SIN NOVEDAD EN EL FRENTE – Erich Maria Remarque
En la portada del libro figura una ilustración y esa ilustración me apena, porque contiene el rostro de un joven, un muchacho, vestido con uniforme militar y me pregunto: ¿por qué? Porque a ese muchacho , al igual que a otros más que él le han partido la vida, le han partido sus ilusiones, le han partido su porvenir. Y cuando lo leo, por momentos me llena de angustia, de ansiedad, de tensión, hasta de preocupación y tristeza porque no es justo que los acontecimientos que en él se narran tenga que vivirlos y sufrirlos este muchacho, y todos los que con él están, en una trinchera donde viven el día a día y lo viven con la incertidumbre de si verán un nuevo amanecer.
Sin novedad en el frente (All quiet in the Western front), fue escrita por Erich Maria Remarque, pseudónimo de Erich Paul Remark (Osnabrück 1897 – Locarno 1970). El autor dice de su obra: «no pretende ser ni una acusación ni una confesión, solo intenta informar sobre una generación destruida por la guerra, totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas». Publicada en Alemania en 1929, ya en ese mismo año se habían vendido un millón y medio de ejemplares, nada menos. También se había traducido a veintiséis idiomas. Hasta la fecha se han publicado ediciones en cincuenta idiomas y se llevan vendidos unos veinte millones de ejemplares. En 1931 publicó la que sería continuación de este best-seller, El regreso, en la que escribe sobre la vivencias de los protagonistas supervivientes de la primera novela durante la posguerra. En 1933 ambas novelas fueron pasto de las llamas durante las quemas de libros que tuvieron lugar en varias ciudades alemanas, junto con obras de otros autores y artistas como Heinrich, Thomas Mann y otros, acusados de atentar contra el llamado «espíritu alemán», por los nazis, bien por ser judíos o por sus ideas contrarias al régimen.
Dice la leyenda negra que circuló durante algún tiempo sobre este autor que su verdadero apellido era Kramer (Remark al revés), siendo esta un bulo nazi para asegurar que el escritor, censurado por Adolph Hitler, no constara que había estado en la guerra al mismo tiempo que lo tachaban de judío, hechos ambos falsos.
Se han filmado dos versiones de la novela de Remarque: una en 1930 (una joya del cine mudo), dirigida por Lewis Milestone y otra en 1979, esta por Albert Mann. La primera de ellas es la más real de las dos y se ha ganado la vitola de ser considerada una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos.
Paul Baümer nos relata en primera persona, y como parte activa de la misma, ya que no sabe lo que va a ir sucediendo a lo largo de los doce capítulos de que consta esta obra, sus vivencias en el Frente Oeste abierto por los alemanes a donde es enviado a luchar contra el enemigo. Son realmente niños pero se dan cuenta de cómo va cambiando su personalidad a lo largo de todo el relato pues pasan de ser lo que realmente son a convertirse en verdaderos hombres. Paul Baümer, podría decirse que es su alter ego, (el autor participó en la contienda y resultó herido) llegará a decir: «Juventud de hierro. ¿Juventud? Ninguno de nosotros tiene más de veinte años, pero no somos jóvenes. Nuestra juventud… Estas cosas son ya agua pasada… Somos viejos muy viejos».
A mi modo de ver hay un momento espeluznante en el que Paul Baümer expresa su remordimiento ante lo que acaba de hacer, en el que acaba de matar a un soldado francés: «Tan sólo ahora comprendo que eres un hombre como yo. Pensé entonces en tus granadas de mano, en tu bayoneta, en tu fusil… Ahora veo a tu mujer, veo tu casa, lo que tenemos de común. Perdóname camarada. Siempre nos damos cuenta demasiado tarde de las cosas. ¿Por qué no nos dicen continuamente que vosotros sois unos infelices como nosotros, que vuestras madres viven en la misma angustia que las nuestras y que tenemos el mismo miedo a morir, el mismo agonizar, los mismos dolores?…» (p. 195).
El lenguaje de la novela es coloquial, el de los soldados, o sea, los incorporados a filas venidos de la vida civil, pues así con él puede expresar ideas claras además de los términos propios que se emplean habitualmente en el ejército. Esas ideas las expone mediante formas como el diálogo, la narración, descripción y hasta en algunas ocasiones el monólogo, usando también ciertas notas de ironía como cuando le preguntan los compañeros cómo está y les responde. «Bien, bastante bien, si no fuese por estos terribles dolores en el pie» (p. 16) o metáforas «la venganza es como una longaniza» (p. 45).
Es una novela que impone, pues el autor denuncia en ella los estragos que ocasiona entre los soldados que van al frente enviados allí engañados para defender el patriotismo, pero lo que realmente les espera es el horror, el drama, la muerte. Los soldados, según Remarque, no luchan por su país, luchan por sobrevivir, sea como sea, deseando que esa locura se acabe para volver a casa, a su hogar, a seguir con la vida que habían planeado tener. Desean, en definitiva, la paz, porque la guerra en sí solo va a dejar marcados a una generación de jóvenes que son enviados a ellas por la autoridad que se lo obliga diciéndoles que es un deber suyo con la patria pero la triste realidad es que son enviados a una muerte de las que pocos se van a librar. Son enviados por la jerarquía, por el mando pero tanto ellos como los soldados enemigos son solo víctimas. Pero, a pesar de que impone, la recomiendo pues nos invita a la reflexión, a pensar que toda guerra que hubo, hay o habrá, son un sinsentido y el único fin de ellas es la destrucción del hombre por el hombre y, lo más triste, es que siempre habrá alguien que saque provecho de ellas. Recomendable por su fácil lectura.
Sin novedad en el frente,
de Erich Maria Remarque
Encuadernación en rústica
Ediciones íntegras ilustradas
Editorial Bruguera. Colección Club Joven, 52.
Año 1981.
Traducido del Alemán por Serrat Crespo, Manuel
Barcelona. 17×10 cm. 256 páginas.
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Precisamente hace unos días en el foro preguntaban por novelas sobre la Primera Guerra Mundial. Y, cómo no, ésta es de obligada referencia, y desde luego de obligada lectura sobre el tema. Una lectura que se puede complementar, como comentas, con la magnífica película de Lewis Milestone de 1930 (que no es muda, por cierto).
Bien por la reseña, Galaico.
A mi también me ha gustado la reseña Galaico, desconocía la novela. Si la recomendáis tanto Farsalia como tú, sin duda es una novela realmente buena.
Sin embargo, es curioso que el mismo acontecimiento provocase visiones tan contrapuestas. En la propia novela, algunos personajes entrevistos de pasada, como el del francotirador o algunos de los oficiales, no comparten la misma tendencia de mera lucha por obediencia, camaraderia o supervivencia propia, y entienden la guerra como tarea o misión.
Por no mencionar la experiencia diametralmente opuesta a la de Remarque que expresaron otros excombatientes, como la obra casi autobiográfica de Junger en «Tempestades de acero» o la de militares profesionales como Rommel en la totalmente biográfica y técnica «La infantería al ataque».
Desde mi punto de vista, mi estimado Hindemburg, ni Junger ni Rommel son buenos ejemplos.
El primero era un belicista convencido y además le gustaba la guerra. Existe gente así, ciertamente, pero son una minoría y su apreciación de la realidad bélica viene muy marcada por su forma de ser, insisto, minoritaria.
Por otro lado Rommel fue un oficial, con los miramientos que aquello implicaba en el ejército del Kaiser, y, además, escribió su libro en un momento en que la glorificación de la guerra era la política oficial del Reich. Escribir un libro antibelicista tal vez hubiera sido más acorde a su punto de vista, aunque lo dudo, pero seguramente hubiera supuesto el fin de su carrera.
Un saludo.
Estupenda novela, muy buena reseña. Y ciertamente que suscribo lo dicho por Koenig: Junger fue de aquellos recalcitrantes que no cambiaron un ápice su valoración de la guerra como “crisol de hombres nuevos” y “fuente de renovación de la sociedad”, ideas tan difundidas en 1914. En vez de desengañarse de esas y otras patrañas afines, cosa que sí hicieron muchos europeos de su generación, el hombre alimentó en varios de sus escritos la mitología de la “experiencia del frente” y la “camaradería de las trincheras” y celebró la guerra como experiencia redentora, ¡después de cuatro años de muerte y destrucción a niveles espantosos! Después de cuatro horrorosos años Junger todavía era capaz de sostener que la guerra no representaba la declinación de Occidente sino el medio por el que se liberaría de su aburguesamiento, sin importar demasiado hacia dónde se dirigiría la sociedad así supuestamente renovada; las disquisiciones sobre lo bueno y lo malo le parecían secundarias, todo se subordinaba a la primacía de la acción y al endurecimiento de las mentes y los cuerpos, y nada más propicio para esto que la guerra. El tipo era capaz de proclamar la acción como un fin en sí mismo, y a la acción violenta como un modo de genuina autorrealización. Precisamente esta forma de fomentar una visión nihilista del mundo era lo contrario de lo que se necesitaba para contrarrestar el ascenso del nazismo. Junger fue, claramente, uno de los intelectuales que contribuyeron al enrarecimiento de la atmósfera moral, política y cultural de la Alemania de entreguerras, y uno de los que cimentaron el camino a los nazis.
Todos los honores para Remarque, incomparablemente superior en punto a lucidez.
¡Qué recuerdos me trae la lectura de esta novela! Excelente reseña Galaico. Sin duda la obra de Remarque es una oda al desprecio a la guerra como respuesta a los problemas de los ciudadanos del mundo de principios del siglo XX, es un trabajo con un claro objetivo antibelicista y como tal demasiado jugoso como para no ser usado como arma política propagandística. Seguramente su lectura marcó la posterior vida de muchos de sus lectores, pero desgraciadamente no pudo evitar que pocos años después los hijos de esos combatientes de la Gran Guerra volviesen a empuñar las armas para morir de nuevo en los campos de batalla. No sólo fue catalogada de “judía” su obra en Alemania, también en otros países como Francia acabó siendo una obra demonizada por el colaboracionismo francés como un intento de “envenenamiento para la opinión pública francesa”.
Un saludo.
Los cantores de la guerra como experiencia única y redentora son antiquisimos, basta repasar los clásicos grecorromanos u otras fuentes del mundo antiguo, medieval o moderno. Es cierto que tambien muchos dramas griegos y otras fuentes religiosas, filosóficas, etc, expresaban las aristas y tristes consecuencias derivadas de la violencia organizada, o se interrogaban sobre los preceptos para calificar una acción política como «guerra justa», «guerra criminal», «paz a cualquier precio » o «paz deshonrosa». El debate en torno a las posturas belicistas y pacifistas no es precisamente nuevo.
En cualquier caso, mi valoración de Junger es mucho más benigna en un mundo donde la violencia institucional es camuflada de «guerra para acabar con todas las guerras» ( lema que usaron hipocritamente los Aliados en ambas guerras mundiales ) o las etiquetas actuales de «humanitaria» o de «guerra por la paz con bendición ONU» con un sabor a lo 1984.
Tal vez sea que entre los halcones jungerianos y los halcones «pacifistas» los primeros me parecen al menos mas sinceros aunque igualmente letales.
Bastante dice en favor de Remarque el que su novela fuese objeto de público desprecio por los nazis.
Es cierto que las circunstancias en que Alemania experimentó la guerra y su conclusión favorecieron el auge del belicismo y el revanchismo en ese país; entre otros factores, las ciudades alemanas no conocieron el poder destructivo de la guerra moderna con la intensidad que sufrieron muchas de las ciudades francesas y belgas. Pero Jünger estuvo ahí, en medio de la carnicería, y de esta carnicería no supo ver otra cosa que una promesa de redención espiritual… Qué pobreza ética la de este hombre.
Gracias a tod@s. La verdad que la novela impresiona y Remarque quiso poner su granito de arena para que otra barbaridad de tal calibre no volviese a producirse, . Es un mensaje claramente antibelicista pero no pudo evitar que pocos años después los hijos de esos combatientes de la Gran Guerra volviesen a empuñar las armas para morir de nuevo en los campos de batalla. Novelas sobre la 1GM habrá muchas pero, esta, desde luego, es de obligada lectura sobre el tema. Saludos.
No solo sus hijos.
No debe olvidarse que el que terminó la guerra con 25 años en el 18 tenía 50 en el 44, un asunto sobre el que tanto los dirigentes alemanes como los soviéticos e incluso los de otros países solían pensar poco.
Genial reseña Galaico; como bien han mencionado más arriba los compañeros un alegato antibelicista y un documento terrorífico de la lucha de trincheras…uno más.
Rodrigo: «Después de cuatro horrorosos años Junger todavía era capaz de sostener que la guerra no representaba la declinación de Occidente sino el medio por el que se liberaría de su aburguesamiento, sin importar demasiado hacia dónde se dirigiría la sociedad así supuestamente renovada; las disquisiciones sobre lo bueno y lo malo le parecían secundarias, todo se subordinaba a la primacía de la acción y al endurecimiento de las mentes y los cuerpos, y nada más propicio para esto que la guerra. El tipo era capaz de proclamar la acción como un fin en sí mismo, y a la acción violenta como un modo de genuina autorrealización. »
Esta visión de las cosas estaba muy extendida en el mundo de principios del siglo XX y finales del XIX; recuerdese a D´Annunzio y sus versos…o a Lerroux, cuando proclamó en el Congreso a consecuencia de la guerra mundial y la participación de España: «y si hay una guerra civil (en España) bienvenida sea, así barrería este régimen de espectros políticos y regeneraría la nación». Todo esto venía fomentado por el darwinismo social y la filosofía de Nietszche y la teoría hegeliana y marxista de la lucha como avance en la Historia.
Ciertamente, Jünger no brotó de la nada ni creció como una planta solitaria… Saberlo no hace más que enaltecer la memoria de quienes supieron desmarcarse de ciertas modas intelectuales o bien desengañarse de las virtudes atribuidas a la guerra.
Con lo que quiero remarcar que estoy consciente de lo que señalas, Antígono, como cualquiera que sepa un poco de historia de la época o de las raíces del fascismo y otro fenómenos decisivos del siglo XX.
De todos modos se me ocurre que existen diferentes tipos de posturas en torno a este asunto.
Por un lado la del hombre de acción que ha vivido una guerra, en el bajo nivel del soldado, que la ha sufrido en toda su miseria y aún así piensa como Jünger. Creo que cierto nivel de psicopatía es innegable en este tipo de personajes.
Por otro el del intelectual al que no dejan de caersele de la boca alabanzas a lo buena que es la guerra, sin embargo nunca ha sido soldado en ninguna. En algunos casos, incluso tratan de evitarlo a toda costa.
Ninguno de los dos debería ser creíble.
Humildemente me gustaria participar, aunque no creo que aporte nada nuevo. Curiosamente me acabo de leer la novela de Junger (la acabé hace 4 o 5 días).
Y la verdad es que me ha dejado absolutamente helado.
No tengo muy claro que le pasa a este hombre por la cabeza. A ver si me explico:
No me cuesta mucho trabajo imaginarme a un Cid Campeador, o alguien así, divirtiendose por batallar, que al fin y al cabo era su forma de vida, contra infieles o enemigos de su rey (A mas moros, mas ganancia). Pero es en un contexto diametralmente opuesto. Desde mi punto de vida, la vida del soldado anterior a la Gran Guerra, era muy distinta. Si es cierto que había batallas espantosas, marchas y retiradas horribles (Napoleón retirándose de Rusia, por ejemplo), pero se me antojan más livianas que el hecho de estar 4 años en una trinchera, sin poder prácticamente hacer nada ante la , valga la redundancia, tempestad de acero que se te viene encima. Quiero decir, que la valía del soldado se ve menoscabada, pues en cualquier momento un obús explotará encima de él y adios. Así veo casi más normal el que a un húsar de Napoleón le entretuviera su oficio que en el contexto que nos ocupa.
¿A qué se debe que a alguien en sus cabales le puedan parecer enriquecedoras este tipo de circunstancias?
Sin embargo, no me parece censurable. Es su parecer personal, y es que de hecho en todo el libro no menciona nada así como: Luchamos por nuestro Kaiser, o por este u otro motivo. Simplemente está ahí en la trinchera «y las fuerzas de las potencias gravitan sobre él», signifique lo que signifique. En fin, que me parece rarísimo que no se plantease qué hacia en medio de ese matadero, pero a la vez, no deja de resultarme un poco… atrayente el que no le desagradara… «atrayente» por supuesto desde la distancia…
Por cierto, que otra novela sobre la Gran Guerra (que tengo que reconocer que no he leido) se llama «El Miedo». El título lo dice todo. La he ojeado, y el autor dice algo así que si bien es cierto que pasó frio, hambre, miserias y un largo etcétera, lo peor fue el miedo atroz que sufrio durante años. Con esto si que me siento mucho más identificado.
Un abrazo a todos!
Pues no, Hindenburg.
Cantores de la guerra los ha habido siempre, desde luego, pero no es lo mismo celebrar la guerra librada con medios limitados como la lanza y la espada que celebrar la guerra moderna, con una capacidad destructiva que sólo en pesadillas apocalípticas podían llegar a vislumbrar los premodernos. Jünger, que compartió con los futuristas italianos el éxtasis frente a las posibilidades de la máquina pero que los superó a la hora de cantar sus aplicaciones en la guerra; que hizo la apología de la guerra a sabiendas –como testigo directo- de lo que ésta podía llegar a significar en el contexto de la modernidad; que volcó su talento literario e intelectual en la idealización de la guerra justo en una situación que requería de todo menos el desencadenamiento del potencial destructivo de una sociedad, es precisamente el tipo de individuo que lo lleva a uno a recelar de juicios impregnados de tan dudoso relativismo.
Considerando los estragos de la guerra, de cualquier guerra pero muy especialmente los de la Segunda Guerra Mundial; considerando el terrible impacto del nazismo, cuyo camino fue allanado por sujetos como Jünger; considerando la responsabilidad que le cabe a un individuo que desde su privilegiada posición de artista e intelectual hizo lo posible por fomentar un clima favorable al belicismo y otros extremismos, mi valoración de Jünger apenas puede ser más negativa.
La sinceridad del apologista de la guerra no atenúa en nada la reprobación que se merece, no señor. No ante los millones de vidas que se cobró la guerra soñada por él.
Buenos días.
Bienvenido Lezo, y para que te sientas plenamente a tus anchas, voy a discrepar de lo que dices.
Desde mi punto de vista tu comparación contiene un error. No se puede comparar al Cid con un soldado de infantería. Sería como comparar al general Foch con un infante de leva medieval.
En lo que es la guerra, y sin pretender hablar de casta, hay que distinguir al jefe del soldado raso. El Cid, tras la batalla, disfrutaba de toda una serie de comodidades y lujos que el infante no tenía, y durante ella iba acompañado de una serie de nobles, como él, dedicados a defenderle y dedicados también, que duda cabe, a hacer piña entre ellos. Esto, independientemente de la diferencia en armamento, también muy importante. Y, por supuesto, independientemente de que el Cid valía un rescate y el infante no.
La situación me parece perfectamente trasladable a cualquiera de las dos guerra mundiales. Los altos jefes siempre mucho más a resguardo, y en gran medida mucho mejor tratados, y siempre valiosos como prisioneros, que los soldados rasos.
De ahí que el pensamiento de Jünger sea aún más llamativo, porque vivió el verdadero horror de la guerra y no fue capaz de verlo.
La guerra, tanto en tiempos de los egipcios, como del Cid, como en la época napoleónica o en la actual, es la cosa más espantosa que existe. Es cansancio, es dolor, es miedo, es miseria, suciedad, hambre, violencia, egoísmo y una perversión de los valores que nos hacen humanos. Y es todo esto, sobre todo, para el soldado raso.
Opino.
¡Y qué me decís de las llamadas guerras de religión?. Las Cruzadas fueron un ejemplo de ello, una serie de guerras libradas entre los siglos XI hasta el XIII entre los ejércitos reunidos por los reinos cristianos de Europa y la mayor parte los ejércitos musulmanes del Asia menor y Mediterráneo oriental. Estas cruzadas de reconquista de Tierra Santa fueron bendecidas y, a menudo invocadas por el papado romano y motivados por una sensación de que era eminentemente religioso desalojar de la tierra donde nació, predicó y murió Jesucristo a la ocupación musulmana, se denominan «guerras de religión» a las Cruzadas.
Aunque en realidad las Cruzadas tenian motivos eminentemente políticos y económicos dentro del mundo feudal de la Edad Media europea y bizantina, y como un fin práctico, la defensa de los cristianos en Tierra Santa contra los musulmanes. También son considerados por muchos historiadores como la respuesta del Cristianismo al yihad Islámico del siglo VII.
¿Y el papel de los llamados Reyes Católicos, que llamaron a la cristianización de los indígenas de América a base de cruz y espada?.
No hay peor instigación a las guerras que las motivadas por supuestas causas religiosas. Y habría para escribir una enciclopedia a cerca del papel de la llamada Inquisición. ¿Cuántos siglos tendría que estar pidiendo perdón la Iglesia Catolica por las barbaridades cometidas a lo largo de los tiempos?.
Y no digamos del fundamentalismo islámico, que esa ya es otra historia.
La religión era siempre una parte importante en la ideología de esas guerras pero no la única (sobre-población, ambición de los nobles, ambición de los hijos segundones, pobreza de las masas….).
Varias cosas; Galaico, las guerras de religión han existido desde los tiempos de los faraones, las sociedades siempre han justificado las guerras a base de criterios religiosos o morales (incluso actualmente creemos en guerras justificadas en nombre de la democracia, la paz, la justicia internacional, etc…) y la imposoción de religiones (o ideologías) a lafuerza es muy antigua…y muy moderna.
Lo de pedir perdón, hasta los budistas tendrían que hacerlo por las guerras santas iniciadas por ellos…de todas formas, como reconoce Tyermann, las Cruzadas no fueron ni de lejos las guerras más sangrientas de la Historia, ni de la Edad Media, la Guerra de los Cien Años, la de las Dos Rosas, o las invasiones mongolas conllevaron la masacre de más seres humanos que todas las cruzadas juntas. La violencia cruzada siempre se ha exagerado mucho.
Rodrigo, la guerra es igual de horrenda con métodos industriales que con métodos primitivos, quizá más, al fin y al cabo, un piloto actual puede bombardear una ciudad con sólo apretar un botón y no ve la consecuencia de lo que ha hecho, en las guerras antiguas, con la espada tenías que matar al enemigo de cerca, mancharte con su sangre, oír sus alaridos mientras agonizaba, violar mujeres y niños, etc…
Era más traumático que sólo apretar un botón.
Koenig; lo que dices es cierto, pero también los soldados de infantería tenían sus camaradas y también hacían piña entre ellos; es el caso de los legionarios romanos, que comían juntos, bebían juntos, mataban juntos, saqueaban juntos y violaban juntos.
Me sumo a las albanzas por la novela (que leí por primera vez en la infancia y que he visto en tres o cuatro versiones cinematográficas) y por el autor.
Añadir a las recomendaciones:
-De la misma guerra y distinto autor, «Adiós a las armas» de Hemingway (varias veces llevada a la pantalla).
-Del mismo autor y distinta guerra, «Tiempo de amar, tiempo de morir» (con magnífica versión cinematográfica de Douglas Sirk en la que, curioso guiño, el propio autor sale en un pequeño papel secundario).
Por no hablar de otras películas sobre la IªGM, con «La gran ilusión» o «Senderos de gloria» y la más reciente «Largo domingo de noviazgo».
Por cierto, estimado y acertado reseñador: ¿sabrías decirme dónde y cómo se puede encontrar «el regreso»?
Me uno a tus recomendaciones cnematográficas.
Ciertamente me revelas, Antígono, un error en el que no había caído. Tal vez confundo guerra y batalla, incluso profesión militar y batalla. Cuando hablaba antes me refería, por supuesto, al momento clave de toda guerra, la batalla. Otra cosa muy distinta es la vida militar fuera de la batalla, ya sea en tiempos de paz o en tiempos de guerra.
Dicho esto, de tu lista me permitiré eliminar la comida, la bebida, la marcha (a pie o nocturna, que duda cabe) y otros elementos de la vida diaria militar, pero que no son elementos fundamentales de la batalla.
El elemento consustancial a la batalla es la lucha. Ya sea contra uno mismo, aguantando, muerto de miedo o totalmente embrutecido, un diluvio de acero; ya sea disparando a seres anónimos (o al menos eso nos dice nuestra consciencia, nuestro inconsciente seguramente sea mucho más cruel); o luchando cuerpo a cuerpo con el enemigo. (Sobre la lucha cuerpo a cuerpo hay varios estudios que indican que es el momento más duro, y el más raro, en toda batalla).
Mataban juntos al enemigo. Es cierto. También se morían juntos de miedo al verlo llegar, se preguntaban si alguno de los dos moriría o sería herido (en tiempos preantibióticos pódía ser mucho más aterrador) o si, simplemente, serían capaces de echar a correr. ¿Eran capaces de cubrir al compañero con su escudo antes que a si mismos? ¿Elegirían matar a quien va a matar al compañero, descubiréndose a si mismos y abocándose a una muerte cierta, en vez de matar a su propio contrincante y dejar al compañero que se las arregle? ¿Subirían primero la escala o cederían el puesto a su compañero? Creo que hasta el compañerismo tiene un límite. El caso contrario es tan raro que se llama heroísmo, y se premia, precisamente por su escasez. Y aún así hay cierto transtorno en quien arriesga conscientemente su vida saltándose el instinto de autoconservación, no me cabe duda.
Saquear y violar son también elementos lamentables de la guerra. ¿Más superables, moralmente, por el soldado? Eso depende de la gravedad social del crimen cometido y del concepto que tiene el soldado del contrario. El legionario romano tenía un concepto realmente infrahumano de sus enemigos, y de sus mujeres. Y en cuanto al robo… deja un carro aparcado en el Vicus Magnus un par de horas y verás.
En todo caso y para terminar este rollo, hablaba antes de la perversión de los valores humanos que es la guerra, y me pones el ejemplo en bandeja. La gran mayoría de las sociedades, y todas las que consideramos o hemos considerado civilizadas, repudiaban el homicidio, salvo en la guerra. Igual que el robo, salvo en la guerra, o la violación, salvo en la guerra. Eso si, siempre que se hiciera contra el enemigo. ¿Pero acaso no son humanos los enemigos? En fin, como no quiero ponerme shakespeariano…
Opino.
«¿Pero acaso no son humanos los enemigos?»
Depende, para nuestro civilizado punto de vista occidental del siglo XXI, sí lo son.
Para los romanos no, eran escoria, seres inferiores y se merecían lo peor de lo peor: muerte, tortura, agonía, esclavitud, violación, etc…
De hecho una de las claves de las guerras, sobre todo las contemporáneas es el uso de la propaganda para deshumanizar al enemigo; el enemigo tiene la culpa de todo (de que yo este en el frente, de que mi familia pase hambre, de la injusticia del mundo…en fin lo que se nos ocurra) y merece la muerte más ignominiosa posible. Por ejemplo, en el caso de la Segunda Guerra Mundial tenemos la demonización que hacían los japoneses de sus enemigos…y los norteamericanos de los japoneses.
Se siguen empleando ciertos argumentos para destacar las bondades de los sistemas democráticos que las propias circunstancias actuales invitan a dejar de ser empleados. Se llevan años repitiendo la abominación que resulta la destrucción de libros por los nazis, por ser contrarios a su sistema politico o de autores judios, circulando millones de fotos con la famosa hoguera en la que arrojaban los «libros degenerados». Pero tambien, en España, en Barcelona, tenemos a un librero cumpliendo 3 años de prisión por vender libros, y por orden judicial, varios miles de libros han sido condenados a ser incinerados, esta vez, con absoluta ausencia de «ceremonia movilizadora». Son libros, todos, legales, que se pueden adquirir en el mercado con absoluta tranquilidad; y en cuanto a su vendedor, D. Pedro Varela, ha quedado suficientemente acreditada que su unico delito es «negar», no «creerse», el holocausto, cuestión esta muy discutida y en la que muchisimos historiadores, incluso personalidades judías, tambien coinciden. Asi que conviene aprovechar cualquier oportunidad donde se hagan figurar determinados ejemplos para reclamar libertad de expresión incluso en sistemas que se arrogan de la libertad y de la democracia, «dentro de un orden» y exterminan a todos aquellos, repito, que en uso de la libertad de expresión, cuestionan la exactitud o veracidad de cuestiones históricas elevadas a la categoria de «sagradas».
Buenas, en primer lugar, ¡gracias Koenig por contestar!
Se ve que no me expresé del todo bien, pues en síntesis estamos de acuerdo. Que para un noble no es lo mismo que para la simple carne de cañón. Que duda cabe. Pero a lo que me refería es a que la Gran Guerra me parece especialmente… rara.
A ver: no es lo mismo luchar por una causa, la que sea, ya sea la soldada, el honor, el derecho a pillaje, el huir de la miseria de la ciudad o de una vida sin ningún horizonte (como hacían muchos soldados de los tercios, por poner un ejemplo)… … que lo que nos relata Junger. Por eso es totalmente inquietante.
Un chico que con 18 años se alista voluntario (vaaaaale, muchos mas lo hicieron), y se traga 4 años de puro infierno, y no sólo no piensa que le han engañado, que vaya ruina, que los camaradas mueren por cientos, que son una generación perdida sin ningún motivo… Sino que va a lo suyo, con una introspección total. Bien, no es que no se entristezca por las muertes de sus amigos… pero tampoco es que le traumaticen, precisamente…
Y lo más raro, no parece luchar por ningún ideal, ni por camarería, ni por amor a su patria, ni por odio al enemigo, ni por la soldada, ni por el pillaje, ni nada de nada. Eso es lo que me resulta inquietante del libro (y a la misma vez, increiblemente atrayente). Porque es un testigo de primera mano, y en vez de decir lo que todos esperamos que diga, ¡sale por la tangente y casi glorifica la guerra! Así cuando está de permiso, el tio se lo pasa genial, dice varias veces: “viviamos como lansquenetes” Madre mía, yo estaría absolutamente traumatizado, no creo que disfrutara mucho de las fiestas, la verdad…
Y fijaos bien, que cuando al final no hay una conclusión estilo: Y al final perdimos la guerra, tantas muertes y horas en el barro para nada. Que va! Lo hieren hasta casi matarlo, y al final, mientras está convaleciente, repasa sus heridas y le dan una medalla. ¡Y ni una sola mención a que han perdido la guerra!
Por ejemplo, en el libro “Ataudes de Acero”, el autor sigue combatiendo con su submarino incluso hasta el último día, aún sabiendo que no tiene ninguna posibilidad casi de salir vivo. Pero si que se despacha a gusto con el alto mando al principio del relato, diciendo que si bien ellos se sacrificaron por su país, fue de una forma estúpida, por una estrategia completamente errónea, y en los últimos meses directamente suicida. Algo es algo…
Por último , comentar que es que a mi Junger me parece que está o estaba ido de la chaveta. Por ejemplo, cuando al final está convaleciente de sus heridas, le sube la fiebre y se pone a delirar. Y el tío coge y suelta que esos delirios febriles le parecían hasta divertidos. Jesús, no conozco nadie al que le haya resultado “divertido” delirar de fiebre…
Por cierto Antígono, ¿en qué consistia exactamente ese
“ darwinismo social y la filosofía de Nietszche y la teoría hegeliana y marxista de la lucha como avance en la Historia”?
De Nietzsche algo he leido, pero como hijo de la Logse que soy, no tengo mucha idea acerca de Hegel ni de Marx (más allá de un par de tópicos)
Por último Rodrigo, también estoy de acuerdo contigo, ni en sus peores pesadillas los premodernos podrían imaginar algo tan espantoso como a lo que llegamos en la Gran Guerra… Por cierto, ¿crees que Junger tuvo tanta influencia, si no directamente sobre el nazismo, si sobre el ambiente belicista de su época? Es él el máximo exponente de esa corriente, o sólo uno de los intelectuales que pensaban así? ¿crees que escribio el libro para glorificar la guerra, o sólo son sus extrañisimas experiencias y que luego fueron usadas por otros? ( ¿ o piensas que uno es “esclavo” de lo que dice y que por ello debería de haber medido más sus palabras?) Ojo que no son preguntas retóricas , es que de verdad me interesa el tema y soy un ignorante.
Muchas gracias a todos los hislibreños, ¡lo que se aprende!
Bueno Antígono. No soy experto en epigrafía pero creo que los relieves de Qadesh son bastante claros con respecto a los horribles Hititas. Lo que los griegos pensaban de los persas no era demasiado amable y César tampoco es que ensalzara a menudo a los galos. Algo similar pasaba con el sarraceno infiel, o el husita, los Güelfos o los Gibelinos, los hijos de la Gran Bretaña, los salvajes eslavos…
En fin, lo de poner a caer de un burro al enemigo mientras uno mismo se ensalza no es algo tan moderno como humano. Es más, hasta mi vecino se cree que es el centro del mundo. ¡Pobre iluso! No sabe que el centro del mundo soy yo.
Saludos.
Josep, navegando en Internet, he encontrado Lecturalia y pone: Erich Mª Remarque, Editorial Plaza & Janés, año de publicación 1976, y te remite a Casa del Libro. No sé si esta orientación te valdrá de algo. Saludos.
Me gustó mucho «Largo domingo de noviazgo», con Jodie Foster.
Por Júpiter, si Jodie sólo era una secundaria y por un ratito…
Ya sé por dónde vasssss….. Josep…… pero seguro que está mejor en El silencio de los corderos. Seguro. Je, Je. ¿Te ha servido de algo la orientación que te escribí sobre El regreso?. En la Casa del Libro aparecen todos sus libros. Saludos.
Jünger no creo que influyera en el belicismo de la Alemania nazi en la 2GM. Leyendo su biografía, hay un cambio radical en él y rompe con el nazismo meses antes de iniciar la contienda. En el verano de 1939, Jünger es llamado a filas. Lo envían como capitán al frente de Francia pero él va ya a su bola. En su obra Radiaciones ya no hay ese belicismo de la 1GM, ya ha cambiado. Defiende una concepción de una Europa unida y en buena armonía. Ya a roto con Hitler y todo lo que él significaba. Incluso en París llega a proteger a amigos de la Gestapo, que ya es decir. La peor guerra la tendría después con el LSD. Creo que más influyó Goebbels, sin lugar a dudas. Y, desde luego, el iluminado de Hitler.
Lezo: «no es lo mismo luchar por una causa, la que sea, ya sea la soldada, el honor, el derecho a pillaje, el huir de la miseria de la ciudad o de una vida sin ningún horizonte (como hacían muchos soldados de los tercios, por poner un ejemplo)… … que lo que nos relata Junger. Por eso es totalmente inquietante.»
La mayoría de los ejércitos premodernos, o anteriores al siglo XVIII se nutrían de gente que huía de la miseria y del hambre (los tercios, las legiones, las tropas persas, etc…); a partir del siglo XIX es cuando se monta el sistema de reclutamiento basado en mentalizar a los varones desde niños (mediante la educación pública) que forman parte de la nación y deben luchar y morir por ella (concepto que a un mercenario al servicio de Cartago no captaría), por eso es en naciones donde el sistema educativo público es inoperante e insuficiente donde más oposición hay al reclutamiento (España y Rusia a principios del siglo XX) y es en las naciones donde hay mejor sistema educativo donde los jóvenes acuden en masa a alistarse y contemplan la guerra como algo maravilloso al servicio de la patria (como Francia o Alemania en esa época)…la razón es que ya se les ha comido el cerebro; por tanto para Junguer y otros como él, la guerra era algo que se hacía por honor y deber a la patria, se lo habían inculcado desde pequeños.
Lezo:»Por cierto Antígono, ¿en qué consistia exactamente ese
“ darwinismo social y la filosofía de Nietszche y la teoría hegeliana y marxista de la lucha como avance en la Historia”?
De Nietzsche algo he leido, pero como hijo de la Logse que soy, no tengo mucha idea acerca de Hegel ni de Marx (más allá de un par de tópicos)»
Básicamente tanto Hegel como Marx (discípulo de Hegel) sostenían que los avances en la Historia se producían por los conflictos en la sociedad (la fórmula famosa de tesis y antitesis crean la sintesis, que deviene en una nueva tesis); el darwinismo social estaba muy desarrollado en el último tercio del siglo XIX, venía a sostener que las sociedades como los animales competían entre sí, y las naciones (o civilizaciones) más débiles eran fagocitadas por las más fuertes (los ejemplos que ponían eran China, Turquía, España, etc…) por lo tanto no había que volverse débil y decadente, ya que sólo los fuertes triunfaban…posteriormente esto se aplicaría a las razas y etnias humanas. Nietzsche abunda en esto, exaltando al superhombre (aquél que se desprende de la ética moral) y diciendo que los débiles debían ser abandonados a su suerte, ya que debilitaban a los fuertes. Todo este cóctel filosófico (que ya estaba presente a finales del siglo XIX) produciría la espeluznante eclosión del nazismo y el fascismo.
Koenig: » Es más, hasta mi vecino se cree que es el centro del mundo. ¡Pobre iluso! No sabe que el centro del mundo soy yo. »
Eso te crees tú, no sabes que yo soy el auténtico elegido de los dioses para ser el próximo paso en la evolución humana :-))
PD: Perdón por el rollazo, pretendía aclarar mi comentario anterior ;-)
Disculpe, pero nosotros no le hemos elegido a usted para nada…
Lezo: al contrario que Galaico, creo que sí influyó. No es que haya que sobrevalorar esta influencia poniéndola por encima de factores tan concretos como la crisis económica y la disgregación social. Hitler y sus secuaces apenas necesitaban de teorías o fantasías aparentemente sofisticadas como las elaboradas por los intelectuales reaccionarios para levantar un discurso tan paupérrimo como el suyo; pero si lograron hacer carrera fue entre otras cosas porque individuos como Oswald Spengler, Carl Schmitt, Werner Sombart, Hans Freyer y el mismo Jünger sumaron esfuerzos en la tarea de minar las bases culturales y valóricas de la precaria democracia alemana, por la que ninguno de ellos sentía el más mínimo aprecio ni a la que atribuían la menor base de legitimidad (histórica, ética y conceptual). Estos y otros intelectuales contribuyeron a forjar un “ambiente” propicio para el extremismo.
No se construye una sociedad civil digna del nombre –base de toda democracia operativa- esgrimiendo un discurso belicista, militarista y antiliberal, un discurso que proclama el desprecio de la democracia y el odio a lo burgués y que hace de un sector de la sociedad un enemigo encubierto dispuesto en todo momento a asestar una “puñalada por la espalda”. No se inmuniza a la población contra llamamientos extremistas si se incentivan el victimismo, el revanchismo y el racismo, elementos aptos para hacer de los “otros” (externos o internos) unos enemigos irreconciliables. No, si en vez de cultivar el aprecio de valores como la tolerancia, el pragmatismo y la reciprocidad, se fomenta una visión agónica y nihilista del mundo, como si todo consistiese en luchar y no dar cuartel sin apenas importar por qué se lucha. Tampoco si se erigen ideologías que hacen de la identidad propia -identidad colectiva, se entiende- una especie de fortaleza asediada por todos lados, o que hacen de la nación o la raza una entidad destinada a dominar el mundo en razón de su propia e incontestable superioridad; ideologías que, por otra parte, desvirtúan el sentido de la actividad política hasta hacer de ella una cosa en sí misma indigna y despreciable, sustrayendo todo potencial de adhesión a las libertades civiles y los derechos del individuo (suprimidas las cuales la población queda reducida a una condición de masa informe propensa a la total sumisión). En fin. Los libros y artículos de Jünger fueron muy leídos y celebrados por el sector ilustrado de la sociedad alemana a lo largo de los años 20 y 30, lo que quiere decir por un lado que el sujeto –lo mismo que sus congéneres ideológicos- dispuso de un largo par de décadas para contribuir a moldear un clima de opinión altamente receptivo de propuestas extremistas, y, por el otro, que ni el sector ilustrado de la sociedad alemana ni la opinión publica en general estaban preparados para contrarrestar el atractivo de esas propuestas. Si a los condicionamientos culturales se suman factores como las adversidades económicas y sociales y las continuas crisis políticas, pienso que resulta bastante claro que la sociedad alemana era terreno abonado para el éxito de los nazis.
Buá, unas contestaciones para enmarcar. Muchísimas gracias a todos, ahora creo tener un poco más claro todo este cacao de filosofias y tensiones sociales que mezcladas en la coctelera de principios del siglo pasado dio lugar a lo que dio lugar.
Muchísimas gracias por vuestra atención, un abrazo!
pd: ¿pero aún así no creeis que Junger estaba un poco mal de la chaveta…?
Junguer era producto del pensamiento de la posguerra; la Primera Guerra Mundial marcó el fin de la época burguesa y el liberalismo decimonónico, y de su pensamiento (éste ya venía siendo contestado desde el siglo XIX), es la época del surrealismo, de la posmodernidad y de la decadencia de Europa y sus bases de pensamiento. Las cosas que decía Junguer o Spengler eran compartidas por intelectuales de toda Europa…por ejemplo nuestro Ortega y Gasset.
El ascenso del nazismo (o el fascismo o el comunismo) es consecuencia del fracaso del liberalismo burgués a la hora de incorporar a nuevos sectores de la sociedad que al no poder encauzar sus reivindicaciones en las sociedades liberales de cuño decimonónico se entregaron a la locura del totalitarismo.
Lo primero, felicitarte, Galaico. Esta reseña te ha salido redonda, en serio. Enhorabuena. Y el tema es interesantísimo, pero no sé cuando le podré dedicar una tarde. Por ahora me es imposible leerme con detalle todas las intervenciones en esta reseña.
Lo que no quería es dejar pasar mi felicitación. Últimamente estás lanzado, Galaico. Aqui, en Melibro, en El Placer de la Lectura, en Novilis…me sigues los pasos muy de cerca, ¡jajaja! Lo cual me parece fenomenal. ¡Saludos veraniegos!
Gracias, Ariodante. Esta tertulia que se está manteniendo, bueno, más bien ya pasa a debete, me recuerda a los tiempos de Balbín. Alucino con el intelecto de los colegas. En fin, un buen rato se está pasando. Saludos.
Antígono dixit:
«Para los romanos no, eran escoria, seres inferiores y se merecían lo peor de lo peor: muerte, tortura, agonía, esclavitud, violación, etc…»
Me encantan tus generalizaciones, jejeje… El romano no tenía esa mentalidad que remite más a comportamientos modernos que a la propia época. Ni siquiera consideraba inferiores a los esclavos (más que nada porque no se le pasaba tal idea por la cabeza), a los que, una vez libres, añadía al cuerpo cívico (otra cosa es que socialmente se les aceptara como un romano más con el que compartir una cena o realizar un sacrificio). La mentalidad romana tampoco era tan belicista ni tan (por utilizar un término «moderno»)… inhumana. Roma asimilaba (con cierto tiempo, claro, aunque no siglos), no buscaba la liquidación física per se y en casos (muy) puntuales impuso un exterminio. Las fuentes romanas –y hay notables diferencias entre unas y otras, de Livio a César, de Tácito a Amiano Marcelino– no permiten que veamos a los romanos en esa sucesión tuya de «muerte, tortura, agonía, esclavitud, violación, etc…». Ni César en Uxellodunum era la norma ni Numancia un ejemplo que se repitiera a menudo. Por tanto, la generalización hay que rechazarla, cuando no matizarla a fondo: ni siquiera en nuestros tiempos actuales nos dejamos de escandalizar ante aberraciones de todo tipo realizadas por gente «moderna».
Hombre Farsalia, yo me refería a casos como Numancia o Massada; ya se que los romanos muchas veces preferían pactar con los nativos (con acuerdos, sobornos, prebendas, etc…) que liarse a palos con ellos. Pero una vez puestos eran implacables. El concepto de esclavitud no creo que variase mucho de unas sociedades a otras, si mal no recuerdo la palabra egipcia para esclavo vendría a traducirse como «vivos para matar»…pero eso no significa que los egipcios asesinasen a sus esclavos, simplemente los consideraban inferiores a ellos, como animales domésticos. No pretendía poner a los romanos como unos paleonazis de la Antigüedad. Simplemente hacer ver que las atrocidades de la guerra no empezaron en el siglo XX, ya venían de muy atrás. De ahí mi generalización, necesaria como ejemplo, ya que la cajita de los comentarios no da para mucho ;-)
Pues del ejemplo me sacas la conclusión general…
Y sí, la esclavitud romana era bastante, por no decir muy diferente de la griega o del sur de los USA, por poner un ejemplo. Sí, había miles de esclavos en minas, pero había muchos miles más formando parte de la sociedad romana de pleno derecho…
Todo poder «imperial» ( y en el adjetivo incluiría a todos los tipos de regímenes monarquicos, oligarquicos, seudodemocraticos y democráticos con proyección internacional que han sido y son ) recurren a las matanzas y el terror cuando han sido desafiados o amenazados de un modo convincente por adeversarios potentes y aun mas cuando lo han sido por otros aspirantes al poder «imperial». Es un acto consustancial a la demostración de poderio. Otra cosa, en efecto, es que sean la norma. Pero a los habitantes de Melos, Epiro, Cartago o Corinto por poner ejemplos muy documentados les toco saborear la parte amarga de una mentalidad que no es ni antigua ni moderna, sino consustancial al hombre como ente movido por el ansia de posesión.
Lezo, puede que Jünger padeciese un cierto nivel de psicopatía –para decirlo con Koenig-, pero en general sus escritos no son los de un individuo completamente deschavetado. Desde luego, Jünger no estaba más fuera de sus cabales que los escritores e intelectuales de su generación -o los de la generación precedente- que compartieron y difundieron ideas como las que sabemos. Lo mismo puede decirse de los intelectuales comprometidos con el extremo opuesto del espectro político, revolucionarios o compañeros de viaje de la revolución y afines al totalitarismo de signo izquierdista, y es que la suya (desde antes y por un buen tiempo después) fue una época de transformaciones tan profundas que muchos intelectuales no podían digerirlas –me refiero a interpretar y juzgar esas transformaciones- si no era recurriendo a categorías de pensamiento equivalentes en profundidad y radicalismo; en gran medida porque las ideas “convencionales” no daban abasto, no tenían suficiente poder explicativo o no casaban con el ansia de ser partícipes, incluso impulsores de las transformaciones. Los fracasos del liberalismo político, los traspiés del capitalismo, la misma modestia de los conceptos liberales (¿a quien podía seducir la exhortación liberal al pragmatismo y la política de compromisos cuando otros prometían transformar el mundo de pies a cabeza?), las inconsecuencias de las democracias parlamentarias o “burguesas” (que podían alabar las excelencias de su ordenamiento interno al mismo tiempo que explotaban a sus colonias y practicaban la segregación étnica o “racial”) eran algunos de los factores que invitaban a “pensar e imaginar en grande y sin restricciones”; cuanto menos pragmáticamente, mejor. No es raro que aquella fuese una época de utopías y de religiones políticas en acción.
Por matizar un poco (enfatizo lo de matizar). La cosa es que si nos contentamos con aceptar que Jünger estaba “mal de la chaveta”, tanto como si afirmamos sin más que era un “producto de su tiempo”, podemos dar pie a una dudosa exención de responsabilidades… y no creo que sea cuestión de propasarnos en lo de juzgar con benignidad. Thomas Mann, por ejemplo, también flirteó con ideas desbocadas muy en boga en su tiempo, incluso fue uno de sus más connotados representantes (véase su Consideraciones de un apolítico, modelo de pensamiento reaccionario); pero tuvo suficiente lucidez como para rectificar y atreverse a pensar “con los pies en la tierra”. ¿No fue el mismo Remarque de la reseña, contrario a los delirios del militarismo y el belicismo? Eso pues.
Totalmente de acuerdo con la mayoría de lo dicho y discrepancias aclaradas Lezo, efectivamente coincidimos bastante.
Añadir que cuando hablo de psicopatía no me refieron especialmente a los escritos de Jünger, tal y como los ha explicado muy bien Rodrigo, ni a sus ideas radicales.
Incluso me atrevería a soñar que su valoración positiva de la guerra en las trincheras como soldado fue una simple pose del tipo «de la burra no me bajo y menos ahora que ya pasó todo».
Es en la posibilidad de que de verdad le gustara la experiencia, en que de verdad viera en ella algo positivo y en que la recomendara sinceramente para otros o incluso estuviera dispuesto a repetirla él mismo donde veo un importante desarreglo mental. Barro, sangre, privaciones, mugre, dolor, muerte, pérdida, barbarie, vejaciones… frente a un buen libro y una copita de Schnapps junto a la chimenea en un salón confortable. Mi elección es clara.
Opino.
… O un pisco sour bien cabezón. ;-)
Aclarado, Koenig.
Buenas noches:
La crítica al pasado de la Iglesia Católica se parece mucho a la acémila de la noria, que vuelve siempre al mismo sitio. Desde luego que decir que la Iglesia Católica debe pedir perdón por su pasado es como decir que el PSOE debe pedir perdón por los más de 100 millones de muertos que en el siglo pasado ha generado su ideología (y se siguen contando los muertos): que un partido político como el PSOE tenga de base una ideología totalitaria, homicida y criminal no es suficiente para pedir actualmente, por ejemplo a Zapatero, que pida perdón por las atrocidades que dirigentes socialistas del pasado cometieron por un pensamiento de ese cariz.
No obstante lo anterior le felicito por la reseña; sólo una cuestión: habla Vd. y los otros hislibreños de una «novela» pero ¿no se trata de sus vivencias personales?. Muchas gracias.
Buenos días, Antonio. Ante todo, gracias. En algún momento de la reseña escribo que Paul Bäumer es el alter ego de Remarque. Cuenta sus vivencias personales, porque él mismo participó en la Gran Guerra y no por eso deja de ser una novela. Sabrá bien que muchos autores escriben novelas basándose en vivencias suyas y hay algún protagonista o personaje de la misma en la que suele ser su alter ego, o, por lo menos, expresar a través de este personaje los acontecimientos vividos por el autor. Por ejemplo, de Robert Jordan, personaje de Por quien doblan las campanas, de Hemingway, se dice que es su alter ego.
¿Aprueba usted, entonces, las actuaciones del Tribunal de la Inquisición o también llamado Santo Oficio?. Fueron especialmente cruentos los pogromos de junio de 1391: en Sevilla fueron asesinados cientos de judíos, y se destruyó por completo la aljama,y en otras ciudades, como Córdoba, Valencia o Barcelona, las víctimas fueron igualmente muy elevadas. Las actuaciones contraa los judeo conversos, los luteranos, incluso contra cristianos de los que recelaban o las barbaridades cometidas durante la conquista de América contra los indígenas que no querían convertirse a la fe católica y se tomaban represalias contra ellos. La cruz y la espada iban a la par y así se exterminaron pueblos indígenas como los taínos de la isla de La Española (hoy Haití y la República Dominicana).
En cuanto a lo que dice sobre la acuación del PSOE ahí ya me guardo mi opinión. Ya pasaríamos a hablar de la llamada Memoria Histórica. ¿Justifica, entonces, el levantamiento de los militares comandados por Franco contra un gobierno legalmente establecido?. ¿Justifica, por lo tanto, la guerra entre hermanos que provocó ese levantamiento?. ¿Justifica los cuarenta años de dictadura como consecuencia de ese levantamiento y las represiones contra los vencidos?. Dejemos en paz ese hecho luctuoso que aún sigue dando qué hablar hoy día y las heridas aún no han cicatrizado. Y, sobre todo, dejemos en paz a los fallecidos por ese conflicto y a los familiares que aún lloran por sus víctimas. Tienen derecho a descansar en paz. Saludos.
Personalmente me parece que entrar en discusiones de este tipo de forma acalorada no lleva a ningún sitio. Y la técnica del «y tu más» tampoco.
Así que dejémoslo estar, y para dar ejemplo, voy a guardarme mi opinión para mi.
Un gran tipo Jünger, por cierto.
Te comprendo, Koening, y tienes toda la razón. Mejor no entrar al trapo. El acaloramiento no lleva a ningún sitio, desde luego, pero hay personas que así no lo entienden. Tienes toda la razón. Saludos. El debate es buena armonía y nada más. De eso es de lo que estamos tratando de hacer aquí.
Galaico, estupenda reseña de este maravilloso libro de mi escritor favorito.
Todos sus libros son una joya. Aparte de los ya citados, son sobresalientes: «Arco de Triunfo», «El obelisco negro» y «Una noche larga».
Cualquiera de sus libros, tienen frases filosóficas entre sus párrafos que son memorables. No sé cómo serán en alemán, pero en las traducciones sus letras me fascinan, por todos los plantamientos que hace, entre las pre-guerras, las guerras y las post-guerras, de lo vivido por un simple alemán (un ser humano cualquiera) víctima de esas situaciones.
Tal vez sea mi escritor favorito por su sencillez al escribir, con una profundidad asombrosa, sobre los verdaderos valores de la vida y el sufrimiento humano causado por las guerras.
En «El Obelisco negro» deja salir parte de su sentido del humor, también genial.
No hay libro de él que no te atrape. Todos te dejan pensando mientras los lees y después de leídos, puesto que cada uno de ellos es pura filosofía sobre la vida desde diferentes tramas.
Recuerdo, y creo que es en «Una noche larga»(no estoy segura), una frase que dice: «¿Qué es una larga vida? Una larga vida no es más que tener un largo pasado». Me pareció la mejor explicación que puede existir de lo que es vivir mucho.
Me ha alegrado mucho leer tu excelente reseña.
Gracias, Elena. Desde luego, Remarque es un genio. Sin novedad en el frente es una gran novela. Te metes de pleno en la obra y te vas dando cuenta de cómo van evolucionando esos jóvenes a los que les han partido la vida. Veo que eres una fiel seguidora de sus obras. No es para menos. Y las frases que utiliza son para enmarcar, como la que tú recuerdas. Casi nada. Saludos.
La verdad, Galaico, es que uno se mete de lleno en sus obras. Ni sobran ni faltan detalles para que el lector viva esas situaciones. Todas sus tramas contienen planteamientos muy profundos en donde los protagonistas están en ángulos diferentes de las situaciones. Sucesos que se siguen viviendo y que hacen al lector pensar y analizar muchas cosas.
Posiblemente «Sin novedad en el frente» sea su obra más conocida, mas también abarca una serie de conflictos humanos en las otras. Cuando puedas, lee esas que cité, te gustarán.
Buenas tardes:
Creo que no debo dar pábulo a continuar con esta conversación por este camino, así es que le ruego retire mi último comentario, sin más.
Atte.
Lo siento, Antonio, de veras. Agradezco la comprensión.
Un saludo y gracias.
Muchas veces termino mis mensajes con la palabra «humildemente» y no lo hago sin sentido, sino para mostrar mi respeto a los demás y para dar a entender que yo mismo puedo ser amonestado como todo el mundo, faltaría más: sólo que le agradezco la oportunidad de autocorrección que me ha dado.
No lo lamente hombre.
Pues esto le da más lustre aun al hilo, Antonio. Ahora lo que agradezco es tu generosidad. Esto es Hislibris en estado puro.
Del estilo habría que mencionar Un año en el altiplano de Emilio Lussu de la década de los 30 y que por razones obvías se publicó fuera de Italia.
Precisamente hace un año lo editaron en castellano.
Imprimid esto. Y leedlo. Es el capítulo sexto de esta obra. Vale la pena.
Vaya, Cavi. Gracias por traerlo. ¿No sale un solo griego? Va a ser verdad que te estás quitando.
Compré el libro hace meses, después de leer a Jünger, y aún está ahí, esperando turno. Pronto le tocará, espero.