HISTORIA SOCIAL DEL TERCER REICH – Richard Grunberger

En la Alemania nazi circuló un aburrido chiste sobre el nuevo modelo de familia propiciado por el régimen, en que el padre era miembro de las SA, la madre pertenecía a la Unión de Mujeres Nacionalsocialistas, el hijo a las Juventudes Hitlerianas y la hija a la Unión de Jóvenes Alemanas; dado el activismo militante de cada uno de ellos, sólo podían encontrarse en la reunión anual del partido en Nuremberg. Bajo la capa de sombrío humor puede detectarse el grado de intromisión de la política oficial en la vida privada, característico del Tercer Reich. Un Tercer Reich que en el plano del discurso hacía de la familia la «célula básica de la sociedad» pero en el de los hechos propendía a erosionarla, engendrando una serie de medidas que mermaban la cohesión familiar: desde el enrolamiento de los jóvenes para largos períodos de servicio laboral o paramilitar hasta el secuestro judicial de niños cuyo entorno familiar pasaba por políticamente inconformista (padres que no desalentaban la amistad de sus hijos con judíos, padres reacios a enrolarlos en las organizaciones juveniles nazis, familias que adscribían a los Testigos de Jehová, etc.). Por de pronto, el eslogan de «Restablecer a la familia en el lugar que le corresponde» tenía una clara connotación política; el aumento de la natalidad era un objetivo prioritario en vista de la proyectada conquista de Espacio Vital. De modo coherente, mientras el aborto era considerado como un «acto de sabotaje contra el futuro racial de Alemania», el notable aumento del índice de nacimientos posterior a 1933 se interpretaba como un «voto de confianza biológico» en el régimen.

La Historia social de Tercer Reich escrita por Richard Grunberger es una vasta y detallada panorámica de la sociedad alemana bajo la égida nazi, abarcando facetas tan variadas como el papel del partido en la sociedad, la exclusión del judío del imaginario nacional alemán (el judío como arquetipo negativo que reforzaba por contraste el ideal de la «germanidad»), la situación de la justicia, de los obreros, la economía, el ejército, la educación, la sanidad, arte y cultura, entretención, información, religión, el culto del Fuhrer, las denuncias, etc. Se trata, por decirlo de una vez, de la historia de una progresiva invasión de los ámbitos de la cotidianeidad por un régimen que hasta el ocio pretendía regular. La publicación original del libro data de 1971. Su autor fue un prestigioso historiador de ascendencia judía nacido en 1924 en Austria y refugiado a partir de 1938 en la que sería su patria adoptiva, Inglaterra. Falleció en 2005.

Por supuesto, la absorción de lo social por el régimen tenía sus matices; la ingeniería social nazi no llegó a tener la envergadura ni la profundidad de su equivalente soviético (aunque sí los costos espeluznantes que sabemos, cuando cobró la forma de limpieza social interna: asesinato masivo de enfermos mentales, discapacitados, judíos y otros). Sus limitaciones acabaron por consolidar el mismo sistema de clases que los doctrinarios del partido se ufanaban de despreciar. El «ocio organizado» que el Tercer Reich proporcionaba en forma de cruceros de bajo costo al extranjero estaba dirigido preferentemente a los obreros, a quienes la propaganda erigía en representantes de la «Nueva Alemania» -en detrimento de «las llamadas clases educadas»-. Pero los genuinos beneficiarios de la política económica fueron los grandes intereses empresariales. Mientras que la expropiación de fábricas, talleres y almacenes de propiedad judía ilusionó al principio a artesanos y minoristas de «raza aria», la llamada «arianización» –el reparto del botín- aceleró la desaparición de empresas pequeñas y la concentración de capital. En este sentido, la supresión de los competidores judíos en la economía fue ejemplar, en el contexto de la cacareada «revolución nazi»: cuanto mayor era la expectativa de rendimiento económico, mayor sería el porcentaje de beneficios captado por los grandes empresarios. Asimismo, mientras las pequeñas empresas se veían expuestas al rigor del código laboral nazi y al intervencionismo del Frente del Trabajo (sucedáneo nazi de organización sindical), las grandes empresas resultaban prácticamente inmunes.

Un régimen que parodiaba el concepto de socialismo no hacia más que vaciarlo de contenido. El pretendido socialismo del régimen hallaba paroxística expresión en planes como los de «autoinspección» y de «autocálculo»: se esperaba que los obreros fuesen tan eficientes y comprometidos con la empresa que no requiriesen de la supervisión de inspectores, o tan rápidos en la cadena de montaje que pudiesen fijarse ellos mismos el tiempo empleado en cada pieza. «Socialismo» venía a significar en este caso que la empresa se ahorraba personal de inspección y que algunos obreros se beneficiasen a costa de sus compañeros, puesto que la mejora de ingresos de los «autocalculadores» era seguida por el ajuste de los tiempos generales de trabajo a la productividad de semejantes héroes laborales.

Una historia, en términos generales, de éxitos parciales pero sobre todo de fragmentación social, de corrupción y de degradación. Aunque se verificó un mejoramiento de la economía en los años de preguerra, a remolque sobre todo del programa de rearme, nunca estuvo cerca el régimen de satisfacer las expectativas de consumo y bienestar de la población. Los cañones tenían prioridad sobre la mantequilla: fue desde sus inicios que el Tercer Reich subordinó la prosperidad del pueblo alemán a los planes de guerra y la conquista de territorios. En el ínterin, es decir, en los hechos, la corrupción proliferó en las élites nazis y en los organismos partidarios de los que debía surgir el «hombre nuevo», futuro dominador del mundo. El principio de la «comunidad del pueblo» no pasó de ser un eslogan; la supresión de la individualidad, su inmersión en unas masas embrutecidas por el fanatismo ideológico, fue seguida por el repliegue de las personas en la intimidad doméstica, la indiferencia y el conformismo. La educación sufrió enormes retrocesos, la degradación de las artes llegó a niveles grotescos, las mujeres soportaron toda suerte de medidas de segregación. ¿El ejército, pilar tradicional del orgullo alemán? Ya lo señala Grunberger: aunque sus oficiales solían despreciar a sus colegas de las SS, apenas puede decirse que la actuación del ejército fuera éticamente menos reprochable que la de las fuerzas de Himmler, especialmente en el este.

– Richard Grunberger, Historia social del Tercer Reich. Ariel, Barcelona, 2010. 563 pp.

[tags]Alemania Nazi, Historia Social, Tercer Reich, Richard Grunberger[/tags]

Compra el libro

Ayuda a mantener Hislibris comprando HISTORIA SOCIAL DEL TERCER REICH en La Casa del Libro.

     

19 comentarios en “HISTORIA SOCIAL DEL TERCER REICH – Richard Grunberger

  1. José Sebastián dice:

    Extraordinaria reseña, Rodrigo. ENHORABUENA.

    El «espíritu revolucionario» del Fhürer y su camarilla quedó totalmente al descubierto – para quién aún tuviera alguna duda – en la tristemente famosa «Noche de los Cuchillos Largos» en la que Hitler, con el brazo ejecutor de las SS, eliminó a todo rival real o imaginario, desde Gregor Strasser – ala izquierdista del NSDAP – , Ernst Röhm y la cúpula de la hasta entonces todopoderosa SA – convertida en un peligroso contrapoder revolucionario -, hasta militares como Von Schleicher – ex-canciller – y políticos como Von Kahr – Ex comisario de Baviera -, todo ello con la complacencia del Ejército y la pasividad del anciano Hindenburg. El control del estado ya era total.

    Me habían hablado muy bien de esta obra de Grunberger. Tu magnífica reseña, Rodrigo, me impulsa definitivamente a adquirirla.

    Saludos.

  2. rosalia de bringas dice:

    Verdaderamente esto no es una reseña, es una conferencia en toda regla.
    ¿Estupenda? ¿Magnífica? ¿Qué adjetivo se puede emplear?
    Solo puedo decir que, como siga enviando estos comentarios mi muy admirado Rodrigo, no voy a hacer otra cosa que dedicarme a sus recomendaciones.
    Y si no, al tiempo.
    Un saludo muy cordial desde este lado del Mar Inmenso.

  3. Psico dice:

    Yo pensaba que las reseñas eran para hablar de un libro no para criticar a tal o cual régimen o sistema o lo que sea.

    Aquí el señor Rodrigo solo se dedica a criticar y criticar y criticar al sistema nazi, podría utilizar toda esa energía en contar como es el libro y qué se cuenta en él, qué áreas cubre y qué temáticas podemos encontrar.

    Yo, de todas maneras, lo tengo y lo he leído y por mucho que critiquen el sistema nacionalsocialista, éste hizo grandes cosas en el aspecto social, en la protección a los mayores y a las embarazadas, en la educación y orientación infantil, en la protección laboral de los obreros, etc, etc. Incluso dentro de este libro el autor de ascendencia judía es capaz de reconocer muchos méritos al sistema social nacionalsocialista, algo que el reseñante veo que sería incapaz de hacer.

    Los viajes en crucero para mayores son algo similar a los actuales viajes del IMSERSO, pero claro, si los organizaban los nazis era «ocio organizado» maléficamente.

    Menos partidismo, a ver si aprenden a leer la historia de otra manera menos visceral y más cerebral.

    Saludos

  4. Rodrigo dice:

    Al nostálgico del nazismo:

    – Creo que has leído muy pocas reseñas. Hasta me pregunto si sabrás lo que es una reseña.
    – Creo que no has leído el mismo libro que yo. Del estudio de Grunberger apenas se puede extraer alguna impresión positiva con respecto al III Reich; y el balance final es indudablemente negativo.
    – A ver si somos más coherentes en punto a exigencias. ¿Qué mayor partidismo que el de defender lo indefendible?

  5. Rodrigo dice:

    Gracias, Rosalía, José Sebastián. El libro se merece una lectura atenta.

    Saludos.

  6. José Sebastián dice:

    Apreciado Rodrigo, coincido plenamente con el comentario efectuado al «nostálgico del nazismo».

    ¡Qué lástima que se utilicen plataformas como Hislibris – dedicadas a la cultura y a la divulgación bibliográfica – para hacer apología de un régimen responsable del Holocausto!

    Psico, ¿Sabes en qué consistían, por ponerte solo 2 ejemplos, la «AktionT-4» y la «Aktion Reinhard»? Lee y descúbrelo, y así te darás cuenta de lo que el nacionalsocialismo se preocupaba por las mujeres embarazadas, los niños, los ancianos, etc.

  7. Cristian dice:

    Rodrigo,

    Gracias por la magnifíca reseña. Nuevamente, serás el catalizador y tu reseña el impulso necesario para comprar este libro. Día que paso por la Librería Manantial, me saluda y hace ojos.

    A ver si mañana lo encuentro y lo agrego a la lista de los pendientes, que tiene otro libro con reseña tuya. Combate Moral de Michael Burleigh.

    Por suerte tus reseñas son espaciadas en el tiempo sino, me llevarías a la bancarrota.

    Cordiales saludos,

  8. Rodrigo dice:

    Qué grato es visitar esa librería…

    Gracias, compatriota.

  9. Daoiz dice:

    Lo que Uds. quieran, pero si al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (nombre completo del partido nazi) le apoyaron masivamente tantos alemanes y desde luego muchísimos trabajadores de lo más humilde fue porque al principio por supuesto que les proporcionó unas condiciones de vida mucho mejores que las que les dispensaba una República de Weimar bajo las condiciones de un draconiano Tratado de Versalles y una hiperinflación desquiciada. Por supuesto, el sistema nacionalsocialista basado en la falta de libertades, la industria bélica pesada y el expolio y liquidación física de buena parte de la sociedad era absolutamente insostenible a la media y larga, mucho menos basándose en la «guerra total» y con la apertura de dos frentes con el Plan Barbarroja (que rompe el pacto con la Unión Soviética), lo que no quita que aún hoy carreteras de media Europa sean las que construyó el famoso Reich y que aún haya ancianos alemanes que admitan que los primeros años de Hitler no les faltó el pan que les era negado anteriormente.

  10. Rodrigo dice:

    Insostenible, inviable, moralmente ilegítimo y perverso. Tratándose del régimen nazi, nunca se corre el riesgo de quedarse corto en punto a descalificativos. Y no se trata de “lo que uno quiera”, sino de lo que muestra la evidencia histórica.

    Eso de atenerse a lo logrado “al principio” por el III Reich conduce directamente a una evaluación sesgada y distorsionada de la cuestión. Para un cuadro fidedigno de las políticas económicas y sociales del régimen nazi, necesariamente deben considerarse los planes fundamentales, las prioridades doctrinarias y la andadura completa del régimen. Que al cabo de doce años de III Reich Alemania estuviese en ruinas no es una mera contingencia: difícilmente podía resultar otra cosa de un régimen que arrojó al país a una guerra demencial contra medio mundo, y lo decisivo a este respecto es que la guerra total era un objetivo irrenunciable y una prioridad absoluta del nazismo. Similar riesgo de sesgo y distorsión supone el hecho de obviar la situación de los cientos de miles de alemanes que, incluso “desde el principio”, carecían de razones para sentir garantizada y protegida su calidad de ciudadanos y de personas en su propio país. Me refiero a todos aquellos que por distintas razones encajaban en la porción prescindible de la sociedad alemana, objeto de políticas de segregación, reclusión y eliminación: disidentes, judíos, gitanos, discapacitados, enfermos mentales, víctimas de enfermedades hereditarias, testigos de Jehová, sacerdotes católicos, los llamados “elementos asociales”… Lo mismo que el militarismo y el belicismo, la condición represiva, excluyente y criminal del régimen nazi es un antecedente de primerísima consideración, no un accidente ni un factor secundario. No olvidemos, por otra parte, que la política económica del III Reich en tiempo de guerra (elemento consubstancial al mismo) incluyó el trabajo esclavo y el saqueo (¿y qué era la “arianización” de propiedades sino robo institucionalizado?); y que la famosa “coordinación” era un modelo de homogeneización y control social, un típico caso de ingeniería social totalitaria. Omitir o relativizar estos antecedentes en el marco de una evaluación global del III Reich es sencillamente tergiversar la historia.

    Además, aquello del apoyo masivo al régimen es muy cuestionable. Ya a finales de los años 30 había signos de descontento generalizado con respecto a las políticas sociales y económicas del Reich –hacia 1939 la mayoría de los indicadores de consumo, por ejemplo, iban a la baja-, y lo que cundía en la población, más que adhesión entusiasta al régimen, era escepticismo, conformismo y resignación (en la que, por supuesto, el sistema represivo tenía mucho que ver). Según investigaciones aludidas por Richard Evans, la situación económica de los asalariados de clase trabajadora no mejoró sustancialmente entre los años 1933 y 1939. No escaseaba, en aquel tiempo, la opinión de que medidas como la del “A la Fuerza a través de la Alegría” eran simple demagogia, sucedáneo de genuinas mejoras económicas. Finalizada la guerra y aun tiempo después, es comprensible –no justificable- que una parte de la depauperada población alemana idealizara unos años de relativa prosperidad como los de preguerra, olvidando que se había basado menos en un programa coherente y sustentable de desarrollo que en un plan armamentista de proporciones descomunales –orientado a la agresión internacional y la conquista- y en simples políticas asistenciales de emergencia (de alcance limitado puesto que excluían a una variedad de categorías sociales, racial y políticamente desdeñables desde el punto de vista nazi). En fin. Para decirlo con Evans: más allá de demagogias nacionalistas y de retóricas populistas, “la sociedad no fue realmente la prioridad de la política nazi”.

  11. José Sebastián dice:

    Suscribo al 100% todo lo comentado por Rodrigo.

    El mismo 30 de enero de 1933, cuando Hitler es nombrado canciller del Reich, el general Erich Luddendorf escribe una carta profética al anciano presidente del Reich Hindenburg: «Profetizo solemnemente que este hombre maldito precipitará nuestro Reich en el abismo y hundirá nuestra nación en una miseria inconcebible. Las generaciones futuras os maldecirán en vuestra tumba por loa que habéis hecho».

  12. granados dice:

    Rodrigo hace referencia a las investigaciones sobre la clase obrera alemana, logicamente éstas y las referidas a la economia capitalista alemana, fueron muy abundantes en la antigua RDA ,podríamos citar a Kurt Gossweiler(aún vivo con 97 años) y con página web en alemán.Otros autores que utilizan la metododologia marxista para el análisis del moviemiento obrero(con distintas variantes) son Sergio Bologna y Annie Lacroix Riz.
    salud.Madrid.

  13. Rodrigo dice:

    Premonitorio lo de Ludendorff, José Sebastián, pero tardío e inconsecuente, considerando que el individuo fue uno de los activos sepultureros de la democracia alemana. Reaccionario, golpista, antiguo aliado de Hitler y uno de los que más hicieron por socavar la legitimidad del régimen republicano…

  14. José Sebastián dice:

    Cierto, Rodrigo. Compartió protagonismo con Hitler en el fallido «Putsch de Kapp», lo que demuestra a las claras sus convicciones reaccionarias y su «instinto» para elegir compañeros de viaje. De todos modos, no fue el único que hizo el juego a los nazis en su ascenso al poder: Alfred Hugenberg, poderoso hombre de negocios y lider del derechista DNVP, fue de los que auparon a Hitler a la cancillería a cambio del ministerio de agricultura – pronto fue apartado delgobierno – y de los que, erróneamente, pensaban que podían «domesticar» a los nazis cuando estuvieran en el poder.

    Un saludo.

  15. Toni dice:

    Como siempre interesante reseña, Rodrigo. Me pongo con él hoy mismo.

  16. Rodrigo dice:

    Muuuy buena lectura.

    Gracias, Toni.

  17. Toni dice:

    Acabado ayer mismo y la impresión final es buena. Supongo que compararlo con El Tercer Reich en el poder de Evans es inevitable…
    Los dos valen mucho la pena.

  18. Rodrigo dice:

    Más que compararlos, Toni, pienso que se complementan. Ambos libros deben estar ente los imprescindibles sobre el nazismo y el Tercer Reich.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Hislibris te informa de que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario serán tratados por Ediciones Evohé, S.L. como responsable de esta web. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos (nombre y correo electrónico) es únicamente gestionar los comentarios que realices en este blog y jamás serán compartidos con terceros (salvo requerimiento legal). Legitimación: Al marcar la casilla de aceptación estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad. Como usuario e interesado te informamos de que los datos que nos facilitas estarán ubicados en los servidores de Factoría Digital (proveedor de hosting de Hislibris) dentro de la UE. Ver política de privacidad de Factoría Digital. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en hislibris@hislibris.com e info@edicionesevohe.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.