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Foro Primigenio de Hislibris Archivo precioso de aventuras hislibreñas de 2006 a 2024
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Koenig

Registrado: 10 Dic 2006 Mensajes: 4759 Ubicación: No muy lejos.
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Publicado: Mie Dic 30, 2009 10:10 pm Título del mensaje: |
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Tienes mucha razón Rodrigo, y te me has adelantado en muchas de las ideas que se me ocurrían al leer el último post de nuestro amigo blitzkrieg1939.
Sólo me queda pues una cosa en la que matizar/profundizar.
Amigo blitzkrieg1939, con todo respeto te lo digo. Estás empleando un simple truco dialéctico (que ya fue comentado en su momento por Schoppenhauer), que consiste en hacer pasar una cosa por el todo. Es el mismo sistema que, si no recuerdo mal, gusta de emplear Irving. Plantear sólo los aspectos favorables a su tesis, ridiculizando, minimizando o simplemente ninguneando cualquier hecho o razonamiento que se oponga a ellas. Es una forma de argumentar que, por supuesto, permite defender cualquier cosa. Y la verdad es que es también una forma de argumentación muy triste, porque parte de la base de que el contertulio o bien es un ignorante o bien es idiota, en ambos casos es incapaz de darse cuenta de la forma que adopta el argumento.
Y la verdad es que me importa muy escasamente que se me llamen muchas cosas, pero me molesta mas que me traten como tal, ya que me deja con la sensación de que estyoy perdiendo el tiempo cuando intento dialogar. Así que por favor, ya que están de moda las llamadas al diálogo. Dialoguemos, sin faltarnos al respeto.
Y sigo a la espera de saber cuales son esas magníficas publicaciones.
Saludos. _________________ Tarde o temprano, tenía que volver. ¡Gracias! |
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Koenig

Registrado: 10 Dic 2006 Mensajes: 4759 Ubicación: No muy lejos.
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Publicado: Mie Dic 30, 2009 10:11 pm Título del mensaje: |
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Error. Mensaje repetido. _________________ Tarde o temprano, tenía que volver. ¡Gracias! |
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Mardito Roedó

Registrado: 19 Ago 2009 Mensajes: 779
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Publicado: Mie Dic 30, 2009 10:12 pm Título del mensaje: |
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Blizkriker, ¿es cierto que Adolf Hitler intentó ingresar en la orden de los combonianos descalzos? |
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farsalia

Registrado: 07 Nov 2007 Mensajes: 39967
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 10:41 am Título del mensaje: |
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blizkrieg1939 escribió: |
Para aquellos intrépidos que no se creen nada, porque nada saben, y nada entienden. Incluyo aquí la famosa (para el que lea) cita de Churchill sobre Hitler de 1938...por cierto, incluida en mi último libro:
"Se puede rechazar el régimen de Hitler y sin embargo admirar sus logros patrióticos. Si nuestro país fuera derrotado, deberíamos encontrar un campeón igual de firme que restaure nuestro valor y nos conduzca otra vez a nuestro puesto en el concierto de las naciones"
Citado en, Patrick. J. Buchanan, Churchill, Hitler, and "The Unnecessary War": How Britain Lost Its Empire and the West Lost the World, 2008, pág. 174. |
Has descubierto América, ¿no?
Cielos, con "historiadores" así vamos bien, que cogen una frase y te la ponen en cualquier contexto... en fin, que por esa regla de tres, seguro que encontraremos frases de Roosevelt hablando del logro patriótico de la URSS de Stalin, sin por ello alabar los "logros" del Vozd soviético. _________________ Web personal
¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!! |
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farsalia

Registrado: 07 Nov 2007 Mensajes: 39967
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Koenig

Registrado: 10 Dic 2006 Mensajes: 4759 Ubicación: No muy lejos.
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 11:51 am Título del mensaje: |
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Si.
En fin. Algún día os contaré que fuera de este foro soy un famoso superhéroe, y que he salvado al mundo decenas de veces. _________________ Tarde o temprano, tenía que volver. ¡Gracias! |
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blizkrieg1939
Registrado: 03 May 2009 Mensajes: 24
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 4:17 pm Título del mensaje: |
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En fin, ya veo que no saben, hijos míos. Para que aprendan tal vez algo, pego aquí una minúscula parte de mi último libro...pero después de leerlo, no me llamen revisionista, porfa. Lamentablemente, no salen aquí las notas a pie de página, que son muy extensas. Si alguien quiere el capítulo completo, mándenme email, y se lo envío...pero no más, el resto (303 páginas) deben ir a la Casa del Libro a comprarlo, al fin y al cabo, vivo de esto.
"El problema está en encajar el caso alemán dentro del marco general de los países industrializados europeos. La República de Weimar pudo salir con cierto éxito del desastre de la hiperinflación de 1923 con la creación de una nueva moneda y la asunción de la ayuda norteamericana en forma de créditos a corto plazo (Plan Dawes, 1924 y Plan Young, 1928). Hasta 1926 siguió, sin embargo, un difícil período de transición en el que se hizo patente la debilidad de la república ante los ataques de nacionalistas y comunistas. Sin embargo, el efecto inmediato de la estabilización fue poner fin a la ilimitada demanda de bienes del periodo de la inflación, la estabilización del empleo y la mejora real de la actividad económica que, pese a todo, seguía siendo presionada por las cláusulas de compensación financiera del Tratado de Versalles. Sin embargo, una vez que se puso en vigor el plan Dawes, a mediados de 1924, renació la confianza internacional en el marco y los préstamos internacionales empezaron a inyectarse nuevamente en Alemania, atraídos por los altos tipos de interés. Con el fin de la protección contra la competencia exterior que la inflación trajo consigo y con el nuevo rumbo de los intercambios exteriores, la industria alemana tuvo que enfrentarse a dos problemas. Uno, la modificación del equilibrio de la producción industrial para hacer frente al modelo de posguerra de demanda interior y mundial, problema menos agudo en Alemania que en Inglaterra, pero importante en industrias como la del carbón. El otro era el resultado de la naturaleza de algunas inversiones del período de inflación, muchas de las cuales resultaron antieconómicas en condiciones competitivas normales. De aquí que los últimos años de la década de los veinte fuera un periodo de normalización económica que alcanzó su punto culminante en 1926. Esto vino acompañado de una cierta estabilidad política, que se vio fraguada de la mano del nuevo presidente de la República, el antiguo héroe de la Primera Guerra Mundial, el mariscal Paul von Hindenburg, nombrado mediante elecciones en 1925. Los partidos tradicionales católicos, los nacionalistas moderados, y el partido socialdemócrata lograron frenar el ímpetu nunca extinto totalmente de los extremistas de derecha e izquierda...hasta que la catástrofe asomó por el horizonte en 1929.
La caída de la bolsa norteamericana, comúnmente conocida como Crack del 29, tuvo unos efectos devastadores en Europa en general, y en Alemania en particular. La debilidad estructural del sistema económico alemán se hizo patente entonces. Obligados a reintegrar los créditos a corto plazo, la banca alemana saltó en pedazos, y sin el sustento crediticio, la industria colapsó. El paro se disparó alarmantemente entre 1930 y 1932, justo al tiempo que las aves de rapiña de la derecha (los nazis) y la izquierda (los comunistas) trataban de sacar beneficios políticos de la crisis.
Ahora bien, y llegados a este punto, surge una pregunta de trascendencia decisiva. Países como Estados Unidos o Gran Bretaña se vieron fuertemente afectados y sacudidos por las consecuencias del crack de 1929. La imagen de largas colas de parados en New York y en todas las ciudades americanas son suficientemente gráficas. Estas naciones, con sistemas parlamentarios representativos similares al alemán, no produjeron, sin embargo, fascismo alguno de importancia, ni se socavó la legitimidad del sistema democrático. Allí, la magnitud de la crisis económica no desbordó nunca el sistema jurídico-político imperante. Por consiguiente ¿Por qué en Alemania sí? La respuesta a esta pregunta es en realidad un intento de explicación de lo que se ha dado en llamar la singularidad alemana, que no es otra cosa que tratar de entender por qué en Alemania las consecuencias fueron tan dramáticas, o lo que es lo mismo, intentar explicar el fenómeno mismo de Hitler y el nazismo.
Como es de entender, esta pregunta ha suscitado un acalorado debate historiográfico desde hace décadas. Tratar de revelar el fenómeno del nazismo es ciertamente mucho más que dar una explicación política o ideológica, supone darle una dimensión moral al problema.
Wilhem Reich se preguntó dónde residía la contradicción en el seno de la clase obrera alemana extendiendo el planteamiento también a los sectores medios de la sociedad alemana. Este eminente psicólogo, seguidor de Freud, detectó una incongruencia entre economía e ideología que el marxismo no conseguía aclarar. Para dar respuesta a este interrogante propuso entonces su teoría de la economía sexual, que pretendía complementar el análisis socioeconómico marxista al de Freud, según el cual la sexualidad infantil es reprimida por el miedo al castigo asociado a los actos y pensamientos sexuales y que las instancias morales en el hombre, lejos de tener un origen supraterrenal, derivan de las medidas educativas que los padres y sus representantes toman en la más tierna infancia del niño. Para Reich, la explicación del origen de una sociedad patriarcal-autoritaria estaría, precisamente, en la incidencia combinada de familia autoritaria, Iglesia y Estado sobre el niño de corta edad: “... la conjunción de las estructuras socioeconómica y sexual de la sociedad, así como su reproducción estructural, tiene lugar durante los cuatro a cinco primeros años de vida y en la familia autoritaria”, ya que “... la estructuración autoritaria del hombre se produce centralmente por el enraizamiento de inhibiciones y angustias sexuales en el material vivo de los impulsos sexuales”. El resultado de todo ello sería el conservadurismo y el miedo a la libertad.
En una línea similar se presenta la interpretación de Erich Fromm , para quien el nazismo reprensaba el escape de la libertad. Para Fromm hay varios caminos que conducen al hombre a huir de la libertad, lo que explicaría la atracción por los movimientos de masas de tipo fascista. Para él, el hombre actual tiene que escoger entre ser libre o no, amar a los demás o a sí mismo, practicar una ética biófila, siguiendo los instintos de la vida de tipo freudiano (Eros), o hacerse necrófilo, es decir, dejarse llevar por el Tánatos de Freud. Debe elegir, en suma, entre el síndrome de crecimiento y el síndrome de decadencia: escapa de la libertad para refugiarse en la sumisión.
Klaus Hildebrand intentó dar una explicación desde lo que denominó “teoría estructura-funcional”, según la cual el nazismo es considerado una forma especial de gobierno de sociedades que se encuentran en una fase crítica del proceso de transformación hacia una sociedad industrial, pero al mismo tiempo, se encuentra amenazada, desde las élites, por el levantamiento comunista. Esta teoría trataba de hacer hincapié en el papel de las fuerzas dirigentes alemanas como resultantes de un proceso de reacción frente a una “invasión” exterior desde la extrema izquierda, es decir, era un intento de frenar una revolución desde arriba. Aunque el rol jugado por las élites alemanas fue importante, este planteamiento deslinda el problema de la realidad de la sociedad de masas de la que hablaba Mosse, y tiende a desvirtuar el papel de las clases medias y bajas para sustraerlas de la “responsabilidad colectiva” ante la historia contemporánea alemana. Justo un planteamiento contrario tuvo Seymour Lipset, quien vio el nazismo como un radicalismo de la clase media baja. Sin embargo, estudios de las últimas dos década han desvelado que el apoyo al nazismo fue mayor en las ciudades donde predominaban la alta burguesía así como la clase trabajadora.
Al margen de estas explicaciones, un tanto singularistas, existen dos corrientes principales que tratar de ahondar en un esclarecimiento de más largo recorrido. La primera es la incidental que ve los mecanismos que llevaron a Hitler al poder como meros accidentes de la Historia de Alemania. Reducido a su mínima expresión, esta concepción ahonda en la idea de que un loco fue el que llevó a Alemania al desastre. Es cierto que la historia reciente de Alemania estuvo determinada por una fuerte corriente autoritaria y legalista, en la que la preeminencia del Estado sobre la sociedad se había hecho patente desde Bismarck, en gran medida sustentada por la idea de Estado de Hegel. Así, aunque la sociedad alemana había aprendido a convivir con un sistema de rigidez y marco jurídico estrecho, el pueblo alemán no tenía una tendencia centrífuga. Aceptaba su posición en la sociedad política como una proyección de su historia cultural e ideológica reciente. Sin embargo, los alemanes vieron rota esta trayectoria por Hitler quien dio un salto cualitativo convirtiendo al Estado en el garante absoluto de la sociedad, aderezado ahora con un fuerte componente ideológico-étnico que no estaba presente en la historia reciente de Alemania. Hitler usó unas fuerzas ya existentes en su propio beneficio, pero esas fuerzas (masas) no deseaban ese camino. Esta explicación, obviamente, trata de deslindar el problema de Hitler del problema de Alemania. Considerar a Hitler un accidente de la Historia de Alemania es tanto como querer arrojar todas las culpas sobre un solo hombro. Detrás de esta idea se esconde el laberíntico problema de la culpabilidad colectiva del pueblo alemán. Proyectando sobre Hitler todas las consecuencias de la devastación de los años 30 y 40, se limpia de una sola vez el problema moral de la conciencia alemana. El problema es que aunque ciertamente Hitler era singular, y el nazismo difícilmente se puede entender sin el hitlerismo, es difícilmente aceptable que mediante métodos democráticos una sola persona hubiera podido hacer descarrilar de su devenir histórico-teleológico a toda una nación. Si consideramos que tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña brotaron igualmente partidos de masas de corte fascista, pero que usando los mismos medios no pasaron nunca de ser elementos residuales dentro de sus sistemas políticos, podemos hacernos una idea acerca del hecho diferencial que en Alemania sí lo hizo triunfar. Esos países nunca pusieron en duda sus sistemas jurídicos-políticos pese a la crisis de valores, probablemente porque buscaron la solución en una experiencia compartida de tipo liberal. Afirmar el hecho incidental del nazismo y de Hitler como asunto moral exclusivo de Alemania es pretender negar la realidad alemana antes de Hitler, empujando a la masa del pueblo que lo apoyó hasta convertirlos meros agentes pasivos incapaces de determinar sus propios destinos. El revanchismo se puede aceptar como una reacción psicológica ante un desastre, una guerra injustamente perdida, un horror incomprensible (estas situaciones las han vivido la práctica totalidad de las naciones), pero el revanchismo alemán tras la Gran Guerra caló de una manera bien diferente. Los discursos de Hitler, y de otros como él, fueron oídos por todos, publicados en la prensa, y propagados a los cuatro vientos. Pero el alemán los asumió con naturalidad, como si de un proceso lógico de la historia alemana se tratase, y dio ese salto cualitativo de la mano de Hitler.
Esto nos lleva a la segunda interpretación del fenómeno Hitler-Nazismo, que se podría denominar evolucionista. Esta explicación hace énfasis en el hecho de que lo ocurrido en Alemania entre 1920 y 1945 formaba parte, en realidad, de un proceso larvado hacía tiempo, inserto en la psique del pueblo alemán desde hacía décadas, probablemente generaciones. Según esta teoría, Alemania había llevado a cabo un proceso de modernización desde la segunda mitad del siglo XIX asociado a la idea del Estado-Nación autoritario de corte prusiano, donde las formas de organización políticas y sociales habían aceptado un modelo jurídico-político restringido en aras del orden y del concepto de autoridad. El militarismo prusiano era, en este contexto, un exponente más de dicha tendencia aceptada que de hecho estaría avalado parcialmente por las investigaciones de Fritz Fischer quien en 1961 puso al descubierto los intereses agresivos y expansionistas de Alemania por parte de esas mismas élites desde antes de la Primera Guerra Mundial. Esto daría una explicación sociopolítica al hecho de lo que significó la República de Weimar para esa misma élite y para la mayoría del pueblo alemán, porque en el contexto posterior a la Gran Guerra, y al trauma causado por la derrota, se le añadiría una cierta “resistencia burocrática” de las clases gobernantes a aceptar un régimen político al que no estaban acostumbrados históricamente. O lo que es lo mismo, la República de Weimar, con su estructura parlamentaria y democrática fue realmente la desviación del curso histórico normal de Alemania, y no el nazismo, que encajaba mejor ideológicamente en los patrones estandarizados de ese mismo devenir político. Por consiguiente, quien estaba abocado al fracaso era la democracia weimariana, y no una solución autoritaria. La imposición de un concepto de Estado tan ajeno a la tradición supuso, en este sentido, una verdadera ruptura traumática para la élite y la clase política en general, obviamente, exceptuando los impulsores reales de esta solución republicana y los sectores más moderados del socialismo y del centro. En este mismo contexto de imposición de valores foráneos (como la democracia) es como se explica mejor la unidad de pensamiento y acción de la derecha alemana en los años posteriores a la Gran Guerra, en la que el discurso político fue singularmente mordaz como reacción al “engendro” que suponía la implantación de la república alemana abiertamente en contra de la tradición cultural germanas y ajenas a las esencias nacionales. De hecho, tanto el fondo como la forma de los discursos de los sectores más conservadores de Alemania son singularmente parecidos entre 1919 y 1929, incluyendo el futuro partido nazi y organizaciones afines de carácter político, social o cultural. Sólo después de 1930 un sector de la derecha alemana, que pese a no sentir mucha simpatía por los valores encarnados por Weimar, empezó a replegarse sobre sí mismo ante el temor de que los nazis destruyeran completamente los valores conservadores que ellos mismos defendían, pero que cada vez eran más atacados por los sectores más radicales del partido nazi, de carácter revolucionario, y que curiosamente no eran afines al mismo Hitler
Esta explicación de la singularidad se acoplaría mucho más con la percepción real de los hechos ocurridos entre 1920 y 1945, en especial porque ayudan a entender mejor el espectacular crecimiento del partido nazi en tan pocos años y su rápida aceptación por un amplio abanico de la sociedad germana. En este contexto se engarzan las ideas de Ernst Jünger y Carl Schmitt, que definieron muy bien en los años 20 gran parte de los preceptos sociopolíticos de la Alemania del momento. El primero escribió acerca de la movilización total que suponía la nueva sociedad alemana con amplias implicaciones dinámicas y revolucionarias, mucho más acordes con la tradición histórica prusiano-alemana. Mientras que Schmitt elaboró su famosa teoría amigo-enemigo como la síntesis histórica de la pluralidad liberal del Estado, identificando ese Estado total (como ya conceptuó Hegel) con la sociedad. Hay que recordar que ambos conceptos fueron incorporados por los nazis a su discurso político-ideológico, lo que prueba que existía con anterioridad.
Obviamente, después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial una proporción cada vez mayor de alemanes debió enfrentarse a este dilema, pues resultaba difícil aceptar el resultado final. Muchos, como el escritor Reinhold Schneider, aceptaron sin más que la historia de Alemania era un conjunto, un sumando, y que para liberarse de la carga de Hitler, de la responsabilidad, había que empezar por aceptar el hecho de que el pueblo alemán era el de Lutero, de Karl Marx, de Friedrich Engels, pero también de Hitler. Por su parte, otra corriente consideró a Hitler un demonio, un anticristo, ajeno a los valores metafísicos de Alemania.
Ahora bien, llegados a este punto hay que considerar si el camino elegido por Alemania, por el pueblo alemán, fue inevitable o no; porque una cosa es encajar el fenómeno de Hitler en un proceso histórico con determinadas características, y otra muy diferente averiguar si ese proceso que desembocó en el nazismo fue evitable, o si por el contrario fue la única salida. Existe un término específico para referirse al camino alemán, Sonderweg, que hace alusión directa a este problema historiográfico y a la vez moral. Escritores como el famoso William Shirer adujo, desde una profunda germanofobia tras la Segunda Guerra Mundial, que el camino elegido por Alemania constituía no sólo una salida lógica a su historia reciente, sino incluso una vía predecible y única. Sin embargo, sus argumentos, propios de su profesión de periodista, no son sólidos, ya que se basan en una falsa percepción del tiempo que vivió en Alemania hasta 1941 cubriendo el conflicto, y en el que ve por todas partes al pueblo alemán sumiso a las directrices del régimen, sin más análisis con la singularidad de la historia alemana. Es más interesante y convincente la postura del historiador alemán Karl-Dietrich Bracher para quien hay que distinguir entre la mentalidad propia alemana (indisolublemente unida a sus virtudes y defectos), y el Sonderweg, que hace referencia exclusivamente al período del Tercer Reich como un camino elegido por los alemanes en un momento determinado. La fuerza de su argumentación reside en conectar la reacción casi psicológica de los alemanes a las fuerzas liberales que surgen en Europa durante el siglo XIX y que no enlazaban muy bien con su tradición política, con la especificidad de los años posteriores a 1933. Bracher se mantuvo en una postura intermedia al considerar que ciertamente, ese Sonderweg no era inevitable ya que el pueblo alemán, pese a su carácter guerrero, no había estado abocado a prácticas absolutistas, ni mucho menos criminales. El desconocimiento de mucho de los crímenes cometidos después del estallido de la guerra lo sitúa en el eje central de su argumentación como prueba de esa falta de empatía entre los nazis y el pueblo. Sin embargo, el camino de la democracia a la dictadura nacionalsocialista se correspondía con la fuerza de una ideología alemana (históricamente perceptible) que se constató como real después de 1933. O dicho de otra forma, aunque ese camino no era inevitable, ciertamente encajaba mejor la ideología nazi con el devenir ideológico del pueblo alemán desde el siglo XIX que con un sistema jurídico-ideológico de corte democrático.
Pero ¿cuál era la opinión de ese mismo pueblo alemán con respecto al régimen nazi y a Hitler? Esta podría ser una clave para entender el drama posterior. En este punto también existen fuertes divergencias, empezando por el propio concepto de opinión pública., ya que no es lo mismo opinión pública que sentimiento popular: aquello que es público no es necesariamente popular, y el concepto de opinión no es idéntico al de sentimiento. Las investigaciones sociológicas y los estudios sobre la opinión y/o sentimiento popular de los alemanes antes y durante el nazismo se basan esencialmente en la enorme información acumulada por el propio régimen sobre el sentimiento de los alemanes así como a los estudios estadísticos sobre el apoyo popular durante el proceso democrático de ascensión al poder del partido nazi. Ambas, sin embargo, son fuentes divergentes y hay que acercarse a ellas con cuidado.
El apoyo electoral a Hitler es un hecho irrefutable, pero eso no significa una identificación total de los electores con el nazismo, al menos desde el punto de vista de los hechos acaecidos a posteriori. Tratar de considerar que los alemanes fueron responsables del drama de 1939 a 1945 simplemente porque lo auparon al poder, es tanto como considerar que cualquier elector hoy en día es responsable de la ejecución o no de un programa político del líder o partido a quien votó. Estamos rodeados de ejemplos que demuestran que la intencionalidad real de cumplir las promesas programáticas de los líderes políticos no se asemeja a lo que hablan o defienden en sus mítines públicos. De hecho, ese es uno de los grandes problemas de la democracia; ¿cómo puede el votante asegurarse de que su líder cumplirá lo que prometió, y por lo que consiguió determinado apoyo popular? Es la vieja controversia de la separación de los agentes pasivos que votan y la praxis real del poder. Los mecanismos de control sobre el gobernante son realmente escasos, y cuando los hay, se reducen a esperar a que llegue otro momento electoral para “castigar” el incumplimiento. ¿Es la democracia parlamentaria representativa o participativa? La lejanía del votante con respecto a la actuación real de los gobernantes es un hecho hoy en día, y también en la Alemania de los años 30. Es decir, si en un momento determinado sólo un 20% de los alemanes se oponían a Hitler, eso no significaba que el 80% restante estuviera a favor, ni que fueran nazis convencidos; y por el contrario, si un 20% de los alemanes era incondicional a Hitler tampoco representaba que el 80% restante fuesen una fuerza opositora real al nazismo. Cuantificar esto resulta realmente complicado, porque los discursos de Hitler durante toda su carrera política demuestran una falta de coherencia obvia y de un hilo conductor común, si exceptuamos su apelación a la nación alemana y a la mentalidad del pueblo alemán. Y en este sentido, Hitler no se diferenciaba mucho de los políticos de su época, y aún de los actuales. La retórica del nacionalismo, del pasado glorioso, de la superioridad cultural, son alusiones dialécticas que se han usado desde al menos el siglo XIX por una enorme cantidad de políticos. Es cierto que en la retórica de Hitler existía un fuerte componente étnico y antisemita, pero sus discursos y alusiones al respecto variaban de intensidad según el público y el momento histórico. Por otra parte, ese uso propagandístico de la raza y el antisemitismo no era desconocido en Alemania antes de Hitler, ni tampoco en otros lugares de Europa. Al pueblo alemán difícilmente se le puede considerar más antisemita que los polacos, rusos, húngaros o rumanos de los años 30 y 40.
Por otro lado, existe un problema evidente en cuanto a la sociología del votante de Hitler e incluso a su adscripción política previa. El nazismo recibió apoyos de católicos y protestantes, de conservadores y socialistas, de obreros y burgueses. ¿Todos pensaban igual, interpretaban el programa de Hitler, sus discursos y soluciones de la misma manera? Hitler rompió la especificidad del discurso comunista de los años 20 y 30 ensalzando un nacionalismo común a todos, resquebrajando el pensamiento universalista del comunismo, y haciendo que incluso un socialista radical se sintiera antes alemán que socialista. Sebastián Haffner, infatigable conocedor de la Alemania de su época escribió que el nacionalismo alemán se convirtió en parte integrante e indisoluble del discurso político del nazismo hasta el punto de romper la unidad del comunismo que pronto empezaron a hablar de nacionalismo. En este punto es determinante también la retórica alemana, la hermenéutica de sus expresiones, que se muestran claramente diferentes con la de otros idiomas. Los discursos y alusiones nacionalistas alemanas de esta época, en esencia, no se diferenciaban de la retórica de líderes ingleses y franceses, que a veces se podían mostrar tan brutales como las guturales expresiones de Hitler, sin embargo, su percepción era distinta por parte del pueblo alemán. Eso explicaría por qué Hitler aludía directamente en sus discursos a la mentalidad alemana, y no a la ideología, puesto que este es un discurso mucho más afín a determinada clase política o social, y el nazismo pretendía universalizar su discurso.
La política exterior y sus triunfos incruentos antes de 1939 también influyeron en la percepción del pueblo alemán hacia el nazismo. Los éxitos alcanzados sin derramamiento de sangre y cercenando de un plumazo la vergüenza de Versalles atrajo sin duda a los alemanes hacia un apoyo tácito a las prácticas del régimen, ya que formaban parte del programa político que lo encumbró desde 1930 a la cancillería del Reich. Hitler hizo alusión de forma permanente antes de 1933 a la recuperación de Alemania, a la voluntad del pueblo alemán por sobrevivir, a la necesidad de combatir al enemigo de la patria, y a otros muchos mensajes que podían, perfectamente, ser entendidos desde la izquierda y desde la derecha política y social. Nada hay en esos discursos que no pudiera impresionar al ciudadano de a pie, y por ello no se puede culpar a quienes lo apoyaron. En abril de 1923 Hitler dijo:
Hace tres años he declarado en este mismo lugar que el derrumbe de la conciencia nacional alemana también arrastrará conjuntamente al abismo la vida económica alemana. Porque para la liberación se requiere más que política económica, se requiere más que laboriosidad, ¡para llegar a ser libre se requiere orgullo, voluntad, terquedad, odio, y nuevamente odio! ¿Qué se puede esperar de los gobiernos? Ellos sueñan con un milagro. Ellos sueñan con negociar, pero ¡para negociar se requiere poder! Una delegación con refuerzos de cuero en las rodillas va a Paris, trae de allí la decisión como don de gracia que allí es dictada por un poder superior, y la Nación Alemana da las gracias a la delegación por su "sentido del tacto", por su "sabia mesura", por su comportamiento en el "sentido de la mas auténtica democracia", y el pueblo sucumbe a consecuencia de ello. Preguntamos: ¿Debe haber guerras? El pacifista responde: ¡no! El declara en especial que las disputas en la vida de los pueblos son solamente la expresión del sojuzgamiento de una clase humana por la burguesía que en ese momento gobierna. En caso de efectivas diferencias de opinión entre los pueblos afirma que debe decidir un "tribunal de paz". Pero deja sin respuesta la pregunta acerca de si los jueces de este tribunal arbitral también tendrían el poder de hacer comparecer siquiera a las partes ante los estrados. Pienso que un acusado por regla general solo acude "voluntariamente" al juzgado porque en caso contrario seria llevado a él por la fuerza. ¡quisiera ver a la nación que en caso de litigio se deja arrastrar sin compulsión exterior ante este tribunal de la liga de las naciones! En la vida de los pueblos decide en ultimo termino una especie de juicio de dios. Hasta puede suceder que en una controversia de dos pueblos ambos tengan razón.
Este es el discurso típico de un nacionalista enfervorizado, extremista y resentido, pero es indudable que este tipo de mensajes era de carácter universal para la totalidad del pueblo alemán. Era una consecuencia directa de los vientos sembrados en 1919 y de los que los tratadistas occidentales no se dieron cuenta. No es posible culpar al conjunto de la ciudadanía alemana porque como bien dijo Proudhon, la gente no responde a contratos sociales sino a realidades de poder. Y era tal la debilidad de Alemania después de 1919 que era este un tipo de discurso que la gente podía asumir, incluso sin ese pasado autoritario decimonónico. Los éxitos conseguidos por Hitler después de 1933 encajan perfectamente en esta dialéctica de búsqueda del poder, de resarcimiento de los valores pisoteados en Versalles por la inopia de Francia e Inglaterra, y la comunidad internacional pudo asistir al cumplimiento de este “plan” sin alteraciones sustanciales del mapa europeo y sin guerras. Churchill dijo sobre Hitler en 1938:
Se puede rechazar el régimen de Hitler y sin embargo admirar sus logros patrióticos. Si nuestro país fuera derrotado, deberíamos encontrar un campeón igual de firme que restaure nuestro valor y nos conduzca otra vez a nuestro puesto en el concierto de las naciones.
¿Era Churchill responsable? ¿Se le puede atribuir la misma miopía que al resto de alemanes cuando él mismo supo comprender que en ese momento la política alemana se basaba en unos ideales y valores que hubieran hecho resurgir el mismo tipo de discursos incluso en la Inglaterra liberal de democrática de los años 30? La culpabilidad colectiva del pueblo alemán queda en entredicho por la misma idiosincrasia de la Alemania del momento y la coyuntura nacional e internacional, por más que algunos han tratado de argumentarla. Johnson argumenta que fue la maquinaria de terror la que sustrajo a los alemanes de rebelarse contra el régimen, sin cerciorarse de que esa maquinaria no podía existir antes de 1933. El ambiente hostil al que los nazis sometieron a comunistas y enemigos del movimiento antes de esa fecha no es diferente a la violencia que los mismos comunistas ejercían sobre quienes apoyaban al partido nazi. Y en todo caso, el pueblo alemán fue libre de elegir en última instancia. No es muy creíble que la Gestapo, por muy poderosa que esta fuese, pudiera encorsetar a los alemanes manteniéndolos ajenos a los logros del mismo régimen. Los alemanes amaban a Hitler, y este hechizo no se rompió hasta después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes corrientes optaron, en su mayoría, por aceptar que algunas medidas eran necesarias para alcanzar los logros de estabilidad y orden que Hitler prometió, y que en gran medida estaban en consonancia con sus intereses, anhelos o necesidades.
Otros, como el polémico Goldhagen, han tratado de implicar directamente a la sociedad alemana en el exterminio judío como parte de esa culpabilidad colectiva. La tesis de este autor es tan sencilla como brutal; los alemanes actuaron de verdugos del Holocausto en su inmensa mayoría de forma voluntaria, cumpliendo con gusto con aquello que estimaban su deber y estaban orgullosos de ello. Un odio inmenso e irracional, fruto de una tradición centenaria, había creado en ellos la absoluta seguridad de que esas mujeres, esos hombres y esos niños no eran humanos, y por tanto merecían ese destino. Goldhagen llamó a esto antisemitismo eliminatorio y se basaba en el hecho de que el antisemitismo alemán hacía décadas (desde el siglo XIX) que tenía la intencionalidad manifiesta de actuar físicamente contra los judíos, y Hitler les dio esa oportunidad. Este autor demonizaba a todos los alemanes llamándolos perpetradores y argumentando en su favor “sólidas” pruebas documentales. La polémica estuvo servida y el debate se abrió agriamente. Pronto se descubrieron las debilidades del libro de Goldhagen que buscaba, manifiestamente, una criminalización absoluta generalizando pruebas y buscando (y encontrando) a priori, aquella documentación que le favorecía. Lleno de grandes simplificaciones, suponía que el antisemitismo era propiamente alemán, exclusivo de Alemania, y más con ese carácter eliminador que presuponía. Prácticamente ningún historiador reputado estuvo de acuerdo con sus afirmaciones, y sólo la industria del Holocausto asociada a él lo defendió. El uso irreflexivo de las fuentes y la tergiversación de las mismas en busca de pruebas concluyentes pero sacadas de contexto, fue descubierto por especialistas en archivos que ni Goldhagen había investigado, como Ruth Bettina Birn y Dieter Pohl. El propio Norman Filkenstein, al que no se le puede acusar precisamente de tendencioso pues no sólo es judío sino que además es hijo de una superviviente de Auschwitz, desenmascaró la obra de Goldhagen al comprobar no sólo su tendenciosa argumentación, sino su indisoluble conexión con el Comité Judío Americano, máximo defensor de las tesis de la culpabilidad colectiva alemana como mecanismo de extorsión internacional sobre aquellos estados que tuvieron alguna implicación en el Holocausto. El prestigioso profesor Yehuda Bauer, del Hebrew University of Jerusalem, criticó la falta de trabajo comparativo de Goldhagen así como que no tuviera en cuenta los antisemitismos de Rumania o Francia, por ejemplo. Y en la misma línea, Christofer Browning, que era un experto conocedor de las fuentes primarías que Goldhagen consultó, atacó duramente la sesgada metodología empleada por el controvertido historiador, ya que discriminaba los testimonios contrarios a su tesis principal, y no distinguía entre antisemitismo social y el que alentaba el asesinato masivo.
La polémica Goldhagen es una prueba más de las dificultades de interpretación de este escamoso asunto que no limita, no obstante, el horror de los campos de exterminio. Lo único que pone de manifiesto, como se verá enseguida, es la complejidad del sustrato ideológico-filosófico del nazismo que, irremediablemente y por las circunstancias propias de la época y de la guerra, generaron un horror y un sufrimiento nunca antes visto en la Historia de la Humanidad." |
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Balbo

Registrado: 02 Mar 2007 Mensajes: 12322 Ubicación: Gades in pectore
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 4:38 pm Título del mensaje: |
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 _________________ Viento del Este y niebla gris anuncian que viene lo que ha de venir (Mary Poppins) |
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farsalia

Registrado: 07 Nov 2007 Mensajes: 39967
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 4:57 pm Título del mensaje: |
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Vale, voy a la Casa del Libro y les pregunto por un libro de 303 páginas. Como son adivinos, sin duda sabrán a cuál me refiero.
En fin, el ansia de protagonismo trasnochado de algunos... _________________ Web personal
¡¡El Mesías!! ¡¡El Mesías!! ¡¡Muéstranos al Mesías!! |
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Aretes

Registrado: 21 Nov 2006 Mensajes: 5468 Ubicación: De Madrid al cielo
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 4:58 pm Título del mensaje: |
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Bonito fin de año... _________________ Lo que más necesitamos en la vida es gratis y, además, no tiene precio |
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charrua
Registrado: 28 Dic 2009 Mensajes: 112
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 5:15 pm Título del mensaje: |
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Me gustó tu comentario, blizkrieg1939. |
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charrua
Registrado: 28 Dic 2009 Mensajes: 112
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 5:16 pm Título del mensaje: |
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Koenig escribió: |
Si.
En fin. Algún día os contaré que fuera de este foro soy un famoso superhéroe, y que he salvado al mundo decenas de veces. |
El Chapulín Colorado? |
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Abraham

Registrado: 13 Jul 2008 Mensajes: 2810 Ubicación: Guatemala
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Publicado: Jue Dic 31, 2009 6:08 pm Título del mensaje: |
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Bueno, leyendo el fragmento puesto por blizkrieg1939 entiendo a lo que te refieres y tiende a buscar las raíces del nazismo, pero esto es realmente algo bastante difícil de colocar en contexto precisamente porque debe reconocerse el carácter sociológico (situación política, resentimiento por las duras condiciones económicas luego de la derrota de la gran guerra, etc) y el factor económico que es uno de sus principales componentes y causante de la subida de Hitler al poder, derivado de la situación de la Alemania de los 30's del Siglo XX.
Sin embargo, me gustaría preguntarte ¿que tiene de malo que te digan revisionista? es una duda que me surge precisamente porque no quieres que te llamen así, yo creo que eso no es malo, el preguntarse las cosas ya establecidas es bueno, no sé porque lo consideras despectivo... _________________ "Quien revisando lo viejo conoce lo nuevo, es apto para ser un Maestro". Confucio
http://cafelibros.blogspot.com/ |
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ignacio el argentino

Registrado: 09 Feb 2007 Mensajes: 1316 Ubicación: Lagash
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Publicado: Vie Ene 01, 2010 11:15 pm Título del mensaje: |
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Yo me pregunto: ¿Si en el fondo lo que quiere es que compremos su libro, por qué no nos dice cuál es y listo? Lo leemos y después debatimos.
Vamos amigo blizkrieg1939 ¿no tendrás miedo de que leamos tu libro? ¡Quién dice que todavía terminemos aprendiendo algo!
saludos _________________ www.eldiarioderomandalembert.blogspot.com |
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Akkad
Registrado: 21 Ago 2008 Mensajes: 402
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Publicado: Sab Ene 02, 2010 9:36 pm Título del mensaje: |
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A ver:
1. Das unos puntos para el debate y cuando Farsalia y yo te escribimos das el silencio como respuesta.
2. Eres un experto en la Alemania nazi, pero lo único que has hecho es ponernos un extracto de un escrito que no me aporta nada:
Insinuar que el nazismo era algo inevitable para Alemania es olvidar los años de estrategias bien diseñadas por parte de los nazis para obtener el poder, con la mutación del propio partido incluida. Además, intentar dar por hecho que el pueblo alemán no sentía cómodo "per se" con el sistema democrático y que la crisis del 29 desbordó el sistema jurídico-político imperante a diferencia, según usted, de las democracias occidentales debido al "devenir histórico" del pueblo alemán; es olvidar que Hitler se anduvo con pies de plomo a la hora de afianzarse en el poder, inténtando socavar precisamente el sistema de Weimar de una manera que no pareciese una ruptura abierta de este sistema jurídico-político. Procediendo, incluso, a la quema del Reichstag para quitarselo de encima y acusar a los comunistas como los provocadores del caos en Alemania. La toma de poder del nazismo fue un proceso que intento ser discreto, Hitler entendió que no podía poner en tela de juicio el sistema de Weimar de una manera rápida con el fracaso del Putsch de Munich, tenía que ser algo más lento y menos "evidente", dentro del sistema.
Ganas de simplificar algo que es mucho mas complejo, como fue la llegada de Hitler al poder, dentro de la singularidad de cada país y de los movimientos de masas en Europa, porque pensar en la nación alemana como un islita que no estuviera influenciada por el resto de Europa, solo con su "singularidad alemana", es faltar a la verdad.
Por otra parte nos has puesto un trozo del "libro" (lo llamaré el libro Bin Laden porque todo el mundo sabe qué existe pero nadie lo ha visto) que no nos dice que conclusión sacas, ni si Hitler ordeno directamente el holocausto, ni sobre Irving, solamente nos lo pones para decirnos en que contexto has escrito la cita de Churchill (cita, por cierto, en la que se pretende atacar al Gobierno de Chamberlain por su miopía y su pacifismo para con Alemania) que ni tan siquiera nos prueba la admiración de Churchill por el régimen nazi.
En fin, más de los mismo... |
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