PEQUEÑAS GUERRAS, LUGARES REMOTOS – Michael Burleigh

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Con su probado vigor narrativo, aderezado de ironía y un algo de bilis, el historiador británico Michael Burleigh emprende en su más reciente libro una panorámica parcial pero ilustrativa de los conflictos extraeuropeos que, en la segunda posguerra mundial, sepultaron la hegemonía europea y propiciaron el auge  de Estados Unidos como la superpotencia que es en la actualidad.  De tal suerte, Burleigh pasa revista al escenario en que se produjo el desplazamiento del poder desde las capitales europeas a Washington D.C., con Moscú terciando en la disputa por la supremacía mundial: un contexto  que dio lugar al surgimiento de una multitud de estados independientes en Asia y África, además de consumar una genuina globalización de la Guerra Fría. Pequeñas guerras, lugares remotos es, en lo esencial, una historia de insurgencias y guerrillas, de guerras en toda regla y de crisis internacionales que, regadas a lo largo y ancho de lo que bien pronto se conoció como el Tercer Mundo,  supusieron  un costo terrible en vidas humanas y eventualmente amenazaron con pasar de la «guerra por poderes» a una lucha frontal entre los referentes por antonomasia del mundo bipolar: Estados Unidos y la Unión Soviética. 

Significativamente, Burleigh sitúa el arranque de esta historia en los compases  finales de la Segunda Guerra Mundial en Extremo Oriente, dando al primer capítulo el título de “Japón abre la caja de Pandora”. Comoquiera que el pretexto japonés de librar una guerra anticolonialista en nada camuflase  su intención de suplantar a las potencias occidentales, compitiendo con ellas en voluntad hegemónica y arrogancia racista, lo cierto es que el ataque a Pearl Harbor encendió la larga mecha de los estallidos anticoloniales que pondrían fin al imperialismo europeo, asestando de paso un golpe letal al inveterado aislacionismo estadounidense. En efecto, el frustrado expansionismo japonés puso en evidencia el desgaste y la vulnerabilidad de los viejos imperios europeos, apurando la maduración de los movimientos nacionalistas asiáticos y africanos. Pero también tuvo el efecto de situar definitivamente a los EE.UU. en el primerísimo plano de la política internacional, de un modo como no lo habían hecho sus veleidades colonialistas en torno al cambio de siglo –a costa del imperio español- ni su papel militar y diplomático a raíz de la Primera Guerra Mundial; como sabemos, el rol arbitral con que Wodroow Wilson se ilusionó quedó en agua de borrajas.

Por más que la idea de apoyar a los imperios europeos por lo general contrariase el sentir tanto de la opinión pública como de la élite gobernante estadounidenses, el clima de  creciente tensión con la Unión Soviética y la consolidación de Mao Zedong en China insufló vida al sentimiento anticomunista, que demostró ser más fuerte que las reticencias frente al colonialismo. Con el espectro rojo cerniéndose sobre el Asia sudoriental, EE.UU. se volcó gradualmente a un intervencionismo que al principio y por breve lapso favoreció los intereses británicos y franceses, mientras británicos y franceses pudieron ahorrarle el costo de embarcarse en guerras de ultramar; más pronto que tarde –léase Guerra de Corea-, el envío de tropas sería la materialización de la deriva estadounidense hacia una política imperial. En este sentido, el papel de los  EE.UU. en la Indochina francesa antes y después de la independencia del país –cuando se disgregó en los dos Vietnam- es emblemático de la referida transición.

El libro abarca un arco temporal que, como está dicho, tiene en uno de sus extremos el final de la Segunda Guerra Mundial; en el extremo opuesto está el año de 1965, cuando EE.UU. incrementa sustancialmente su esfuerzo de guerra en Vietnam. Fuera de sus consideraciones sobre el desmembramiento de los dos mayores imperios de preguerra, el británico y el francés, y en torno a la emergencia de EE.UU. y la URSS como potencias hegemónicas (con la China de Mao en un segundo plano), Burleigh pone el foco en aquellos acontecimientos y conflictos que juzga más representativos del período: desde las insurrecciones en Malasia y en las Filipinas hasta las etapas iniciales de la guerra de Vietnam, pasando por Palestina y el nacimiento del estado de Israel, la independencia y partición de la India, Corea, Irán y el derrocamiento de Mossadeq, la Indochina francesa, Argelia, la crisis del Canal de Suez, el movimiento Mau Mau en Kenia, el Congo, la revolución cubana y, en fin, la crisis de los misiles en 1962. No es casualidad que en la mayoría de los casos destaque al menos una personalidad de renombre internacional: Nehru, Ben Gurión, Nasser, Ho Chi Minh, Giap, Fidel Castro, Patrice Lumumba y otros. Burleigh parece sentir predilección por la estela de los individuos (la personalidad fuerte como agente histórico fundamental) antes que por los movimientos colectivos o el concepto de procesos; de hecho, en la Introducción destaca nuestro autor la presencia o ausencia de líderes carismáticos como uno de los criterios selectivos de su trabajo, para luego despacharse con esta enigmática frase: «Se vertió [durante el período] mucha sangre en algo que no fue un proceso sociológico (…)». A saber qué entiende Burleigh por “proceso sociológico”; lo cierto es que no se explaya mayormente en torno a semejante premisa, como tampoco llega a esbozar una verdadera interpretación de los fenómenos involucrados: rebelión popular, nacionalismo, sedición o insurrección comunista, guerra civil, guerrilla tribal.

Con todo, no es el autor hombre dado a la veneración del genio, o del liderazgo carismático. Aunque el hilo conductor del libro esté dado por la actuación de las personalidades señeras, puede decirse que el enfoque es de los que no dejan “títere con cabeza”: cuando no reciben aquéllas una ración de la mordacidad de Burleigh, sencillamente se los retrata como individuos vulnerables y escasamente ejemplares. Los líderes británicos, en particular, quedan muy mal parados; no sólo porque no daban la talla como gobernantes sino porque fueron por demasiado tiempo incapaces de asimilar el dato de que el Reino Unido ya no era, en la posguerra, la potencia que había sido (para muestra, el papelón de los británicos en la Guerra del Sinaí, en 1956). En cuanto a sus pares estadounidenses, Burleigh se esfuerza en mostrar cómo su política en materia exterior se vio moldeada por los imperativos del nuevo status del país –su condición de superpotencia-; cosa que ocurría aun a su pesar, como en el caso de Lyndon B. Johnson, que se lamentaba de que el conflicto en Vietnam se impusiese a su agenda social y económica (en la que cifraba sus mayores expectativas como gobernante). Esta deriva representa, en definitiva, el telón de fondo de la narración emprendida por el autor, motivado como está por remitir las bases del actual orden mundial a la herencia de aquella crucial veintena de años. Así pues, estamos en presencia de un libro de sobrado interés.

Michael Burleigh, nacido en Londres en 1955, tiene a su haber una nutrida trayectoria como docente e investigador en diversas universidades británicas y estadounidenses, además de ejercer como articulista en varios medios de prensa de su país. La editorial Taurus ha publicado varios de sus libros: El Tercer Reich (2002), una muy apreciable historia general del régimen nazi; Poder terrenal (2005) y Causas sagradas (2006), díptico sobre las intersecciones de política y religión en los siglos XIX y XX; Sangre y rabia  (2008), una panorámica internacional del terrorismo; Combate moral (2011), panorámica de la Segunda Guerra Mundial y defensa del esfuerzo bélico anglonorteamericano. Características invariables de las obras de Burleigh son: su amplitud temática; su escritura, tan sólida como desenvuelta además de punzante; su atención a los pormenores anecdóticos pero ilustrativos; su aversión a los academicismos, o lo que parece ser un pronunciado desdén por todo lo que huela a teoría o a colaboración interdisciplinar. No es raro, pues, que el fuerte de este historiador sea la narración –siempre cautivadora e informativa, hay que decirlo-, mucho más que el análisis. El libro reseñado no es la excepción.

– Michael Burleigh, Pequeñas guerras, lugares remotos. Insurrección global y la génesis del mundo moderno. Taurus, 2014, Madrid. 628 pp.

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12 comentarios en “PEQUEÑAS GUERRAS, LUGARES REMOTOS – Michael Burleigh

  1. Farsalia dice:

    Buen libro de Burleigh.

    Después de 1945, tras la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, suele verse como un reboot de la historia del mundo, un nuevo inicio, con la Guerra Fría y el proceso de descolonización en África y Asia como nuevos escenarios. Estados Unidos, como nueva potencia hegemónica, se mostraría dispuesto a acabar con el colonialismo europeo y a erigirse como el vigía frente a la amenaza comunista. Burleigh prefiere ver el período entre 1945 y 1965 como una contradicción: el mismo país que desde sus orígenes rechazó la política colonialista se vio obligado, ante el nuevo panorama geoestratégico, a apoyar a los imperios coloniales británico, francés, holandés o portugués, mientras trataba de evitar una guerra a gran escala con el coloso con pies de barro soviético.

    El nuevo escenario internacional de retórica de guerra fría tendría en Corea un primer estadio, aunque Truman la considerara una mera «acción policial», y abrió la senda para las guerras que surgieron en África y Asia contra la insurgencia local –en Filipinas, Malasia, Indochina, Argelia o Kenia–, que a su vez fueron la respuesta norteamericana a la idea de que las nuevas naciones poscoloniales jugaban en la liga de la influencia comunista; la realidad sería más compleja que la escrita con la hoja de ruta de la Guerra Fría. El relato de Burleigh del mundo que surgió de la guerra mundial –de hecho, antes– es de muchos países por desarrollarse en un mundo que se planteaba bipolar pero que en realidad era diverso y con respuestas diferentes a situaciones de emergencia.

    El autor pone especial énfasis en la biografía de los líderes mundiales y de aquellos gobernantes y políticos de las nuevas naciones, y dedica una atención especial a episodios concretos –Irán y Mossadeq; Suez y Hungría en 1956; Cachemira entre Pakistán y la India; el Congo de Lumumba y Mobutu, o la Cuba de Fidel Castro– de modo que queda en la retina del lector una imagen global de la insurrección en contra del imperialismo colonial –ya fuera europeo a la antigua usanza o estadounidense de nuevo cuño–, siendo a la postre una lección irónica la que Estados Unidos aprendería, ya fuera en Vietnam en los años sesenta o en Iraq y Afganistán en la actualidad.

  2. Urogallo dice:

    ¡Exhaustiva reseña! Sólo he leído algunos capítulos, y no puedo encontrar argumentos para opinar con fundamento, pero si he leído esta reseña que dibuja tan bien el libro. En cualquier caso, en el caso de la emergencia malaya, por ejemplo, parece más interesado en trazar un puñado de actuaciones individuales

  3. Rodrigo dice:

    Es la clave del libro. Las actuaciones individuales más que cualquier cosa semejante a un proceso o al desarrollo de fenómenos colectivos o estructurales.

    Pero es muy interesante, más todavía cuando aborda acontecimientos o episodios poco tratados en la bibliografía disponible en castellano.

  4. Urogallo dice:

    Por ejemplo, la Emergencia Malaya.

  5. Rodrigo dice:

    Exactamente.

    Lo de las Filipinas, también. O el caso de Kenia: invaluable información sobre el Mau Mau y Jomo Kenyatta.

  6. José Sebastián dice:

    Genial reseña Rodrigo.

    Buff: Nasser, Mossadeq, Lumumba, el Mau Mau… Su sola mención evoca tiempos pretéritos llenos de ilusiones revolucionarias que acabaron trágicamente.

    Saludos

  7. Rodrigo dice:

    Incluso las vías reformistas podían pasar por ilusiones revolucionarias, tan convulsa era la época. A todo esto: no me había topado hasta ahora con un retrato tan caricaturesco de Mossadeq…

    Saludos, José Sebastián.

  8. Rosalia dice:

    Gran reseña, sí señor…

  9. Rodrigo dice:

    A sus pies, gentil dama.

  10. solharis dice:

    Es justamente el libro que estoy leyendo (confieso que lo elegí por haber jugado al Twilight Struggle) y resulta muy interesante por la variedad de temas poco tratados. Me gusta la ironía del autor y lo recomendaría.

    Sin embargo, añadiría una observación importante a la reseña y es que el aspecto militar es muy secundario en este libro. La portada y el título pueden llevar a error pero lo cierto es que se centra muy mucho en el aspecto diplomático y sus protagonistas.

  11. Rodrigo dice:

    … Y claro, Burleigh no es historiador militar. Pero está bien la advertencia.

  12. Urogallo dice:

    Se nota que no lo es, con la alegría con la que maneja tópicos, como el supuesto bombardeo del Suffren.

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