SANTANDER, 1936 – Álvaro Pombo
Localizada en Santander entre los años 1935 y 1936, esta novela nos presenta al tío del escritor, Álvaro Pombo Caller, y a su padre, Cayo Pombo Ybarra, abuelo de D. Álvaro Pombo, recientemente galardonado por esta novela con el Premio de la Fundación Francisco Umbral. Como bien indica el reconocido autor en el epílogo, la novela aquí reseñada navega en aguas de la ficción literaria, si bien introduce una serie de hechos y personajes reales que formaron parte de los sucesos acaecidos en aquellos días narrados en Santander. Pues bien, en base a la figura de su tío, en aquellos años un adolescente miembro del partido de la Falange, y de D. Cayo, republicano reconocido y padre del anterior, el escritor describe la situación de la villa de Santander en aquellos años en los que la sociedad se polarizó, tras tiempos de convivencia que fueron testigos del final de la monarquía, el transcurso de los años de la dictadura de Primo de Rivera y el reciente advenimiento de la II República.
De familia burguesa, bien posicionada pero venida a menos, los Pombo han disfrutado durante años de su posición social bajo la tranquilidad de su transversalidad social y política. Sin embargo, tras la llegada de la II República y los acontecimientos que rodearon el levantamiento asturiano de 1934, la situación se complica, en un país donde, por un lado, Manuel Azaña busca con su presidencia asentar el republicanismo moderado en el país y, por otro, surge de la mano de José Antonio Primo de Rivera, la Falange Española, un movimiento reformador y para algunos ilusionante, que provoca, junto a la conspiración del grupo de militares africanistas, la polarización y deriva de una sociedad que olvida amistades y convivencias previas. Bajo la mirada de un Santander siempre presente, la novela navega entre las posiciones ideológicas y políticas de padre e hijo, en un juego conversaciones entre ambos en base a su convivencia y a una relación de confianza y diálogo, en la que se intercambian pensamientos, creencias y motivaciones, dentro del respeto entre quienes se sienten padre e hijo, como una unidad familiar y relativamente estanca, ante los sucesos que acontecen a su alrededor. Sin embargo, conforme los meses avanzan, y se lleva a cabo la sublevación de julio del 36, las posiciones fuera de casa, fuera de ese entorno familiar y seguro de confianza y comprensión entre diferentes, se rompen en un escenario de violencia, miedo y enfrentamiento social.
Es en esa relación padre/hijo, a la que se suman, amistades, el servicio de confianza de la casa y otros familiares, donde el autor se implica en mostrar las justificaciones y razonamientos de ambos protagonistas sobre su afiliación ideológica, con sus debilidades y fortalezas, pero siempre intentando dibujarla de una manera objetiva, demostrando que, fuera de la violencia consumada, de los extremos irreconciliables y los golpes de mano y asesinatos, dentro de ese núcleo familiar, lo importante es la familia y la libertad de pensamiento. A partir de aquellos meses de deriva nacional, ese hogar íntimo y privado, solamente golpeado por la huida de una madre y de una esposa, se convierte en un refugio libre frente a los partidismos ideológicos extremos y la violencia heredada en la capital de provincias, vía hacia un sentimiento de ruptura y tensión sin vuelta atrás.
Todo termina por consumarse en un hecho que marca a la familia protagonista, en los días en que empiezan a surgir actos pistoleros y se materializa firmemente el levantamiento militar de junio del 36, curiosamente un hecho no especialmente localizado a lo largo de la novela, sino más bien reflejado como algo lejano físicamente, pero cercano en cuanto a sus consecuencias. Me refiero a la detención y al aprisionamiento del joven Álvaro en el buque mercante Alfonso Pérez, junto a falangistas, seminaristas, señoritos y gente afín al levantamiento militar. A partir de aquí, el sentimiento del padre republicano y fervoroso seguidor de Azaña, se quiebra en un ir y venir por la ciudad en su intento por salvar a su hijo. Un hijo que en su prisión localizada en mitad de la bahía de Santander, dialoga de manera civilizada pero apasionada, como lo hizo con su padre, con un compañero de celda, en la tensa espera de un final inevitable. Tras el bombardeo de la Legión Cóndor sobre Santander, la venganza sobre el personaje de Álvaro y sus compañeros, se manifiesta en apenas unos minutos, para consumar una historia de pérdida, dolor y muerte.
Álvaro Pombo realiza una visión medida y respetuosa, a la vez de crítica, de la situación de un país polarizado, donde el frentismo político rompe amistades y familias, donde las dudas sobre el porqué de aquella situación busca culpables en las cercanías, mientras en la lejanía todo resulta ser incontrolable y dependiente de decisiones parciales para quien, en su burbuja burguesa ha vivido y conciliado en un entorno de comodidad, sin leer las posibles consecuencias de lo que al final llevó al país a una guerra fratricida, ciega y dolorosa. En base a una magnífica narrativa, sentida y profunda, Pombo acerca con dolor, la tensión ideológica y física de unos hechos que conmocionaron Santander, como reflejo de lo sucedido en el país, en un juego de sentimientos encontrados, en ocasiones controvertidos, pero siempre humanos, y basados en la relación filio parental de unos protagonistas libres en su dialogar, pero esclavos de sus decisiones. En definitiva, nos encontramos ante un modelo especialmente personal de mostrar nuestro pasado, sin ambages, sin miedos, en una búsqueda de lo cercano, de lo injusto, de los sentidamente e íntimamente familiar.
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Álvaro Pombo. Santander, 1936. Editorial Anagrama, 2023, 328 pp.
Os recuerdo esta reseña de la hasta ahora penúltima novela de Pombo, recién proclamado Premio Cervantes 2024. Daros una vuelta que merece.