LA CULTURA DEL RENACIMIENTO EN ITALIA – Jacob Burckhardt
«Es necesario aquà dejar todo recelo;
toda cobardÃa es necesario que aquà muera».
El buen Jacobo, hispanófobo y racista, dedicó buena parte de su vida a un estudio exhaustivo de materiales diversos sobre el Renacimiento. Pero en lugar de abandonar la comodidad de Suiza y enfrentarse a la realidad, acaso ingrata (y sin duda papista) de la Italia de su época, optó por la más cómoda y accesible seguridad de recopilar documentación ya bien trabajada por otros para componer una obra que, al menos, tiene el mérito notable del detalle y la anécdota. Una obra llena de curiosidades y datos, asà como de valoraciones (las mejores por su racismo xenófobo son las que se refieren a los españoles) que la convierten en un texto valioso, sin duda, tanto por su contenido estricto como por lo interesante de los detalles que aporta, sin olvidar el espÃritu de cierta época y ciertos intelectuales.Â
Jacob no tiene interés (ni tiempo para esperar a que la inventasen) por la estadÃstica o por dividir el mundo que describe en categorÃas. Busca transmitir una idea a través de estudios casi independientes sobre diversos aspectos. Pero en realidad nos termina por ofrecer, divididas por materias, datos y más datos sobre la época.
¿Qué fue el Renacimiento para Jacob?
Coincido plenamente en su valoración de que la plenitud del renacimiento puede rastrearse en el siglo XIV, el Trecento. Petrarca, Giotto y Dante, pero sobre todo Dante, en estos hombres que aportan la naturaleza original de un movimiento italiano en el que la Edad Media Cristiana se deleita en buscar inspiración y placer en la Antigüedad.
¿Pero que ocurre en el Cuatrocento?  En el Cuatrocento esa inspiración original que resume La divina Comedia de forma perfecta, como la de un hombre medieval (mucho menos bárbaro de lo que se ha querido) que mira al pasado clásico para inspirarse, se convierte en mera copia, en la búsqueda permanente de la recuperación de lo clásico, lo que fosiliza el movimiento y lo convierte en una especie de helenismo.
Asà pues, el riquÃsimo caudal de inspiración que asomó en la Italia Central se agosta y se marchita muy pronto.
Pero como el ser humano vive más en el terreno de lo práctico que en el de las ideas (por mucho que nos moleste), lo que era posible en el campo de la literatura (vivir dÃa tras dÃa en lecturas repetitivas de Tito Livio y rastreando en las bibliotecas eclesiásticas nuevos fragmentos de obras de la Antigüedad) no lo era en otros. Muy especialmente en la pintura, naturalmente, pero sobre todo en un campo que es un tipo especial de arte: La polÃtica.
Los hombres del Renacimiento, o mejor dicho, sus tiranos, podÃan pasarse la vida leyendo y comentando a Livio y César. Pero su realidad era mucho más desalentadora, con sus pequeños estados, rodeados de otros estados igual de pequeños, demasiado pequeños excepto para los sueños de grandeza. La invocación del Imperio es permanente (¿no se habÃa encarnado Jesús nuestro Señor como súbdito del Imperio romano?) pero nunca termina de estar claro que imperio es ese. A los tiranos de la época les basta el sueño de coronarse reyes, ya bastante ambicioso. Por eso necesitan construir estados, regular la organización polÃtica y establecer relaciones diplomáticas. El Derecho Romano parece ofrecer notables posibilidades, ya que frente a la multiplicidad orgánica de las legislaciones medievales, permite imponer un sistema jurÃdico coherente y muy favorable a la autoridad.
Esta es, en suma, la narración de un tiempo y un lugar maravillosos.
«Allà donde el paraÃso de unos lleva para otros el nombre de infierno».
Lo tengo, pero he de admitir que solo lo he usado parcialmente para algunos trabajos, nunca lo he leÃdo de cabo a rabo. Por mi parte, coincido con tus apreciaciones, Uro. Un estudio decimonónico clásico sobre el «Renacimiento», muy influyente en su época y en las posteriores.
PD: Le falta la T final al apellido en el encabezamiento de la reseña, es Burckhardt
Aún hoy tiene el encanto de la minuciosa reconstrucción…y del atrevimiento y la arrogancia.