HELENA, EMPERATRIZ Y SANTA – Evelyn Waugh

HelenaEvelyn Waugh, conocido por sus novelas de crítica social y, sobre todo, por la inolvidable «Retorno a Brydeshead», hace esta vez una incursión en el campo de la novela histórica con la recreación de la vida y milagros de Santa Helena, madre del Emperador Constantino, y su arqueológica hazaña, cuando contaba más de 80 años, de dirigir las excavaciones que culminaron con la recuperación de la auténtica cruz donde murió Jesucristo.

Helena, repudiada prematuramente por su esposo Constancio Cloro, tuvo una vida sencilla, lejos de las intrigas cortesanas. Se hizo bautizar y, ya anciana, viajó a Jerusalén donde, avisada en sueños por el judío errante, localizó el lugar exacto en que se encontraba la Vera Cruz. De esta forma inundó la cristiandad con fragmentos de tan importantes reliquias. Se decía (el vulgo, ya se sabe, es muy exagerado) que había suficiente madera como para construir un acorazado…

Realmente no se trata de una novela histórica propiamente dicha, ya que los episodios que narra carecen de una base documental seria. Más bien es una recreación anovelada de la leyenda que pretende ahondar en la psicología de la protagonista, su fe, sus convicciones y sentimientos.

Lo más interesante de la obra, desde mi punto de vista, es su ambientación en la decadente Roma, a principios del s. IV, donde un Constantino enloquecido y contradictorio se obsesiona con todo tipo de controversias teológicas mientras manda asesinar a cualquiera que ose interferir en los asuntos políticos, incluidos sus familiares más próximos (en poco tiempo acabó con su suegro Liciniano, su segunda esposa Fausta y su primogénito Crispo).

En resumen: una obra interesante y de agradable lectura, aunque a veces aparezcan en la traducción algunas expresiones desconcertantes, como el uso del «usted» entre los romanos o las alusiones a la enfermedad mental de Constantino como «la murria del Emperador».

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47 comentarios en “HELENA, EMPERATRIZ Y SANTA – Evelyn Waugh

  1. Arauxo dice:

    Salva, Aldebarán.

    El personaje protagonista de la novela siempre me ha parecido muy atractivo y muy apropiado para recrear una historia de ficción en torno a su vida y su época. Ésta última, y como tú apuntas en tu reseña, es absolutamente fascinante y desconocida en gran medida por el gran público, salvo por cuatro tópicos legendarios, como la conversión de Constantino o (tras la abrumadora instrucción de las masas fomentada por la historicista, objetiva y científica novela esa que tiene nombre de ciudad italiana y prototipo de humanista…) las controversias teológicas que aquél dirimió «cortando por lo sano».

    En fin, Aldebarán, muchas gracias por la reseña y por tus opiniones. Gracias por recomendárnosla y por ponernos en guardia ante sus defectos. Y expláyate un poquito más, hombre. No te cortes, que a algunos nos interes mucho esta época…

    Un saludo.

  2. Arauxo dice:

    Obviamente, el saludo quería decir «salvE», no «salvA», porque al menos que yo sepa, Aldebarán, tú no te llamas Salvador ¿No?

  3. Aldebaran dice:

    No me llamo Salvador, no. Me llamo Aldebarán. Y vale, me explayaré en cuanto encuentre un hueco en mi sobrecargada agenda.
    NOTA: Lo de «Expláyate un poquito más, hombre» no procede, que fémina soy.
    Hasta pronto.

  4. Arauxo dice:

    ¡Fémina sois! ¡Claro, tonto de mi! ¡Nombre de estrella luminosa en el firmamento (y de hermosa yegua de pura raza árabe en Ben-Hur, por Baltasar y los tres Reyes Magos)!

    Perdonadme pues la torpeza y la osadía de asimilaros al varonil género, gentil doncella, que yo mudaré, en penitencia por tamaña felonía, mi burdo yerro en devoción perpetua!

    Y… hasta pronto también.

  5. Anthos dice:

    Sin haber leído el libro objeto de la reseña de Aldebarán, me permito improvisar un comentario sobre la «santidad» de la protagonista, Flavia Iulia Helena o Helena de Constantinopla o Santa Elena o Santa Helena. La santidad es un título de reconocimiento de méritos que otorga la Iglesia Cristiana a determinadas personas, pero la dualidad eclesiástica de aquel momento hizo que la emperatriz en cuestión goce de tal título por partida doble, pues es santa para la Iglesia Cristiana Ortodoxa y para la Iglesia Católica Romana. Su hijo, Constantino, no fue tan afortunado y sólo obtuvo este místico grado de la santidad unitariamente por concesión de la iglesia oriental. Los ortodoxos celebran la fiesta conjunta de ambos santos, madre e hijo, el día 21 de mayo, mientras que, en su particular santoral, los católicos festejan en solitario a Santa Helena el 18 de agosto.

    A pesar de esa doble santidad, que yo sepa a Santa Helena no se la ha canonizado nunca. En los primeros siglos del cristianismo se solía incluir en el censo de los santos a quienes habían ostentado un distinguido rango o dignidad. Tal es el caso de los 54 primeros papas, desde San Pedro hasta San Félix IV (526-530), sistemáticamente santos por su cargo, siendo el godo Bonifacio II el primer papa que se vio privado del preciado diploma. Tal era la avalancha de santos personajes que hubo de regularse restrictivamente el régimen de asignación del atributo de la santidad mediante normas insertas en el Derecho Canónico, es decir, por un procedimiento canónico o canonización.

  6. Pepe dice:

    Precisamente un 21 de mayo de 1502, festividad ortodoxa de Santa Helena, como bien señala Anthos, el español Joao da Nova Castilla -un marino gallego al servicio de Portugal- descubrió una pequeña isla en el océano Atlántico. Su existencia y localización se mantuvo al principio en secreto; más tarde pasó a manos inglesas, luego holandesas, de nuevo inglesas y finalmente se hizo famosa por albergar a cierto huesped ilustre. En realción ya con el tema del hilo, coincido con Arauxo en que el personaje es muy interesante (al menos tanto como la reseña) y con Aldebarán en que la lectura de la novela es muy agradable.

    Un saludo,

    Pepe.

  7. Aldebaran dice:

    Como parece que el personaje de Constantino, pese a ser secundario en la novela, ha despertado bastante interés, aquí van unos pequeños comentarios sobre su vida y su actuación al frente del Imperio.

    Hijo de Constancio Cloro y Helena (la doble Santa), a la muerte de su padre, el año 306, fue proclamado Augusto por las tropas de la Britania Romana. En la batalla de Puente Milvio (312) se impuso a su rival Majencio, haciéndose con el poder de la parte occidental del Imperio. El año 323, tras la batalla de Adrianópolis, consiguió también el dominio de la parte oriental, ejerciendo desde entonces como «Totius Orbis Imperator». Durante su mandato el Imperio adquirió la forma de una monarquía de derecho divino, al estilo oriental.

    Según cuente la leyenda, en vísperas de la batalla de Puente Milvio, mientras avanzaba con sus soldados al encuentro de Majencio, vio el sol interceptado por una cruz. Esa misma noche tuvo un sueño en el que se le ordenaba incluir el símbolo del cristianismo (el monograma de Cristo, con la X y la P -la “ro” griega- sobrepuestas) en el estandarte. Desde entonces el águila imperial fue sustituida por el famoso Crismón o Lábaro.

    El año 313 promulgó el Edicto de Milán despenalizando la práctica del cristianismo y devolvió a la Iglesia los bienes confiscados, otorgando a los cristianos importantes prerrogativas frente a los miembros de otras confesiones.
    Convocó y presidió el Concilio de Nicea (325) que condenó definitivamente la herejía arriana, lo que no le impidió inclinarse más tarde por esa doctrina e intentar imponerla en el Imperio, ya que le daba la posibilidad de atribuir al Emperador una categoría privilegiada sobre los demás hombres.
    Siguiendo una costumbre de la época, se hizo bautizar cuando su muerte era inminente. Y para ello eligió a un obispo arriano, Eusebio de Nicomedia.

    Durante su mandato el Imperio consolidó las fronteras, frenando el avance de los bárbaros y logró contener los intentos expansionistas de los persas.
    Reformó y modernizó el ejército, jerarquizó la sociedad (sentando las bases del posterior feudalismo) y actuó como legislador supremo, sobreponiendo con frecuencia su autoridad a la tradición del derecho romano. Algunas de estas nuevas leyes resultan ahora sorprendentes. Por ejemplo:

    • Pena de muerte por el abuso en la recaudación de impuestos
    • No estaba permitido mantener a los prisioneros en la oscuridad, Era obligatorio que pudiesen ver la luz del día
    • Si un padre permitía que su hija fuese seducida se le introduciría plomo derretido en la garganta.
    • Se abolió la crucifixión, que fue sustituida por la horca
    • El domingo se declaró día de descanso (gracias, Constantino), cerrándose los comercios y oficinas públicas.

    Fundó la ciudad de Constantinopla -La Nueva Roma- con lo que aceleró el distanciamiento entre el oriente griego y el occidente romano.
    A su muerte nombró herederos a sus tres hijos (Constantino, Constante y Constancio) y dos sobrinos. Este hecho provocó cruentas luchas que acabaron debilitando el Imperio. El último miembro de su estirpe fue Juliano, llamado «el apóstata», sobre el cual ha escrito Gore Vidal una excelente novela.

    Seguramente Constantino es una de los personajes que más ha influido en el devenir de la Historia de Occidente. En primer lugar por su «cristianización» del Imperio y, en segundo, por la famosa -y absolutamente falsa- «Donación de Constantino» que utilizó la Iglesia desde el siglo VIII al XV como argumento para legitimar su derecho a regir los destinos de todo el occidente cristiano.

  8. richar dice:

    Gracias Aldebaran por semejante clase de Historia, todo un lujo.

    Un saludo,
    Richar.

  9. cavilius dice:

    Hola, Aldebaran.

    Voy a asumir por un momento tu nick para poder seguirte en lo que me digas, así que me transformo ahora en ad-Dabaran («el que sigue«) a Aldebaran, y te hago esta consulta, ahí voy:

    Hace tiempo estuve muy interesado en recopilar información sobre el Concilio de Nicea, pero por diversas circunstancias no profundicé en la búsqueda. ¿Conoces alguna fuente (me refiero a fuente escrita, internet, en fin, lo que sea) donde haya información fiable sobre ese concilio?

    Tengo entendido que en él, entre otras cosas (como la condena del arrianismo), se acordaron cuáles iban a ser las fechas claves de la cristiandad (el día de Navidad, por ejemplo).

    Saludos

  10. Germánico dice:

    Excelente síntesis, Aldebarán. Tan solo un breve matiz: las reformas militares y sociales de Constantino simplemente se limitaron a seguir el patrón impuesto por Diocleciano.

    Siempre se ha hablado del estancamiento social del Bajo Imperio como una de las causas de la caída de Occidente. Ya sabéis: desmotivamiento del cursus honorum, empobrecimiento y desinterés del campesino por su labor, etc. Sin embargo, recientemente, he leído un libro de Peter Heather en el que niega esta y otras causas tradicionales de la caída… sin ofrecer gran cosa a cambio, por cierto.

    Saludos.

  11. Anthos dice:

    Como sé que no va a sufrir quebranto alguno mi buena relación con Aldebarán por el hecho de que sea yo quien acuda subsidiariamente a responder a tus preguntas, amigo Cavilius, lo hago en el reducido ámbito de mis conocimientos.

    Creo que no es difícil encontrar referencias al I Concilio de Nicea; a mí se me ocurre la Enciclopedia Católica, versión española de la Catholic Encyclopedia americana, muy completa e históricamente bastante rigurosa. Aquí tienes un enlace al artículo que trata sobre el concilio.

    En cuanto a la otra cuestión que mencionas, la fijación de determinadas fechas conmemorativas cristianas, no tengo noticia de que el sínodo niceno tratase sobre la de Navidad. Lo que sí constituyó uno de sus temas relevantes fue el establecimiento de la fecha de celebración de la Pascua, pues era fundamental unificar para todo el orbe cristiano tan señalado acontecimiento festivo («festa festorum», la fiesta de las fiestas se la llamaba). El problema surgía de la volubilidad del calendario judío, según el cual la Pascua se festejaba el día 17 del mes de Nisán, fecha que no tenía una correspondencia inequívoca con el calendario juliano reformado, el utilizado en buena parte del imperio romano de occidente. Se sabía que el 17 de Nisán del año en que había sucedido la Resurrección de Cristo había sido un domingo, y los cristianos querían perpetuar ese día de la semana como efeméride pascual. En definitiva, y sin entrar en más detalles, el Concilio estableció que la Pascua cristiana, con independencia de la judía, se celebrase el primer domingo siguiente al plenilunio inmediatamente posterior al equinoccio de primavera (parece un galimatías pero no lo es tanto; así, el próximo año de 2007 el plenilunio tras el equinoccio de primavera será el día 2 de abril, y el primer domingo siguiente, el 8, día de Pascua).

    Esto fue escuetamente lo que se acordó en la asamblea de Nicea, sin atisbar la repercusión, no tanto religiosa como civil, que tal decisión iba a tener en el futuro: la institución, más de doce siglos después, del calendario gregoriano por el que actualmente nos regimos. La cuestión estribaba en que el calendario juliano (el instaurado por Julio César en 45 a.C.) contenía un error en el establecimiento de los años bisiestos (uno cada cuatro) lo que equivalía a suponer que el año trópico es de 365,25 días, siendo así que es de 365,242189 (expresado en forma decimal) o 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos (dicho en notación horaria). El desfase viene a ser de 3 días cada 400 años, por eso ahora los años centenarios no son bisiestos, salvo los múltiplos de 400. En definitiva, si bien en la época de Julio César los equinoccios se producían los días 24 de marzo y de septiembre, y los solsticios los días 24 de junio y de diciembre (de ahí las celebraciones paganas de estas noches, la más larga y la más corta, que luego se han sacralizado con las fiestas de Noche Buena y San Juan), en el momento en que se desarrolla el concilio, en 325, habían pasado 370 años desde el decreto juliano, lo que suponía un error acumulado de casi 3 días, de modo que en esa fecha el equinoccio de primavera tuvo lugar el 21 de marzo.

    Siguieron así las cosas y la desviación entre el año trópico y el del calendario se fue incrementando hasta llegar a ser de 13 días durante el transcurso del Concilio de Trento (1545-1563), de forma que el equinoccio se producía en esa época el 11 de marzo. De haber continuado de este modo, habría llegado el momento en que la Pascua hubiera recaído en un domingo de febrero, de enero, o, lo que sería aberrante, incluso antes de Navidad. El sínodo tridentino se propuso introducir en el calendario las oportunas correcciones movido por consideraciones religiosas, si bien trascendieron a la vida civil. Se encomendó un estudio riguroso a los astrónomos Clavius y Lilio y, por fin, en 1582, siendo papa Gregorio XIII, de quien tomó el nombre, se instituyó el actual calendario gregoriano. Su implantación supuso que el día siguiente al 4 de octubre de 1582 fuese el 15 de octubre con omisión de los 10 días intermedios. Fueron 10 días y no 13, pues la adecuación se hizo con respecto al año 325 en que se celebró el Concilio de Nicea, y no en relación al año 45 a.C., fecha de implantación del calendario juliano.

    Siento la extensión de este comentario, pero ya que había tomado carrerilla…

  12. cavilius dice:

    Anthos, te aseguro que me han sido muy útiles tus explicaciones. Tanto, que en agradecimiento voy a contarte una pequeña historia:

    Hace muchos años alguien no muy proconstantiniano me planteó una frase enigmática. Me dijo algo así como: «Constantino fue capaz, sin ningún escrúpulo, de acortar la vida de los cristianos más de mil años después de su muerte». Yo, medio en broma medio en serio, busqué algunos datos sobre Constantino pero no encontré ninguna pista que me ayudara a esclarecer aquella frase. Sabía que durante su mandato había tenido lugar en Nicea el primer concilio de la Iglesia, pero ¿y qué?. También sabía (a nivel de cultura general) que el calendario gregoriano se confeccionó, allá por el siglo XVI, para corregir las deficiencias que tenía el juliano en el cómputo del tiempo. Lógicamente, ambos datos tenían a mis ojos tanta relación entre sí como con el viaje del hombre a la Luna.
    La verdad es con respecto a la frase en cuestión tiré rápidamente la toalla, pensando que era un desvarío.

    Y ahora tu respuesta ha hecho encajar todas las piezas y el misterio ha quedado resuelto. Era evidente, y yo sin verlo. Gracias, Anthos, gracias ad aeternum.

  13. Anthos dice:

    Pues hablando de los ajustes temporales debidos a los calendarios, mucho más llamativo fue el salto cronológico dado con ocasión de la introducción en la Península Ibérica de la era cristiana frente a la era augusta. Desde la conquista de Hispania por las tropas romanas de Augusto, lo que sucedió en el año 38 a.C., y a lo largo de toda la alta edad media, se utilizó en estos lares a efectos de datación la llamada era Augusta o era Hispánica, de forma que se contaban los años desde aquel acontecimiento histórico. Lo habitual en cualquier inscripción de las que tan frecuentemente encontramos hoy en los edificios románicos o góticos primerizos es que contenga simplemente una fecha en números romanos o, muy a menudo también, precedida de la palabra «ERA», por ejemplo: ERA MCCLIII. Esto indica que se trata del año 1253 de la era augusta, por lo que, para situarlo debidamente en la línea temporal actual, hay que restar 38 años; así, la anterior fecha haría referencia al año 1215 de la era cristiana por la que nos regimos ahora. Es muy raro encontrar inscripciones en las que, por influencia europea, se diga ANNO o ANNO DOMINI, en cuyo caso se estaría aludiendo a la era cristiana.

    Pues bien, para acomodarnos en nuestra Península a los usos europeos, se introdujo en ella la nueva forma de contar los años pero en momentos diferentes para cada uno de los reinos. En Cataluña se hizo en 1180, en Castilla en 1384, en Aragón en 1350 y, por fin, en Portugal en 1422. En todos los casos hubo que retrotraerse a 38 años antes, de modo que en Castilla, por ejemplo, el año 1384 volvió a ser el 1346 y se vivieron por duplicado los 38 años siguientes.

    Si en nuestros días nos desquiciamos cada vez que nos cambian la hora, no sé que pudo ser de aquellas pobres gentes.

  14. Arauxo dice:

    Jo, qué engorro de trabajo, que no me deja ni respirar… ¡Y estáis hablando nada menos que de Constantino, del Concilio de Nicea, de los procesos de canonización, del calendario juliano…! En fin, prometo mi presencia cuando mis responsabilidades me lo permitan… Mientras tanto, permitidme, Aldebarán, Anthos, Cavilius, Pepe y Germánico que os felicite por la altura del debate.

    Un saludo envidioso hasta mejores tiempos.

    PS. Como soy incapaz de no meter las narices, aunque sólo sea un momento, haré dos comentarios en forma de preguntita…

    1. ¿Sabéis que el análisis que el humanista Lorenzo Valla hizo en 1440 de la Donatio Constantini y que desenmascaró el susodicho fraude es el origen de la Diplomática, la ciencia historiográfica que estudia las características y evolución de los documentos y «diplomas» antiguos?

    2. Hablando de calendarios y aunque no tenga nada que ver con lo que aquí se ha hablado: ¿Sabéis que el año empieza el 1 de enero por los puñeteros -dicha sea con cariño la expresiión- sorianos?

    Bueeeeeno, yo ya sé que vosotros, Anthos, Cavilius, Aldebarán, Germánico y Pepe lo sabéis, pero alguien habrá por ahí que no lo sepa… digo yo…

  15. pepe dice:

    Declarar el domingo día de asueto, en lugar del sábado, es una prueba de la inteligencia política de Constantino. El descanso dominical no era, sin embargo, de obligado cunplimiento para todos:

    Descansen todos los jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el venerable día del sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas agrícolas los establecidos en los campos, pues acontece con frecuencia, que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plantan vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que con ocasión del momento no se pierda el beneficio concedido por la celestial providencia.

    El asunto de las falsificaciones o adulteraciones de documentos por parte de la Iglesia que menciona Arauxo es muy interesante.
    En la edad media, los monasterios eran a menudo depositarios de documentos de todo tipo: contratos matrimoniales, cartas de propiedad, y contaban, además, con medios para manipularlos. Eran tiempos difíciles como dificil era también, supongo, evitar la tentación. Pero al lado de falsificaciones digamos «locales», hay algunas de mayor importancia. Suelen mencionarse, en este segundo apartado, la Donación de Constantino, que es la más conocida, y las Decretales Pseudo-Isidorianas. Aunque el Isidoro éste no es el de Sevilla, quizá Arauxo o Anthos puedan decirnos algo sobre estas últimas.

    Saludos,

    Pepe.

  16. Germánico dice:

    Pues yo no conocía ninguno de los dos puntos, Arauxo. Gracias.

  17. Anthos dice:

    En efecto, Pepe, no se trata de Isidoro de Sevilla, sino de Isidoro Mercator, un clérigo ordenado seguramente por el arzobispo Ebbo que debió componer estas falsas Decretales a medidos del siglo IX. Formaban una recopilación de cartas apócrifas y fingidos decretos pontificios por los que los papas adquirían, entre otras cosas, mayor autoridad doctrinal que la de los propios concilios. Son un antecedente de la supuesta infalibilidad de los papas, quienes, antes de que la dogmatizase Pío IX, porfiaron frecuentemente con los concilios cuando las decisiones sinodales les eran adversas.

  18. richar dice:

    Buf, terrible nivel. Anthos, ¿te las están poniendo en bandeja una detrás de otra, o has encontrado alguna enciclopedia asombrosamente rápida y fiable?

    Por cierto Arauxo, yo tampoco sabía lo de los sorianos. ¿Cuál es la historia?

    Saludos,
    Richar.

  19. cavilius dice:

    Yo vivo ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, por y gracias a la ignorancia, de eso y de otras muchas cosas. Así que ya tarda Arauxo en sacarnos de dudas. De eso y de otras muchas cosas.

  20. Anthos dice:

    Dado el caudal de sangre soriana que circula por el sistema vascular de algunos de los participantes no es extraño el curioso interés que suscita el acertijo planteado por Arauxo, siempre tan inquietante. ¿No será que las operaciones militares contra Segeda y Numancia hicieron que se adelantase el comienzo del año de marzo a enero para que los cónsules romanos pudieran jurar sus cargos dentro del año y llegar a territorio celtibérico antes de la primavera y así disponer de tiempo para desarrollar sus acciones bélicas?

    ¡Sí, sí… cuéntanoslo, cuéntanoslo!

  21. pepe dice:

    Gracias por la excelente explicación de las Decretales, Anthos; tu respuesta a la pregunta de Arauxo es muy plausible y, si no es correcta, desde luego merece serlo.

    Pepe.

  22. pepe dice:

    Algunas etimologías son tan bonitas que, cuando me entero de ellas, las recibo y las disfruto como un regalo. Arauxo, siempre poeta, dice más arriba que Aldebarán es nombre de estrella luminosa del firmamento. Como pequeña contribución al empeño de no dar tanto protagonismo en Hislibris a guerras y batallas, me gustaría hacer un comentario acerca de la etimología de esta palabra: firmamento. Viene del latín firmamentum que significa solidez, apoyo. Alguna vez he visto explicada esta procedencia con el argumento de que los romanos veian muy firme la bóveda celeste. No resulta muy convincente, porque cualquiera que haya mirado al cielo nocturno en cualquier época sabe que no se ésta quieto. El gran jefe galo Abraracurcix, sin ir más lejos, siempre se jacta de repetir que los galos, a lo único que temen, es a que el cielo se desplome sobre sus cabezas…

    Más creible resulta la explicación de que todo se debe a una mala traducción de la palabra hebrea raqia, extensión, que se usa en la biblia al comienzo del Génesis. Los traductores que la vertieron al griego la confundieron con una palabra siríaca que se escribe igual y significa solidez. Dicho error se arrastró cuando San Jerónimo la tradujo al latín, lógicamente, como firmamentum.


    Si en el firmamento
    poder yo tuviera
    esta noche negra
    lo mismo que un pozo
    con un cuchillito
    de luna, lunera,
    cortara las rejas
    de tu calabozo

    Un cariñoso saludo,

    Pepe.

  23. Aldebaran dice:

    Interesante batalla la de Segeda, de las que le gustan a Richar, con todos los ingredientes para hacer una atractiva película de Romanos.

    El año 154 a.C. Roma declaró la guerra a Segeda. La excusa fue la ampliación de la muralla de la ciudad que fue interpretada por Roma como un incumplimiento de un pacto, firmado 25 años antes, según el cual Segeda renunciaba a edificar nuevos asentamientos en su territorio. Para someter la ciudad rebelde el senado acordó enviar 30.000 hombres (el doble de las tropas que normalmente llegaban a Hispania cada año) al mando del cónsul Nobílior que tomó posesión de su cargo el año 153 a.C. en las calendas de enero (a partir de entonces el año oficial comenzaría ese mes). El rey de Numidia, aliado de Roma, se comprometió a colaborar con 10 elefantes de guerra y 300 jinetes.

    Ante la inminente llegada de las tropas a la desprotegida Segeda (la construcción de la muralla no había finalizado) sus habitantes se refugiaron en la cercana Numancia, así que Nobilior se enfrentó a una ciudad desierta y partió en persecución de sus habitantes sin aguardar la llegada de los elefantes y la caballería númida. Los ejércitos de las dos ciudades hispanas atacaron por sorpresa, produciendo 6.000 bajas en las legiones romanas. Esta derrota tuvo lugar el 23 de agosto que, desde entonces, fue declarado día “nefasto” (ningún general romano volvió a planificar una acción bélica en esa fecha).

    Cuando, finalmente, llegaron los elefantes, Nobilior atacó Numancia. De nuevo la suerte le fue adversa: Una piedra arrojada por los numantinos desde la muralla golpeó a uno de los paquidermos que enloqueció, contagiando a sus congéneres y provocando el caos entre las filas romanas. Esta circunstancia, hábilmente aprovechada por los numantinos, provocó una nueva y estrepitosa derrota de los romanos, que sufrieron 4.000 bajas y perdieron 3 elefantes.

    Finalmente Roma negoció un nuevo tratado de paz, con lo que Segeda continuó siendo una ciudad rica y próspera hasta que desapareció el año 72 a.C., durante las guerras civiles romanas.

  24. gracián dice:

    Me gustaría saber si el libro recoge la curiosa manera en que, según cuentan, Santa Elena pudo descubrir en cuál de las tres cruces halladas en el Monte Calvario había sido crucificado Nuestro Señor. Ella supuso acertadamente, como ahora se dirá, que la cruz en cuestión no ardería. Mandó echar la primera al fuego y se consumió. Mandó echar la segunda … y sucedió lo mismo. Como ya no podía albergarse ninguna duda sobre la autenticidad de la tercera, consideró que no era necesario exponerla a los rigores del fuego. El proceso de troceado vino después.

    Quedad con Dios

  25. Aldebaran dice:

    El libro da otra versión un poco menos chusca.
    Parece ser que se recuperaron las tres cruces despiezadas. En una de las partes más largas se conservaba un fragmento del tablero con el famoso I.N.R.I en tres idiomas. No quedaba, pues, duda, de que se trataba de la Vera Cruz. El problema estaba en identificar cuál de los tres maderos transversales era el auténtico. Para ello los depositaron por turnos junto al lecho de una moribunda. Uno de los tres logró sanarla. Problema resuelto.

    Después repitieron tan científico ensayo con las cruces de los dos ladrones, pero esta vez con enfermos leves. Ambas se mostraron incapaces de curar ni siquiera un vulgar resfriado.

    Además de las cruces se hallaron los clavos y un fragmento de madera de sección triangular (la base de los pies, se supone). Los clavos los acaparó Constantino, gran coleccionista de reliquias (tenía, entre otras muchas, la azuela que utilizó Noé en el arca). Con la base triangular se confeccionaron dos pequeñas cruces, una de las cuales terminó con la sequía que padecía Chipre desde hacía 17 años y expulsó definitivamente a las bandadas de demonios que asolaban la isla. Se cuenta que, cual bandada de negros estorninos, desaparecieron en el aire, formando un siniestro remolino.

    Espero, amigo Gracián, haber aclarado tus dudas. Saludos

  26. Arauxo dice:

    Queridos Anthos, Pepe, Aldebarán y demás hislibreños: habéis explicado todo tan requetebién y tan a tiempo que mi presencia es ya casi superflua. Eso es lo que pasa cuando uno llega demasiado tarde, con demasiado retraso a los sitios…

    Un abrazo sin demasiado tiempo todavía… pero sí para leeros y seguir aprendiendo.

  27. Messala dice:

    Muchos comentarios interesantes, pero pocas reseñas del libro. Lo que me da que pensar.

    Lo leí hace algún tiempo. Aunque su lectura es agradable, no te deja un poso perdurable. Es más bien insípido. Cuando lo iba acabando estaba pensando en que libro leer a continuación. Quizá sea un poco de deformación personal: todos los libros en los que se menciona el critianismo o son cristianizantófilos se me acaban atragantando: Quo vadis?, Marco el romano, María de Magdala y alguno más que no recuerdo.

    Un saludo.

  28. Tarquinia dice:

    Y qué me dices de «Fabiola», Messala?

    Su sola lectura dan ganas de apostatar de la Iglesia Católica. :-)

    Lo leí en mi tierna juventud, más o menos cuando Ben-Hur o Los últimos días de Pompeya. Y todavía recuerdo la manía que le cogí a la esclava cristiana, Syra, una pánfila cursi que, en teoría, debía servir de modelo a las jovenes. Y que consigue amargarle la esxistencia a la frívola Fabiola, convirtiendola en una penitente.

    Y la imagen de Sebastián, que debía ser un soldado valiente, convertido en una especie de Madre Teresa… Y ese Pancracio, obsesionado con el martirio de su padre… Leer «Fabiola» imprime carácter, desde luego! Lo peorcito de la novela pseudo histórica cristianizante.

    Tarquinia.

  29. Ascanio dice:

    Pues Messala, para mí leer (y releer) «Quo Vadis?» fue toda una satisfacción. Ni atragantamiento, ni nada de nada. No leas entonces «Médico de cuerpos y almas», de Taylor Caldwell, porque se te atragantará más todavía. Eso sí, también es magnífico.

  30. Messala dice:

    Bien, bien. Yo he leido al menos una docena de veces El Señor de los Anillos y todas con gran placer. Sin embargo, hay mucha gente a la que se le atraganta (incluso les entra sarpullidos con sólo oirlo nombrar)

    «Quo vadis?» me gusta y me disgusta a la vez. Se me acaba atragantando, es cierto, y no tengo intención de volver a leerlo (como no la tengo de «Ben-hur» o «Los últimos días de Pompeya») Toda esa idealización del cristianismo en oposición a la perfidia del paganismo me disgusta. Todos esos santos varones (y varonesas) tan buenos, tan perfectos, tan majetes, tan poco humanos… me hacen ver la historia como poco creible, irreal. Sin embargo, encuentro estupendos al personaje de Petronio y al de Nerón (o quizá lo confundo con la película donde las frases de Petronio son inmortales) Me encantan la sutil ironía del primero y el atontonamiento magestuoso del segundo.

    En fin, Ascanio, que es para gustos. «Médico de cuerpos y almas» Hm… ¿la de Lucas el evangelista?

    Lo siento, Tarquinia. En mi vida había oido hablar de «Fabiola», pero por si acaso y por lo que cuentas, haré como si siguiera sin haber oido hablar de ella.

    Un saludo.

  31. richar dice:

    Por cierto, y aunque sea con un lapso de 20 días, quiero dar la bienvenida a Gracián.

    Perdona compañero que no te haya saludado antes, pero se me había pasado por completo. Y es que de vez en cuando se me pasa saludar a alguno de los recién incorporados, no porque no lo merezcan, sino porque ando muy liado, y se me pasa alguno.

    Vamos, de hecho, me ha pasado también que he saludado más de una vez a una persona, así que te puedes hacer una idea…

    En fin, que como dicen que más vale tarde que nunca, quede aquí mi bienvenida, y esperamos contar con tus aportaciones cuando gustes.

    Un saludo,
    Richar.

  32. Arauxo dice:

    Salve, con no-sé-cuantos-lustros-de-retraso.

    También te saludo, Gracián, dándote la bienvenida e invitándote en mi propio nombre -apenas me represento a mí mismo- a visitarnos con frecuencia y -ojalá- a permanacer entre nosotros, enriqueciendo estas páginas con tus comentarios y opiniones. Así, además, podremos combatir con redoblado entusiasmo a esta partida de ateos recalcitrantes que deambulan por estas latitudes (esto era una broma, ¿vale? una bro-ma, que ya me están doliendo los mamporros…)

    Pues, queridos Messala y Tarquinia, desde mi perspectiva cristiana -a nadie voy a engañar a estas alturas-, coincido en gran medida con vosotros. La novela cristianizante o apologética suele revolverme el estómago. Especialmente si, como decís, sus personajes se presentan como ángeles custodios de la pureza celestial frente a la crueldad intrínseca del género humano. O cuando la Historia se retuerce de tal manera que parece un escenario dramático envuelto en un marco atemporal que trasciende a todo lo humano y que esconde tras las bambalinas un mundo etéreo de predestinación que todo lo rige y todo gobierna desde la omnisciencia, arrastrando consigo la libertad del hombre y transformando a este en un pelele a merced del tiempo y de la metahistoria…

    Con este rollo macabeo quiero decir que… por todos los arcángeles, ángeles, serafines y querubines… ¡¡¡¡¡Cómo te puede gustar, Ascanio de mis retruécanos, Médico de Cuerpos y almas de la señora esa!!!!! Pero… ¡¡si eso es un panfleto pseudoapologético que debería encontrarse en las secciones de ciencia-ficción, jamía de mi vida!! Pero ¿cómo se puede retrotraer el origen del cristianismo hasta donde la memoria se pierde entre las tinieblas del tiempo, a Akenatón, la cruz de Atón y no sé qué más rollos de papiros infumables donde se anuncia lo que otros tiempos presenciarán pero que ya se anunciaban cuando la mentira de Amón dominaba el mundo? Dios santo, Ascanio, voy a incluirte, junto con Germánico (por su denodada afición a ese señor rapazfílico que, al parecer, vamos a tener la inmensa dicha de entrevistar), en la lista de aficionados al masoquismo literario impenitente…

    Cuando leí -sí, sí, lo leí e incluso lo acabé; miserias que uno asume avergonzado…- el libro de Cadwell, pensé que la pobre se había fumado algo antes de escribir. E incluso le di una segunda oportunidad, aventurándome en La columna de hierro con espíritu misericordioso… Oh, Dios mío. Es indescriptible. La novela versa sobre la figura de Cicerón, por lo que se me antojaba interesante… hasta que esta señora trató de convencerme de que ¡¡Cicerón era cristiano sin saberlo!! ¡¡Glorioso, esplendoroso, ex-cep-cio-nal!! Todo un prodigio de imaginación, vaya…

    Todo lo cual no implica -y vuelvo a vosotros, Messala y Tarquinia-que muchas novelas de inspiración cristiana no puedan considerarse interesantes, incluso grandes novelas u obras maestras de la literatura. Para empezar, no puede enjuiciarse la literatura decimonónica -tan apologética en muchos momentos- desde la perspectiva posmoderna o, como diría José Antonio Marina, ultramoderna. Estoy pensando, lógicamente, en Quo Vadis? o en Ben-Hur. Pero también existen novelas cristianas bastante más recientes, escritas con otra mentalidad y sometidas voluntariamente a un mayor rigor historicista y que son dignas, al menos, de ponderarse adecuadamente. Es el caso, por ejemplo, de La liberta de Lourdes Ortiz, El reino de los réprobos de Anthony Burguess o, rozando el paradigma del pleno historicismo y del respeto a los hechos y a las fuentes, y a medio camino entre el ensayo y la narrativa, La sombra del galileo de J. Theissen.

    En fin, que cuando la mesura, el equilibrio, la honestidad, la imaginación bien entendida y la buena prosa se alían, suelen despertar en quien suscribe interés, admiración y, por supuesto, satisfacción literaria, independientemente del sesgo ideológico o trascendente que inspiren la obra. Y cuando no es así, mi estómago se resiente, con o sin cristianismo de por medio…

    Un saludo estrictamente literario y bastante historicista.

    PS: Ascanio, jamía, tienes que depurar tu biblioteca…

  33. Arauxo dice:

    Ascanioooooooooo, no me golpees más con el astrolabio, por el Templo de Salomóoooooooon… ¡que yo a ti te quiero mucho! ¡Que estoy loco por ti y me tiemblan las mitocondrias cuando estás cerca! Misericordia, Ascaniooooooooo de mis oníricas ambicioneeeeeees y de mis fáusticos apetitos!

  34. Ascanio dice:

    En fin, yo que tenía una respuesta agresivo-defensiva preparada después de la «somanta palos» que me habías dado con lo de «Médico de cuerpos y almas»…¿ahora qué hago?
    Pues nada, richar, querido y respetado jefe, perdona que esta página de historia se haya convertido de repente en una web de contactos, pero es que ¡yo también estoy loquita perdía por Arauxete! ¿O es que no se nota?
    Aunque en el fondo, Arauxo lo que quiere es quedarse con mi guarida y mis partituras, y yo quiero robarle sus reseñas…Así que ya véis que es una relación basada exclusivamente en el interés.
    Y ahora al grano. Estoy totalmente de acuerdo en que «La columna de hierro» es totalmente infumable. Y además larguíiiiiiiiisima. Vamos, un tostón.
    Sin embargo, en «Médico de cuerpos y almas» la parte histórica no me pareció mal. En concreto recuerdo algunas partes bastante buenas como la descripción de las galeras romanas. Pero eso, la parte HIS-TO-RI-CA.
    Del resto opino igual que tú. Y que sepas, «enterao», que eres un «enterao» y un «borde», que ese libro no está en mis estanterías, porque lo saqué de la biblioteca. Sin embargo, tengo alguno de Clive Cussler y de Christian Jacq que sé que te encantan, y que estarías dispuesto a hacer cualquier cosa por tenerlos…

  35. pepe dice:

    Como bien dice Arauxo, hay notables novelas de inspiración cristiana, pero no abundan demasiado. Una de las que no ha mencionado él es Calixto I, el papa olvidado, primera novela de Gilbert Sinoué, ganadora del premio Jean d’Heurs y ambientada en la época de Marco Aurelio y su encantador hijo Cómodo, en la que ser cristiano era cualquier cosa menos la que indica el nombre del este odioso emperador. No recuerdo ahora si se ha reseñado aquí algún libro de Sinoué, por cierto. Un último apunte: he leido en algún sitio que Ridley Scott está pensando rodar la segunda parte de Gladiator, que tiene lugar en la misma época. Máximo Décimo Meridio, el personaje que encarna Russell Crowe, murió al final de la primera película, pero parece que eso no es ningún problema.

    Saludos.

  36. richar dice:

    Anda, una segunda parte de Gladiator puede estar muy bien. Pepe, ¿recuerdas de dónde sacaste la info, para cotillear?

    Saludos,
    Richar.

  37. Casio dice:

    Harán lo típico: una precuela, o una pre-presecuela o qué sé yo…
    Recursos no les faltan, está claro, si han podido hacer Rocky VI, ya se las ingeniarán.

    Saludos

  38. Germánico dice:

    Bueno… La historia esta arranca de la rueda de prensa que se hizo el día del estreno mundial de la última película conjunta. No sé hasta qué punto es un asunto serio, un calentón de boca o un tanteo comercial, a ver cómo iría la cosa…. La idea es una pre-cuela (por otra parte, la idea me parece fascinante).

    Saludos.

  39. pepe dice:

    Richar, lo vi en una nota de agencia que apareció en una página web dedicada a la cultura clasica que tiene el IES Sierra Nevada de Fiñana, Almeria:
    http://www.culturaclasica.com/index.php?q=node/1050
    Por cierto, la página me parece excelente y, en mi humilde opinión, merecedora de figurar en la lista de enlaces que hay en la parte derecha de la portada de la página principal de Hislibris. Sí, justo donde aparece ese siniestro tanque que anuncia «Mundo en Guerra». Las guerras, como todo el mundo sabe, sólo causan dolor y muerte, destrozan familias, paises, culturas … Ni comparto ni entiendo la afición desmedida por las cuestiones militares, por los armamentos, por las batallas, por las campañas, por las tácticas. Quizá algunos piensen que ciertas guerras son justas y necesarias, que hay que aprender de los errores para no repetirlos, que si quieres paz prepárate para la guerra o que si quieres arroz, Catilina. La cuestión es que, a mí, la presencia del tanque de marras -y el enlace en sí mismo- me parecen más vergonzosos que inquietantes. No quisiera haber ofendido a nadie y me apresuro a disculparme si ha sido así.

    Abrazos.

  40. cavilius dice:

    Conozco la página, hace tiempo la frecuentaba.

    Saludos

  41. richar dice:

    Gracias Pepe por el enlace. A ver si es cierto y no se queda el proyecto en agua de borrajas, aunque eso de que Russell Crowe muera en la primera parte pero que «haya que ver cómo lo colamos para que salga»… buf, no sé.

    En cuanto a Cultura Clásica, ya lo he añadido a los enlaces, pero pensaba que ya lo tenía, porque hace tiempo que suelo visitarla, está muy bien.

    Sobre el banner del «Top Mundo en guerra», hombre, yo no sería tan fatalista. Se trata de una ranking de páginas de aficionados a la Historia Militar, en el que es cierto que Hislibris es la que casi menos encaja, pero no deja de ser una buena manera de que las páginas que se dedican a la Historia, nos ayudemos a promocionarnos unas a otras.

    Y sobre la afición a la Historia de las batallas, no creo que sea mala en sí misma, salvo que a uno le confunda las conexiones cerebrales. De hecho tienes por aquí muchísimos ejemplos de aficionados -por no decir casi todos-.

    Pero vamos, que yo por lo menos no me ofendo, pero no creo que haya que sacarlo demasiado de contexto.

    Un saludote,
    Richar.

  42. Germánico dice:

    Yo reconozco esa oscura atracción por la Historia Militar, Pepe, pero no me ofende en absoluto lo que dices. Es más, lo entiendo: dejé de montar maquetas por una crisis de conciencia que sufrí al ver ciertas imágenes de la Primera Guerra del Golfo.

    Saludos.

  43. JJSala dice:

    Excepto «Fabiola» y la «Sombra del Galileo» he leído todas las mencionadas en el hilo.

    Si añadimos «Marco el romano», «S.P.Q.R.», «Los Gladiadores y unas cuantas más de nombres ignotos, ¿puedo considerarme acerrimo lector de novela histórico-cristiana-o algo así?.

    Salud

  44. JJSala dice:

    Entro de nuevo para suscribirme a los comentarios, que siempre me olvido y luego me cuesta seguir los comentarios.

  45. Richar dice:

    JJSala, tienes otra opción para ver los comentarios que no has leído. En la parte superior derecha de la página tienes un apartado que se llama «Comentarios sin leer», que incluye todos aquellos commentarios nuevos que no has leído. Es una muy buena opción si visitas el blog con regularidad -si no, se acumulan demasiados-.

    Un saludo,
    Richar.

  46. JJSala dice:

    Gracias Richar

    Salud

  47. vicente dice:

    Pertenezco a la ciudad de santa elena, entre rios .
    Santa Elena, nacion en bitinia,su padre era el rey coel y su madre una pagana (despues convertida).
    todo loq ue se sabe de su vida lo escribieron distintos historiadores.fue canonizada(no se por quien) pero fue 25 años luego de su muerte. si no estuviera canonizada no se la veneraria en roma, ademas esta incluida en el martirologio romano, donde estan todo los santos aprobados por la santa iglesia catolica. murio el 18 de agosto rodeada de su hijo y sus nietos y demas familiares y constantino la lloro amargamente… cuentan ademas que era muy hermosa y se la comparaba mucho con la santa y siempre virgen maria. Los ortodoxos la celebran a la «doble santa » el 21 de mayo, dia en que encontrò la sagrada cruz segun los historiadores y los catolicos el 18 de agosto, dia de su muerte . bendiciones ++

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