PRESENTACIÓN DE HATSHEPSUT – Teresa Bedman y Francisco MartÃn ValentÃn
No es que Hislibris estuviera allÃ, tan sólo una pequeña parte acompañada de toda su ignorancia, pero encantada de la vida ante la alternativa de una tarde de fútbol, la del 24 de junio.
El acto tuvo lugar en la embajada de Egipto; concretamente el anfitrión era el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos y tuvieron el buen gusto de ponerlo la tarde de un miércoles que, como todo el mundo sabe, (por supuesto, nuestro amadÃsimo jefe no es tan vulgar como para encontrarse en este grupo) es un dÃa perfecto para estas cosas.
Hice bien yendo con tiempo pues minutos antes de comenzar, la sala estaba llena.
Tras una introducción breve y concisa de la representante egipcia tomaron la palabra los asistentes.
El ex-ministro de cultura César Antonio Molina, hizo hincapié en la importancia y la deuda contraÃda con aquellos que llevan una labor lenta, meticulosa y, a veces, poco reconocida cuyo fin es rescatar la Historia. Recordó la visita que hizo a la excavación española y su admiración al encontrarse con semejantes hallazgos, bajar diez pisos bajo tierra para descubrir un grafiti con el retrato de un gran Sen-en-Mut a mano alzada por un arquitecto, los vestigios de una historia y los de cómo se quiso ocultar ésta por los sucesores, las estancias descubiertas al ahondar en la tierra…, pero sobre todo por el equipo que allà trabajaba. Se intuÃa que aquella excursión habÃa acabado siendo algo más que una mera formalidad.
El editor de La esfera de los libros logró desde el principio sentar a Hatshepsut en la mesa con gracia, al piropear de guapa nada menos que a un faraón de Egipto.
Por lo bajo, Francisco MartÃn ValentÃn, le susurra a la presentadora que le dé la palabra primero a la otra autora, Teresa Bedman. ¿Por cortesÃa o para que llevara la faena al tercio que más le gustara? No se harÃa esperar la respuesta.
Teresa Bedman empezó con una frase recordando el dÃa que cruzó la puerta de la embajada, en 1986, con el sueño de ser egiptóloga y… aquà la emoción apenas la deja terminar, después de tanto tiempo y esfuerzo, lo veÃa cumplido.
Se dirigió a muchos de los presentes, caras a las que entrañablemente ponÃa nombre y apellido. La lista era variada y larga: arqueólogos, estudiosos, familiares, estudiantes… y agradeció a cada uno su labor en el todo y en cada parte del proyecto. He de decir que desde el comienzo hasta ese momento, no habÃa dejado de mirar y dedicar una sonrisa o un guiño a cada uno según los descubrÃa en el auditorio. Con semejante trato, cariño y confianza eran cada vez más comprensibles los aplausos que la ayudaban a pasar los momentos más emotivos que la dejaban sin voz.
Por supuesto que habló del libro, aunque no demasiado. Lo que sà acercó, con absoluta maestrÃa, a todos los presentes fue la figura de Hatshepsut, un personaje al que 3500 años después se le devuelve con justicia su puesto en la Historia. Como reina, con un destino previsible, como faraón, rompiendo con la costumbre de su tiempo y como mujer. Curiosamente una mujer que tuvo detrás un gran hombre, al contrario de los siglos venideros, como reza el dicho. Y Teresa no se olvidó de él.
Dando a entender que «toda la parte sensible que pudiera haber en el libro es fácil suponer a quién corresponde», le cede la palabra a Francisco MartÃn ValentÃn. Ahà se supone que empezaba la parte más árida, más cientÃfica y más cruda, claro.
Es el Sr. MartÃn ValentÃn un hombre de apariencia seria y eminente que comienza a agradecer correctamente de forma general a instituciones y organismos todos los apoyos y aportaciones. Y, pequeña pausa para coger aire, quiere sobre todo agradecer a alguien especial. Después de esa introducción uno se espera las siglas de una nueva desconocida organización, pero no. La afortunada es una persona en concreto, alguien que no aparece en los papeles: Mercedes, la mujer del Sr. Molina, la que supo contagiar el entusiasmo y el interés por esa misión perdida en la arena de Deir El Bahari. Y con esa referencia, ese detalle de tan poca aparente relevancia, Francisco, el que se suponÃa el cerebro frÃo, también nota la voz quebrada y tiene que interrumpir para sobreponerse. Como no podÃa ser menos, nuevos aplausos llenan el silencio obligado.
Parece una reacción algo desmedida, pero no lo es. A lo largo de su exposición, en la que se palpa la pasión por su profesión en cada palabra, se siente que lo que motiva a este riguroso cientÃfico, además de la búsqueda y estudio de verdades antiguas, es el privilegio y la necesidad de poder brindarlas a los demás. No solo a una comunidad académica reducida, también a aquellos que de algún modo sienten el interés de saber de dónde venimos y qué camino hemos andado.
La única pega de todo el acto fue que alguien olvidara conectar el aire acondicionado, pues el calor nos privó de una posible ronda de comentarios y tertulia que habrÃan sido de lo más interesantes dado el nivel y conocimientos de gran parte del público.
Para terminar hubo un piscolabis en el hall, con algo de salado y bebida, y té con pastas, para los más fieles a la costumbre egipcia.
Personalmente, que para eso estuve allÃ, me encantó. Me fascinó el personaje, la entrega y amor a una profesión, los datos que allà se entreveÃan picaron la curiosidad por el tema, aplaudÃ, no llegué a llorar… casi, me dieron ganas de ir a Egipto, me acordé en varios momentos de muchos hislibreños que habrÃan disfrutado con este o aquel detalle y, por supuesto, me compré el libro y me lo llevé dedicado por los dos, aun a riesgo de no probar casi lo que se servÃa fuera de la sala, dada la cantidad de gente y felicitaciones que recibieron.
Y no, no me identifiqué como Aretes, una que es asà de sosa.
Pero estar, estuve.
[tags]Hatshepsut, Teresa Bedman, Francisco MartÃn ValentÃn[/tags]


Ayuda a mantener Hislibris comprando «Hatshepsut» en La Casa del Libro.
Pero Aretes hija! mira que eres tÃmida, tenÃas que haber ido con el celedonio en la solapa!, gracias guapa por la crónica, que pena no haber podido ir contigo, sobre todo porque siempre quise ser egiptóloga en mi corazón y hubiera disfrutado muchÃsimo con la experiencia de los autores, espero hacerlo con la lectura del libro.
Gracias por compartir la crónica, Aretes. Pero, como dice ClÃo, tenÃas que ir llevando al Celedonio en la solapa. Seguro que me compro el libro incluso antes de que lo reseñes. Yo también soy Espartaco (digo que yo también querÃa ser arqueóloga).
Jefe, creo que es hora ya de hacer las camisetas para los enviados especiales.
Es interesante asisitir a este tipo de actos, porque te permiten ampliar los horizontes de un libro, tan frÃo en sà mismo (al menos antes de leerlo), y ver más allá de lo que unas cuantas hojas de papel contienen.
Son pocos los libros que he leÃdo tras haber asistido a la presentación del mismo (no he ido a muchas, ciertamente), pero la verdad es que saben distinto si conoces estos datos que comenta Aretes: cómo se escribió, por qué se escribió, quién está detrás de sus palabras, cuál ha sido su esfuerzo y su motivación, etc, etc…
En fin, gracias por acercarnos tu visión de la presentación, compañera.
Un saludo,
Richar.
Que suerte que a pesar de no asistir, y gracias a Aretes, pueda sentir que estuve allÃ, que escuche como se rompÃan las voces por la emoción, que pude contagiarme de ese ambiente y hasta pasar calor, a pesar de que ahora mismo, dónde me encuentro, la temperatura no debe superar por mucho los 20 grados.
He estado en bastantes presentaciones de libros, de autores consagrados y de noveles, de superventas y de autores de culto, y casi siempre he disfrutado por anticipado de la obra que me presentaban. A veces tras leerla he sentido no haberme quedado sólo con la presentación, pero esto ha sido en pocos casos. Es verdad que un libro adquiere un valor especial cuando su autor sabe trasmitirte la emoción y el cariño que puso al escribirlo.
Gracias, Aretes. Hislibris, sin duda, estuvo allÃ.
Hombre, una camiseta no sé, pero un pin sà que estarÃa bien.
Interesante crónica. Compré el libro cuando salió a la venta, en unos dÃas espero poder leerlo.
Muchas gracias, Aretes por tus comentarios acerca de esa presentación, al parecer fue muy emotiva y seguro que lees el libro con más placer.
Y sÃ, estoy de acuerdo contigo en que el jefe debe hacer al menos unos pins identificativos para cuando surjan estos casos. Supongo que ante ese nutrido público de intelectuales y egiptólogos, debÃa dar un poco de vergüenza darse a conocer y más yendo sola.
Como dice Juanrio: Hislibris estuvo allÃ.
Abrazos.
Querida Aretes,
No sé quien eres pero darÃa algo por conocerte personalmente.
Gracias por tu entrañable crónica del acto. Tu testimonio nos confirma que estamos en el camino y que, pase lo que pase, y sean cuales fueran las dificultades para continuar con nuestro trabajo, merecerá la pena seguir porque hay personas como tú…
Un cariñoso saludo, anónima amiga
Francisco J. MartÃn ValentÃn
¡Areeeeteeeeees! sal del anonimato mujer! que uno de los autores te quiere conocer!
Bueno, es todo un honor que D. Francisco se haya pasado por aquÃ, desde luego.
Creo que lo único que tendrá que dar para conocerme será otra conferencia, que no sea en jueves, porque no me la pierdo.
Fui de las últimas que acudieron a firmar el libro y la verdad es que tuvo su gracia, pues como casi todo el mundo era facilmente localizable se quedó parado, solo unos segundos, imagino que intentando localizar de qué nido habÃa salido yo.
De nuevo, enhorabuena por el trabajo de tanto tiempo y el de dÃa a dÃa.
Extraordinario el afán e Ãnteres por el antiguo Egypto que cautiva y dirige la vida de muchas personas.
Mis más cariñosas felicidades a Teresa Bedman y a Francisco José MartÃn ValentÃn por el esfuerzo y cariño que siempre ofrecen.
AGV