TODO FLUYE – Vasili Grossman

TODO FLUYE, Vasili GrossmanPocos habrán sido los casos de sobrevivientes a tres décadas de reclusión en el «archipiélago GULAG», el sistema concentracionario de la Unión Soviética. Ninguno de ellos retornaría el mismo de antes, incólume, ni con esperanzas de encontrarlo todo como si nada hubiese ocurrido (la gente, sus emociones, sus pensamientos, la vida: todo en el mundo sigue su curso). Vasili Grossman perfila uno de dichos casos en la figura del protagonista de Todo fluye, Iván Grigórievich. ¿Basado en algún modelo real? Lo ignoro, pero no parece importar demasiado: el personaje y su penosa circunstancia son enteramente verosímiles.

Iván Grigórievich ha sido liberado de un campo de concentración, poco después de la muerte de Stalin (en 1953). Su sola presencia, nimbada de dignidad, es un mudo reproche para quienes sortearon la represión estalinista; personas como su primo, un científico exitoso al que visita fugazmente en Moscú, o el delator que lo envió a las fauces del sistema penitenciario -con quien se topa accidentalmente en Leningrado-. Convencido de la imposibilidad de restituirse a su vida anterior, Iván Grigórievich se aleja de ambas capitales y se instala en una ciudad meridional, en donde alquila un cuarto y se emplea como operario en un taller. Traba entonces relación con su casera y con el pequeño sobrino de ésta. Pero no es un pormenorizado relato de la triste existencia que en adelante llevará el ex recluso lo que conforma la médula del libro; tampoco una reconstrucción detallada de su estadía en el infierno, sino, más bien, una feroz crítica del régimen instituido por Lenin, Stalin y sus secuaces, principalmente en la forma de recuerdos y reflexiones del protagonista.
 
Postrer trabajo del autor de Vida y destino, el que reseño es un escrito de distinta laya, un híbrido en que confluyen novela y libelo acusatorio. Interesantísimo como documento polémico, notable en su cometido de manifiesto político personal -diría también: sólido puntal para el ascendiente ético del autor-,  también resulta, en mi opinión, una pieza de menor valía literaria.  No porque falle del todo en el acabado novelístico sino por la preeminencia del plan denunciatorio que dirigiera su concepción -tal que, como he señalado, Todo fluye no es puramente novela-.
 
Se trata, pues, de una obra decididamente cautiva de la coyuntura política e histórica vivida por su autor. No carece en absoluto de las dotes literarias  que el autor exhibiera en Vida y destino (por de pronto, un ritmo elegantemente sostenido al que sobran los efectismos; la alquimia emotiva que Grossman infunde en personajes y situaciones, volviéndolos asaz cercanos a cualquiera de nosotros, lectores; el contenido lirismo de la prosa). Sin embargo, en este caso resulta abrumadora la subordinación del conjunto al objetivo extraliterario.
 
En términos literarios, el libro resulta desproporcionado, perjudicado por la relativa exigüidad (que no pobreza) del contenido propiamente narrativo y el peso de las frecuentes digresiones que pueblan sus páginas. Todo fluye principia como relato para progresivamente devenir diatriba e importar más como tal que como obra de ficción. (La transición es decidida en la parte final del libro.) En cuanto libelo, por demás contundente, la crítica de Iván Grigórievich/Vasili Grossman tiene por objetivos principales la singularidad cultural rusa y el régimen surgido de la revolución de 1917, entendido como consecuencia de dicha singularidad. Sus tesis centrales son las siguientes: en contraste con lo sucedido en Occidente, el patrón de desarrollo históricamente implementado en Rusia se basa en la supresión de la libertad, desde mucho antes que Pedro I –llamado el Grande- impulsara la occidentalización del país (reforzando, simultáneamente, el sometimiento del campesinado a un régimen de servidumbre); el sistema soviético de gobierno es fiel al patrón histórico de desarrollo y esclavitud; la paternidad del sistema soviético de dictadura y terror corresponde a Lenin antes que a Stalin; los denominados «profetas rusos» (Bielinski, Dostoievski, Berdiáev y otros) han sido incapaces de advertir la nota perversa contenida en la especificidad cultural rusa, esto es, incapaces de notar que el alma rusa es en realidad alma esclava (mal puede, por ende, erigirse en salvadora del mundo, como pretendían los profetas).  
 
No sólo las digresiones (memorable la disquisición sobre la culpabilidad de informantes y delatores, esos Judas, en la forma de juicio imaginario a que el autor los somete), sino también unos breves pasajes a modo de injertos narrativos dan cuenta de la estructura fragmentaria del libro. Correctamente ensamblados, se trata de mini-relatos que refuerzan el empuje dramático de la denuncia formulada por Grossman.
 
La construcción de personajes –de los que hay muy pocos- es leve. Son éstos, en general, sombras efímeras delineadas de modo somero pero sugerente y eficaz. ¿Qué hizo el régimen comunista de la URSS sino reducir al hombre a la condición de sombra de sí mismo y, en muchos casos, volverlo un despojo? A esto se suma la austeridad de la trama, que configura una sencilla y conmovedora historia. En ambos aspectos, el proceder es funcional a un andamiaje narrativo que se sostiene, principalmente, en la arremetida del autor contra el régimen soviético.   
 
En definitiva: moderando las expectativas, creo que vale la pena leer Todo fluye. En edición de bolsillo, si alguna vez se publica, sería más que suficiente.
 

Vasili Grossman, Todo fluye. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008. Traducción de Marta Rebón. 288 pp.

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39 comentarios en “TODO FLUYE – Vasili Grossman

  1. Incitatus dice:

    Como siempre interesante reseña Rodrigo y mejor escrita aún, vamos que tienes buena pluma reseñadora.

    Por lo que dices parece fundamentalmente un panfleto que se conjuga con el buen hacer del señor Grossman… creo que te haré caso y me esperaré a la edición de bolsillo.

    saludos

  2. Aretes dice:

    Como siempre una delicia leer tus reseñas, Rodrigo.

    Dices que la novela sacrifica la obra en pro del mensaje pero no me parece una mala fórmula. Dentro de la expresión del autor, entra también el pensamiento y lo que quiera transmitir.

    (Aquí igual entrarían Arauxo y Derfel a discutir si la novela histórica se puede permitir esto o lo otro….)

    Yo casi lo prefiero, otra cosa es cuando se pone la etiqueta de ensayo histórico y se da una visión sesgada de los hechos.

  3. Dronne dice:

    Muy de acuerdo con toda tu reseña Rodrigo.

    En cuanto a la mezcla ensayo/novela, la verdad es que influirá bastante según lo que espere el lector. Yo no la consideraría novela, esta mas próximo a un ensayo crítico con el comunismo,creo que es más importante las disgreciones que la historia lineal y creo que los personajes son una mera excusa para hacer llegar el mensaje de agobio y opresión de esa sociedad de forma mas real y contundente, en varias pasajes del libro conmigo lo consiguio y casi se puede llegar a sentir.

    La parte novelada es una especie de condensación mas cruda de lo que ya se reflejaba en algunas de las ramas de la historia en Vida y Destino, mucho mas corta y mucho mas agobiante para mi gusto.

    En todo caso a mi me gusto, me resulto muy interesante y como ya he dicho todo depende de lo que el lector espere del libro puesto que no es una novela al modo de su anterior obra, sabiendo eso, yo la recomendaría.

    Saludos

  4. Luna dice:

    Muy buena reseña, enhorabuena. De hecho me sirve de mucho que nos aconsejes el libro ya que conozco gente que está preparando un documental sobre los gulags y lo poco que se sabe de ellos, siendo más numerosos que los campos nazis.
    Saludos,

    Luna

  5. farsalia dice:

    Cuando he visto la imagen de la cabecera, antes de que se publicara la reseña, ya me imaginaba de qué iba la cosa, y de quién iba a publicarla. Y así ha sido. Como ya es marca de la casa, una reseña rodriguesca que te incita a correr a la librería a comprar el libro (a ver si hago los deberes…). De Grossman ya leí, como muchos de por acá, ‘Vida y destino’, y ganas tengo (tenemos) de hincarle el diente a esta otra novela suya recuperdada.

    Enhorabuena por la reseña, Rodrigo.

  6. Rodrigo dice:

    Creo que la tentativa de Grossman es perfectamente legítima, más aun si se considera lo que motivó la redacción de esta su novela-diatriba/panfleto/libelo, en fin. Cuando la realidad apremia en la forma como lo hacía en la URSS, no hay sino apreciar y agradecer un empeño como éste. Otra cosa es que tuviera o no el impacto debido en su momento… Pero hay temas que, en mi opinión, no pierden toda su actualidad; por lo mismo es que soy de la opción de agradecer la recuperación del librito (no su precio, exorbitante).

    Pienso, como Aretes, que la fórmula no es en sí mala, pero lo mismo creo que pudo ser mejor resuelta. Supongo que en una novela de extensión similar a la de “Vida y destino” hubiese sido más fácil encajar la parte panfletaria –por así decir- sin afectar demasiado sus proporciones (la relación novela/libelo) ni mermar el nivel del conjunto, ni desdecir –el libro- de su condición de novela. Porque novela, a mi entender, Dronne, sí que la hay en “Todo fluye”, entrelazada con el componente discursivo del texto. Expurgada de digresiones y desvíos, bien que se parecería a algo como “Un día de la vida de Iván Denísovitch”, lograda novela breve de Solyenitzin; y hubiese sido igual de impactante que ésta, o casi. Hay en Grossman un buen hacer, sin duda (copio a Incitatus); tanto que logra conferir suficiente relieve literario a la parte narrativa. En cuanto a su proximidad al ensayo… Sí, se aproxima, parcialmente; le falta una dosis de sistematicidad y de profundidad.

    Por cierto: muchísimas gracias a todos por sus comentarios.

  7. pepe dice:

    Excelente reseña, Rodrigo. Me interesa el arquetipo más que el tema de fondo: un personaje que, tras una terrible experiencia, se convence de la imposibilidad de restituirse a su vida anterior y se dedica a llevar una existencia triste. ¿Es siempre así? Como no he leído nada sobre el asunto (ni siquiera a Primo Levy) no sé si en la vida de estos supervivientes queda -aunque sea pequeño- un lugar para la esperanza de que el futuro aún les puede deparar algo bueno…

  8. Rodrigo dice:

    Gracias, Pepe.

    Todo un tema el que planteas. Tan difícil que no me atrevo a formular una respuesta general. En lo que concierne al protagonista de “Todo fluye”, la verdad es que Grossman le asigna un dejo de esperanza, antes de su arribo a Moscú. Tiene que ver con un amor pasado… Esperanza fallida. De todos modos, no todo está acabado para él: ahí está su casera, la mujer que le arrienda un cuarto. Pero no hay lugar para un final feliz. No en esta historia.

  9. Koenig dice:

    Buenos días.

    Excelente reseña ciertamente, sobre una novela (o panfleto) que algún día leeré. Y por lo que se refleja en ella y en los comentarios de quienes la han leído, refleja todo el desencanto de Grossman por la traición que supuso el secuestro de Vida y Destino. Plasmado en una mirada crítica sobre el régimen con el que colaboró, que conocío y en el que vivió, hay que decirlo, sin protestar demasiado.

    Con respecto a la interesantísima pregunta de Pepe. Estoy convencido, como decía cierto filósofo, de que las experiencias marcan nuestras personalidades, ya sea para bien o para mal, y cuanto mas extrema sea esa experiencia mas nos marcará. Indudablemente.
    En el caso concreto, una experiencia de 30 años en el Gulag tiene que marcar a un hombre para el resto de su vida. No puedo explicármelo de otra manera con lo que se de dicho sistema. Aunque sea tan sólo por el hecho de que se te reintegra a una sociedad de la que has estado excluído durante tres décadas.
    Imaginemos por un momento que nos quedamos dormidos en 1979 y nos despertamos hoy. Para volverse loco.
    Si a esto añadimos que han sido treinta años de pesadilla, y lo que habrá tenido que hacer el dormido para sobrevivir en esos campos de concentración durante treinta años…

    A diferencia de Rodrigo, me quedan pocas dudas.

    Pero es una opinión tan sólo.

    Saludos.

  10. pepe dice:

    Estoy de acuerdo contigo, Koenig, los efectos pisicológicos e incluso de salud mental en los supervivientes debieron ser terribles, pero, indudablemente, hubo algo que los mantuvo vivos durante todo ese tiempo. ¿La misma vida es la que te mantiene vivo, sólo es cuestión de instinto? Puede ser, pero quizá también algunos tenían una ilusión o esperanza en el futuro y eso les ayudó a sobrevivir. En el caso que nos ocupa, el protagonista tiene un antiguo amor que espera recuperar, según refiere Rodrigo. En otros casos habrá otros motivos, pero me resulta demasiado duro pensar en una vida sin un atisbo de esperanza en algo.

  11. Koenig dice:

    Supongo, amigo Pepe, que se mezclan la humanidad espiritual con la animal.

    Es decir.

    Por un lado andará el instinto de supervivencia puramente animal. Ese que hace que te comas cosas que nunca te comerías, que duermas en sitios en los que no acostarías ni a tu perro y que aguantes trabajos que jamás hubieras pensado que aguantarías. El cuerpo se protege, de alguna manera, trata de sobrevivir.

    Por otro andará la ilusión, la mente, la espiritualidad de la persona. En resumen las creencias. Habrá quien se centre en Dios, habrá quien piense en un amor que le espera. Se podrá debatir si esas esperanzas, tanto en Dios como en ese amor, son un mero truco de nuestra psique animal, un engaño de nuestro cuerpo para obligarnos a sobrevivir, o una realidad espiritual; y sería un árduo debate. Pero a efectos prácticos, funciona. Igual que la herramienta de sustituir una gran ilusión, que se revela incumplible, por otras mas pequeñas, diarias. Así una vez que sentimos que ese amor, o Dios por continuar el ejemplo, nos abandona, volcamos nuestra esperanza en algo mas inmediato: la llegada del buen tiempo, la hora de salir del trabajo, el próximo fin de semana…
    Y sobrevivimos, exceptuando algún incidente. Vaya que si, porque en el fondo no estamos tan mal diseñados.

    Opiniones estas, por cierto, de un miserable «aprendizucho» de filósofo. Aviso.

    Saludos.

  12. pepe dice:

    Joder, me has dejado temblando Koenig: has expresado con una soberana sencillez y en unas pocas líneas el meollo de buena parte de la esencia del ser humano. Estoy impresionado. Mucho.

    (dejo pasar un instante para recobrar mi flema habitual…)

    Quizá debieras aprovechar ese arrebato de lucidez que te posee y tratar de poner en claro algunas cuestiones de las que traen en vilo a la humanidad: de dónde venimos, adónde vamos, por qué tenemos miedo, ¿qué es el sexo sin amor?, ¿sigue vivo Elvis? y, por último, la más acuciante: Isabel, ¿reina o madre?

  13. Rodrigo dice:

    Puchas, menos mal que sólo es un “aprendizucho”… ;-)

    Excelente razonamiento, Koenig.

  14. Koenig dice:

    Hombreee. Esas son preguntas facilonas.

    Venimos de atrás y vamos para delante, al menos yo, que tiendo a ser torpe y ya llevo tres esguinces de tobillo a cuenta de otros tantos bordillos de acera.
    El miedo es un arranque de sensatez absoluta que nos dice que en toda situación dudosa salgamos de allí por patas. Especialmente si formamos parte de un grupo perdido en el bosque (o cualquier otro lugar similarmente misterioso) y somos el último de la cola, la rubia tonta o el racialmente diferente.
    El sexo sin amor sigue siendo sexo, eso si, dicen que pierde mucho. Yo nunca he tenido ocasión de comparar.
    Lo de Elvis es lo mas complejo de todo. Pero como dicen en las películas, sigue vivo en el pensamiento de todos aquellos que lo recuerdan, especialmente si piensan que sigue vivo.
    Isabel reina por Dios, reina.
    Y contestando a una última cuestión, mucho mas trascendente, y que has olvidado por completo debido a tu impresión: la tortilla de patata con cebolla, y con el huevo poco cuajado, a ser posible.

    Opino.

    Saludos.

  15. pepe dice:

    Amigo Koenig, me tienes rendido. Tras meses y meses de leer y escribir bobadas en Hislibris esperando que alguno de nosotros diera con alguna perla de verdadera sabiduría, vas tú y encuentras un collar entero. ¿Dónde está Richar, que fundó esta página con el oscuro deseo de alcanzar dicho tesoro? ¿Dónde los Javislerés, los Cavilius, los Ascanios, los Arauxos, las Clíos y las Aretes, los Juanrios y las Valerias? Para una cosa emocionante que pasa, van y se la pierden…

  16. Aretes dice:

    Tienes toda la razón, pepe.

    (de hecho, dejaré pasar más de un instante para recobrar el estado normal)

    Ése debería ser el verdadero friki test hislibreño.

  17. Clío dice:

    Yo, querido Pepe, despues de la experiencia de ayer noche, que te he relatado en Seda, estoy aún un poco ida, en babia, pero sí es un maestro este galo, contestando a los grandes enigmas de la humanidad, solo que no puedo estar de acuerdo con él en lo de la tortilla, a mi me da igual si lleva o no cebolla, pero lo que no soporto es que el huevo se vea sin hacer, puag….. cuajadita, cuajadita pero jugosa como la de mi madre sin ir más lejos.

  18. cavilius dice:

    Pues yo sigo pensando que la pregunta clave que se hace la humanidad toda, aunque sea secretamente, es ¿ein?

  19. Koenig dice:

    ¿Como?

    Pero bueno, ahora en tono mas serio, dejad ya de «enguarrindongarle» la reseña al pobre Rodrigo.

  20. pepe dice:

    Nada de eso, Koenig. La reseña de Rodrigo ha puesto de manifiesto que nada sabemos de aquello que anima a los seres humanos y tú has alzado tu voz para iluminar tanta oscuridad. Ariodantes y Akawis, Jerufas y Rodrigos, espartanos y ciudadanos de Atenas, acudid todos que la ocasión bien lo merece.
    -¿Y han de venir los lacedemonios?
    -Que vengan también los samotracios.
    -¿Y los peces y los batracios?
    -Que vengan todos, ¡qué demonios!

  21. juanrio dice:

    Koenig se ha dejado sin contestar, a pesar de su maestría en las otras respuestas, la pregunta más importante ¿Quienes somos? y en el sitio en el que nos encontramos es sin duda una de las más atrayentes que se puede hacer. Imaginad la respuesta en este micromundo nuestro en el que damos una identidad distinta de la nuestra y ocultamos nuestra imagen tras una foto o un dibujo que no se corresponde con nuestra imagen. Todo fluye, incluso el quienes somos, ya que quienes eramos ayer ya no seremos los mismos mañana.

    Hace poco Ariodante nos decía que se había convertido en la «madre» en su familia y eso es algo con lo que el paso de los años nos hace cargar. El papel de cada uno es cambiante y como tal va haciendo que en distintos momento ocupemos papeles distintos. Venimos de ser un libro en blanco que va escribiendose a tropezones para continuar emborronando páginas con mayor o menor esfuerzo y con el tiempo iremos escribiendo, cada vez con más pausas, temblorosos renglones.

  22. Rodrigo dice:

    ¿Ein?
    (Lo siento, es que lo bueno se me pega.)

    Koenig, por mí está todo muy bien.

    En mi caso fue la pregunta de Pepe –como es notorio- lo que me enfrentó al abismo de mi propia ignorancia ontotológica y existencial. En fin.

    Qué comentario más inspirado, Juanrio. La verdad es que Grossman apenas insinúa el sentido y la pertinencia de la frase que escogió como título de su libro. Tú has dado en la diana.

  23. Richar dice:

    Lo de la tortilla de patata con el huevo sin cuajar encaja realmente bien con el título de la reseña, ¿no?

    :-)

    Un saludo,
    Richar.

  24. Rodrigo dice:

    ¡Ja, ja!

    A mí lo que no me fluye es la mecanografía. Miren si no el engendro de palabrita que me ha salido: «ontotológica». Buf.

  25. cavilius dice:

    Oye, oye, Koenig, que mi comentario iba muy serio. Tanto que voy a reproducirte un fragmento de un texto en el que se define la esencia y origen de toda inquietud humana, sea ésta de la índole que sea, y verás así lo pertinente de mi comentario:

    … en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (de ahí que el amante del mito sea,a su modo, «amante de la sabiduría» [philósophos]: y es que el mito se compone de maravillas. Así pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por afán de conocimiento y no por utilidad alguna. Y este perseguir no consistió en ninguna otra cosa que en formular una y otra vez, ante todo y ante todos, la pregunta que mejor certificaba y evidenciaba ese afán y asombro suyo, y esta era: ¿ein?

    Aristóteles, Metafísica, 982b.

  26. Aretes dice:

    Iba yo a poner un comentario de esos profundos, sobre el quiénes somos, pero entre el huevo poco cuajado y la imagen de Aristóteles diciendo ¿ein?…
    Madre mía, ¡qué deprisa va esto!

  27. Koenig dice:

    “…en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo”

    A mi esta frase me recuerda siempre a un tonto mirando una tiza. No puedo evitarlo.

    Pero vayamos a cuestiones serias…

    …mi inestimable Cavilius tu pregunta me ha tenido en vela parte de la noche (una parte pequeña, puedes estar tranquilo), dándole vueltas a mi modesto cacumen en busca de una respuesta a la altura de este debate.
    Escolásticamente hablando, pensé en dos modos de enfrentarme al problema, cada uno ubicado en un extremo del mismo. ¿Quiénes somos? Puedo enfocarlo desde ¿Quién soy yo?, para a continuación deducir quién es cada uno de los demás. O puedo enfocarlo desde el punto de vista de ¿Quiénes son el grupo?, para avanzando en dirección contraria llegar a deducir lo mismo.
    Empezaré por la primera opción, analizando la cual se me ocurrieron varias posibilidades: “Yo soy el que soy”, demasiado bíblico; “Yo soy yo y mis circunstancias”, demasiado filosófico; “El estado soy yo”, un tanto absolutista; “Ich bin eine berliner”, y me entró una fobia por los descapotables; “Yo soy esa”, un tanto folclórico; “Yo, Koenig, Hislibreño de pro”, rimbombante en exceso; “Yo, yo mismo e Irene”, demasiado cinematográfico, además ¿Quién es Irene?; “Yoigo”, del todo mediático, no me valía.
    Decidí en ese momento abandonar esta línea de pensamiento ya que no se me ocurría nada nuevo (lo cual es totalmente cierto), y pasar a la segunda opción de las que he enumerado antes.
    Así, se me ocurrió aquello de “¡Hislibreñoooos!”, un clásico, muy trillado últimamente y además, somos mas de trescientos; ¡Hislibreeeeños!, demasiado pastoril; ¡Hisliiiiiibreños!, operístico, no os parece (igual me voy acercando); ¡Hiiiiislibreños!, jo, como los pregoneros.
    “Hermandad Impresionante de Superdotados Libres e Independientes Bien Reconocidos en Enclaves Nósticos Orientados Subrepticiamente”. Podría ser el camino, me dije, pero estas andaba cuando me quedé dormido. Así que dejaré que la cosa fluya, a ver si consigo encontrarlo.

    Hasta pronto.

  28. pepe dice:

    Que terrible es la ignorancia. Cuando leí lo de ein pensé en que el comentario de Cavilius era un homenaje al sargento Arensivia, y con él a Ramón Tosas, Ivá. El Vorimir ése que anda por ahí reseñando comics ganaría mucho (en mi consideración) si tuviera la feliz idea de hacer una reseña genérica sobre ésa obra cumbre de la literatura gráfica mundial, Historias de la puta mili, cagontó.

  29. cavilius dice:

    Pues no era un homenaje a Ivà pero podría haberlo sido, sí (yo era más de Makinavaja, el último choriso.

    Te ha quedado una reflexión muy kantiana, Koenig, y en realidad no podía ser de otro modo porque, como todo el mundo sabe, el filósofo alemán, el gran Kant (no confundir con el Gran Khan) nació, vivió y murió en tu ciudad, Koenig: en el burgo de Koenig, en Koenigsberg.

    Sólo querría añadir algo a tu reflexión kantiana nocturna, ampliarla con una reflexión kantiana mañanera, también conocida como reflexión de kantamañanas: la cuestión fundamental «¿quién soy yo?» puede encontrar no una sino dos respuestas de cariz bíblico: lá que tú has dado apoyándote en el Antiguo Testamento (“Yo soy el que soy”) y la que ahora doy yo apoyándome en el Nuevo: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Humildemente creo que esta segunda opción da más juego kantamañanero.

    En cualquier caso, y a la vista de cómo han ido fluyendo los argumentos por esta reseña (Sagradas Escrituras, Aristóteles, Kant, la ópera, Ivà, los batracios…), lo que queda claro es lo que afirma el título de la obra de Grossman, que por cierto ya sentenciara el oscuro Heráclito hace dos mil quinientos años.

  30. Akawi dice:

    Falta esa frase tan española que te lanzan con aire de superioridad y cabeza erguida: –¿Vd no sabe quién soy yo?–

    Que de hecho el propio señor tampoco sabe quién es. Esto es muy complicado, deberíamos recurri a aquello de «conocete a tí mismo»
    que parece más sencillo para el comienzo y que al menos Koenig pueda coger el sueño.
    Después de conocernos empezaremos clases particulares impartidas por Rodrigo, Koenig y Cavilius, que ya lo tendran superado y podrán explicarnos «el sentido de la Vida» y sobre todo «Hacia dónde vamos»

    No sea que no esté en el momento o el sitio adecuado. ja,ja,ja,ja,…

    Pero a mí lo que más me preocupa es «Hacia donde vamos»…..
    el camino está tan oscuro……….

  31. Koenig dice:

    Mi estimado Cavilius. Impecable reflexión la tuya si no fuera porque me identifico mas con el viejo sentado en lo alto de la montaña, y que Battemberg se tradujo como Mountbatten.

    Voy a permitirme ahora reflexionar sobre la última frase de Akawi. ¿Está oscuro el camino hacia donde vamos?.
    Si nos atenemos a su sentido mas literal no. Siempre que caminemos de día, o nos equipemos con una linterna decente. Pero sospecho que Akawi no se refería al sentido literal.

    En un sentido mas metafórico tampoco me parece que «oscuro» sea el adjetivo. Indefinido estaría mejor. Y no siempre, como dijo aquel que se tiró desde un quinto: «por ahora todo bien», y su futuro estaba perfecta, e impactantemente, definido.

    Jop-ino.

    Saludos.

  32. Valeria dice:

    Tras varios días de arduo trabajo, entre puñetas y jornadas de formación, «fluyo» hacia un oscuro destino: un domingo de limpieza en una casa de aldea deshabitada por el fallecimiento de su última ocupante. ¿Oscuro? Efectivamente, oscurísimo destino es el mío, sobre todo bajo el tejado, lugar a donde no llega la instalación eléctrica, que se instaló en la casa cuando B. Franklin gozaba de buena salud. Pero afrontará ese oscuro destino con filosofía (y una buena linterna) porque bajo ese tejado vislumbré en la última visita, oculta bajo el polvo, las arañas, los huesos de mamut, un diente de tyranosaurio y la bacinilla de Felipe II, una caja de libros.

  33. Clío dice:

    Guau!!! suena a misterio misterioso!

  34. Rodrigo dice:

    Geniaaal. Mejor que Ruiz Zafón.

    ¿Por qué a mí no me pasan esas cosas?

  35. Valeria dice:

    Bueno, queridos, os adelanto que la caja misteriosa del desván resultó ser un poco decepcionante, sobre todo por lo peligros que hube de arrostrar para rescatarla: libros escolares de año del catapún, y poca cosa más. Me llevé una edición bastante deteriorada de Scaramouche, el «Libro de piedad del soldado español», una edición de Reader Digest de 1959 y un folletito sobre la guerra alemana. Las arañas, todas muy lustrosas. La bacinilla de porcelana también la he rehusado. Pero me he encontrado un billete de mil pesetas de hace muuuuuucho tiempo y una moneda de la República. Bien está lo que bien acaba.

  36. Ascanio dice:

    Oooooh, qué pena; nos tenías a todos en ascuas… (con o sin sardina arrimá).

  37. Germánico dice:

    Un folletito sobre la guerra alemana… Expláyate, mujer…

  38. nando dice:

    Tengo pendiente el primero Rodrigo.
    Al ritmo que llevas no hay quien te pille.
    Como de costumbre impresionante reseña.

    saludos

  39. Rodrigo dice:

    Por sacarme el gusto desagradable que me dejado la última y –una vez más- fallida novela de Umberto Eco (estoy por pensar que lo de El nombre de la rosa fue un logro casi fortuito), leo nuevamente Todo fluye. Desde luego, pienso que el libro se merecía una mejor reseña.

    Esta segunda relectura de Todo fluye me ha convencido de que no hacía falta reprocharle aquella “desproporción” a que yo mismo aludía un par de años atrás, con sinceridad pero también con aspereza innecesaria -y no poca miopía-. En rigor, sólo se le hace justicia si se valora su condición de libro acusatorio, de sentida reflexión sobre uno de los períodos más sórdidos de la historia; de modo más preciso: si se valora su condición de testamento político e intelectual del autor. Lo que debe estar claro desde un principio es que Todo fluye es más una obra testimonial que una novela. Lúcida y entrañable en su crítica de algunas de las peores lacras del siglo XX, como tal obra testimonial es un trabajo de primerísimo nivel; no es poco mérito para quien, de todos modos, escribió una de las mejores novelas de todos los tiempos (me refiero obviamente a Vida y destino). Sólo cabe lamentar que el resuelto espíritu de rebelión –el mismo que tanto se echa en falta en Por una causa justa, que pese a todo fue muy criticada por la prensa soviética- lo conquistase a Grossman de modo relativamente tardío, y que su obra crítica no haya podido influir en su momento como aspiraba a hacerlo (recordemos que los dos libros, Vida y destino y Todo fluye, fueron censurados). Algún consuelo es que sí influyera en los días de su primera publicación en Rusia, cuando la glasnost.

    Ciertamente, el que este libro provocara en 1989 las iras de los extremistas de derecha y de izquierda en Rusia (toda la caterva de nacionalistas, antisemitas, neoleninistas y neoestalinistas), dice bastante en su favor.

    Libre ahora de toda prevención y enfocando mejor la mira, recomiendo encarecidamente su lectura.

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