ELLA, DRÁCULA – Javier García Sánchez

9788408054801En la galería de asesinos célebres, a la condesa húngara Erzsébet Báthory (1560-1614) le corresponde un lugar muy destacado. Se la considera responsable de la muerte de entre 600 y 700 chicas jóvenes mediante crueles métodos de tortura, por lo que ha pasado a la historia con el sobrenombre de «la Condesa Sangrienta», el cual ayudó a popularizar la escritora Valentine Penrose en su libro homónimo. En esta novela/ensayo, deudora en parte del citado libro de Penrose, el escritor y periodista Javier García Sánchez ofrece una semblanza histórica y una aproximación casi psicológica del personaje, sirviéndose de la figura ficticia del sacerdote János Pirgist, hijo de una lavandera al servicio de la condesa y testigo involuntario en la infancia de sus crímenes. Pirgist, ya anciano y sintiendo acercarse su hora, decide poner por escrito el fruto de sus investigaciones sobre la condesa y sus propias vivencias que llevan atormentándole toda la vida. Partiendo del recuerdo de un encuentro fortuito que tuvo con ella siendo muy niño, el sacerdote reconstruye la vida de Erzsébet y reflexiona sobre las causas de su innata crueldad.

Nacida en el seno de una de las familias más ilustres de Hungría, tuvo una educación excelente para la época; sabía leer, escribir y dominaba el alemán y el latín, además de tener nociones de francés e italiano. Prometida desde los once años al barón Ferenç Nádasdy, miembro de otra importante familia, recibió por parte de su suegra Úrsula una buena formación religiosa, aunque ya desde joven se reveló en ella el carácter retorcido y cruel propio de sus antepasados. Independiente por naturaleza, se negó durante mucho tiempo a tener descendencia, de hecho su primera hija nació nueve años después de la boda. Posteriormente tuvo tres hijos más con Nádasdy, dos niñas y un niño que pronto fueron confiados a los cuidados de los tutores. El conde Nádasdy, el Caballero Negro defensor de Hungría, llamado así por su arrojo y crueldad con sus enemigos turcos, muere en 1604 tras una batalla, dejando a Erzsébet dueña de extensos territorios y una gran fortuna. Es a partir de entonces, con 44 años, viuda, rica y sin obligaciones familiares, que da rienda suelta a sus demonios.

Al parecer, la obsesión de la condesa por la sangre comenzó a partir de un nimio incidente: una criada estaba la peinando cuando, sin querer, le dio un tirón. Erzsébet reaccionó golpeándola o pinchándola con un alfiler, según las versiones. La sangre, al salpicarle, le produjo la sensación de rejuvenecer su piel allí donde había caído. Dándole vueltas a este hecho llegó a la conclusión, animada por la bruja Anna Darvulia, de que la sangre de jóvenes vírgenes podría ser el remedio para su decadencia física, a pesar de que seguía siendo, pese a su edad, famosa por su belleza. No hizo falta más. Ayudada por tres fieles sirvientes y siguiendo los consejos y tomando las pociones de hierbas (muchas de ellas, como el cáñamo, con efectos alucinógenos) de Darvulia, la condesa dio comienzo a un verdadero holocausto de jovencitas a lo largo y ancho de sus posesiones, llegando incluso hasta comprar una propiedad en Viena para llevar a cabo sus orgías de sexo lésbico y sangre. Asimismo, en sus desplazamientos a sus numerosos castillos no dejaba de llevar consigo los instrumentos de tortura que, incluso, utilizaba en los propios carruajes con chicas elegidas en los pueblos, engañadas creyendo que eran seleccionadas para servir a la Señora. Así, poco a poco, fue proveyéndose de material humano que dejaba en sus propiedades de Varannó, Kerezstúr y otras, aunque el verdadero centro de sus operaciones fue el castillo de Csejthe, para disponer del mismo a su gusto. El autor, a veces utilizando un estilo propio del ensayo y a veces por boca de su personaje narrador, va describiendo la caída cada vez más profunda de la condesa en los abismos de la crueldad, sin ahorrar crudas descripciones de las torturas a las que sometía a las chicas y el terror que sentían todos en el castillo al oír los gritos de dolor por las noches. La muerte de Darvulia no hizo sino acelerar el proceso, pues fue sustituida por otra curandera llamada Májorová que convenció a Erzsébet de la necesidad de auténticos baños de sangre para conseguir su propósito de la juventud eterna, pero ahora con jóvenes de buena familia, pues, según ella, su sangre era más pura y adecuada para tal propósito. Y ese, como le ocurrió al también tristemente famoso Gilles de Rais, fue su error capital. Dejando aparte el hecho de que cada vez se preocupaba menos por ocultar las pruebas de sus crímenes, no tardaron en llegar las quejas de las familias de la burguesía y pequeña nobleza acerca de la desaparición de sus hijas hasta las altas instancias. El pastor del pueblo de Csejthe, que llevaba tiempo sospechando, y el Palatino György Thurzó, primo de Erzsébet y enemistado con ella, se dirigieron al rey Matías de Hungría para que permitiese llevar a cabo una investigación. No fue fácil pues la condesa tenía parientes poderosos entre los que se contaban el rey Esteban de Polonia y su primo Segismundo Báthory, antiguo voivoda de Transilvania y casado con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo. Finalmente, una delegación encabezada por el Palatino se presentó de improviso en Csejthe y entró en el castillo por la fuerza. Ante el espectáculo que se encontraron allí, con rastros de sangre por todas partes, varias jóvenes moribundas y otras aún vivas esperando su turno, cabían pocas dudas. Erzsébet Báthory fue juzgada y condenada al emparedamiento de por vida en sus aposentos, ya que al ser de la alta nobleza no se la podía condenar a muerte. Sus secuaces (a excepción de Májorová que logró escapar y desapareció), el jorobado Ficzkó y las sirvientas Dorkó y Jó Ilona fueron condenados a muerte, el primero por decapitación y ellas a morir en la hoguera, no sin antes cortarles los dedos de las manos uno a uno. La condesa soportó su encierro durante más de tres años, sola y en casi completa oscuridad, antes de morir a los cincuenta y cuatro años sin arrepentirse de sus crímenes.

Entre paréntesis, conviene hacer notar que, aunque esta es la versión de la historia comúnmente aceptada, existe otra según la cual Erzsébet Báthory fue víctima de las ambiciones del Palatino Thurzó y del propio rey, celosos de las grandes riquezas y posesiones de los Báthory/Nádasdy y que, para hacerse con ellas, utilizaron la acusación de satanismo y brujería, muy comunes si se quería condenar a una mujer.

Si bien puede considerarse este libro como una novela histórica, no lo es en el sentido corriente. En mi opinión, el autor juega a dos bandas. Por un lado está la pura novela, con un narrador ficticio y otros personajes con voz propia, como el joven sacerdote a quien confía su manuscrito, la madre de aquel o la propia Erzsébet. Por otro, el ensayo histórico en el que es el propio autor el que hace prevalecer su visión y perspectiva de los hechos, con una finalidad doble: dar a conocer la vida y los actos terribles de la condesa y analizar el por qué de los mismos. Para ello da varias explicaciones, como la de una herencia genética contaminada por la endogamia y los trastornos mentales de todo tipo, una temprana epilepsia que perturbó sus facultades mentales, la desafortunada relación con su tía Klara, extravagante personaje que ciertamente daría para otra novela, y, en fin, una desmedida afición por las prácticas ocultistas y demonológicas que la habrían llevado al culto a la sangre, junto con el consumo de hierbas y sustancias alucinógenas suministradas por sus curanderas. El autor también compone una perspectiva de la Europa de los Austrias dominada por las alianzas entre reinos y el enfrentamiento con el imperio otomano, y aprovecha para poner de relieve las grandes diferencias sociales entre la aristocracia y el pueblo llano, sobre todo en Hungría, donde los siervos eran considerados meras propiedades y sujetos al capricho y a la voluntad del señor de turno. El resultado es una especie de ensayo novelado con un carácter peculiar en el que se mezclan la llaneza y agilidad de la novela con un lenguaje descriptivo rico y florido, a ratos casi poético y que a veces peca de recargado, con numerosos vocablos poco usuales que podrían despistar al lector menos culto. A pesar de esto, es un libro apasionante y difícil de dejar una vez comenzado, abundantemente documentado, convincente y bien escrito, y aunque la dureza de la descripción de las «actividades» de la Condesa Báthory podría llegar a herir algunas sensibilidades, resulta sumamente recomendable, tanto en su vertiente novelística como biográfica.

 

ELLA, DRÁCULA, Javier García Sánchez. Planeta, 391 páginas, 2ª edición abril 2005

 

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4 comentarios en “ELLA, DRÁCULA – Javier García Sánchez

  1. Vorimir dice:

    Que alguien traiga una estaca y una ristra de ajos que a Arturus se le están poniendo unos colmillos muy largos, parece que en Hislibris hay una plaga de chupasangres. :D

  2. Arturus dice:

    ;-) Jeje, sí, algo así…
    Bromas aparte, espero que te haya gustado la reseña.

  3. Vorimir dice:

    ¡Claro que sí!
    ¿Has leído «Drácula el no-muerto», la «continuación» oficial de Drácula? A mi, salvo algunos detalles, no me gustó mucho pero esta famosa condesa tiene un papel importante.

  4. Arturus dice:

    Qué va, ya lo vi por ahí en su momento, pero este tipo de remixes no me van mucho…

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