ULTIMA RATIO REGIS – Fernando Quesada

ULTIMA RATIO REGIS, Fernando Quesada«Llegas al arsenal, los talleres te rodean por todas partes; se te acercan los metalúrgicos y trabajadores del cuero. Hacen todo lo que deseas. Se ocupan de tu carro, para que deje de estar inútil. Se arregla tu timón; se ajustan sus […]. Fijan correas de cuero a la horquilla del yugo (?), y […] colocan el yugo… Aplican tu insignia […] trabajada con un cincel […]. Aplican un mango (?) de metal a la fusta [?] y le añaden la correa de cuero… Y ahora marchas rápido a luchar en el campo de batalla, a realizar las hazañas de un valiente.»
Papiro de Anastasi I (26, 1-4). Siglos XIV-XIII a.C.

¿Por qué podría resultar interesante conocer las armas de otros tiempos? Puedo asegurar que durante el tiempo que he ido leyendo este libro a la vista de la gente, he visto escrita esa pregunta en la frente de la mayoría de los que miraban de reojo la portada. Un libro sobre armas, un libro de casi 500 páginas, un libro sin grandes ilustraciones… ¿qué clase de persona tendría interés en ese tema? A menos, claro está, que sea uno un especialista y el libro esté dirigido a ese selecto colectivo de individuos. Sin embargo, el libro no admite ese patrón ni va enfocado a ese personal sino más bien al público en general. ¿Entonces?

Sobre los tiempos actuales, en los que tener un arma en casa suele causar como mínimo inquietud a la mayoría de personas (salvo quizá al propietario de la casa) e incluso puede considerarse como una peligrosa extravagancia, prefiero no definirme; pero sobre tiempos más remotos, en los que la Humanidad convivía con la muerte de manera cercana y frecuente, en los que la guerra solía estar tras las puertas de casa y no había que buscarla en tierras lejanas, en los que la supervivencia de una ciudad, de una familia, de un individuo, dependían de si se poseían armas con las que defenderse, en fin: en tiempos en los que, por suerte o por desgracia, las armas formaron parte de la vida cotidiana, y no como algo accesorio sino como parte esencial de ella, no hay duda de que el estudio del armamento ha de interesar, y no poco, a todo aquel que quiera conocer la Historia del ser humano. Quien quiera saber cómo vivía un campesino griego en el siglo VII a.C. ha de saber que ese campesino probablemente tenía armas en su casa, o tal vez no, pero en cualquier caso no era anecdótico ni que las tuviera ni que careciera de ellas. Es preciso además, creo yo, comprender que la posesión de armas en otros tiempos nada tiene que ver, conceptualmente hablando, con la posesión de armas en la actualidad; los tiempos son otros, las sociedades también, las mentalidades, los modos de vida, las motivaciones y las necesidades son pues muy diferentes. Por otro lado, tampoco parece correcto pensar que la idea de “posesión de armas” ha evolucionado de manera lineal a lo largo de la Historia, sino de manera cíclica: la normalidad con la que en la Grecia micénica los hombres lucieron sus armas en público es la misma con la que siglos más tarde lo harían los pueblos germánicos, los caballeros medievales o los habitantes del Far West; y, actualmente esa normalidad es la que reclaman, de manera ciertamente anacrónica, asociaciones como la NRA (National Rifle Association). Y no deja de ser curioso que cuando el hombre, en determinados momentos de la Historia, se ha paseado armado con toda naturalidad por las ciudades, sus armas han sido su bien más preciado y han constituido, en algunas ocasiones, la columna vertebral de toda una forma de entender la libertad y la vida.

El libro de Fernando Quesada, autor ya reseñado en Hislibris, se centra en un aspecto concreto de las armas, tal y como enuncia el subtítulo: «Control y prohibición de las armas desde la Antigüedad a la Edad Moderna». ¿Qué debemos entender por “control” y “prohibición”? Quesada sienta las bases en la introducción:

«Por un lado, el concepto (“control de armamento”) alude al denodado esfuerzo por parte de determinados Estados soberanos para impedir la fabricación o posesión por parte de otros Estados igualmente soberanos de determinado armamento considerado de alto poder y valor estratégico. Pero también se refiere a otras facetas, por ejemplo a las limitaciones o prohibiciones –a partir de listas a menudo chocantes- que unos Estados ponen a la exportación de ciertas armas o tecnologías por razones de seguridad. A la inversa, alude también a los intentos de Estados, o de grupos insurgentes, o de organizaciones terroristas, por hacerse con armas de alto poder destructivo.

»Pero el concepto «control de armas» se refiere también a las feroces discusiones que se producen en algunos Estados que siguen debatiendo el derecho de los particulares a adquirir y conservar en sus domicilios, con escasas limitaciones, armas, incluso las de guerra. Alude también a la lucha de algunos grupos –entre humanitarios y a veces ingenuos- por conseguir la prohibición de determinadas armas consideradas especialmente inhumanas. Y finalmente se refiere al disgusto ético entre los mismos militares por el empleo de determinadas armas y tácticas consideradas cobardes y/o indiscriminadas y/o inhumanas.»

La obra analiza la posesión de armas desde los tiempos antiguos hasta la Edad Moderna. Dicha posesión ha dependido en unas ocasiones del propio individuo, y en otras, del estado del cual es ciudadano. Con esta idea como eje central del libro, sus páginas recorren la Grecia micénica, arcaica, clásica y helenística, la Roma republicana, altoimperial y bajoimperial, y la Edad Media europea desde la caída del Imperio Romano hasta las guerras de cañones frente a cañones, ya en el siglo XVIII. (aunque cabe decir que las páginas dedicadas a Grecia y Roma representan la mayor parte del libro).

Ya desde los más remotos tiempos queda clara una idea: las armas son propias de los hombres libres, es decir: el hombre libre es igual al hombre armado. Esta idea, tan chocante para nuestra mentalidad moderna, estuvo profundamente arraigada durante toda la Antigüedad («el derecho a conservar armas en la vivienda privada, a portarlas y a utilizarlas cuando su propietario lo considere oportuno, además de cuando la colectividad lo requiera, es el elemento que define al hombre libre por oposición al siervo»). Hasta tal punto esto era así, que el propio concepto de ciudadanía se apoyaba en la posesión privada de armas (ciudadano libre = ciudadano en armas). En las sociedades de la Antigüedad tal manera de pensar no chirriaba en absoluto; en una sociedad moderna como la nuestra, en cambio, defender tal concepción, como hace la mencionada NRA, supone un anacronismo absurdo y peligroso («en la práctica están razonando en los mismos términos que un granjero ateniense del siglo VI a.C., pero en un mundo y en una sociedad radicalmente diferentes»). Siendo esto así, es fácil entender lo dicho anteriormente: que el bien más preciado del hombre armado era precisamente sus armas. Y los estados, los gobernantes, quienes ostentaban el poder en esas sociedades, debían saber jugar la carta de disponer de una ciudadanía armada como mejor les conviniera: en un primer momento apoyándose y confiando en ella, más adelante ejerciendo el control de fabricación y posesión de las armas. Esta tendencia, observable tanto en las sociedades antiguas de Oriente Próximo como en Grecia y Roma, se apoyó sobre todo en el control del armamento de fabricación compleja (carros de guerra, arcos compuestos…) y en la construcción de arsenales de propiedad estatal («A partir de mediados del II milenio a.C. todas las grandes potencias del Próximo Oriente, algunas menores y las periféricas (como los centros micénicos del continente y eventualmente, desde el siglo XIV, de Creta) desarrollaron un elaborado sistema de arsenales, establos, talleres de producción y reparación centralizados para los vehículos y sus armas asociadas…»). En esta línea vale la pena mencionar que en todas las épocas existió (y existe) el deseo, por parte de los gobernantes, de encontrar el «arma decisiva» frente al cual ningún enemigo pudiera oponerse: véase el «fuego griego», cuya composición se mantuvo en secreto durante siglos, o algunas máquinas de asedio. Esa tendencia por parte de los estados de control del armamento conllevó que progresivamente se fuera extinguiendo la «mentalidad arcaica» de sus ciudadanos y la creencia en el derecho natural a tener y portar armas, aunque, como se ha dicho, no es ésta una evolución lineal sino cíclica, de avance y retroceso, y desde luego no igual para todos los estados («Durante los primeros siglos de la República Romana, las armas se fabricaban en Roma en talleres artesanales contratados para cada ocasión por el Senado, o a los que se dirigían individualmente los ciudadanos, y no en grandes fábricas creadas y mantenidas por el Estado. Esta era la situación normal … En teoría, pues, se prohibían desde finales del siglo I a.C. las armas a quienes no formaran parte del ejército … Sería ya Justiniano [en el Imperio Romano de Oriente] a mediados del siglo VI d.C. quien definitivamente convirtiera la manufactura de armas de guerra en un privilegio estatal, prohibiendo a los ciudadanos privados fabricar o vender armas… Mientras esto ocurría en el siglo VI d.C. en el Imperio de Oriente, la descomposición de la estructura estatal imperial en Occidente… hizo que la posesión de armas por parte de los hombres libres fuera de nuevo lo común y obvio, como lo había sido en la Grecia arcaica o en la Roma republicana.»).

En cuanto al otro sistema de control de armas por parte de los estados, es decir, mediante su prohibición, Quesada menciona desde el primer acuerdo de limitación en el uso de armas arrojadizas en las guerras Lelantinas hasta el rechazo atemporal del arco (en Homero, la Grecia Clásica e incluso la Edad Media), o los intentos no demasiado exitosos por ejercer un control centralizado sobre las armas de la nobleza a cargo de Carlomagno o las nacientes monarquías europeas («Incluso en época de los Reyes Católicos se asumía que los nobles, caballeros e hidalgos habrían de tener en sus casas armas de guerra –incluyendo corazas- para su uso en la guerra cuando fueran llamados a campaña»). Es curioso que cuando aparecieron las armas de fuego (cuyo funcionamiento por cierto es explicado de manera clara y minuciosa: «Un arma de fuego consiste básicamente en un tubo cerrado por un extremo…»), sufrieran en principio un rechazo similar al del arco o la ballesta, para finalmente acabar imponiéndose el sentido práctico y convertirse en elemento fundamental en todos los ejércitos. En este sentido, es interesante resaltar la opinión de Quesada en cuanto a los cambios en la manera de hacer la guerra que se produjeron en la segunda mitad del siglo XV, de los que el uso de la pólvora no fue el menor, desde luego: frente a los que definen tal suceso como una auténtica «revolución» («entre 1450 y 1500 el ritmo de cambios fue tal, no sólo en la tecnología del armamento, sino en la propia concepción de la guerra y en la capacidad de los estados europeos para organizar y armar flotas y ejércitos de gran tamaño, y para desarrollar campañas de larga duración y a grandes distancias, que el período ha sido considerado por muchos como una verdadera «Revolución Militar» que cambió el arte de la Guerra»), Fernando Quesada opina que el salto auténticamente revolucionario no se daría hasta unos siglos después («…una «Revolución militar» que sólo se daría como tal revolución, y por primera vez desde la Edad del Bronce, hacia 1850-1900 d.C. El cambio revolucionario, brusco y completo, surgió con la aparición de la pólvora sin humo, el ferrocarril, el motor de combustión interna, las armas de tiro rápido, la dispersión y ocultación de las tropas, y la expansión geométrica del área letal de las armas de fuego»).

Tratándose como se trata de un tema un tanto especializado, supone todo un reto dirigir el libro a un público genérico; sin embargo el estilo de redacción así parece indicarlo y hay que decir que, pese (o gracias, que para todo hay opiniones) a la abundancia de datos, notas, citas y bibliografía (casi 40 páginas), el libro se lee con mucha fluidez y resulta de gran interés. Finalmente, cabe decir que, siempre que es posible, Quesada traslada a territorio ibérico la cuestión del control y posesión de armas, ya sea en los tiempos de la conquista romana o en la España de los Reyes Católicos.

Ultima ratio regis es, por tanto, un libro que agradará enormemente a los interesados en el tema pero que tampoco dejará insatisfechos a los aficionados a la Historia en general, sino probablemente todo lo contrario. La «última razón del rey» es sin duda un libro recomendable para todos los públicos, que como mínimo descubrirán el origen de su curioso título:

«Los poderosos cañones se convertirían así rápidamente en la ultima ratio regis, expresión que puede entenderse en su doble sentido de «último recurso» y de «expresión acabada» del poder real, y que adornaba el tubo de muchos cañones de la época, en particular los franceses del siglo XVII.»

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21 comentarios en “ULTIMA RATIO REGIS – Fernando Quesada

  1. Incitatus dice:

    Me lo compré en la feria del libro y lo tengo ahí esperando, siendo de Fernando no lo dudé y después de tu reseña habrá que hincarle el diente pronto ¿es un buen libro de playa? JEJEJE

  2. cavilius dice:

    Hombre, Incitatus, flotar igual sí que flota pero no sé yo…

  3. Incitatus dice:

    Seguro que rompo en la playa: el chiringuito montado, con camisa hawaina, gafas de sol y con el libro de Fernando… Seguro que me detienen

  4. Vorimir dice:

    Muy buena pinta, si señor.
    El de «Armas…» me encantó.

    Este caerá… algún dia.

    Gran reseña Cavilius.

  5. surenas dice:

    Un libro cojonudo, como todo lo que lleva la firma de Fernando Quesada. Añado que es menos denso y superespecífico de lo que el título pueda sugerir.

  6. Urogallo dice:

    Es un gusto leer que el libro tiene 500 páginas, por un momento pensé que sería más corto que la reseña…

    La verdad, lo tengo fichado para leerlo. El anterior me lo salté por que tenía los artículos de LA AVENTURA DE LA HISTORIA, pero este no lo perdono.

  7. ARIODANTE dice:

    Cielos, Cavi, es una reseña completísima…hasta el punto que no compraré el libro. Quiero decir que creo que con tu reseña tengo toda la información que pueda necesitar sobre el tema, que por otra parte no me quita el sueño.
    Aunque igual llegan tiempos que tendremos que tener en casa una lanza por si acaso…o un pequeño cañoncito para cuando empiecen a salir las cucarachas…u otros visitantes. (Es que estoy un poco quemada). Por ahora me defiendo con una pala matamoscas, pero nunca se sabe.
    En fin, Inci, de lectura de verano nada…te recomiendo «Bajo bandera enemiga». No es por quitarte público, Cavi, es que pienso que este libro debe ser algo plúmbeo, cuando menos, aunque muy interesante, eso sí.

  8. farsalia dice:

    Lo hojée cuando salió, y aunque el tema a priori no me llamaba la atención, la verdad es que tiene no poco interés. Y tras la megarreseña caviliana, con más motivo…

  9. JJSala dice:

    Gran reseña Cavilius.

    El derecho a portar armas en EE.UU, lo garantíza la Constitución como una forma de independencia individual ante el poder del Estado y no sólo como defensa ante posibles enemigos.

    No es que yo esté de acuerdo con ello, pero para comprenderlo hay que retrotraerse a la época en que se firmó la Constitución Americana.

    Es mucha la gente en ese país, que, sin pertenecer a la Asociación del Rifle, mantiene su derecho a la autodefensa, incluso por encima del derecho del estado a ostentar la legitimidad exclusiva, mediante las fuerzas armadas y la policía.

    No se debe olvidar que se trata de un país de únicamente dos siglos y pico de existencia, formado por aventureros y gente del hierro (también por puritanos, prostitutas, buscavidas, etc.), que, como otros conquistadores, arrebataron la tierra a sus primitivos dueños por la fuerza de las armas, y ésto no es fácil de borrar de los «memes» colectivos.

    Salud

  10. cavilius dice:

    Es cierto lo que comenta surenas: el libro no es tan denso como podría dar a entender su título en latín; la verdad es que la lectura es de lo más interesante (Ario, ¿cómo puede ser un libro plúmbeo al mismo tiempo que interesante?), y confieso lo mismo que farsalia: a priori el tema me llamaba la atención pero no demasiado, pero una vez leído, es una lectura recomendabilísima.

    JJSala, efectivamente es una cuestión de mentalidad, y el primer capítulo del libro trata de eso justamente. En él se habla del caso de Suiza, de los sij y de algún otro colectivo.

    Saludos.

  11. Koenig dice:

    Buenas tardes-noches.

    Hacía tiempo que esperaba la reseña de este libro, no ya porque uera a hacerla Cavilius (que también) sino porque dentro del ámbito de la historia, véase historia militar, me parece que tiene un enfoque ciertamente novedoso.
    Así que tras felicitar a Cavilius por su reseña…
    Felicidades Cavilius por esta tu no primera reseña pero tal vez la mas larga.
    … quiero animar a cualquiera que se intereses un poco por el tema a leer el libro. Se lée bien, es ameno -dentro de la temática- porque está muy bien ejemplificado. Y a mi las ilustraciones no se me hicieron tan escasas. Al menos para este tipo de libros.
    Añadir también que yo encontré otras líneas argumentales, aparte de la que comenta el reseñador, que es obviamente la principal. Y es que el autor nos construye una pequeña historia militar de estas épocas, incluyendo la evolución del armamento a lo largo del tiempo.

    Opino.

    Saludos.

  12. cavilius dice:

    ¿La más larga? Ah, desmemoriado…

  13. Bernardo de Iberia dice:

    Gracias mil, mil gracias Cavilius por tu estupendo resumen, huele a libro imprescindible para mi biblio pues este tipo de libro son los que puedo utilizar como una enciclopedia, en el futuro próximo lo ojearé-leeré…
    En cuanto a la interpretación de la historia…En la atenas de Pericles vivían alrededor de 100.000 personas, solo 10.000 tenían derecho a voto y a portar armas, en el Ejido de Almería viven alrededor de 100.000 seres humanos, solo 10.000 tienen derecho a voto y a portar armas ( no hace falta que esté en nuestra constitución de forma explícita como en la de EEUU, solo hay que sacarse la licencia de armas y de caza y puedes tener un arsenal en tu casa, o ser millonario y tener 4 guardaespaldas armados hasta los dientes )
    Yo personalmente desearía que fueran fundidas todas las armas y convertidas en papel mágico, pero mis deseos y la realidad están en galaxias diferentes, vivo en un pueblo de 200 habitantes del sur, a mi vecino panadero, pacifista y hombre de paz y de bien donde los halla, le entraron de noche tres encapuchados hace tres semanitas en su casa…
    Sinceramente creo que deberíamos copiar la segunda enmienda de la const. americana, porque no solo los ricos o cazadores tienen derecho en este país a portar armas en casa!!!

    chao

  14. Laurence dice:

    ¡Madre del Amor Hermoso! Tenemos ante nosotros la panacea y no lo vemos….. ¡¡la segunda enmienda de la constitución americana!!

    Si queda muy claro, alguien que personalmente desearía fundir todas las armas y convertirlas en papel mágico pero que, cuando habla sinceramente, cree que todos en este país deberíamos portar armas en casa….. De lo más coherente y librepensador, sí señor.

    Sin acritud Sr. de Iberia pero empieza usted a parecerse a esos telepredicadores norteamericanos que…¿son también libreprensadores? Ah no, son charlatanes. Y eso es materia de otra reseña….

    Es que aquí hablando de «última ratio» y tal…. como que no me pega.

    Lo siento Cavilius por (¡cómo se decía cuando se «ensuciaba» una reseña, que no recuerdo el verbo!!).

    Eso sí, tu reseña magnífica, en tu línea y estilo personal.

    Saludos.

  15. Germánico dice:

    No le hagas caso, Laurence. Es un simple provocador. Ya ha soltado un par de perlas por ahí.

  16. Bernardo de Iberia dice:

    Por favor aprender a leer, no hay contradicción Laurence, una cosa son mis deseos y otra la realidad, una cosa es vivir en el mundo mágico-ilusorio de las novelas y otra la realidad…

    Germanico yo no provoco a nadie, solo leo las reseñas y además las comprendo, y cuando veo flagrantes insultos a la inteligencia los pongo en tela de juicio, por ejemplo, el que la civilización ateniense era arcaica, primitiva y salvaje y ahora vivimos en una civilización mucho más evolucionada, falso como una catedral, pasense por el ejido de Almeria y verán de donde salen los tomatitos y lechuguitas que se comen sus mercedes que tan exquisitas palabras necesitan escuchar en sus aristocráticos oídos para no ser enturviados sus puros pensamientos y sus castos cerebros,

    Tranquilos, no les molestaré más a sus eminencias ilustrísimas… entre otras cosas porque mi cerebro puede contagiarse del peor de los virus…
    el virus de la alienación.

  17. Javi_LR dice:

    El Ejido, en Almeria: las nuevas minas de Laurión. ¡Gracias por abrirnos los ojos, Bernardo de Iberia!

  18. Aretes dice:

    Este hombre tiene un serio problema con la uve.

  19. Koenig dice:

    ¡Si sólo fuera con la uve!

    Esto me recuerda la anécdota de un amigo de mis padres, que tenía un loro muy gracioso. Cada vez que le preguntabas «¿Comprendes?» Él contestaba muy convencido. «¡Comprendo!»

  20. Ascanio dice:

    Anda, pues yo sé un chiste de un loro y una pandereta, pero si no me miráis no puedo contarlo.

  21. Clío dice:

    Pues cuelga un video en Youtube y así te vemos!

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