LA BELLA BESTIA – Alberto Vázquez-Figueroa

la-bella-bestia-9788427032507«El nazismo es el mal absoluto».

Uno de los momentos culminantes de La lista de Schindler es cuando, después de que Oskar Schindler dicta a su secretario Itzhak Stern la lista definitiva de los judíos que va a salvar de la muerte, éste sosteniendo los papeles con reverencia le dice al atribulado empresario: «¡Mire! Esta lista es el bien absoluto, esta lista es la vida. Más allá de sus márgenes se abre el abismo». Y es a mi modo de ver que este es el motivo principal de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto: la lucha entre el bien y el mal. Olvidémonos de  dioses de distinta religión, o concepciones ideológicas, y centrémonos en la eterna contienda entre el sentido correcto de la moral y la ética corrompida por la perversión. Esta lucha va más allá de estrategias militares, movimientos de tropas, ambiciones políticas o aventuras peligrosas. Se habla del concepto de lo bueno y lo malo, y ante esos términos los demás quedan subordinados a hechos temporales.

Cuesta entender cómo paso, y por qué pasó. ¿Histeria colectiva? ¿Ajustes de cuentas por hechos pasados, búsqueda de intereses personales? Han pasado más de setenta años y los historiadores todavía no se ponen de acuerdo en numerosos puntos. Pero lo que es seguro es que en el caldo de cultivo de la desesperación creado después de la Primera Guerra Mundial, en el abono de la puñalada por la espalda, surgió una nueva camada de seres abominables que con la excusa de cumplir los designios del Führer, dieron rienda suelta a sus odios y pensamientos más retorcidos y los volcaron sobre la masa informe de personas elegidas para ser erradicadas de la faz de la tierra: los judíos y las denominadas sub razas que no se atenían al concepto de ario puro. Una de estas personas que encarnaron este mal es la protagonista indirecta de la penúltima novela de Alberto Vázquez-Figueroa, La Bella Bestia (2012). ¿Quién era? Su nombre era Irma Ilde Ida Grese (Wrechen 1923 – Hamelín 1945)  más conocida como «el Ángel Rubio», «La Bella Bestia», «La Cancerbera» o «La perra de Belsen», entre otros apelativos dados por las desafortunadas prisioneras que iban camino del matadero. Hija de un lechero y una madre que no soportaban al partido nazi, y a los que obligo a uno a ir a la cárcel y a otra a suicidarse en 1936, nadie como ella ha simbolizado el fervor de ser una de las elegidas para representar las ideologías de exterminio preconizadas por Adolf Hitler. Muy pronto abandona los estudios pues quiere abrazar las ideas de la Nueva Alemania y se afilia a las Bund Deutscher Madel (Liga de la Juventud Alemana). En un principio ingresa en un sanatorio de las SS pero como no consigue el empleo de enfermera decide en 1942 presentarse voluntaria como celadora en el campo de exterminio de Ravensbrück. Esta será la primera vez que pase por allí pues a partir de 1943 comienza a viajar por varios de ellos, dejando su huella de sadismo en Auschwitz, donde consigue el puesto de oberaufseherin o supervisora de celadoras como segunda de la mítica Maria Mandel, Ravensbrück y Bergen-Belsen, en donde fue ejecutada el 15 de Abril de 1945 tras los juicios de Bergen-Belsen al ser condenada por delitos contra la humanidad. Se sabe que cuando fue atrapada nunca renegó de sus ideas nazis y se pasaba las noches cantando a gritos canciones del Partido. Cuando subió al cadalso no perdió la compostura y gritó al verdugo «¡Schnell!» (¡rápido!). En todos los campos de exterminio por los que pasó siempre ataviada con pesadas botas militares, dejó la impronta de su crueldad a base de asesinatos, torturas, sobre todo a mujeres embarazadas, tiros en la cabeza cuando paseaba y abusos sexuales en los que demostraba una clara bisexualidad pues le daba igual torturar sexualmente a mujeres como organizar orgías diarias en su casita de celadora. Se cree que se encamó con Josef Mengele (otro «Ángel de la Muerte») y Josef Kramer en donde el alcohol y la fabricación de lámparas con piel humana era lo común. Estaba tan orgullosa de sus actos que llevaba la cuenta de las muertes que producía en una cartera junto a un popurrí de ideas patrióticas inconexas y locas que ponen los pelos de punta: «El placer que siento al disparar a sus hembras tan solo es superado por el placer que siento cuando advierto que están preñadas porque me consta que en ese momento estoy eliminando a dos enemigos de mi Führer». El texto sigue pero prefiero omitirlo debido a que es tan fuerte que no creo que muchos estómagos lo resistan. Tal era la faz de esa calaña para los que matar era como respirar.

Para que el lector conozca la historia de la Bella Bestia y como trabajaban las celadoras en Auschwitz, Ravensbrück o Bergen-Belsen, Alberto Vázquez-Figueroa ha utilizado el nexo de una persona que fue su esclava laboral y sexual durante aquellos años. El argumento de la novela es el siguiente: un editor Mauro Balaguer durante una conferencia sobre el futuro del libro se le acerca una anciana de unos noventa años y le enseña un tatuaje en el hombro a la vez que le deja una misteriosa nota en la que pone «Fui su esclava y esta es la prueba. Si quiere más detalles, llámeme». El editor, picado por la curiosidad, no deja pasar la oportunidad de entrevistarse con aquella mujer que por circunstancias bastante desgraciadas de la vida, cuando era jovencita, se encuentra sumergida en el torbellino de la Segunda Guerra Mundial y abocada a pasar una temporada como esclava de Irma Grese. A través de las vivencias de Violeta Flores, que así se llama la protagonista, conocemos de primera mano las «obras» de la Bella Bestia y el mundo y realidades de los campos de concentración.

Como es normal en los libro de Vázquez-Figueroa sus historias son rápidas y fáciles de leer, y aunque nos encontremos con una novela de pequeño tamaño (poco más de 200 páginas) hay que destacar el hondo calado que tiene en el lector. Mediante pinceladas maestras, a modo de pintura aguada, la protagonista nos ofrece un panorama bastante completo y terrorífico de cómo era aquel animal sediento de sangre y cómo era el espeso ambiente en que le gustaba moverse. Se dice que era tan bella y que sus ojos azules eran tan claros como el hielo que cuando miraba a una prisionera se quedaba congelada abismada por el pozo de muerte que desprendían sus pupilas, y que le gustaba enseñar sus perfectos dientes nacarados mientras atizaba con su látigo trenzado a diestro y siniestro. Pero no nos engañemos pues aunque el libro sea de dimensiones reducidas no es apto para todos los públicos pues el sudor y pánico sin control que emana de él es bastante fuerte ya que muchas escenas que el autor nos enseña son difíciles de digerir. Aun así es normal que el lector se sienta enganchado a ella como el viajero que se extasía con el ojo maligno del abismo que a la vez le observa desde el fondo. Pero junto con la dureza del relato, también existe un fondo humano, una luz de esperanza que en muchos casos hace de contrapeso de la balanza del bien y el mal. Irma Grese y Violeta Flores son dos caras de la misma moneda, y aunque ambas sean distintas como el día y la noche nos ofrecen dos facetas de aquel conflicto, pues aprendemos que donde existe un demonio convencido de su «misión» siempre hay un ángel que intenta evitar por detrás la muerte de aquellos desgraciados a manos de su antagonista.

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5 comentarios en “LA BELLA BESTIA – Alberto Vázquez-Figueroa

  1. lantaquet dice:

    Parece mentira que puedan aún llamar mi atencióncon esta temática. Pero pienso leerme la novela.
    De lo poco potable que le he visto últimamente a mi viejo por su casa…

  2. urogallo dice:

    Curioso libro. Desconocia su misma existencia.

  3. Vorimir dice:

    Buf, un tema sobre el que cada vez que el o algo o veo un documental se siente uno abrumado por el horror de todas esas personas. Nunca debe olvidarse, y si hay novelas como esta que ayudan a ello, bienvenidas sean.

  4. José Sebastián dice:

    Como dice Alvaro Lozano «un pasado que no quiere pasar». Como ya ha manifestado Vorimir, sea en forma de ensayo, biografía o novela toda aportación honesta al Holocausto (en mayúsculas siempre) es instructiva y aleccionadora para las generaciones presentes y futuras.

    Saludos y gracias por la reseña Balbo. Yo tampoco conocía esta obra.

  5. Captain Wonder dice:

    La primera obra que leí de Vázquez-Figueroa, Tuareg, me dejó muy impresionado. De esto hace varios años. No sé porqué, siempre que leo su nombre me viene a la mente un novelista de acción trepidante como es Frederick Forsyth (de quien la primera novela que me leí, curiosamente, fue Odessa, cuyo exótico nombre nada tenía que ver con la ciudad ucraniana casi homónima) Buena reseña Balbo, pero quería, primero, matizar un poco una de las menciones que haces, y es la de definir el campo de Ravensbruck como de exterminio. No lo era, al menos de la forma que Treblinka o Sobibor nos lo hacen entender, y situados todos fuera de las fronteras alemanas. Ravensbruck era un campo para mujeres, creo, situado por contra dentro de la misma Alemania, y que por supuesto no estaba exento de la brutalidad común a todos los campos de trabajo nazis, pese a que era el modelo de producción en el que se iba a basar la economía del Reich (en la URSS, Stalin sacó mejor provecho de la fuerza de trabajo esclava) Desde Dachau en 1934, los alemanes habían tenido tiempo para convertir la crueldad en un hábito rutinario. Con la guerra, era evidente que el salto cualitativo (y cuantitativo) en la brutalidad de los métodos iba a ser mayor. De hecho, manejando los datos que proporcionas, este monstruo fue la perdición de sus padres cuando era una púber adolescente. Las filas del nazismo era el terreno ideal de cultivo, pues, para este tipo de dementes precoces. Lo que temo, pues no me he leído el libro, es que precisamente el personaje positivo encarnado por una de las prisioneras que lograron contarlo, al ser ficticio (pues imagino que lo será), ¿no acabará dando la sensación de que es un personaje artificial, maniqueo? En la película de Costa-Gravas, Amén, mientras el personaje encarnado por Russell Crowe estaba bien interpretado, no ocurría lo mismo con el del religioso, y no porque la interpretación fuera más floja. Es que el personaje era menos creíble. Sólo por curiosidad: ¿el personaje de Violeta no es forzado?

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