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Foro Primigenio de Hislibris Archivo precioso de aventuras hislibreñas de 2006 a 2024
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Dom Ene 17, 2010 5:20 pm Título del mensaje: En tierra inhumana |
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En tierra inhumana, de Józef Czapski. El autor fue oficial del ejército polaco durante la Segunda Guerra Mundial; apresado por los soviéticos, sufrió cerca de dos años de gulag antes de que la invasión alemana de la URSS llevara al Kremlin a liberar a los militares polacos, con el objeto de que se sumaran al esfuerzo bélico. A Czapski le encargaron sus superiores que encontrara a los miles de compañeros supuestamente liberados que no aparecieron (Katyn es sólo un episodio). El relato de su peregrinaje por las oficinas soviéticas es, ciertamente, kafkiano, pero el libro es mucho más: Czapski nos brinda un reportaje impresionante sobre la URSS estalinista, su testimonio está lleno de interesantísimas observaciones sobre la vida allí y sobre los soviéticos, como aquella que reza «"Pensar contra sí mismo" era para un ciudadano soviético algo sustancialmente contrarrevolucionario». Nos habla también del millón y medio de polacos que fueron deportados a la URSS, y que sufrieron lo indecible para poder escapar o simplemente sobrevivir.
Les copio unos fragmentos:
«Yo había visto a Ehrenburg antes de la guerra en uno de los cafés de Montparnasse, pero lo había conocido mejor en Buzuluk a principios de diciembre... Entonces habíamos conversado largo y tendido, especialmente sobre París, los escritores franceses y el arte.
[...]
Así pues, tenía derecho a esperar que me ayudaría. Pero en aquella habitación luminosa del lujoso hotel Moskva de dieciséis plantas, enseguida comprendí que, si realmente hubiera deseado ayudarme o hubiera sido capaz de expresarme compasión con un gesto de la cara o de aconsejarme con medias palabras, no sería lo que era y no viviría en el hotel Moskva, sino que se estaría pudriendo en la tundra siberiana, en la taiga de Kolyma o de Komi o en las estepas de Karaganda. Todavía hoy lo veo sentado a cierta distancia en un sillón ancho y bajo, y le oigo decir con voz estentórea, como si diera por sentado que había escuchas, que no conocía o conocía muy poco a los dignatarios competentes en aquel asunto, y que le parecía extraño que me hubieran confiado a mí, que era un simple capitán, un asunto de esta índole.
(pág. 225 y 226)
En los años 1941-1942 hice muchos viajes en tren por la Rusia soviética y tuve la oportunidad de conocer bien las conversaciones y el clima de las tres categorías de vagones que no se llaman allí primera, segunda y tercera clase, sino, melindrosamente, "mullida con reserva", "mullida sin reserva" y "dura". Dentro de la categoría "dura", había también una jerarquía: "dura con reserva" y "dura sin reserva". Huelga decir que era en los trenes sin reserva, tanto en los "duros" como en los "mullidos", donde se podían oír más cosas y obtener más información sin retoques. La categoría dura con reserva tenía un público privilegiado, y ni que decir de la mullida con reserva, utilizada por la "crema" de la sociedad soviética. [...]
La diferencia de nivel de vida entre un oficial especialista y un simple soldado, entre un alto funcionario y un campesino hambriento de un kolkhoz de los alrededores de Chkalov, no era sustancialmente más pequeña de la que separa a un banquero de un obrero en los "podridos" países capitalistas, pero el estilo que imperaba en las relaciones personales, la forma tovarishch o el tuteo, continuaba funcionando y creaba una cortina de humo que diluía la percepción de las profundas desigualdades sociales existentes en la Unión Soviética.
(pág. 246 y 247)
Seguí abriéndome paso a través del barro amarillento. Me salpicaron de lodo tres plataformas llenas a rebosar que transportaban uzbekos ancianos. Vi pasar fugaces sus rostros pétreos y ensimismados. Los llevaban a algún campo de concentración con una fuerte escolta del NKVD y de soldados soviéticos armados hasta los dientes.
Rossiya, Rossiya, Rossiya
Mesiya griadushchogo dnia
("Rusia, Rusia, Rusia, Mesías del día que se acerca", última estrofa del poema de Belyi "Rodina" [patria], escrito en 1917).
Observo ese griadushchyi den desde el año 1939 y sólo veo muerte, gulags y degradación humana». (pág. 305)
Ultima edición por momper el Sab Feb 06, 2010 12:29 am; editado 1 vez |
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Trecce

Registrado: 21 Feb 2007 Mensajes: 6252 Ubicación: Lejos.
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Vie Mar 26, 2010 3:55 pm Título del mensaje: |
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Momper, hasta hoy no me había fijado, pero parece interesante. Saludos |
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Sab Mar 27, 2010 6:57 am Título del mensaje: |
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Czapski es un excelente narrador, lo que redobla el interés de su testimonio. |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Sab Mar 27, 2010 12:36 pm Título del mensaje: |
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momper escribió: |
Czapski es un excelente narrador, lo que redobla el interés de su testimonio. |
Pues queda más interesado, gracias Nomper.Saludos |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Jue Abr 22, 2010 7:51 pm Título del mensaje: |
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Ya en mi poder, creo que en unos días le hinco el diente. Saludos |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Sab Abr 24, 2010 5:59 pm Título del mensaje: |
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He iniciado este libro, y todavía no le he cogido el gusto, más adelante os daré mi opinión. Saludos |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Vie Abr 30, 2010 7:47 pm Título del mensaje: |
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Estoy empantanado sobre la pag. 120, si no le cojo el gusto los próximos dos días, igual me rindo y lo dejo. Saludos |
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Sab May 01, 2010 12:12 am Título del mensaje: |
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«Nunca había comprendido que Leonardo y otros artistas renacentistas fuesen capaces de crear sus obras en una época de torturas, de devastaciones crueles y de epidemias que asolaban ciudades enteras. Pero no había pasado mucho tiempo y ya no sólo era capaz de escuchar con deleite los poemas recitados por Parnicki, sino que leía con enorme satisfacción noveluchas frívolas y perfumadas como las "joyas" de Halévy, y aquel trasfondo lúgubre —los aullidos de una mujer y el trasiego de cadáveres— no apagaba mi sed de ficción, una ficción facilona que, más que una escapatoria de la realidad, era una forma de aturdir los sentidos para dejar de percibirla. Además, actuaba la simple sed de lecturas, cualesquiera que fuesen. Aquel que no haya sido privado de libros por mucho tiempo no sabe de qué estoy hablando».
Pág. 206
«Aquella veinteañera debilucha de tez delicada y pelo rubio no paraba en todo el día. Más que bonita, era grácil. Su encanto residía en su serenidad inquebrantable y en la bondad espontánea y alegre con que obsequiaba a los de su entorno sin hacer ninguna distinción. Charlábamos a menudo. Me hablaba con viveza de las tareas que le habían encargado sus superiores de la fábrica o del campo, repetía sin sombra de escepticismo los últimos eslóganes de Moscú y parecía entregada al régimen soviético en cuerpo y alma y sin hacerse preguntas. Al mirarla, pensaba: o sea, que los soviéticos han logrado educar a buenos ciudadanos, gente feliz y sacrificada.
[...]
Un día, cansado del calor veraniego después de una dura jornada, fui a visitarla... Hacía mucho que tenía ganas de preguntarle por qué ella, una ucraniana, vivía en Turquestán con una familia rusa, pero no me había atrevido. Aquella tarde no pude resistir más y le pregunté por su infancia y su pasado. De repente, su rostro se contrajo y soltó su historia sin titubear, como si llevara mucho tiempo esperando mi pregunta...
—Mi infancia fue horrible.
Las hojas del álamo mecidas por el viento ora arrojaban sombras en su cara y en su pelo parecido a un plumón dorado, ora los iluminaban. E iluminaban su tez morena, tan tersa y delicada como la de una niña.
—Mi padre era un campesino de la región de Járkov, tenía una casucha, un par de caballos y algunas vacas. De modo que, naturalmente..., era un kulak, un ricachón —añadió bajando la voz. Y agachó la cabeza.
—Cuando empezaron con lo de los kolkhoces, lo deportaron inmediatamente a la región polar. Aquel mismo año mi madre murió de hambre. Al cabo de tres años liberaron a mi padre, pero entonces yo ya no vivía en el pueblo, porque tras la muerte de mi madre me habían mandado a un kolkhoz de Crimea, donde trabajaba. Vino a verme al kolkhoz.—En aquel momento su rostro, apacible mientras hablaba de la deportación de su padre y de la muerte de su madre, se contrajo y la muchacha dijo como si tuviera que romper una barrera invisible—: ... Tenía que llamarle diadia, tío, porque si se hubiera sabido que era mi padre, me habrían echado del kolkhoz.
Una gallina negra se acercó a Shura con pasitos menudos, cacareando obstinadamente y picoteando la hierba. Shura la ahuyentó con un gesto nervioso, insólito en ella, y prosiguió:
—Mi padre regresó a nuestro pueblo, donde le permitieron trabajar, pero se quedó allí sólo unos días. El hombre que había causado su deportación al norte lo invitó a unas copas. Mi padre no le ocultó que sabía a quien debía su deportación. Inmediatamente fue denunciado de nuevo y volvieron a mandarlo al norte, esta vez con una condena de cinco años. Aquello sucedió casi cinco años antes de que estallara la guerra, y desde entonces no he tenido noticias suyas. No sé qué ha sido de él, si sigue vivo o muerto.
Shura no me contó nada más de su pasado. Después nos encontramos aún varias veces y siempre era la "doña risas" de antes, atareada y pendiente de ayudar a los demás».
Pág. 376 y ss.
Ultima edición por momper el Lun May 10, 2010 9:34 pm; editado 1 vez |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Vie May 07, 2010 7:34 pm Título del mensaje: |
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Lo he tenido que dejar, porque no me ha gustado. El tema resulta muy atractivo, pero el desarrollo me ha parecido muy confuso y embrollado. Se dice que cuando un libro no te interesa a la pag. 40 ó 50 es mejor dejarlo, yo he llegado a la pag. 200, y no puedo con él. Mejor lo dejo. Saludos. |
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Vie May 07, 2010 11:21 pm Título del mensaje: |
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«Justo al lado del National se elevaban unos edificios modernos de varios pisos: el hotel Moskva y la sede del Sovnarkom. Por aquel entonces, esta última estaba pintarrajeada con las alargadas manchas negras, verdes y grises del camuflaje antiaéreo. Rompiendo el perfil de las ventanas, de los aleros y del tejado, las manchas de líneas acuosas e imprecisas otorgaban a aquella mole un matiz inesperado y fantasioso. [...]
Mientras contemplaba aquella mascarada bélica, otra vez me vino a la memoria el año 1918 y los grandes edificios públicos de Petrograd. Con motivo del primer aniversario de la revolución, estaban cubiertos de arriba abajo con grandes lienzos futuristas que formaban un decorado propagandístico. Los lienzos ondeaban y aleteaban ruidosamente, o bien colgaban flácidos en la niebla y la lluvia, chorreando agua. Un ejemplo de la alianza de la revolución con las corrientes del arte más atrevidas, algo que los simples mortales no entendían y que no había dejado impronta alguna en la época posterior, que procedió a eliminar sin piedad toda forma artística novedosa.
La mole del Sovnarkom salpicada de rayas y manchas, el hotel Moskva, grande y moderno, y las inmediaciones de aquellos edificios, vastas plazas desembarazadas de sus antiguas casas destartaladas y mugrientas, de las naves del mercado y de las fondas, me causaron la impresión de algo imponente.
Sin embargo, no me dio tiempo de contemplar el Sovnarkom con detalle, porque enseguida dos soldaditos con gorras puntiagudas de orejeras me pidieron la documentación. No estoy seguro de si sabían leer. Examinaron mis papeles con cara seria, me arrestaron en el acto y me condujeron con las bayonetas caladas a la comandancia de la ciudad. Me lo tomé más a pecho de lo que hubiera debido».
Págs. 215 y 216.
«En la entrada, más control de papeles. Muchos pasillos. Un ascensor y más pasillos. Me introdujeron en una pequeña antesala. Para mi sorpresa, allí encontré al ex comandante soviético del campo de Griazovets, un tal Chodas, que también esperaba audiencia.
Chodas había sido el último de los comandantes del campo. No me traía malos recuerdos. [...]
Lo recibieron un cuarto de hora antes que a mí. ¿Una casualidad? ¿Y si tenía que hacer un informe sobre mi persona? Tal vez lo hubieran convocado para eso. Después llegó mi turno.
Un cuarto con cortinajes hasta el suelo y una alfombra. Tras saludarme, Reichman —delgado, de baja estatura, facciones clásicas y manos cuidadas— me hizo sentar enfrente de la ventana. Una tercera persona, que estaba sentada a contraluz junto a la cortina y también llevaba el uniforme del NKVD, asistía al encuentro. Reichman me dio la impresión de ser un hombre gélido con un gran dominio de sí mismo. [...]
Le entregué el memorial donde establecía con precisión el número de oficiales y soldados que habían caído prisioneros arma en mano y habían ido a dar con sus huesos a Starobielsk y Ostaszków... Añadía que, de un total de quince mil prisioneros procedentes de los tres campos mencionados, sólo se había encontrado a los cuatrocientos que en mayo de 1940 habían sido concentrados en Pavlischev-Bor. [...]
Reichman acabó de leer. Hasta el último momento había seguido los renglones con la punta del lápiz. No había tachado ni había marcado nada.
Me contestó secamente sin mirarme a los ojos que aquello no era de su incumbencia y que no sabía nada del asunto, pero que por respeto al general Anders estaba dispuesto a investigarlo.
Le pedí al general que me concertara una audiencia con Beria o Merkulov, añadí algunas matizaciones, precisé algo y tal vez mi discurso fuera un poco febril, porque inconscientemente y sin ningún resultado traté de hacerle sentir el aspecto humano de la cuestión...
La audiencia llegó a su fin.
"¡No sé nada de este asunto, no es de mi incumbencia!", me acababa de decir el general Reichman. Pero yo conocía a un oficial del estado mayor que había pasado por Lubianka y había sido interrogado por él. Y sabía también que, en Lubianka, se encargaba de los asuntos polacos desde hacía mucho tiempo. [...]
Volví al Metropol. No había otro remedio que armarse de paciencia y esperar la llamada de Reichman.
Durante los largos días que pasé a la espera de la llamada de Lubianka, mi único consuelo fueron las librerías, y sobre todo las de segunda mano, donde casi a diario encontraba paquetes de libros franceses procedentes de la liquidación de viejas bibliotecas».
Págs. 228 y ss. |
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Lun May 10, 2010 4:12 pm Título del mensaje: |
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JOSE MANUEL escribió: |
el desarrollo me ha parecido muy confuso y embrollado. |
En absoluto. Es una narración cronológicamente lineal: el autor nos cuenta sus vivencias durante la invasión alemana de Polonia, en el gulag después y, por último, en el ejército polaco formado en la URSS; todo ello aderezado con recuerdos de aquellos a quienes conoció en esas circunstancias. |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Lun May 10, 2010 8:03 pm Título del mensaje: |
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Nada te discuto Nomper, simplemente es que no me ha gustado, y ya se sabe que para gustos hay colores. Y que conste que el tema tratado resulta muy atractivo, pero por los motivos que sea no he podido acabarlo. Saludos |
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momper
Registrado: 14 Dic 2008 Mensajes: 4739 Ubicación: el chacuatol
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Publicado: Lun May 10, 2010 8:59 pm Título del mensaje: |
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Quizá los libros tienen su momento, dale otra oportunidad dentro de algún tiempo. Recuerdo que el excelente «Vida y aventuras del marinero John Nicol» no me gustó en una primera lectura y, sin embargo, ahora me parece un libro admirable. |
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JOSE MANUEL
Registrado: 03 Oct 2009 Mensajes: 2188
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Publicado: Mar May 11, 2010 7:19 am Título del mensaje: |
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Seguiré tu consejo, y lo dejo para mucho más adelante, porque el trabajo desde que estoy en Hislibris se me multiplica. Saludos |
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