La España que llega a la segunda mitad del s. XIX es una potencia menor y enfrascada en continuas pugnas internas. Ello llevará al gobierno “largo” de O’Donnell a iniciar una política exterior expansiva a imagen de otras naciones europeas, buscando su lugar en el mundo colonial y desviando también hacia fuera los problemas internos. Es la época de la guerra de la Conchinchina, México, Santo Domingo, la Guerra del Pacífico.

Y también, entre ellas, está la Guerra de África, guerra que relata este libro que el autor señala como introductorio y no totalmente exhaustivo, pero que permite conocer con bastante detalle el desarrollo del conflicto. 

El libro arranca mostrándonos a un gobierno que, interesado en ampliar la plaza de Ceuta, indefensa ante la evolución de la artillería, empieza presionar sobre el territorio colindante, hasta que se produce un incidente, el derribo de una columna con el escudo de España por parte de las cabilas locales.

Reparar esa ofensa será el casus belli, que el autor indica que fue intencionadamente buscado, para la guerra, si bien en los términos de la época no pareció incorrecto a las demás potencias coloniales, siendo la única oposición inglesa por motivos ante todo geopolíticos. Y a pesar de los intentos diplomáticos de evitarla, con tira y afloja entre el Marruecos y España, comienza una guerra que el público desea y aplaude.

España trasladará un ejército, ya preparado, a África, y tras asegurar el perímetro ceutí, empezará una marcha por la costa, donde colina tras colina, batalla tras batalla, irá aproximándose a Tetuán, en una lucha dura y cruel, pero en la que la potencia de su mejor armamento y mejor organización acabarán por imponer sus cañones y bayonetas sobre las fuerzas de las independientes cabilas rifeñas y el ejército real de Marruecos.

Así el Serrallo, Sierra Bullones, Castillejos, Monte Negrón… serán los jalones de ese avance progresivo, y a veces demasiado lento, desde Ceuta que el autor nos describe de forma cronológica y diaria, apoyándose en diversas fuentes y citas, destacando en especial Pedro Antonio de Alarcón, testigo presencial.

Un avance donde, como era común hasta la primera guerra mundial, gran parte de las bajas serán causadas más por las enfermedades, en este caso una epidemia de cólera, que por las armas, sobre debido a la limitada potencia de las espingardas.

Y a pesar de ello se ven momentos sorprendentes propios de la guerra heroíca, como al propio Presidente de Gobierno encabezando una carga o al general Prim bandera en mano animando a las tropas.

El autor muestra el problema político formado tras la victoria y la toma de Tetuán, porque emborrachados de éxito o por el desastre los pueblos y partidos, desde la retaguardía exigen más y más, frente a los combatientes de ambos bandos que ven cumplidos los objetivos. Así continuará una guerra que ya ha perdido su sentido, librándose la batalla (mal llamada) de Uad Ras para forzar una paz. Paz que el autor examina en su justo término, no fue tan chiquita como muchos trataron de hacer ver por intereses políticos, y no había opción mejor salvo mantener una guerra colonial prolongada y agotadora. Paz victoriosa en todo caso que a la larga traería otras complicaciones para España.

Complementan el libro unos buenos mapas e ilustraciones de la época, ilustraciones que aun a falta de fotografías son de excelente detalle.

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