EL NILO BLANCO – Alan Moorehead

El Nilo blancoHacia el año 460 aC, Herodoto remontó el Nilo hasta la primera catarata de Asuán, y hubo de dar media vuelta ante la imposibilidad de hallar información definitiva sobre el nacimiento del río…
Alan Moorehead


Estamos en una época en la que África, igual que prácticamente el resto del mundo, ha perdido el halo de misterio que la rodeó durante siglos. Los documentales de naturaleza pasados por televisión, con especial protagonismo de los rodados en África oriental, han contribuido decisivamente a que el espectador (es decir, todo hijo de vecino) esté más o menos familiarizado con el continente negro. Pero hasta hace muy poco tiempo, la percepción europea de África seguía siendo prácticamente la misma que en época romana: un continente de clima, población y geografía hostil a los venidos de fuera a tratar de descubrir su misterio. Y el misterio por antonomasia eran las fuentes del Nilo. Alan Moorehead publicó “El Nilo Blanco” en 1960, justo antes de la popularización de los documentales divulgativos aludidos más arriba, inscribiéndose el libro en una larga tradición de literatura africana en el mundo anglosajón.

“El Nilo Blanco” es un libro que se resiste a recibir una etiqueta o ser descrito como perteneciente a un solo género literario. Es tanto una crónica histórica como un seductor relato de aventuras, casi podría ser catalogado como novela, y desde luego es considerado de forma mayoritaria como un libro de viajes; es, en definitiva, un ensayo por su concepción, tema y desarrollo. Para mí, ante todo, se trata de una soberbia narración del pulso vital de este río, que se comporta en las maravillosas páginas de Moorehead como un auténtico ser vivo.

El estilo personal e inimitable de Moorehead toma forma en esta obra de manera irresistible. Desde la primera línea hasta la última, el autor es capaz de transportar al lector a la región oriental africana donde tuvieron lugar los acontecimientos. Ésa es la nota característica de este libro: nunca pierde de vista al Nilo. El río es objeto de apasionado estudio a través, curiosamente, de aquellos viajeros, mezcla de pioneros y aventureros, que intentaron resolver su misterio. Los nombres más célebres de la búsqueda de las fuentes del Nilo –o relacionados con su convulsa historia- durante toda la segunda mitad del siglo XIX desfilarán ante el lector: Burton, Speke, Grant, el matrimonio Baker, Livingstone, Stanley, Gordon, El Mahdi, el jedive Ismail, Gessi… El autor hace una mención muy escueta –y éste es de los pocos defectos que pueden sacarse al libro- de los primeros pioneros en la búsqueda de las famosas fuentes del Nilo: Heródoto, los expedicionarios de Nerón y, mucho más tarde, James Bruce, son despachados en el prólogo. Sin embargo, la intención del autor era, al parecer, centrarse en la época dorada de la exploración del África central y oriental, y por ello empieza su narración, sin pensarlo dos veces, en 1856, con Burton y Speke en la isla de Zanzíbar –entonces un enclave comercial sin parangón en toda África oriental, además del paraíso tropical que sigue siendo- a punto de empezar la aventura de adentrarse en el ignoto interior del continente.

Los ingredientes que utiliza Moorehead para componer el inmenso fresco del Nilo Blanco son múltiples: históricos y geográficos, desde luego, pero también étnológicos, antropológicos, foklóricos, literarios. El acierto del libro está en la sabia disposición de tan amplio abanico de posibilidades. Así, encontraremos en él desde la descripción de un mercado árabe de esclavos hasta la heroica resistencia de Gordon “El Chino” en Jartum, que le costó la vida, pasando por las intensas experiencias de exploración, conquista y descubrimiento del río. De este modo, el libro pasa por momentos tanto líricos como épicos, sabiendo encontrar en cada momento la nota más adecuada.

Mi impresión del libro fue tan positiva que me cuesta buscar en él aspectos negativos. Las principales objeciones, no obstante, no son de fondo sino de forma: se echa en falta un aparato de notas más voluminoso, puesto que las 10 páginas donde se contienen se antojan cortas para tan profunda inmersión –perdonad la fácil metáfora- en el estudio del río. En ellas se revelan la mayor parte de las fuentes literarias y crónicas de donde ha obtenido el autor el esqueleto del relato, pero no todas. Otro tanto sucede con los cinco únicos mapas, que resultan ser escasos para una obra de esta envergadura. Respecto a las imágenes y láminas, constituyen una pintoresca y adecuada adición a las bellezas que el libro describe de forma tan elocuente, aunque su escaso número hace desear que se hubieran incluido más. Por último, el índice analítico sí cumple su función de ayudar a la rápida localización de un dato, un nombre, una historia…

Decía Jean-Pierre Vernant que, desde 1969, ningún hombre podría volver a mirar la Luna como él la había visto de joven, desde la cubierta de un barco en el Egeo. A partir del momento en que Neil Armstrong se posó sobre ella, jamás podría volver a percibirse de la misma forma el misterio y el embrujo que el satélite tuvo para cientos de generaciones humanas. La aventura de la exploración del Nilo durante el siglo XIX puede parangonarse con la anterior. El mundo se hizo más pequeño desde que gigantes como los que describe Moorehead viajaron por el río más largo del orbe y descubrieron sus secretos.

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31 comentarios en “EL NILO BLANCO – Alan Moorehead

  1. Ignacio el argentino dice:

    Muy buena reseña Paco T, parece bastante interesante el libro.
    saludos

  2. Arauxo dice:

    Excelente, Paco T. Excelente elección, excelente temática y excelente reseña. Parece que los libros de viajes, exploraciones y descubrimientos -o similares- empiezan a proliferar en Hislibris, y con este se añade además un nuevo continente a la lista (teníamos ya, si mi memoria no me falla algunos sobre américa y alguno más sobre Asia). Según cuentas y respecto a la variedad de géneros que parecen converger en ella… ¿cabría considerar la obra -en un ejercicio de voluntarismo literario, claro está- como una novela en la que el protagonista es un río? Y otra preguntita: supongo que las fuentes principales del autor son los diarios de viaje de los exploradores ¿Cierto? ¿Se apoya en algo más? Y ya, por preguntar que no quede, sobre todo para intentar paliar mi absoluta ignorancia en la materia: todos hemos oído hablar de Livingstone, tal vez de Stanley, quizás de Baker, pero… ¿Quién descubrió, finalmente, las fuentes del Nilo?

    Un saludo y a por otra igual de buena.

  3. Arauxo dice:

    Evidentemente, el americano es un continente de tal envergadura que… bien merece una mayúscula: América, hombre, América (en qué estaría pensando este arauxo…)

  4. cavilius dice:

    Buena reseña, Paco T. Pregunta de ignorante: ¿por qué «blanco»?

  5. pepe dice:

    Paco T, enhorabuena por la reseña, que me ha parecido fantástica, y por la elección del libro, que estoy seguro de que es estupendo, aunque algunos no estemos ya en la edad en la que más se disfrutan los libros de viajes y descubrimientos. Aunque ya responderás tú después, supongo que el nombre de Nilo Blanco se debe quizá al color de las aguas, o más bien al color de las rocas que haya en el lecho del río (por decir algo) y creo que es a Speke al que se suele atribuir el mérito de haber descubierto las fuentes del Nilo, pero igual estoy equivocado …

    Saludos.

  6. Ascanio dice:

    Creo que hay un Nilo blanco y un Nilo azul, y que confluyen en…no me acuerdo dónde.
    Gracias por la reseña, Paco T. Muy interesante, sí señor. Has comentado algo de Zanzíbar como enclave comercial. Me recuerda a una novela que leí hace un par de veranos, y que se titulaba precisamente así, Zanzíbar, y que describía de una manera escalofriante cómo la isla se había convertido en el centro del tráfico de esclavos de toda Africa. Espeluznante. ¿Comenta algo de esto Moorehead en el libro?
    Por último, mencionar que siempre que se habla del Nilo, me viene a la mente una frase que cita Terenci Moix en su libro «Viaje sentimental a Egipto» y que dice algo así (perdón si no es exacta, porque la escribo de memoria):
    Aquel que ha bebido de las aguas del Nilo no puede ya apagar su sed en otro río.

  7. erwin dice:

    Buenas,

    interesantísimo libro, gracias Paco T.

    hace unos años leí «Las montañas de la Luna» de Sir Richard Burton en el que describe su viaje en busca de las fuentes del Nilo en 1856.
    También es estupendo y tras tu reseña me apunto a volver a viajar, mediante la lectura, al Nilo.

    Me permito incluir esta nota que hace un recorrido del Nilo desde su nacimiento y habla de sus diferentes nombres, entre ellos el Nilo Blanco.

    «El Rio Nilo discurre a lo largo de 6700 km en el Nordeste de Africa. Su verdadero origen es un río de Burundi, el Kasumo, que se transforma luego en el Kagera hasta verter sus aguas al lago Victoria después de recorrer 1100 Km. Este lago mide 70.000 km2 y está situado a 1133 m. De él parte el Nilo Victoria, que atraviesa entre dos cataratas el lago Kioga y el Alberto. A su salida toma el nombre de Bahr al-Yabal y discurre hacia el norte a lo largo de 200 km. antes de alcanzar la región de los sadd, en la llanura del Sudán meridional, donde forma un inmenso pantano. Allí recibe las aguas del Bahr al-Abyad y sale con el nombre de Nilo Blanco o Bahr al-Abyad. Continúa hacia el norte recibiendo las aguas del Sobat hasta confluir con el Nilo Azul (Bahr al-Azraq). De nuevo por la orilla derecha recibe al Atbara y después de recorrer 2700 km de desierto alcanza el Mar Mediterráneo formando un inmenso delta de más de 20.000 km2 cuyo continuo crecimiento ha sido finalmente detenido por una corriente marina paralela a la costa.»

    saludos

  8. erwin dice:

    Hola de nuevo,
    abundando en el tema de las fuentes del Nilo,
    Speke y Burton comenzaron juntos la expedición del 1856-58 pero acabaron separándose. Burton descubrió el lago Tanganika y Speke el Victoria, al que valoró bastante correctamente, como el origen del Nilo.
    Posteriormente Burton y Speke discutieron públicamente sobre el asunto y Speke regresó a África para recoger pruebas, pero murió en un accidente de caza.
    Saludos

  9. Casio dice:

    He tenido que rebuscar un rato, pero la frase que comenta Ascanio aparece también en Sinuhé el egipcio, que conste.

  10. Casio dice:

    (El que conste no era en cursiva… ¿¡Lo he vuelto ha hacer!?)

  11. Ascanio dice:

    Pues como me reconcomía la curiosidad, no hay nada como una visita a la güiquipedia para salir de dudas de los colorines del Nilo (copio y pego):

    El río llamado Nilo Blanco se encuentra en el noreste de África y su curso transcurre a través del Sudán. Según muchos geógrafos, se trata de un tramo del verdadero Nilo, aunque al pasar por las tierras de este país reciba el nombre de Nilo Blanco (en árabe al-Nahr al-Abyad [النهر البيض] o al-Nahr el-Jebel [انهرل الجبل]). Supone el aporte permanente de agua más importante de la zona.

    El río Nilo Azul (en árabe, al-Bahr al-Azraq, البحر الأزرق), nace y transcurre por Etiopía hasta llegar al Sudán donde se une con el Nilo Blanco que a su vez dará sus aguas al Nilo propiamente dicho. Nace en el lago Tana, en la meseta norte de Amhara.

    Hala.

  12. pepe dice:

    Ascanio, por más que leo y releo el texto que has escrito no consigo ver en qué modo resuelve el asunto del nombre. A mí, lo del Nilo Blanco y lo del lago Victoria me recuerda la famosa canción de Basilio, mas tarde versionada por Chiquito de la Calzada. Qué pena que ya no se hagan canciones así.

    No hay un lago negro y un lago blanco y un lago blanco
    hay un lago inmenso lleno de fango, lleno de fango
    No hay silencio negro ni llanto blanco, ni llanto blanco
    hay solamente silencio y llanto, silencio y llanto

    Saludos.

  13. Paco T dice:

    En primer lugar, saludos a todos y gracias por vuestros elogios. Bueno, al tardar un poco en poder conectarme han surgido algunas cuestiones sobre el libro y el Nilo en general que dan para charlar bastante… pero como ya sabéis que me gusta contestar a todo el mundo, iremos por partes:

    – Ignacio, no lo dudes, el libro merece la pena: consíguelo.

    – Arauxo, como comentaba en la reseña, el río se comporta casi como un personaje más en el libro, y éste alcanza en muchas ocasiones un tono casi novelesco por las aventuras extraordinarias que allí tuvieron lugar. Como has supuesto muy bien, la mayor parte de las fuentes son los diarios y memorias de los expedicionarios; entre los principales están los siguientes (y cito directamente de las notas del libro): Last journals, de Livingstone, The lake regions of Central Africa, de Burton, Journal of the discovery of the Source of the Nile, de Speke, Albert N’yanza, de Baker, Through the Dark Continent, de Stanley, y Through Masailand [A través de tierra masai], de Thomson. Pero hay muchos otros. El autor, cuya prosa es, de verdad, magnífica, recomienda The Nile Quest [La búsqueda del Nilo], de Harry Johnston, como la mejor introducción general al tema, y eso pese a ser un libro editado en 1903. Respecto a la cuestión sobre a quién se atribuye el descubrimiento de las fuentes del Nilo, ahí está la madre del cordero, precisamente. Hoy día tiende a atribuirse a Speke, pero esta cuestión sigue siendo debatida, puesto que Speke partió de una hipótesis que, después, resultó cierta: en su primera expedición con Burton, y estando éste convaleciente, Speke partió en solitario desde las orillas del Tanganica (donde Burton creía que nacía el río) y exploró la ribera sur y este del lago Victoria, pero no vió la ribera norte, donde nace realmente. Esta hipótesis le valió su agria disputa con Burton, que acabó dramáticamente antes de producirse el enfrentamiento de ambos para defender sus tesis en la Royal Geographical Society. Entre ambos acontecimientos, Speke realizó su propia expedición con Grant, y descubrió las cataratas Ripon, donde situó las fuentes… que, como alguno habrá supuesto, no son las auténticas… De ahí que se siga debatiendo hoy en día la cuestión.

  14. Paco T dice:

    Sigo.

    – Cavilius, se me han adelantado y ya han contestado tu cuestión, aunque a medias… El Nilo Blanco es la vía principal de agua que, partiendo de la región ecuatorial africana, confluye con otro afluente (el Nilo Azul) en Jartum, para formar desde allí una única y poderosa corriente conocida desde ese punto como el Nilo (a secas). La cuestión del origen de los colores para denominar ambas corrientes es para mí totalmente desconocida, aunque seguro que, como apunta Pepe, esconde algún dato curioso.

    – Ascanio, en las primeras páginas del libro se describe un mercado de esclavos árabe en Zanzíbar de modo tan vívido que a uno le parece que está paseando por las calles atestadas de bagajes, personas y mercancías… Es un libro con un poder de evocación poderosísimo.

    – Erwin, gracias por los datos que aportas por medio de la cita de Burton. El capitán Burton es uno de mis personajes históricos predilectos, aunque no he leido el libro que citas, pero sí su «Peregrinación a la Meca y Medina», que también es fantástico. Burton es la aventura en estado puro.

    Saludos a todos

  15. Paco T dice:

    Por cierto, y ahora que caigo: llevo varios meses (desde que leí El Nilo Blanco) buscando El Nilo Azul, y no he tenido suerte. Este mensaje es un SOS para los afortunados hislibreños que puedan visitar la feria del libro de Madrid (o cualquier otra) y lo vean. Si lo encontráis, please, agenciádmelo, y nos ponemos en contacto a través del blog para pagaros el favor (aunque sea en carnes… jeje). Dudo mucho que yo pueda encontrarlo en la feria del libro de Málaga, donde ya he preguntado por él… pero no pierdo la esperanza.

  16. Paco T dice:

    Muy chulas las fotos. Gracias, Ascanio. Estaba yo pensando que ya les hubiera gustado a los exploradores del s. XIX tener algunos de los aparatitos que gastamos hoy en día, como las fotos aéreas o de satélite; les hubiera evitado muchos problemas. Por ejemplo, el meollo de la famosa discusión entre Burton y Speke se originó por las mediciones imprecisas de altura hechas por el segundo en el lago Victoria. Pero con esa tecnología también se pierde el sabor de la aventura, aunque es muy fácil decir esto cuando sólo la vives desde el sillón de tu casa con un buen libro, y no jugándote el pellejo en busca de las montañas de la Luna…
    Saludos

  17. Epaminondas dice:

    Burton y Speke, las montañas de la Luna, una espléndida pelicula.

  18. Valeria dice:

    Pues a mi este hilo me está recordando Cinco semanas en Globo, de Julio Verne. No se por qué, pero así es. Tengo que buscar un hueco para releer a Julito.

  19. Paco T dice:

    Cierto, Epaminondas, muy buena. Además refleja muy bien toda la epopeya de búsqueda de las fuentes del Nilo. Creo que el pobre Patrick Bergin no ha vuelto (ni volverá) a tener un papel como el de Burton en «Las montañas de la Luna» ni poniéndole un ramo de peregil entero a San Pancracio…

  20. Ascanio dice:

    Pues a mí este hilo me va recordando también a la película protagonizada por Hugh Grant (que para variar no hacía de Hugh Grant), titulada El inglés que subió una colina pero bajó una montaña.

  21. Paco T dice:

    ¿Y eso, Ascanio? No veo mucha relación, la verdad…

  22. Arauxo dice:

    Da igual, Paco T. Es que Ascanio quería participar, hombre…

  23. Ascanio dice:

    Anda que…
    Pues es que como hablábais de mediciones y cosas de esas, pues me he acordado de esa película. ¿Pasa algo, eh? ¿EEEEEHHHHH?
    Ah, pues bueno.

  24. Koenig dice:

    Mira tu por donde, aquí estan los Loans de Boston. Entrañable familia.

  25. Nuruialwen dice:

    Cierto, cierto, lástima que tuvieran que regresar allí tan pronto. Pero encantadora la familia, sí (y numerosa, demonios. Esto no lo había visto yo nunca, spam de a siete mensajes, pues anda…).

  26. Hécuba dice:

    Después de tantos años leo sobre el Nilo blanco. Ya pensaba que lo había inventado, porque llevo algún tiempo buscándolo sin resultados.
    Soy de Málaga y si por casualidad Paco T., tiene la amabilidad de decirme si encontró el libro, o cualquier otra sugerencia lo agradecería.
    He preguntado, incluso en una sucursal de donde lo compré, aunque fue en otra ciudad, pero no tienen noticias.
    Gracias de antemano, a pesar de los muchos años que han transcurrido.
    Disfruté mucho con su lectura en mi adolescencia y lo dejé a una compañera y lo extravió,ahora quiero tener uno para mi y regalar a otras personas.
    Saludos
    Hécuba

  27. Julia dice:

    Este libro es un clásico en la historia del descubrimento de las fuentes del Nilo (mejor aún, de los Nilos). Para mí, el peor tropiezo del libro es el mismo que cometen todos los historiadores anglosajones: dicen, o dan a entender, que el NIlo Azul fue descubierto ante los ojos europeos por James Bruce sin citar (o citando de pasada) que doscientos años antes otro europeo había estado en el lago Tana, o sea, en su nacimento. Se llamaba Pedro Páez y era un jesuita español cuya vida es tan apasionante como la de los grandes exploradores africanos. Lástima que no hubiera nacido en Brighton, por ejemplo.

  28. Hécuba dice:

    Gracias Julia. Desde luego que se lo de Pedro Páez, tengo por costumbre no detenerme en lo que se ve, sino adentrarme en todo, que seguro acabo viendo cómo fueron las cosas en realidad, si fuese posible adentrarse tanto. Recuerdas la batalla de Qadsh? pues siempre puse en duda lo que dicen las estelas. Espero entiendas lo que te estoy diciendo.
    De todos modos me gustaría encontrar el libro dicho. Y desde luego se que eran los Nilos , el Nilo blanco y el Nilo azul. Puse mucha atención cuando me contaban tanto en Geografía como en Historia » las fuentes del Nilo y su repercusión tanto en la vida cotidiana de las gentes como de los territorios por los que pasaba.
    Te vuelvo a dar las gracias por haberme contestado y veo por ello que también tienes una mirada personal y crítica hacia los acontecimientos.
    Y ya sabemos, al menos yo, que la propaganda y el boato que utilizan ciertos nacionalismos, ha hecho que se deba revisar gran parte de muchos hechos históricos, demostrando con técnicas científicas que en realidad no fueron tal como nos han contado.
    Siempre digo y en realidad lo recogí de los griegos de hace 2500 años: La única manera de adquirir importancia es dársela.
    Y los británicos han sido maestros en ello. Y lo de maestros es……… un eufemismo.
    Un saludo
    Hécuba

  29. Hécuba dice:

    Buenos días Julia, veo que no has tenido tiempo o ganas de contestarme o de polemizar.
    Vuelvo, como la mula al trigo :-)))). Me saltó la » e «me refería tan conocida la batalla de Qadesh, entre los egipcios e hititas. Y es que me encanta la discrepancia, así cuando me encontré con tu comentario me dije: anda qué bien !!!!! Aunque comprendo que discrepar con una desconocida no suele gustar.
    En fin…. mis saludos y si quieras volver a decir algo ya puedo recibirlo con todo gusto.
    Hécuba

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