocupados objetos culturales valiosos considerados como “propiedad judía sin dueño”, y buscar en bibliotecas y archivos públicos material de valor para Alemania. El argumento esgrimido por Rosenberg para justificar que algo judío pudiera ser importante para los intereses nazis era de lo más retorcido: el exterminio del pueblo judío no pretendía acabar con su memoria, antes al contrario, el judío sería preservado como un enemigo histórico y simbólico:

Un día podría llegar una generación, incluso en un futuro nacionalsocialista, que los juzgara. Por esa razón, para justificar sus actos, había que preservar la historia de los judíos, su importancia y sus crímenes y la guerra despiadada que habían “forzado” a librar al pueblo alemán. Ese fue el motivo por el que las bibliotecas, los archivos y los materiales importantes de la cultura judía fueron saqueados pero no destruidos. Eran necesarios para escribir la historia de la batalla milenaria y la victoria final.

Rosenberg se propuso llevar a cabo un “lavado de cerebro” al pueblo alemán para que comprendiera, como él mismo comprendía, la naturaleza maligna de la raza hebrea. Dice Rydell que cuando los nazis llegaron al poder, el sistema escolar y universitario alemán era el mejor del mundo (el autor recoge un dato significativo: hasta 1933 Alemania era el país con más premios Nobel, cerca de 40), pero el adoctrinamiento a que sometió Rosenberg a la población revertió esa situación, un adoctrinamiento que inculcaba falsedades apoyadas en documentos tales como Los protocolos de los sabios de Sion; este texto era la supuesta acta de una reunión secreta mantenida en 1897 por judíos de gran poder e influencia, que se proponían dominar el mundo en secreto. Los protocolos de los sabios de Sion comenzó a circular por Alemania en el período de entreguerras, e influyó enormemente en la formación del pensamiento de Rosenberg, así como la idea de que el bolchevismo era tan perjudicial para Alemania como el cristianismo lo fue para el Imperio Romano.

Ladrones de libros ofrece al lector la investigación / periplo que realizó Rydell por todos los rincones de la Europa que ocuparon los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, presentando las pequeñas y grandes historias que en cada lugar sucedieron y afectaron a las bibliotecas, archivos, etc. del pueblo judío. En este sentido, los nazis hicieron estragos en infinidad de lugares: Francia, Polonia, la propia Alemania, Roma, Tesalónica… Los 50.000 volúmenes de la Alliance Israélite Universelle, organización creada a mediados del siglo XIX para ayudar en su integración a los judíos que vivían en los diferentes países del mundo, fueron empaquetados y trasladados de París a Frankfurt, al recién creado por Rosenberg Institut zur Erforschung der Judenfrage (Instituto para el estudio de la cuestión judía). También se llevaron de París la Bibliothèque Russe Tourguenev, la Polonaise… Tras la invasión de la vecina Polonia y en los años siguientes, el 90% de las colecciones polacas fueron saqueadas y el 70% del patrimonio bibliográfico destituido o robado; se cree que 15 de los 22,5 millones de libros que había en el país se perdieron, entre saqueos, robos y destrucciones. En la Unión Soviética se baraja la cifra de 100 millones de libros destruidos o robados. En Ucrania se destruyeron 50 millones de libros durante la guerra. La importante comunidad judía de Tesalónica fue desmantelada, y el mayor cementerio judío de Europa, situado en dicha ciudad, arrasado. Las bibliotecas masónicas de la Europa ocupada también fueron escamoteadas, no en vano los masones eran considerados enemigos del estado alemán (corriendo un tupido velo sobre el hecho de que Goethe, emblema de la nación, había sido masón).

A menudo los nazis necesitaban reclutar personal especializado que les ayudara a identificar, de entre toda la bibliografía judía disponible en las bibliotecas, el material valioso. Estas personas especializadas no eran otras que los propios judíos, forzados a realizar la abominable tarea de condenar al fuego los libros menos importantes, y entregar a los nazis las obras de mayor valor, contribuyendo de ese modo a la investigación que pretendía, básicamente, justificar el Holocausto. Como bien apunta Rydell, “o ayudaban a los nazis y ‘salvaban’ los libros más valiosos, o se negaban y tenían que ver cómo se perdían estas obras”. El autor relata la historia de la llamada Brigada del Papel que se creó en la ciudad de Vilna (entonces en Polonia, actualmente en Lituania) y que se atrevió a rescatar clandestinamente de la purga alemana libros valiosos y pasarlos al gheto judío. Uno de sus miembros escribió:

“Otros judíos nos miraban como si estuviéramos locos. Muchos de ellos metían comida en el gheto en la ropa y las botas, pero nosotros pasábamos libros, papeles y a veces una Torá”.

Sin embargo, el aspecto fundamental que pretende destacar Ladrones de libros, como si no fuera suficiente el de dejar constancia del expolio de libros más grande del mundo, es el esfuerzo de numerosas personas y entidades (numerosas y, sin embargo, extremadamente insuficientes) por restaurar esos libros a su origen, es decir: devolverlos a sus auténticos propietarios (o al menos, a sus descendientes). De hecho, el libro comienza y acaba con el viaje que el propio autor, emocionado, lleva a cabo para devolver un pequeño libro a la nieta de quien fue su dueño. Comenta Rydell que entre 2009 y 2014 se devolvieron 500 libros; apenas una gota de agua en el océano. Las investigaciones son arduas y con frecuencia infructuosas, las pistas a seguir a menudo brillan por su ausencia, y el número de libros por retornar es enorme. ¿Por qué este esfuerzo en una tarea inabarcable, un trabajo que llevará décadas y que a menudo no se ve recompensado con el hallazgo de un destinatario a quien retornar el ejemplar? Nadie puede aventurar los libros robados que se esconden actualmente en las bibliotecas alemanas, o incluso en otros lugares del mundo (Estados Unidos, Rusia…), diseminados por los azares de una guerra de escala mundial. Los libros no llaman la atención de los medios, como sí lo hacen las obras de arte robadas; devolver un libro robado a un particular no interesa; y sin embargo, tienen un valor emotivo incalculable, porque con frecuencia son el único recuerdo tangible que queda de quienes fueron violentados y exterminados en el holocausto. Pero además de esta razón, existe otra intrínseca al propio objeto físico y a su contenido, que explica también, entre otras cosas, por qué los nazis realizaron el saqueo, o por qué la Brigada del Papel se jugó la vida en la ocupada ciudad de Vilna tratando de poner libros a salvo en el interior del gheto judío. Como dice uno de los testimonios recogidos por Rydell:

“Los nazis sabían lo importante que eran los libros para los judíos. Leer te convierte en ser humano. Si te los arrebatan, también te roban tus pensamientos».

Robándoles sus libros, los nazis pretendían que los judíos dejaran de ser seres humanos. Al devolverlos, se recupera una parte de su recuerdo y se les devuelve al estatus de seres humanos que, en realidad, jamás perdieron ellos sino sus expoliadores.

Por último, no es un dato menor señalar que el libro de Rydell ha ganado el premio a la Mejor Obra de no Ficción 2022 en los XIII Premios de Literatura Histórica Hislibris.

 

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Anders Rydell, Ladrones de libros. El saqueo nazi de las bibliotecas europeas y la lucha por recuperar la herencia literaria (traducción de Ana H. Deza). Madrid, Desperta Ferro Ediciones, 2022, 340 páginas.

     

5 comentarios en “LADRONES DE LIBROS. EL SAQUEO NAZI DE LAS BIBLIOTECAS EUROPEAS Y LA LUCHA POR RECUPERAR LA HERENCIA LITERARIA – Anders Rydell

  1. Iñigo dice:

    Magnífica reseña de un magnífico libro… Con permiso, aporto mi pequeño granito de arena desde mi blog https://elpuentelejano.blogspot.com/2023/05/los-ladrones-de-libros-anders-rydell.html

  2. Farsalia dice:

    Fantástico libro y estupenda reseña…

  3. cavilius dice:

    Un libro magnífico, sí. Contribuye a recordarnos que los nazis no solo quisieron destruir la verdad, sino que también buscaron retorcerla; lo primero, la destrucción, es fruto de la maldad; la tergiversación, en cambio, lo es de una inteligencia perversa. Los nazis no eran tontos.

    1. Farsalia dice:

      No, de tontos no tenían un pelo; me viene a la cabeza el volumen de Christian Ingrao, Creer y destruir. Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS (Acantilado, 2017) y el perfil intelectual, universitario, de muchos miembros del SD y de las SS. Claro que me temo que abundarían más los brutotes camisas pardas…

  4. Juan dice:

    El saqueo cultural napoleónico de Italia y España. El expolio cultural británico de Grecia y Oriente Próximo…

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