Garnata escribió: ↑Jue Ene 02, 2025 9:31 am
Me ha gustado la sencillez y efectividad del relato. Están simplificados los datos, pero son los necesarios para construir la historia. No falta nada.
En cuanto a la niebla, en forma de figura masculina, pienso que es el marido. Si no, no le habría dejado el cántaro a los pies (es el párrafo que más me ha gustado). Es como si estuviera difuminado, si no lo percibiera como siempre, si no le aportara nada a ella, a su vida. Como si hubiera pasado a segundo plano.
Y ya se deja claro que va a partir con Joaquina.
Esta decisión hace que de pena del marido. ¿Quién le va a ayudar cuando baje del monte?, ¿quién le dará apoyo y alimento? Todas estas cuestiones has sido capaz de despertar en mí, autor.
Gracias por traernos tu historia, Kairós. Me ha parecido original. Me ha gustado.
Viendo los comentarios, me lo he releído por puro placer y estoy de acuerdo con Garnata.
De final abierto, nada. Ella se va del pueblo con Joaquina. Estas cuatro frases me parecen una genialidad:
"Suenan las campanas a lo lejos. Las campanas de la iglesia. De mi pueblo. Me emocionaré recordándolo."
Campanas -> iglesia -> pueblo -> emoción, lo recordará. Pues ya está lejos -> ya se ha ido.
Cuando va a ver al marido por última vez, él sale de la niebla, difuminado. Él la abraza, la necesita, ¿por puro interés? ¿Quién le va a ayudar sino? La enreda, o la quiere enredar. Ella se da la vuelta y le deja la leche para irse con Joaquina. Ya había tomado la decisión. La había tomado cuando repitió la frase de Joaquina:
«Sí, después de todo, qué más da»
Porque las alternativas son cárcel o irse a otro país, ¿Francia?
Joaquina la convence. Ella está cansada, lleva acumulados dos años de lucha, de llevar munición en las enaguas, de sonreír y hacerse la tonta con un guardia civil guapo de Córdoba que le cuenta chistes; de vivir en el filo de la navaja, de Manuel que se ha vuelto brusco con ella, está nervioso y flaco y solo piensa en él.
Ella duda:
"—No puedo irme." "—¿Qué será de Manuel si yo le fallo?"
Pero aquí Joaquina le argumenta con algo que una madre siempre tendrá en cuenta: sus hijos. Si ella cae, se criarán con la suegra. Y ella ya cuida de ellos, de la familia de Manuel, que ya casi no se acuerda: ¿qué más da?
Joaquina, también en el bando de los perdedores, también con una pérdida a cuestas, la convence con realismo ("esto no tiene arreglo") y yo siento que con cierto egoísmo: Joaquina es mayor, con una vecina joven quizá sea más fácil salir adelante. O quizá no, Joaquina ayuda a los demás a cambio de poco.
Ella, la prota, dice ciertas palabras: cansancio, frío, barro, nervios, sufrir: que le dan un tono gris, desapacible, agotador a la situación.
También como Garnata, pienso que no le falta nada al relato. Otra cosa es que sea como un pájaro: tiene los puros huesos, el pellejo y el mínimo músculo para volar. Pero vuela.
Y también como Garnata, he pensado en Manuel. Ella es de lo poco que él tiene. Hay algún comentario que dice que él ya no le aporta nada a ella, y es cierto, pero ese comentario tiene un punto egoísta; porque también es verdad que ella es su apoyo y él está en el maquis tirado en el monte, durmiendo al raso con la espada de Damócles de la Guardia Civil en el cuello. Y al fin y al cabo algo hay o hubo entre ellos.
Me gusta imaginar la continuación de esta historia.
Una es que Manuel muere a manos de la Guardia Civil, o lo pillan y lo fusilan, y alguno de los hijos vuelve a buscar el recuerdo de su padre, recriminando a su madre que se fuera.
Otra es que ella pasa a Francia. Con mucho trabajo saca adelante a los hijos, ellos ya son franceses. Manuel consigue sobrevivir, pasa una temporada en la cárcel. Luego él se va a la ciudad, trabaja en una fábrica, vuelve a tener una pareja. Los dos saben de la existencia del otro, en los pueblos todo se acaba sabiendo, pero no hacen nada por encontrarse, ni él por ver a sus hijos. Al cabo de veinte o treinta años Manuel la busca. Se reencuentran delante de una taza de café en una ciudad de Francia. Se dicen lo que se tenían que decir y cada uno sigue su camino.
Y otra cosa:
1. NO SOY el autor de este relato.
2. Sí que me hubiera gustado que se me ocurriera a mí.