SEIS MIL AÑOS DE PAN: SU HISTORIA SAGRADA Y PROFANA – H. E. Jacob
Este libro fue publicado originalmente en 1944 y termina más o menos explicándonos que en Alemania se producÃa algo asà como tres quintas partes de la producción mundial de patatas. Este asombroso dato creo que deberÃamos someterlo a revisión, pero es un buen punto final para dejar claro que Alemania, privada del civilizado grano, sólo podÃa caer en los abismos de la tiranÃa y la barbarie. Acaso también justifica el largamente acariciado sueño teutónico de apoderarse de los dorados trigales de Ucrania… Un espacio vital gastronómico necesario.
Existen obras más modernas sobre botánica, agricultura y otras ciencias auxiliares y decididamente plebeyas, pero los descubrimientos modernos sobre la domesticación de los cereales y su debatido efecto en el desarrollo de nuestro intelecto y el no menos debatido efecto de ensanchamiento de nuestras cinturas del que puede o no puede ser causante comprarse barras de pan de gasolinera recién hechas que entran casi solas con Nocilla… Pero bueno, no son el caso de una obra que se dedica a estudiar la presencia del pan a través de esos seis mil años de historia escrita, y ciertamente lo hace bien y es difÃcil encontrar obras tan especializadas y dedicadas tan concienzudamente a explorar su presencia y empleo.
Pero tampoco vamos a endiosarla, ya que tiene el pecado fundamental de todas las obras anglosajonas, que es obsesionarse con el ámbito cultural que les es propio dejando al resto del universo de lado. Los puntos fundamentales, por su interés, son el fracaso productivo de la edad media, la difÃcil vida de los molineros medievales, las crisis de subsistencia y la explosión final de la producción gracias a los focos trigueros de allende los mares que inundaron el mercado de trigo.
El trigo no es un asunto menor, ya que incluso en las épocas de mayor hambre, la civilización occidental ha vivido obsesionada con el cereal de oro, y asà se trató con desprecio a los que consumÃan avena (escoceses) con altanerÃa a los que consumÃan el negro centeno (alemanes) y con decidida extrañeza a los que preferÃan el fértil maÃz (norteamericanos). Es muy difÃcil rastrear el origen y la permanencia de esta psicosis cerealÃstica, pero quizás nos sirva para juzgarnos con condescendencia en nuestro gusto por los carbohidratos.
En conclusión, el libro es realmente delicioso, tanto como el pan de los aristócratas, que pasaba por el tamiz y no como el de los plebeyos que, entre otras cosas, tenÃan la fortuna de enriquecer su dieta con algo asà como medio kilo de gravilla al año gracias a la ineficacia de las ruedas de molino.
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H.E. Jacob, Seis mil años de pan: Su historia sagrada y profana. Sevilla, Ediciones Espuela de Plata [Editorial Renacimiento], 2020, 692 pp.
Lo hojée hace unos dÃas… muy buena pinta.
Los libros que maridan Historia y GastronomÃa (Historia de los alimentos a través de los tiempos y su influencia en la población) siempre me han parecido muy interesantes. Es curioso que algo que usamos todos los dÃas, la comida, no tenga más libros sobre este tipo. Son más bien escasos, creo yo. Este tiene buena pinta, buen bouquet. Me recuerda un poco al libro de Eslava Galán titulado De Tumbaollas y Hambrientos (retitutalo en 2018 como Una historia de pan y moja) que también nos hablaba de una historia alimenticia pero en torno a la historia de España. Me lo apunto, gracias.
Pd: me has quedado puturru de fuá con lo de las barras de pan compradas en las gasolineras. No sabÃa que también las vendÃan ahÃ. Se nota que no tengo coche XD.
El pan de gasolinera ya no es exclusivo de estas, pero fueron meritorias precursoras de esta delicia. Es la denominación, más bien despectiva, con la que se denomina el pan blanquÃsimo y casi sin cocer que se prepara en tiendas comunes a base de barras congeladas.
Otro mérito suyo es haber abierto la brecha para la newtoniana reacción comercial: El boom de las panaderÃas artesanales.
Interesante y delicioso libro. Lo de las gasolineras hace tiempo que se ha consolidado; ahora por vender, venden hasta bollerÃa. Eso sÃ, el pan de gasolinera es de inferior categorÃa al de supermercados, y eso que ambos provienen de masas congeladas.
Con respecto a lo del pan, me pregunto ¿notais que actualmente existe una especie de pijotización de la industria panera? Me acuerdo en mis años mozos que mi madre me decÃa ¡ve a por el pan! y solo habÃa un tipo de barra o dos tipos como mucho… y ahora hay todo un abanico de tipo de panes siendo a veces casi imposible comprar una barra «normal». Tú dices ¡Buenas, quisiera una barra! y el que te sirve solo le falta sacarte y ponerte delante una carta de panes para elegir, elogiandote como son, el tipo de masa y el tipo de corte… Una locura. incluso en Madrid he visto un lugar donde eres tú mismo quien tienes que hacerte tu propio pan y pagarlo el doble. Ver para crerer. Y a eso se añade otra cosa ¿es cosa mÃa o ahora todo el mundo se ha vuelto especialista y sumiller de pan? Todo el mundo es un experto de la noche a la mañana y hay casi tortas para dirimir cuál es el mejor tipo de masa. Como dirÃa Chicote: ¡Alucino pepinillos!
Siempre me acordaré de una escena la miniserie Año Domini en el que un romano cocinaba una hogaza y se la daba a probar a otro persona y le decÃa que la comiera despacio para que llegara a darse cuenta de los múltiples tipos de sabores y recuerdos que despedia su pan… ¡y eso era en tiempos de los romanos!
Hay pijotización en tantas cosas. Ahora queremos ir de modernos, y de cosmopolitas urbanitas avanzados, y alabamos las distintas formas de hacer sushi o la mejor manera de hacer salsa agridulce para acompañar un plato chino; mientras despreciamos los garbanzos que hacÃa nuestra abuela porque «huelen» a rancio, antiguo o a carca. Hasta el dÃa en que muere nuestra abuela, y entonces si echamos de menos los garbanzos de nuestra infancia.
Solo tienes que ves la de restaurantes o alimentos que ponen la coletilla «… de la abuela» para asà quedar más originales. Oh tempora oh mores!
Vosotros, comedores de pan, herederos de una civilización antigua y malvada, estaÃs abocados a caer ante el empuje de la viril avena.
Curioso, los cereales que nos sacaron de la sucia condición de devoradores de carroña ahora nos están matando…
Qué interesante libro. Y concuerdo con el comentario de Urogallo sobre que su principal falla es la de toda la cultura inglesa –de grandes y fascinantes logros después que el imperio latino de Roma, hace pocos años apenas, les enseñara a dejar de comer carne humana y les legara la civilización latina que ellos tanto desprecian–, y que consiste en considerar que el mundo más allá de su isla no importa, pues todo es propiedad de la reina y descubierto por la Royal Society. ¡Ah! ¡Cómo divierten esos envanecidos ingleses! A propósito: ¿hay edición electrónica de ese libro? La he buscado y no la encuentro.
Excelente pregunta, casi tanto como el negro pan alemán que devoro ahora.