MISERICORDIA – Benito Pérez Galdós
30 d+02:00 agosto d+02:00 2023
«Todas las historias de Roma son historias de un imperio: su auge al poder, la larga paz e incluso la aún más larga decadencia forman conjuntamente el trasfondo de toda historia contadas sobre los romanos. Mi tema, sin embargo, es el imperio en sí mismo. ¿Cómo creció? ¿Qué permitió que resistiera derrotas y sacara el máximo partido de las victorias? ¿Por qué Roma triunfó donde sus enemigos fracasaron? ¿Cómo el imperio sobrevivió a crisis, se encerró en sí mismo y reemplazó caóticas campañas de conquista por estabilidad? ¿Cómo el imperio llegó a coordinar los grandes flujos de crecimiento y las poblaciones sobre las que dependió? ¿Cómo evolucionó para encarar nuevas necesidades y nuevas amenazas? ¿Por qué flaqueó, recuperó su equilibrio y entonces se contrajo bajo una serie de golpes militares hasta que fue, otra vez, una ciudad estado? ¿Qué circunstancias y tecnologías lograron la creación y mantenimiento de un imperio posible en ese preciso espacio y ese preciso tiempo? ¿Qué instituciones, hábitos y creencias favorecieron a Roma para ese papel? ¿Y qué hizo el imperio para lograr todas las creencias, hábitos e instituciones con las que se conquistó el mundo? ¿Qué parte jugó el azar en sus éxitos y fracasos?» (p. vii, traducción propia, en esta y otras citas).
No me resisto a citar al autor en el prefacio de la primera edición (2012) de su libro, y es que estamos ante una historia de Roma diferente –en la senda de SPQR. Una historia de la antigua Roma de Mary Beard–, no centrada exclusivamente en fechas, batallas, personajes y sucesos, sino que trata de interpretar estos mismos datos para ofrecer un relato (story) sobre Roma y su imperio, conceptos que desde el principio estuvieron unidos y que se conjugaron en función de las dinámicas de cada momento. » seguir leyendo
“Transportar por mar a ejércitos enteros a través de más de ciento treinta kilómetros de aguas sembradas de minas enemigas y desembarcarlos luego en playas defendidas por unas fuerzas armadas que habían doblegado a media Europa solo unos pocos años antes —y, para remate, conseguir hacer todo eso con el más absoluto secreto— parecía uno de los trabajos de Hércules. Y lo era. Muchas cosas podían salir mal”.
Hablemos de cifras: no hace mucho decíamos que Poder y tronos. Una nueva historia de la Edad Media, de Dan Jones, es un libro extenso, cerca de 800 páginas, las cuales son en cierto modo justificables por abordar un periodo de cerca de mil años (si es que la relación entre el número de páginas y la duración del período abarcado tiene algún sentido). En esta ocasión nos encontramos con otro libro extensísimo, más de 900 páginas, que sin embargo está basado en los hechos que ocurrieron en un solo día (algo así como el Ulises de Joyce, cuyos cientos de páginas cuentan lo sucedido durante ese mismo periodo). Ciertamente, se habla también de lo que pasó antes y después del día en cuestión, pero la razón de ser del volumen son las 24 horas del 6 de junio de 1944. El día del desembarco de Normandía. El día D.
Desempaqueto con curiosidad el libro que posee ese olor a tinta que te cautiva. Tapa verde con contrasolapa y letras amarillas y blancas. Letra grande como nos gusta a las personas mayores y unos márgenes correctos. Álvaro Martínez-Novillo es filólogo e historiador. Tiene en su haber varios libros de ensayo sobre temática taurinas y de Arte. Ha publicado en papel una novela, Montizón, Ediciones Torre de Marfil (2011), ambientada en el Toledo de 1487. Poco conocemos del emir Adberramán I, el príncipe Omeya que inició la construcción de la mezquita de Córdoba. Menos aún del protagonista de esta novela, un personaje histórico, de nombre Bedr, Beder o Behr, Bader en la novela, que acompañó a Adberramán en su huida de Bagdad y llegó ser su general, consejero y amigo. Las lagunas de la Historia dejan mucho espacio a la imaginación del novelista. El autor ha preferido, no obstante, ceñirse al rigor histórico. » seguir leyendo
“Todos pensábamos que, después de aquello, podíamos soportar cualquier cosa que nos echaran”.
Sargento Burton “Pat” Christenson
El 6 de junio de 1944, fecha del desembarco de Normandía, y en los días siguientes, miles de soldados norteamericanos perdieron la vida. Tres de ellos en particular compartieron una circunstancia personal que los hizo especiales: eran hermanos. Eso quería decir que su madre recibiría tres fríos telegramas informándola de las defunciones, tres mensajes que llegarían el mismo día. El alto mando estadounidense supo de la existencia de un cuarto hermano, un tal James Francis Ryan, que también había participado en el desembarco; se tomó la decisión de buscarlo en las costas normandas y enviarlo a casa con su madre. Este es el argumento de la película Salvar al soldado Ryan que Steven Spielberg rodó en 1998, y que tuvo a Tom Hanks y Matt Damon como protagonistas. Quien más y quien menos sabe que la historia de los cuatro hermanos es real.
Si en su anterior novela, Pat Barker encaraba la vida y situación de las mujeres protagonistas durante el asedio griego sobre Troya, ésta que hoy nos ocupa, nos traslada al mismo instante de la entrada en la ciudad del caballo de madera ideado por Odiseo, para terminar por vencer la resistencia troyana y derrotar, tras años de lucha, a las murallas que rodean y protegen a la bella Elena. Sin embargo, tras la victoria griega, los vientos contrarios no permiten hacerse a la mar a la flota. Mientras los vencedores intentan pasar el tiempo aciago a la espera de brisas favorables, los vencidos lloran a sus muertos abandonados en el campo de batalla y en las calles, casas y palacios de la ciudad derrotada. En este devenir de la trama, serán ellas de nuevo, las mujeres, las que, de la mano de Briseida, mostrarán ante el lector su precaria situación, en una posición desigual de matrimonios devenidos, esclavitud forzada y exilio programado.
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En lo que parece que va camino de convertirse en una saga, y tras su detallado seguimiento de las andanzas de nuestros compatriotas en el ejército francés, el autor nos entrega aquí el historial de la participación española bajo las armas de su graciosa y protestante majestad. Es curioso escribir sobre algo que pasó poco antes de la coronación de Isabel II un poco después de sus funerales, pero la historia tiene estas casualidades inevitables. » seguir leyendo
“La tristeza está ahí, y todos los sicilianos lo saben. Este libro es, entre otras cosas, un intento de analizar sus causas. Si fracasa, será porque tales causas son muchas y muy diversas; y quizá también porque yo no soy siciliano, y, para los que no somos sicilianos, esta bella isla siempre será un enigma”.
Si uno mira un mapamundi y se fija en el mar Mediterráneo, quizá una de las cosas que más le llame la atención sea ese pedazo alargado de tierra con forma de pierna, calzada con una bota de tacón alto. Se trata de Italia. Está ligeramente echada hacia atrás, como dispuesta a patear algo. Y justamente en la puntera tiene un trozo de tierra que parece colocado ahí para recibir el puntapié de la península itálica. Quién sabe si Zeus, o Júpiter, tanto monta el nombre, por aprovechar la metáfora que la geografía le brindaba, dispuso que los habitantes de ese pequeño triángulo de roca anclado al fondo del mar llevaran una vida arrastrada, sufridora e ingrata. La isla se llama Sicilia, y en opinión de John Julius Norwich, es un lugar infeliz.
En Indiana Jones y el dial del destino (James Mangold, 2023), el doctor Henry Walton Jones Jr (Harrison Ford) está a punto de jubilarse como profesor de arqueología en el Hunter College de Nueva York. Nacido en 1899, según los datos que se destilan de las novelas que han expandido el UCIJ o Universo Cinematográfico de Indiana Jones, en ese agosto de 1969 en el que transcurre la trama –y cuando los miembros de la misión Apolo 11, que apenas un mes antes logró la proeza de poner cuatro pies en la Luna, desfilan por las calles de Nueva York– ya tiene 70 años. En la clase que imparte, ante una mayoría de alumnos aburridos, desganados o incluso dormidos, el doctor Jones comenta algunos patrones de cerámica asiria utilizando transparencias ante un proyector, un método didáctico que en esos tiempos, muy anteriores a los a menudo cansinos (y mal utilizados) Power Point de no hace mucho, era de lo más avanzado a nivel tecnológico; en otras clases de arqueología en películas anteriores de la saga –En busca del Arca perdida (1981, transcurre en 1936), Indiana Jones y la última cruzada (1989, acaece en 1938) e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008, sucede en 1957), todas ellas dirigidas por Steven Spielberg– el elemento técnico más utilizado eran las pizarras con esquemas y dibujos, así como la dicción del profesor; entonces los estudiantes, mayoritariamente mujeres (siempre ha sido y es así en estudios humanísticos, en este caso arqueológicos), asisten a las aulas con interés, algo que parecen haber perdido los estudiantes de décadas más tarde. » seguir leyendo