VEN CONMIGO A LA ESPAÑA LEJANA – Iván Jaksic

VEN CONMIGO A LA ESPAÑA LEJANA - Iván JaksicNada tiene de extraño el que una variedad de identidad cultural se modele sobre el contraste con otras identidades. El concepto mismo de identidad supone la existencia de entidades alternas portadoras de ideas, valores, prácticas, costumbres y creencias distintas de las propias, de tal suerte que la oposición con el otro es uno de los mecanismos fundamentales en las dinámicas identitarias. Premisa decisiva del libro que reseño es, justamente, que la identidad estadounidense se forjó en importante medida en base a la oposición con unos «otros», los hispanoamericanos, percibidos como radicalmente distintos. En Ven conmigo a la España lejana, Iván Jaksic emprende un intento de documentar y explicar los orígenes de la tradición de estudios sistemáticos realizados por autores estadounidenses de la metrópoli imperial que impuso a aquellos otros americanos el idioma, la religión y otras características definitorias: España. Jaksic considera que una de las motivaciones primordiales de los pioneros del hispanismo norteamericano (cabe agregar: y de los estudios latinoamericanistas) fue comprender el declive del otrora poderoso imperio español, interés que a su vez se explica por la inquietud que les provocaba la eventual entrada de los Estados Unidos en un ciclo de auge y decadencia imperial, dada la expansión del poderío estadounidense.

El autor es un historiador chileno con extensa trayectoria académica en los Estados Unidos. Cuenta a su haber con una serie de publicaciones, entre las que destaca una espléndida biografía del gran humanista latinoamericano Andrés Bello. Ven conmigo a la España lejana es fruto del examen de las publicaciones de cinco personalidades del hispanismo norteamericano inicial, pero también de sus contactos con personalidades del mundo hispánico, de sus viajes al extranjero y, sobre todo, de materiales inéditos. Los personajes considerados son: Washington Irving, George Ticknor, Henry W. Longfellow, Mary Peabody Mann y William H. Prescott. El título del libro proviene de una traducción libre por William Prescott de un poema de Horacio, que transforma el verso «Gadis aditure mecum» (Oda VI, Libro II) en «Follow me to distant Spain».

Washinton Irving (1783-1859) es acaso el más célebre de todos, gracias a sus Cuentos de la Alhambra (1832) y otros relatos. Su interés por España quedó de manifiesto en una serie de libros nacidos de su primera y prolongada estancia en dicho país: además del volumen mencionado, una biografía de Colón (1828), Crónica de la conquista de Granada (1829), Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón (1831) y Leyendas de la conquista de España (1835). Jaksic afirma que estas obras, en vez de plasmar un aparente panegírico de la victoria cristiana sobre los musulmanes o de las hazañas colombinas y de sus seguidores, lo que hacen es mostrar la degradación del ideal caballeresco español por un Colón cada vez más alejado de la realidad y enfatizar los males suscitados por la intolerancia y la persecución religiosa, graves amenazas para la sociedad. Irving escribía ante todo para un público angloamericano, sostiene el autor, y lo hacía sin precaverse de transmitir o reforzar los estereotipos negativos habituales entre sus compatriotas, no sólo sobre los españoles y el catolicismo, sino también acerca de los árabes y el mundo musulmán -cuya impronta percibía tan nítidamente en la España meridional y sobre el que despacha los típicos lugares comunes acerca de los «hombres de sangre caliente», proclives al despotismo y «amantes del placer», etc.-. En este sentido, Irving, además de un pionero del hispanismo que contribuyó a moldear la imagen que de España tuvieron los norteamericanos en el siglo XIX, fue también un cumplido orientalista, lastrado de prejuicios y estereotipos sobre lo «oriental».

 

George Ticknor (1791-1871), el segundo autor, fue un historiador de la literatura española del que Jaksic informa que fue el más grande especialista en esta materia en los EE.UU. y, durante un buen tiempo, en el mundo. Ya en su primer viaje a España, en 1818, Ticknor forjó lo que sería su visión del país, mezcla de afecto y de profundo rechazo; de esto último hay abundantes testimonios en sus documentos privados, en los que deja constancia de su desconcierto y desagrado ante lo que consideraba el atraso de España y el fanatismo religioso de sus habitantes; reacciones complementadas por su elogio de la originalidad y el vigor de las costumbres populares. Motivos constantes en su labor profesional como académico, traductor y estudioso, comprendiendo una Historia de la literatura española (1849) en tres tomos, fueron hacer hincapié en la raigambre popular de la «verdadera» literatura española (¿?) y destacar como componentes característicos del carácter español el espíritu caballeresco y la religiosidad (la que, devenida fanática e intolerante, según Ticknor, sería la causa de la perdición del país).

 

El siguiente autor es Henry W. Longfellow (1807-1882), uno de los mayores poetas estadounidenses. Viajó por única vez a España en 1827, siendo tan grandes sus expectativas provocadas por la patria de su admirado Cervantes y tantos sus deseos de comprender el país que en pocos meses dominaba el castellano, aprendido bajo la tutela de un profesor español, y pudo escribir en este idioma un diario de viaje. En éste y en un diario íntimo escrito paralelamente en inglés, Longfellow da cuenta del, por lo visto, inevitable rechazo por el visitante angloamericano protestante de ciertas peculiaridades locales, especialmente las de índole religiosa; pero también de un sincero entusiasmo que llega al embeleso en cuanto pisa Granada y conoce la Alhambra. Su primer viaje por Europa se prolongó por más de tres años y ningún país le produjo una impresión tan favorable como España. Poco después plasmó su nostalgia de ésta en su libro Outre-Mer, ensayo interpretativo de la cultura española a la vez que un sentido homenaje a Washington Irving, a quien conoció en Madrid; Jaksic lo califica como uno de los primeros estudios estadounidenses sobre temas hispánicos que iban más allá de lo sarcástico y lo pintoresco. Longfellow fue catedrático de Lenguas Romances (francés y español) en Harvard; entre sus obras menores se cuenta una comedia titulada El estudiante español, inspirada en los clásicos españoles del Siglo de Oro.

 

Mary Peabody Mann (1807-1887) es la cuarta personalidad abordada en el libro. Proveniente de Salem, vivió con su hermana Sophia en Cuba durante un año y medio, entre 1833 y 1835. Ambas, sumadas a una tercera hermana, son reconocidas como promotoras de importantes reformas en el sistema educacional estadounidense. Mary escribió una novela que fue publicada póstumamente en 1887 bajo el título de ‘Juanita.

A romance of real life in Cuba fifty years ago. Es, según nuestro historiador, una tajante condena de la esclavitud y una denuncia de la corrupción de la sociedad cubana, que la autora hace extensiva a las colonias españolas en general. Jaksic destaca de la novela su imagen de la cultura hispánica, quizás la más negativa de todas las examinadas (la más benigna es la de Longfellow). Mary Mann destacó además como traductora de Facundo, del argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Clásico de las letras hispanoamericanas, Facundo es una novela-panfleto que postula la confrontación entre civilización y barbarie como clave para la comprensión de la política y la realidad latinoamericanas; como tal, una obra que escasamente propiciaría una imagen desprejuiciada del mundo hispanoamericano por el público estadounidense (la traducción de la sra. Mann tuvo considerable éxito en los EE.UU., siendo reeditada hasta nuestros días).

 

Por último, William H. Prescott (1796-1859), que ocupa el capítulo más extenso del libro. Este historiador se hizo de un gran prestigio merced a sus trabajos sobre historia de España y el imperio español en América, especialmente los titulados Historia de la conquista de México (1843, tres volúmenes) e Historia de la conquista del Perú (1847). Ambos fueron prestamente traducidos al castellano, generando el primero de ellos un profundo impacto en los medios intelectuales mexicanos; el segundo, cuenta Jaksic, fue mejor recibido en Chile que en Perú. Entretanto, en 1845 y 1846 se publicaron en España los cuatro tomos de Fernando e Isabel, una traducción de la historia del período de los Reyes Católicos escrita por Prescott, la que tuvo una generosa recepción en el país ya que se consideró que cubría un vacío de la historiografía nacional española, y se alabó que el autor destacase el aspecto heroico de una etapa crucial para la consolidación de la nación y su posterior apogeo. Sin embargo, el libro fue también objeto de críticas, que indudablemente hubiesen sido más duras si el traductor, Pedro Sabau y Larroya, no hubiese moderado las –para entonces- fuertes opiniones de Prescott en materia religiosa, recurriendo incluso a la eliminación de frases y la alteración del sentido de párrafos completos. Hubo lectores españoles que reprobaron ciertos comentarios e interpretaciones que atribuyeron a prejuicios de protestante; uno de ellos expresó su molestia por el llamado de Prescott a la libertad religiosa, la que en su opinión sólo podía ser foco de inmoralidad y desorden social.

 

Jaksic destaca el que Prescott se propusiera abordar la conquista de México y Perú sin el tono denunciatorio que, según admitía Lucas Alaman, intelectual mexicano de la época, era habitual entre los historiadores mexicanos. También enfatiza su minuciosa documentación y su avanzada metodología, presidida por el deber de evitar los anacronismos o, en palabras de Prescott, cuidarse «de aplicar estándares del presente para medir las acciones del pasado». Con todo, el historiador, preocupado por el tema del desarrollo y decadencia de las civilizaciones, formuló una jerarquización de los pueblos en que los españoles aparecen como superiores frente a aztecas e incas, y éstos a su vez como superiores a los demás pueblos precolombinos. Pero además se valió en particular de la historia de la conquista de México para demostrar supuestas ventajas y debilidades de religiones y sistemas políticos. En comparación con los pueblos indígenas, los españoles estaban premunidos de ideas y valores religiosos mucho más refinados, pero no por esto dejaban de ser ellos mismos supersticiosos, fanáticos e intolerantes. En contraste, el protestantismo de los colonos ingleses era más elevado, y su cultura en general representaba un estadio superior en la jerarquía de las civilizaciones. ¿Qué queda del carácter hispánico en la obra de Prescott? El manido estereotipo: el caballero andante y el fanático religioso como símbolos supremos de lo español, a los que Prescott añade la influencia arábiga como componente esencial.

 

La conclusión de Iván Jaksic es que, por más bien intencionados que estuvieran los primeros hispanistas estadounidenses con respecto a su objeto de estudio, su trabajo no alteró los supuestos que modelaban el imaginario norteamericano sobre España y sus colonias o ex colonias -supuestos de los que en realidad eran deudores-. Siguió percibiéndose a España como un país de cultura despótica e intolerante, lastrado por una especie de oscurantismo religioso que impedía un genuino desarrollo. Más importante aún, en lo que concernía a la sociedad estadounidense: España fue tenida por ejemplo de que la amenaza para su integridad como país provenía de fuentes y tensiones internas; nada irrelevante, habida cuenta de que los EE.UU. parecían encaminarse por una senda de prosperidad inagotable en que el impulso expansionista tenía una parte principal. ¿Se convertiría la república en un imperio? Ante esta perspectiva, lo que los hispanistas postulaban era que, si bien debía admirarse el ímpetu y el espíritu original que habían forjado a la nación española, erigiéndola luego en orgullosa potencia mundial, los EE.UU. debían precaverse de reproducir sus errores. Su salud dependía de distanciarse del modelo español.

 

Interesante materia, a mi entender. Por descontado que la trama tiene su revés: los prejuicios y estereotipos que sobre ingleses y angloamericanos circularían en España e Hispanoamérica -más específicamente, entre sus intelectuales-; y el efecto que tendría la vigorosa estampa de los EE.UU. en la percepción de sí mismos por los pueblos hispanoamericanos. Pero no son éstos los temas del libro reseñado.

– Iván Jaksic: Ven conmigo a la España lejana. Los intelectuales norteamericanos ante el mundo hispano, 1820-1880. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 2007. 487 pp.

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16 comentarios en “VEN CONMIGO A LA ESPAÑA LEJANA – Iván Jaksic

  1. ARIODANTE dice:

    Bueno, Rodrigo -estés donde estés pasando tus vacaciones- enhorabuena por este espléndido artículo, en el que nos descubres a autores al menos para mi desconocidos, y un tema no demasiado tratado: el hispanismo norteamericano y sus posibles handicaps e impllicaciones. Conozco a Washington Irving y a Longfellow (a éste, de oídas), pero no al resto. Y por supuesto ignoro casi todo de los autores chilenos, por lo que me parece muy interesante tu aportación, que nos ilustra y amplía horizontes.

  2. Ascanio dice:

    Pues yo sólo conozco a Irving gracias, por supuesto, a sus Cuentos de la Alhambra y a La leyenda de Sleepy Hollow, aunque reconozco que de esta última sólo he visto su versión cinematográfica.
    Rodrigo, eres un pozo de sabiduría y buenas artes literarias, y me haces sentir muy, muy pequeñita.
    Menuda reseña y menudo trabajo.

  3. Rodrigo dice:

    Bueno, muchas gracias.

  4. pepe dice:

    Magnífica reseña, Rodrigo, sobre un tema apasionante. Los relatos de viajeros que visitaron España en el siglo XIX son muy abundantes, algo menos los de siglos pasados, aunque tampoco son escasos (vease el enlace con la biblioteca virtual Cervantes)
    http://www.cervantesvirtual.com/portal/exploradores/pcuartonivel.jsp?conten=viajeros
    Lo que diferencia quizá a los viajeros de este tiempo de otros pretéritos es la visión romántica del paisaje y las gentes, su inclinación hacia lo que aquí teníamos de pintoresco o de exótico. Tenían una disposición hacia el viaje más pensando en el disfrute espiritual que en otra cosa. No tenía mucha noticia de los viajeros que venían con serias intenciones de estudios científicos, lo confieso, y el asunto de cómo influyeron las visiones de estos en sus países de origen, o que recuerdo dejaron todos en el imaginario popular de los nuestros es un asunto realmente interesante. Seguramente por eso la reseña tiene tan pocos comentarios, a pesar de que es una de las mejores que te he leído, lo cual no es decir poco.

  5. Rodrigo dice:

    Lo que no es poco es el elogio viniendo de quien viene. Gracias, Pepe.

    Tampoco es corto el listado de viajeros, vaya, sobre todo para la época. A propósito, creo haberme topado alguna vez con un libro sobre viajeros en España, pero no estoy seguro. Ya me informaré.

    Fui bastante aficionado a la literatura de viajes y como tal llegué a leer varios de los títulos de la colección Grandes viajeros de Ediciones B; ¡si hasta me tragué unos cuantos de los adoquines de Paul Theroux! (Seguro que me estoy repitiendo, esto debo haberlo dicho en otro hilo.) Desde hace un tiempo retorno al género sólo de manera esporádica.

    Lo del exotismo ya es un tema interesante en sí mismo, por lo que involucra en cuanto a percepciones y distorsiones de la realidad, con su dosis de soberbia etnocentrista. Cuestión de perspectiva. Por ejemplo, hay un pasaje de la novela El Siglo de las Luces, de Alejo Carpentier, en que el protagonista se queda maravillado del exotismo del París de 1790 y algo, con su profusión de banderas tricolores, escarapelas, gorros frigios, árboles de la libertad, asambleas populares, etc. Para él, que había nacido y vivido en Cuba, todo lo que se dijese sobre el presunto exotismo del trópico era palabrería sin sentido.

    Ejem. Ascanio, ¿yo, un pozo (de lo que sea)? Mira que eres exagerá.

    Ario, yo tampoco sabía mucho de los autores abordados en el libro. No paso hasta ahora de los Cuentos de la Alhambra de W. Irving, igual que Ascanio.

    Reinas, también valoro en mucho sus piropos, ¿eh?

    Saludos.

  6. pepe dice:

    Ah, El siglo de las luces, tendría que volver a leerla… Ayer estuve un rato en la biblioteca Francisco Umbral de Majadahonda, en la que han preparado una exposición que pone en imágenes el mundo de García Márquez y me entraron ganas de volver a leer Cien años de soledad, porque estoy seguro de que cuando lo hice disfruté sólo de una pequeña parte de lo que la novela ofrece. La exposición merece ser visitada porque tiene algunos detalles muy bonitos: uno de ellos es que en la entrada hay un barreño metálico con enormes bloques de hielo.

  7. Rodrigo dice:

    Habría que ver un Melquíades…

    Qué maravilla de novelas, Pepe. Excepcionales ambas, aunque si tuviera que elegir optaría por la de Carpentier.

  8. pepe dice:

    Me produce un cierto desasosiego pensar que hay cosas que lei cuando apenas tenías uso de razón y que debería leer ahora, pero quizá sea eso lo mejor que uno puede hacer…

  9. Rodrigo dice:

    O puede que no. La primera vez que leí El corazón de las tinieblas (Conrad) me disgustó bastante; pero es que por entonces era un lector imberbe y no me enteraba de nada. La releí años más tarde y llegué a la conclusión de que lo que me pareció disgusto era en realidad falta de comprensión (aunque nunca deba uno dar por sentado que lo ha comprendido todo, y la opinión de hoy no será siempre la misma necesariamente).

    Pero también puede darse a la inversa. En su día me encantó Scaramouche, novela que luego me decepcionó.

  10. juanrio dice:

    Uno es esclavo de la edad con que lee un libro. Algunas veces llega demasiado pronto y no se le saca todo el jugo que lleva dentro; a veces demasiado tarde y uno ya perdió la inocencia necesaria para apreciarlo.

    He leído dos veces Cien años de soledad, creo que la primera vez debió ser a los 16 o 17 años, y disfruté enormemente las dos veces ¿la disfrutaría ahora? Quien sabe….

  11. Valeria dice:

    Qué bonita (y acertada) esa primera frase tuya, Juanriver.

  12. juanrio dice:

    Gracias, Valeria…así da gusto comenzar el día….

  13. Don Urogallo dice:

    Llevaba tiempo reservándome esta reseña porque me apetecía leerla con cuidado, y realmente no tiene desperdicio.

    Después de toda una vida horrorizándome ante los tópicos reflejados en el cine americano sobre España me encuentro por fin con su origen último y la contaminada y ponzoñosa fuente de la que bebe esa ignorancia.

    Desde luego, si esta era la imagen que les transmitieron sus literatos y estudiosos, resulta bastante disculpable que los simples guionistas la aceptasen y perpetuasen.

    Muy, muy curioso, y sobre todo, muy revelador.

    ¡ Enhorabuena !.

  14. Washington Urogallo dice:

    Escribo ahora desde una mayor cercanía a la obra de Irving, y aunque estoy de acuerdo en que no buscó nunca inmunizar su obra sobre los tópicos de la historía española. ¿Como podría haberlo hecho?. Su historía de la conquista de Granada busca imitar el estilo de un fraile ( El Agápida), y por tanto crea una epopeya de caballeros y gestas, pero sin apartarse de la realidad objetiva: Que el avance castellano lo permite su artillería.

    Irving buscó el tópico, lo curioso, lo llamativo en su inmersión cultural en Granada, y en la España que esa Granada representaba para él. Pero yo no le catalogaría de inmediato como un responsable de esa leyenda, más bien como un iniciador honesto, que tendría discipulos carentes de preocupación por la verdad.

  15. Rodrigo dice:

    Vaya, Uro, se me había pasado tu comentario del 29 de marzo. Ironías aparte, seguro que Jaksic estaría de acuerdo en que lo de los tópicos y estereotipos es uno de esos problemas eternos, universales, en cuyo estudio se debe eludir los anacronismos. Más que una denuncia de los vicios de ese tipo que puedan detectarse en la obra de Irving y otros autores, lo que él hace es perfilar un determinado imaginario, o la representación que una cultura –la estadounidense- se hacía de otra –española e hispanoamericana-. Por cierto, de Irving no conozco más que sus Cuentos de la Alambra. Creo que tu opinión es muy acertada, sin duda bien fundada puesto que has leído esa historia de Granada. ¿Hay edición reciente?

  16. Urogallo Agapida dice:

    La que yo tengo es reciente, pero de difusión limitada a la provincia de Granada, por lo que parece. De todas formas, aunque es una obra de muy agradable lectura, carece de originalidad. Irving escribe su historia a partir de las de los otros, imitándo el estilo. La verdadera importancia está en lo que comentas, que formaría la idea americana de lo que era España.

    Pero eso sí, de muy pocos americanos, que se dejarían seducir más bien por versiones «aligeradas» en su mayoría. Parece ser que este Irving, ( Imposible escaparse a su larga sombra en Granada) llegó a ser un experto de bastante calado en cultura española, llegando a dominar el castellano lo suficiente como para investigar en los archivos reales. De hecho la crónica, lo que deja claro, es que tenía un conocimiento muy profundo de las obras de las que bebia, y aunque tenía tendencia a embellecer las gestas de ambos bandos, sobre todo del español, tampoco llega al extremo de caricaturizar la cuestión.

    Yo los cuentos no los había leído hasta hace poco. Me gustaron algunos, y otros me parecieron prescindibles. Pero bueno, al fin y al cabo el solo los recogía. ¿No?.

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