EL ESPÍA DEL INCA – Rafael Dumett

A lo largo de su vida, Salango ha tenido muchos nombres, muchos pasados, muchas vidas. Muchos secretos. Y una máxima: «nunca demuestres cuánto sabes». Y es de la mano de este personaje principal (no sé si atreverme a llamarlo protagonista) como nos lanzamos a la aventura de leer esta gran novela, El espía del Inca, que ya ha sido considerada por muchos como la mejor novela peruana del siglo XXI. El lenguaje nos conforma como personas. Sin lenguaje no pensamos, no podemos dar forma a los pensamientos. Y, del mismo modo, tal sea la lengua que nos permite pensar, así moldea nuestro modo de ser, nuestro carácter, nuestra identidad. Las lenguas distinguen grupos sociales, nacionales, generacionales; el lenguaje, sin embargo, nos unifica a todos. Así las cosas, ¿las lenguas son puentes o barreras? He decidido empezar la reseña de la magnífica El espía del Inca, de Rafael Dummet, divagando acerca de estas cuestiones porque, por encima de sus muchas cualidades, es llamativo el uso (o los usos) del lenguaje como macro-escenario de la historia a la hora de diferenciar grupos y personajes.

Creo que es de recibo reconocer la ingente labor de recreación que hizo el autor a la hora de reflejar el momento histórico con giros, expresiones, palabras nativas, formas arcaicas de escritura, etc. La lectura, no lo vamos a negar, es exigente. No es fácil, no es comodona; no pretende atrapar por su sencillez (o, directamente, por su simpleza) al lector perezoso. Sin embargo, es gratificante. Si accedes a entrar en el juego, por decirlo de alguna forma, el lenguaje te envuelve, te atrapa y, lo que es más importante en una novela histórica, te transporta por completo. A lo largo de la novela se aprecian más o menos matices, según se hable a través de tal o cuál personaje. Quizá el más diferente, y el más diferenciador, sea el castellano de siglo de Oro que nos permite conocer el mundo a través de los ojos de ¿un conquistador español? No, de los de Felipillo, un mozo indio, manteño, adoptado por los españoles como traductor, y el cual, por perder, pierde hasta su propia esencia cuando deja de pensar como un nativo y aprende a pensar como un extranjero. Como un Otro.

Porque da la impresión de que es una de las intenciones del autor al presentar voces narrativas tan variadas y tan diferenciadas: mostrar el conglomerado de una sociedad, la incaica, que por tradición, o por desconocimiento, o vaya uno a saber por qué, siempre suele presentarse como monolítica, homogénea y entera frente a la figura del conquistador. Al menos, en la narrativa de este lado del charco.

Sigamos, que no solo de voces narrativas vive el libro. Hablaba del conglomerado. La excusa del –fallido– intento de liberación del Inca Atahualpa sirve al autor para desplegar una mirada caleidoscópica sobre esa civilización. Intercalando, muy acertadamente, capítulos narrados desde el presente (el presente de Salango, no el nuestro, que coincide con la captura del Inca) y otros desde el pasado, salen a la luz los entramados y tejemanejes varios de las disputas por el poder; las intrigas religiosas, los odios, resentimientos y afectos entre los pueblos sometidos o aliados del Inca; tenemos intrigas de todo tipo: políticas, militares, colegiales, de alcoba; luchas de clase (lo digo con licencia de reseñadora)…

Es interesante, asimismo, que la mirada del autor (digo autor, no narrador) recorra el texto de forma tan aséptica como lo hace. La visión que se nos ofrece no es, definitivamente, la del buen salvaje pervertido por la llegada de los españoles. Los narradores sí justifican, claro está, el uso de la violencia cuando atañe a sus objetivos, y la condenan cuando la sufren; pero el autor se limita a mostrarla y, en ocasiones, a explicarla. Porque la civilización inca también sabía ser cruda, áspera e implacable. Confieso que los párrafos que describían las torturas solía saltármelos, no tengo yo estómago ya para ciertas cosas. Con todo, como decía, no hay intención de juzgar, sino de mostrar, y que extraiga el lector cuantas lecturas desee, y tal vez sea esta una de las claves por la que la novela resulta tan contundente. Una vez el lector se deja envolver, acaba formando parte de la sociedad descrita.

De todas formas, no solo de violencia vive la novela histórica, y esta no es excepción. Hay belleza, mucha belleza a lo largo de sus casi mil páginas. Hay el reflejo de una sociedad muy compleja, leal y traicionera; sutil en ocasiones, exasperante en otras; deslumbrante en la mayoría. Y hay, además, espacio para la maravilla, para las escenas que se deslizan entre la realidad y el ensueño, entre lo posible y lo increíble, entre lo real y lo para-fantástico. Quizá donde más se aprecie esta bruma, esta difusión, sea en el don que posee Salango con los números.

De igual manera nos cruzamos con episodios de gran ternura, encarnada, más que en situaciones, en un puñado de personajes de esos que le acompañan a uno tiempo después de haber cerrado la última página, como sucede con Inti Palla y Felipillo, o con el propio Salango-niño. Aparecen otros que fascinan en su repulsión, como Chimpu Shankutu o Quispe Sisa (pero, ¡qué magnífico retrato de esta última! Qué incisivo, qué potente y qué doloroso); unos cuantos más que despiertan admiración, como Cusi Yupanqui o Rumi Ñahui, y hasta un par de «extras» que pasan como de soslayo por el libro, como Pedro de Candia o el primo de Felipillo.

El espía del Inca es, en definitiva, una muy buena novela sobre un grupo de personajes a los que les ocurren muchas cosas; pero, por encima de eso, una magnífica panorámica sobre una civilización admirable, con luces y sombras (la civilización, no la novela), narrada con talento y admirable minuciosidad, intensa y maravillosa. ¿He dicho ya que al autor le llevó diez años terminarla? Pues… diez mil años de vida.

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Rafael Dumett, El espía del Inca. Madrid, Alfaguara, 2022, 952 páginas.

     

8 comentarios en “EL ESPÍA DEL INCA – Rafael Dumett

  1. CristinaCM dice:

    Magnífica reseña, Akane. Dan ganas de leer la novela. Y eso que, a mí, en principio, no me hubiera atraído demasiado (por el título, entre otras cosas).

    1. Akane dice:

      Gracias, Cristina.

      Pues te animo a leerla, de verdad; confieso que, como a ti, no me atraía a priori porque no soy especialmente adepta al tema, y aun así, me ha parecido una lectura muy especial.

      Y en cuanto al título, no tengo todas conmigo de que no sea, en realidad, un guiño del autor que pretende convertir al lector en espía del Inca.

  2. Suena bien eso de que conocer el lenguaje del otr, te hace pensar como el otro. Interesante reflexión.

    1. Akane dice:

      Gracias, Eylo. Para mí el uso del lenguaje en esta novela es el principal mérito; escrito de otra manera no me habría llegado como me llegó.

  3. Arturo dice:

    Fascinante reseña, Akane, gracias. Me gusta mucho esa introducción alrededor del logos.

  4. Akane dice:

    Gracias, Arturo.

    Como le decía a Eylo, el autor ha hecho un trabajo soberbio. Ojalá haya sabido, con mi reseña, destacar ese aspecto de la novela, y animar a que la leáis.

  5. hahael dice:

    Gracias por la excelente reseña, Akane.
    Estoy disfrutando mucho con la novela, pero no tengo prisa por terminarla, de hecho no quiero que se acabe. Por la originalidad del tema, por el desarrollo complejo de la trama, la riqueza de personajes y conflictos, la ambientación general, el trabajo de documentación realizado, la calidad literaria, las bellas descripciones y los diálogos me parece una grandísima novela. Teatral en ciertas escenas, lleno de humor, la trama avanza y retrocede, pero está organizada (como en un quipu), así que nunca te pierdes en el. Me encanta el uso que da al castellano antiguo para acentuar el carácter extranjero de los conquistadores. Bueno, que muy bien. Ah, y el ensayo final y los glosarios también son una maravilla.

    1. Akane dice:

      Gracias, colega.

      Totalmente de acuerdo; me pasó como a ti, tampoco quería terminarla. Y eso, en una novela de casi mil páginas, habla por sí mismo.

      También estoy de acuerdo con los de los quipus, que por alguna razón no comenté en la reseña. Confieso que no sabía lo que era un quipu, pero las teorías son de los más sugerente. La pena es nunca sabremos nada con certeza, aunque, por otro lado, esa puerta que abre a la especulación fue uno de los disparadores que movieron al autor a escribir su libro, así que… bienvenida sea esa ignorancia!

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