THE CHILDREN OF ATHENA. GREEK WRITERS AND THINKERS IN THE AGE OF ROME, 150 BC – AD 400 – Charles Freeman
«Atenas, la ‘escuela’ de Grecia», como Tucídides ponía en boca de Pericles (Historia de la guerra del Peloponeso, II, 41, 1), es una de esas frases que se han repetido hasta la saciedad. Formaría parte del llamado «Discurso fúnebre» que el estratega ático pronunció como homenaje a los muertos atenienses caídos en la guerra contra Esparta; en realidad, esa frase no la dijo Pericles, pues, como leemos en detalle, sus palabras (si es que asumimos que Tucídides lo cita textualmente) fueron: «resumiendo, afirmo que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo [paídeusis] para Grecia». En nota a pie de página, Juan José Torres Estebaranch, traductor de esta obra en Gredos, dice: «Enseñanza, lección, ejemplo o modelo viviente», pero no estrictamente «escuela». Pero, al ser la ciudad del Ática la polis griega de la que más datos tenemos en las fuentes clásicas (con permiso de los espartanos), ha quedado como un epítome de todo el saber griego en los siglos V-IV a. C., la época clásica de la Hélade: el teatro, la filosofía, la historia… ¿Y después? Pues Atenas pasó a ser, ya en época romana, prácticamente una «ciudad universitaria» y el conocimiento, al mismo tiempo que el helenismo se extendía por el mundo conocido (por los griegos, claro), lo hizo (o surgió) en otros lugares. Obviamente, ni tanto ni tan poco.
The Children of Athena es una historia intelectual del Oriente griego bajo dominio romano, desde mediados del siglo II a. C. y hasta principios/mediados del V de nuestra era. Una historia que, partiendo de las escuelas platónica y aristotélica de los primeros dos tercios del siglo IV a. C. y las escuelas helenísticas «sucesoras» en los dos siglos siguientes –estoicismo, epicureísmo, escepticismo y cinismo–, nos sitúa en un período y un ámbito que han interesado menos o sobre los que se pasa casi de puntillas: la vida intelectual en el Oriente griego bajo dominio romano en los siglos I a V de nuestra era. Este es el primer aliciente del libro: situarnos en una época en la que suele verse la cultura desde el Occidente romano, con relevancia del latín, cuando en el Oriente de cultura y habla (exclusivamente griega) continuó una cultura que tenía sus antecedentes «gloriosos» en los siglos V y IV a. C. Exageramos un poco por nuestra parte, desde luego, pues sobre la filosofía helenística de los siglos III-I a. C. se ha publicado mucho; pero a veces queda la sensación de que con el Oriente helenístico conquistado por los romanos, ya definitivamente con la derrota del Egipto ptolemaico ante Octaviano, pronto Augusto, se suele poner a la vida intelectual de este ámbito.
Y la realidad nos muestra que esta continuó, a partir de las semillas platónica/aristotélica y el desarrollo de las cuatro escuelas helenísticas, que no se «pararon» con la conquista romana. La vida cultural en Grecia y las provincias orientales del Imperio siguió, se asentó plenamente y sería desafiada por el auge de un cristianismo a menudo visto como una ruptura feroz, como muestra el reciente libro de Catherine Nixey, La edad de la penumbra: cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico (Taurus, 2018, ed. orig., Macmillan, 2017), que se pasa bastante de frenada y parte de una imagen gibboniana de persecución y destrucción de la vida cultural griega sobre la que habría que matizar bastante. Esa vida intelectual griega sería desarmada por el cristianismo ortodoxo, pero con más puntos en común de lo que películas como Ágora (Alejandro Amenábar, 2009) divulgarizan.
Pero, ¿de qué va el libro, exactamente? Vamos a resumirlo, sin destripar en exceso su contenido. El libro se estructura en diversos bloques, precedidos por un «interludio» a modo de contexto histórico, y en los que se presenta la vida/obra de algunos de los intelectuales más relevantes para este período (c. 250 – 415 d.C.). El prólogo parte de una sátira de Luciano de Samosata (o Samósata) y presenta la escena de un banquete con «representantes» de las diversas escuelas filosóficas que el autor conoció en su época (siglo II de nuestra era), y que preludia que lo a grandes rasgos encontraremos a lo largo del libro.
Un primer bloque (capítulos 1-3) pone los antecedentes del período que cubre el libro, tratando la conquista romana de Grecia y lo que significó a nivel cultural (capítulo 1), los mecanismos de escritura/lectura, la educación y cómo se viajaba en el mundo antiguo, aspectos que remitirán a los autores seleccionados (capítulo 2), y un repaso a las diversas filosóficas que estos autores conocieron/se iniciaron/profundizaron/polemizaron: Platón y la Academia, Aristóteles y los peripatéticos, Zenón y la Stoa (estoicismo), Epicuro y el Jardín (epicureísmo), Pirrón y el escepticismo, y los cínicos (capítulo 3). A modo de recapitulación, un primer interludio traza las vidas que se tratarán a lo largo del libro.
Puestas las bases, un segundo bloque escoge a tres autores del período helenístico y con tres ámbitos que se repetirán a lo largo del libro: Polibio y la historia (capítulo 4), Posidonio a modo de polímata (casi un «enciclopedista»; capítulo 5) y Estrabón y la geografía (capítulo 6). Tras un segundo interludio sobre Augusto, sus memorias y el establecimiento del poder imperial a través de la imagen, el tercer bloque trata sobre Dioscórides y la botánica (y farmacopea) en el capítulo 7 y sobre la figura de Plutarco como filósofo moralista y biógrafo en el 8.
El tercer interludio nos traslada a caballo de los siglos I y II de nuestra era, con Adriano y su amor por la cultura griega, sus viajes y el patronazgo, especialmente en Atenas. Preludia el cuarto bloque del libro, con diversos esferas de la cultura y la ciencia en una serie de personajes que surgen en el Oriente griego a lo largo de un «largo» siglo II –si lo empezamos con el final de los Flavios y hasta la muerte de Cómodo–: la filosofía estoica en Epicteto (capítulo 9); la política (en clave de administración imperial), la historia y la filosofía en Arriano (capítulo 10); la geografía y la astronomía en Ptolomeo (capítulo 11); la sátira en el anteriormente citado Luciano (capítulo 12); la medicina en Galeno (capítulo 13) y los viajes (o la «guía de viajes») en Pausanias (capítulo 14). Digamos que es la época de mayor brillo intelectual en el Oriente griego bajo dominio romano.
El cuarto interludio versa sobre el auge de las ciudades bajo dominio romano y que durará hasta la crisis del siglo III, con el caso concreto de Sagalaso, en Pisidia (suroeste de la actual Turquía). Da paso a un quinto bloque que se centra en la oratoria, que en esta época significará el auge de la llamada Segunda Sofística –para distinguir de los sofistas en la Atenas del siglo V a.C.–: el político y orador Dion de Prusa [o Dion Crisóstomo] (capítulo 15), el retórico Elio Arístides (capítulo 16) y el político y filántropo Herodes Ático (capítulo 17), que de un modo u otro apelaron al poder imperial desde el Este griego.
El quinto interludio nos traslada a una época de crisis, el siglo III, y cómo la cultura del Oriente griego en el seno del Imperio se vio afectada/en diálogo por el auge de un cristianismo aún clandestino, y en cómo se trazan las bases de una futura filosofía cristiana con raíces «paganas»: el capítulo 18 pone el foco en la figura de Plotino, que revitaliza/reevalúa el (neo)platonismo; los capítulos 19 y 20 establecen un diálogo de la filosofía griega con el primer cristianismo a través de la vida y obras del teólogo Clemente de Alejandría (19) y el erudito bíblico Orígenes (20). Los tres autores marcan un cambio respecto a una cultura intelectual netamente «pagana” hasta entonces y la llegada de un cristianismo que será predominante en el control de la cultura desde el siglo IV.
El sexto interludio, sobre el establecimiento de Constantinopla como capital oriental del Imperio y el progresivo triunfo de la ortodoxia cristiana –«católica», nicena–, precede el último bloque del libro, con tres autores de formación «clásica» que lidiaron con un cristianismo ya oficializado como religión del Estado romano. La oratoria es el ámbito de Temistio (capítulo 21) y Libanio (capítulo 22), pero desde ámbitos distintos: la corte imperial en un caso, la escuela en el otro. Hipatia de Alejandría, con la filosofía neoplatónica y las matemáticas, cierra este bloque (capítulo. 23) y marca el final de una era, la de la vida intelectual «pagana» en el Oriente romano y los últimos coletazos de la filosofía clásica que empezara en el siglo V a.C.
Un capítulo final, el 24, a modo de epílogo muestra la supervivencia de las obras de los autores presentados en este libro, a lo largo del olvido de la Edad Media y hasta el «Renacimiento» (y más allá), pero también a través de ámbitos como el del Islam y el judaísmo.
Hay que destacar un aspecto en este libro: el elemento más biográfico, «vivencial», y que Freeman utiliza como envoltura para presentar la obra de 23 intelectuales del Oriente griego bajo dominio romano. Veintitrés biografías que nos muestran la vitalidad de una cultura griega –como es lógico– en un ámbito en el que el griego es la lengua oficial, con traducciones a este idioma de obras de autores latinos, y con emperadores diversos que se vieron influenciados (hasta un cierto punto) por ellos: de Adriano, desde el filohelenismo más exacerbado, a un Marco Aurelio que gustaba de filosofar desde el estoicismo, pasando por un Constantino que tuvo que mediar con las disputas de un credo cristiano legalizado y muy diverso en Nicea, o la militancia de un Constancio II subordinacionista –no utiliza Freeman en ningún momento la palabra «arrianismo»– o un Teodosio I ortodoxo (niceno). Las vidas de estos 23 intelectuales –historiadores, oradores, políticos, geógrafos, médicos, filósofos, retóricos– nos trasladan a un mundo en el que el conocimiento, como ellos mismos, estaba en constante movimiento, las ciudades gozaban de un gran dinamismo, se hablaba y se traducía al griego, se disputaba en torno a la filosofía en función de diversas escuelas y se «vivía» plenamente la cultura. Freeman –que ha tratado la vida intelectual de largos períodos de la historia en otras obras*– parte de lo biográfico para llevarnos a la rica vida intelectual de este largo período, con «interludios» que marcan cambios, continuidades y rupturas.
*Véase, por destacar cuatro de sus libros más importantes, The Greek Achievement: The Foundation of the Western World (1999), The Closing of the Western Mind: The Rise of Faith and the Fall of Reason (2003), A.D. 381: Heretics, Pagans, and the Dawn of the Monotheistic State (2009) y The Reopening of the Western Mind: the Resurgence of Intellectual Life from the End o Antiquity to the Dawn of the Enlightenment (2020), a las que podemos añadir la síntesis A New History of Early Christianity (2009). Todas ellas, de un modo u otro, preparan el terreno para este libro que comentamos.
Añadamos que se trata de personajes conocidos todos ellos, con mayor o menor grado (quizá Dioscórides, Posidonio o Temistio «suenen» menos) y que han tenido estudios diversos, algunos con biografías publicadas y otros con un tratamiento más o menos somero en libros sobre el Imperio Romano, especialmente en los capítulos dedicados a la cultura. Todos remiten a una rica vida intelectual, con trabajos en una o varias esferas, con libros o discursos que han sobrevivido hasta la actualidad, total o parcialmente. Personajes muy interesantes, en última instancia.
Freeman tiene, además, la virtud de presentar el caldo de cultivo de cada uno de ellos y las bases de las que se parte con un estilo cercano, ameno, con notas que clarifican algunos conceptos, de modo que la lectura resultará accesible para lectores que o bien conocen de esta época o quieren profundizar un poco más.
Así pues, tenemos un escenario la mar de interesante (y a menudo minusvalorado en obras divulgativas), como es el ámbito oriental del Imperio romano, con un dinamismo urbano y una riqueza cultural sobre los que a menudo no se pone el acento, y un período en el que parece que la cultura o la vida intelectual griegas han «pasado» a mejor vida, cuando no es así. Tenemos, pues, una amplia mirada a la filosofía y la ciencia de una etapa que es inmediata continuación de escuelas como el platonismo, el aristotelismo, el estoicismo (tan de moda actualmente), el epicureísmo, el escepticismo y el cinismo. No olvidemos, además, otros géneros: la sátira con Luciano de Samosata, la historia con Polibio y Arriano, la biografía con Plutarco, la geografía con Estrabón y Ptolomeo, la medicina con Galeno, la «naturopatía» con Dioscóriodes, las «guías de viajes» con Pausanias, la oratoria con Dión de Prusa, Elio Arístides, Temistio o Libanio, la filosofía neoplatónica con Plotino, las matemáticas con Hipatia (la única mujer referenciada en esta serie de personajes)… todos ellos son ámbitos de la vida intelectual de la que hoy en día somos (en gran parte) herederos (por tirar del manido tópico de «somos griegos» o «somos romanos»).
Así pues, tenemos en este libro una imagen diferente de la vida cultural del Imperio romano, a partir de la cultura y ámbitos culturales, políticos y urbanos diferentes de la capitalidad de Roma, a menudo vista como un todo. Una historia cultural, intelectual –por muy denostado que esté el término actualmente–, pero también social, religiosa y hasta «política» de una «mitad» del Imperio romano, la oriental, en la que siguieron pautas culturales precedentes hasta el «triunfo» del cristianismo (y la posterior llegada, ya perdurable, del islam. Ofrece un retrato amplio no solo de personajes, sino de tendencias filosóficas, científicas e históricas durante un largo período de tiempo. Y lo hace con muy buena pluma. ¿Hace falta algo más?
*******
Charles Freeman,
Pues respondiendo a la ultima pregunta de la reseña, lo que hace falta es que traduzcan pronto el libro. ¿Alguna editorial se anima?
A ver si se anima alguna. Si no, la edición de bolsillo en anglo (la imagen de esta reseña), recién publicada, es muy asequible…