ADIOS A MI CONCUBINA – Lilian Lee
Si el siglo XX ha representado un cambio en todo el orbe, hay paÃses donde este cambio se ha visto acentuado. Tal es el caso de China,que ha pasado de una sociedad casi medieval a la modernidad, al menos en algunas zonas de este inmenso territorio.
La novela que nos ocupa narra este cambio a través de la vida de dos personas, dos actores de la Ópera de PekÃn, Xiao Douzi y Xiao Shitou, como tantos otros vendidos por sus progenitores, en este caso a un maestro de actores, con el que firman un leonino contrato: Quien no asiste a clase o desobedece al maestro, será apaleado hasta morir, dice una de sus cláusulas.
Con sus uniformes de tela de saco, que van heredando unos de otros, aprenden las 18 artes marciales y las cuatro disciplinas (canto, interpretación, recitación y lucha) a través de durÃsimos entrenamientos.
Estamos en los años 30 y los dos niños son elegidos para interpretar personajes determinados, aquellos a los que encarnarán ya de por vida. Ambos cambian de nombre y Duan Xiaolou comienza a interpretar al sheng (el héroe), mientras Dieyi encarnará a la dan (la heroÃna), desarrollando el arte de la coqueterÃa, innato en él. Ambos serán amantes dentro del escenario y vivirán una historia de celos y amor no correspondido fuera de él. Mientras Xiaolou se casa, Dieyi sufre en silencio que el hombre que ama le considere sólo un hermano y se centra en esos momentos de la escena en los que, por unos instantes, es realmente lo que desearÃa ser siempre.
La ocupación japonesa de 1943 da un vuelvo a sus vidas y llegan a verse en peligro, teniendo que actuar para las nuevas autoridades a fin de salir del paso.
Con el triunfo de Mao llega la revolución y las ejecuciones de los elementos considerados hostiles. Los actores sobreviven como pueden, son contratados para actuar en las óperas propagandÃsticas, hasta que a mediados de los 60 los ideólogos del partido piensan que el arte es decadente, corrupto y que entorpece la producción.
La Ópera de PekÃn entra en declive y con ella sus actores. Todo el mundo sirve al pueblo, pero si todos sirven al pueblo, entonces ¿quién queda?, ¿quién es el pueblo? Evidentemente todo esto son eufemismos, pues lo que se acaba imponiendo es un auténtico estado policial, pero con esas peculiaridades tan tÃpicas de estos regÃmenes autoritarios de oriente que les hacen aún más crueles. El pueblo, casi de forma increÃble, soporta y sobrevive a duras penas y con ellos nuestros dos protagonistas que son detenidos, soportan palizas y se ven obligados todas las noches a hacer autocrÃtica, a despellejarse mutuamente, a copiar poemas de Mao, a soportar toda clase de torturas psicológicas y fÃsicas, a presenciar episodios como el del actor que ataca a uno de los guardianes con un cuchillo y se le amputan las manos como castigo (tenÃa 62 años). Los actores son avergonzados, paseados por las calles y obligados a rebuznar.
Al final, los generalitos, como llaman a los jóvenes (más bien niños, pues muchos no tienen más de 12 años) guardias rojos, en uno de los múltiples registros (verdaderos asaltos vandálicos) inesperados en la casa de Xiaolou, deciden que la espada que este tiene colgada en la pared, apunta al retrato de Mao que está junto a ella y le acusan de ganas de matar al lÃder.
El destierro de ambos al norte, la separación de miles de kilómetros (la esposa de Xiaolou se habÃa suicidado, como tantas otras), los trabajos a los que son destinados que nada tienen que ver con su vida anterior y el paso de los años, acaban por hacer de ellos unos seres distintos a los que fueron.
Xiaolou acabará huyendo a Hong-Kong y allà se vuelven a reencontrar después de la muerte de Mao, gracias a la gira que la compañÃa en la que trabaja Dieyi como figurante realiza por la colonia.
En comparación con las historias imaginadas, la vida corriente es como el pálido y común rostro del actor sin maquillaje. Esto es una novela, pero si le quitamos el maquillaje es la vida de China en el último siglo, con periodos oscurÃsimos en los que el miedo se habÃa propagado entre la población como una epidemia de gripe.
Sin rehuir la crudeza, el libro nos acerca a esa realidad tan lejana y distinta a la nuestra, quizá por eso difÃcil de entender desde nuestra mente occidental, aunque si nos ponemos a mirar a nuestro alrededor, a lo más próximo, tampoco somos tan distintos, también aquà hubo crueldad, intolerancia y muerte y sin embargo, aquà estamos, más cómodos, mejor atendidos, hemos progresado. Pero cuánto dolor ha costado todo eso.
A pesar de todo, a pesar de la tortura, de la muerte, el mensaje de Dieyi y Xiaolou, es el de dos supervivientes, el de dos personas que encontraron la grandeza entre las candilejas y los vestidos suntuosos de la escena y que durante unas horas encarnaban los sueños de su pueblo. Ese recuerdo y la resistencia que su cuerpo habÃa adquirido con el duro entrenamiento les ayudaron en los peores momentos.
Como las obras de teatro, este libro es un fugaz encuentro entre los actores y su público. Su encanto radica en la brevedad y en el melancólico regusto que deja.
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Me ha gustado mucho esta reseña. Sobre todo la universalidad que deduces de sus páginas.
Una pregunta, en tu opinión, ¿crees que el hecho de que haya pelÃcula sobre esta novela ha perjudica su lectura?
Lo pregunto porque a mà me ocurre que una novela antecedida por el film me produce cierta pereza a la hora de enfrentarme con el libro.
Un saludo, y gracias.
Yo no he leÃdo esta novela, pero leyendo libros en los que se han basado las pelis descubro cosas que no habÃa visto en la peli… es verdad que te sabes el final, pero yo disfruto la lectura porque ahondo más en ella tras ver la peli, que generalmente es más pobre que el libro por un simple problema de tiempo espacio.
RosalÃa, en este caso creo que es de aplicación lo que dice Iñigo.
Hola
La pelicula es muy buena..creo que ganó en el Festival de Cannes. Lo unico es que dura aproximadamente tres horas pero es un buen recorrido por la historia de China a traves de los ojos y vivencias de los actores.
Saludos