LA INDIA DE KIPLING – Manjula Balakrishnan
«Los anglosajones estaban al margen del pecado original».
La tesis del libro es sencilla: Kipling apenas conoció la India y la imagen que transmitió fue la de un colonizador. Un inglés que habÃa hecho algo de turismo, y que luego se dedicó a reciclar conocimientos pasados o puramente literarios en la forma que pudiese favorecer mejor la imagen idealizada del imperialismo.  Kipling, el cipayo, entregó a la India como sacrificio ante la fe en el Imperio.Â
Asà pues, la autora trata de aplicarle a Kipling el mismo tratamiento que ella considera que el autor aplicó a la India: Considerarle infantil, ingenuo, incapaz de un razonamiento correcto y pleno.  Alguien que estaba muy lejos de tener una perspectiva adulta. Y posiblemente Kipling se explica desde perspectivas más complejas, igual que la India. Una cosa no impide la otra.
Kipling pasó muy poco tiempo en la India. Se le envió de niño a Inglaterra y volvió durante unos pocos años, donde realmente solo frecuentó los ambientes de élite, los salones de los privilegiados que gobernaban el inmenso Raj. Se convirtió de inmediato en un periodista de éxito, y el éxito literario que ambicionaba sólo podÃa obtenerlo en Londres, el lugar donde la admiración de sus iguales era realmente valiosa. El mismo catalogaba el Raj como una vida de segunda categorÃa.
Asà pues su propia visión de lo que constituÃa el paÃs quedó muy mediatizada por esa visión privilegiada, por una perspectiva engañosa que es la de quién contempla el mundo desde arriba, pero que además lo contempla con la visión del funcionario colonial, que sólo entiende su destino como algo temporal. Cómo un trámite.
¿Pero podÃa Kipling comportarse de otra forma? O mejor dicho. ¿HabrÃa sido Kipling famoso de haber tomado otra perspectiva? Su literatura era de consumo masivo. Su género privilegiado el cuento. Su recurso el exotismo.
Kipling no podÃa ser de otra forma, y la India que describió tenÃa tantas posibilidades de ser real como la Edad Media de Shakespeare. Es decir, muchas, pero con limitaciones.
Y es que la literatura, es literatura.
«Pregunta si somos dioses» «Dile que somos ingleses… que es lo mismo» (El hombre que pudo reinar)
Muy interesante. Abunda por lo que se ve en el resabido tamiz imperialista y etnocéntrico de la obra de Kipling. Y es cierto que apenas cabe imaginar otra cosa que Kipling escribiendo bajo ese sesgo.
Lo adecuado, claro, es juzgar su obra evitando los anacronismos… La verdad es que ni aun asà llega a gustarme.
Como siempre conciso y rotundo. Es bueno saber que la autodeificación de los conquistadores no es vicio exclusivo de los españoles. Un saludo.
Sigues tu lÃnea de reseñas breves y concisas, Uro. Efectivamente, Kipling conoció una parte de la India, solo. Pero Kipling, digáis lo que digáis, tiene algunos de los mejores relatos que he leÃdo. Julio Verne apenas salió de Francia. Y mirad lo que escribió.
Y sigo recordándome que tengo que leer algo de Kipling. Con lo liado que ando y la pila que tengo me da que seguiré recordándomelo una buena temporada más, pero a ver si le pongo remedio. Sin duda lo rodea la polémica sobre su visión de la India.
Es que es un libro muy breve, un estudio que más parece la unión de un puñado de artÃculos para publicar un libro.
Curiosamente, Dan Simmons pone en boca de dos personajes de «La canción de Kali» esa oposición: El cipayo del imperio, que escribÃa propaganda y uno de los mejores autores de relatos de la historia, un autor con un absoluto dominio de la extensión y los condicionantes del relato breve: ¡El cuento!
¡Muy bien Balbo! ¡Ese es el espÃritu!
Yo siempre he querido leer a Kim, pero Dan Simmons recomienda especialmente «El puente». Habrá que tenerlo en cuenta.
InteresantÃsimo, Urogallo. Kipling llegó a ser un mito en vida, el cantor por excelencia del «glorioso» imperialismo británico. Imagino que un ensayo como este no les hará mucha gracia a los nostálgicos ingleses. Pero coincido contigo: si Kipling hubiera contado otra India, probablemente hoy no le conocerÃa nadie. Si triunfó fue porque decÃa lo que todos querÃan oÃr: que la India era un vastÃsimo continente repleto de exotismo… y que los británicos eran los únicos capacitados para gobernarlo.
Cierto, Fran, lo que dices de Kipling. Pero creo que también es un autor que ha sufrido del resentimiento de otros. Su obra me parece muy importante, y si leéis su autobiografÃa, veréis que su vida no fue precisamente un camino de rosas. A los indios ( y ahora pienso en la autora del libro) probablemente les duela que hayan tenido que ser los británicos los que popularizasen la India, aunque fuera de modo sesgado y por supuesto, parcial. Y que sus grandes figuras ( Tagore, Gandhi…) hayan sido antes educados en Inglaterra.hablo del siglo XIX, claro.
Obviamente la India contemporánea es otra cosa. Ya tiene sus valedores ( algunos de ellos, siguen teniendo resabios británicos, inevitablemente) en Rushdie, Arundhati Roy, Vickram Chandra, Anita y Kiran Desai, etc. De lo cual me congratulo.
Coincido con tu apreciación Ariodante. Los escritores son hijos de su tiempo y hay que contextualizarlos en su época, no en la actual. Si no fuera asÃ, creo que no podrÃamos leer el 50 por ciento de los autores que han existido. ;-)
Y por cierto ¿nadie se ha dado cuenta del nombre de la autora? La gente que conoce a Los Simpson, la conocerá. Seguro ;-)
Los gringos parecen haber tomado el relevo en cuanto a crear personajes entrañables que popularicen a la los indios. Imposible no pensar en Apu y su esposa Manjula ( buen guiño, Balbo ) de Los Simpson o en Raj de The Big bang theory. Y coincido en el punto de que a los personajes, libros y autores hay que contextualizarnos en su época.
Bravo Fran. De hecho Kipling fué tan famoso que la gente no cobraba los cheques que él firmaba…pués el autografo era mucho más valioso.
Y sÃ, era un público victoriano, hambriento de tópicos.
El Raj, una India ideal que habÃa popularizado, y que a su muerte se estaba desintegrando, en el ocaso de ese Imperio en el que tenÃa fe (el año de su muerte subió al trono el último emperador).
Ciertamente. Pero posiblemente lo justo serÃa hablar de suicidio de los gobernantes
El suicidio ya lo habÃa cometido un personaje del que Kipling fue fan: Reginald Dyer.