OCHO MILLONES DE DIOSES – David B. Gil

“Una novela que entusiasmará a los lectores de El guerrero a la sombra del cerezo y que servirá de puerta de entrada a aquellos que aún no han descubierto el Japón feudal de la mano de David B. Gil”. Eso dice el blurb que escribí para la novela tras leérmela como beta-lector (o alfa-lector en mi caso por eso de la importancia), mi primera incursión en el mundo de los blurb y mi primera aparición en unos agradecimientos finales para así poder igualar las cosas en casas ya que mi mujer aparecía en los de El guerrero

Después de este autobombo egomaniaco podría decir que aquí termina la reseña ya que con mi frase se resume la nueva novela de David B. Gil a la perfección pero como sé que ni el autor ni los lectores de esta web se quedarían del todo satisfechos rellenaré los siguientes párrafos como pueda.

Ocho millones de dioses es una novela de viajes, de aventuras, de misterio, de choque de civilizaciones y mentalidades, de acción y batallas. Me atrevería a decir que, pese a lo que su tamaño de algo más de 600 páginas podría indicar, la novela se lee tan rápidamente como el movimiento de desenvainar de un maestro de esgrima y engancha más que un buen y aromático sake.

Yo incluso le he encontrado un ritmo más directo, menos pausado que su antecesora y apenas he podido encontrar algunas páginas o capítulos que quitará, cosa que no me pasaba con El guerrero y a la que sí me habría atrevido a quitar algunas páginas a golpe de katana. Aquí cada capítulo cumple su función, la trama y los personajes avanzan con cada golpe de escritura, la cual sigue siendo lo suficientemente adornada y descriptiva para demostrar la buena calidad literaria del autor pero a su vez la propia estructura de la novela, de los propios capítulos, no nos da tregua y nunca nos aburriremos ni encontraremos recargada la prosa. Todo encaja como un guante y estilo y ritmo se complemente a la perfección.

En sus páginas acompañaremos al inteligente y culto pero atormentado jesuita Martín Ayala de vuelta al turbulento Japón de finales del XVI, donde sirvió hacía años en las misiones cristianas, para tratar de esclarecer una serie de brutales asesinatos de misioneros cuyo rastro lo llevará a recorrerse buena parte del país y para cuya misión le será asignado un samurái para que se encargue de su protección, un yojimbo. El poco interés de los señores japoneses por atender unos asesinatos de nanban, de extranjeros, lo llevan a que se le asigne un protector de entre los samuráis rurales, los goshi, la Casta más baja de estos guerreros y cuyo estatus está a medio camino entre el del campesino y el samurái, respetados por los primeros y repudiados por los segundos.

Los elegidos son los miembros de la familia Kudo, antaño orgullosos guerreros entre cuyas filas había famosos héroes y maestros de esgrima pero cuyo estatus ha decaído tanto con los años que han terminado sirviendo entre la infantería y viviendo como agricultores.

Sin embargo, Kudo Kenjiro, hijo menor del cabeza de familia, posee desde su nacimiento una habilidad sorprendente en el manejo de las armas, una habilidad y una disciplinas que asombran a su padre y a su veterano tío y ambos no perdieron la oportunidad de pulir este oculto diamante en bruto hasta convertirlo en el epítome del samurái de su tiempo, una época donde los grandes señores intrigan y son corruptos y no dudan en traicionar a unos y a otros y donde un simple samurái rural se comporta siguiendo el bushido con nobleza y honor pese (o quizás gracias a ) a su pobreza. Pronto su habilidad marcial será puesta a prueba, y ambos, cristiano y japonés, se darán cuenta de que hay un peligro que acecha en las sombras y que no quiere que la misión del jesuita llegue a buen puerto.

Y en esta sombras se oculta el “tercer protagonista” de la novela, un antagonista surgido de entre los shinobi, esa casta de espías, saboteadores y asesinos capaces de cualquier método para conseguir sus fines: Igarashi el traidor, el mejor personaje (al menos para mi gusto) de la novela: Para nada un malvado sin escrúpulos sino un personaje lleno de matices de color gris, casi un “anti-héroe” con el que seguro que muchos lectores se sorprenderán empatizando en muchos momentos. Y como nos tiene acostumbrados, no todo es lo que parece en las páginas de David B. Gil. Y hasta aquí puedo leer o me arriesgaré a que el propio Igarashi – O David B. Gil con un pijama negro- me haga una vista nocturna indeseada.

David B. Gil

David B. Gil

Como quizás algún lector piense “bah, a este lo ha reseñado el pelota de su amigo, esto no tiene valor ninguno” le diré dos cosas: Primero, que se compre la novela y se la lea a ver si miento o no; y segundo, ahora saco el tetsubo (mazo de batalla) y atizo al libro con lo que menos me ha gustado.

Quizás lo que menos me ha entusiasmado es el propio Kudo Kenjiro, tan bueno, tan noble y tan perfecto que a veces se me hacía un poco empalagoso y me encontraba deseando que alguien le sacase el bo (palo) que seguramente y sin querer alguien le había introducido por el trasero.

Vamos, que de lo bueno y formal que es me resultaba envarado y algo repelente. Entiendo este personaje como el contraste que arriba he comentado y es además un arquetipo que enganchará a muchos lectores juveniles y no tanto y que el autor nos presenta con un trasfondo creíble para su nobleza de espíritu y habilidad con las armas pero a mí siempre me rechina un poco este tipo de personajes.

Donde este tipo de personaje era fácilmente entendible en Seizo Ikeda de El guerrero (el heredero de un pequeño clan que conservaba las tradiciones y la educación como valores junto a las habilidades marciales y siendo toda su vida entrenado para la venganza) aquí se me hacía algo más difícil de tragar. Si he dicho que el que más me gusta es el ninja malo ya os podéis hacer una idea, soy más de grises. Y aun así, Kenjiro evoluciona a lo largo de la novela y gana enteros a raíz de sus vivencias junto a Martín Ayala y al intercambio cultural y para finales de la novela mi disgusto había desaparecido.

Y ya está, es lo único malo que puedo decir del libro. Bueno, voy a decir otra cosa que es buena y mala a la vez. O sea, 90% es buena pero tienen un 10% malo para tipejos bajunos como yo: El autor gusta mucho (tanto en El guerrero como aquí) de presentarnos mujeres en posiciones de gran responsabilidad y poder (una capitana de la guardia, una jefa del servicio médico de un gran señor, una capitana pirata, la jefa de los shinobi de un clan…), situaciones harto improbables en el Japón histórico y es por ello que el autor, consciente de ellos, elabora unos personajes con un trasfondo creíble que pueda justificar su estatus, pero que coincidan tantas excepciones es lo que se me hace más difícil por mi manía de analizar históricamente la narrativa, y es que estamos ante una novela y es bueno que aparezcan personajes femeninos aunque haya que retorcer un poco la verosimilitud. O sea, tal y como lo plantea el autor los casos son plausibles pero quizás muy poco probables. Dicho esto, me encantan los mencionados personajes y evitan que la novela se convierta en un feo y estéril campo de daikon (nabos en japonés).

¿Veis? Puedo atizarle con saña si quiero. Y como lo que a mí me ha gustado menos son detalles sin mucha importancia o incluso que a la mayoría de los lectores les encantará me voy a mi rincón a preparar la esterilla blanca y el tanto para cometer sepukku por hater.

No es “más de lo mismo”: Haced caso a mi blurb -¿os he dicho que tengo un blurb en la novela? – y haceos con ella: Si ya sois seguidores de David B. Gil os encantará, y si no, estoy seguro que tras acabarla lo seréis y correréis a comprar El guerrero a la sombra del cerezo al grito de ¡Banzai!.

Título: Ocho millones de dioses
Autor: David B. Gil
Editorial: Suma de Letras (2019)
Páginas: 613

     

15 comentarios en “OCHO MILLONES DE DIOSES – David B. Gil

  1. Iñigo dice:

    Si me gustase la temática japonesa, caería inmediatamente… Me lo pensaré. Buena reseña Vori.

    1. Vorimir dice:

      Esta tiene la enorme ventaja de tener un protagonista español, el jesuita, y eso hace la lectura para los no japonófilos más sencilla.

    2. Iñigo dice:

      De ahí mi curiosidad

      1. Nausícaa dice:

        Hay que leerla y disfrutarla como una fantástica novela de aventuras, con un estupendo viaje del héroe, en este caso tres, que nos devuelve a los clásicos.
        No solo de griegos y romanos vive el lector ;)

  2. Farsalia dice:

    ¿Es de los que te meten tropecientas japonesadas en casi cada párrafo? Porque huyo de esas cosas raudo y veloz. Son muchos los que me hablan bien de las novelas de David B. Gil, pero el tema nipón me provoca cero curiosidad.

    1. Vorimir dice:

      En esta menos que en la anterior, pero claro, haberlas haylas. Sé que el autor intenta reducirlas lo más posible, pero claro, hay que meter algunas para cosas muy características.

      1. Valeria dice:

        Por si sirve mi opinión. Sin saber absolutamente nada del Japón feudal, y sin tratarse por tanto esta temática de un momento histórico que me hubiese interesado nunca, leí «El guerrero a la sompra del cerezo» por una recomendación y me pareción un gran novela, una muy grata sorpresa. No me resultó para nada dificultoso el marco histórico para su disfrute, ni por lo desconocido, ni por el lenguaje. Y me gustó hasta el punto que mi última compra ha sido esta nueva novela.

        No he leído la reseña de Vori porque no quiero saber nada de nada antes de que me ponga con ella, pero será lectura segura este verano.

  3. hassah dice:

    Quiero leerme ambas ( la presente y «El guerrero..»). ¿Recomiendas algún orden concreto?

    1. David B. Gil dice:

      Hassah, si se me permite opinar, creo que el orden de lectura es indistinto. Me lo han preguntado mucho durante las últimas semanas, pero son dos novelas independientes y que se parecen poco (salvo por la ambientación, obviamente). Es cierto que en ‘Ocho millones de dioses’ hay algunos guiños a ‘El guerrero a la sombra del cerezo’, pero ni mucho menos son elementos importantes de la historia.

      1. Vorimir dice:

        Yo te diría que si te vas a leer las dos empieces, sin duda, por El Guerrero. Al menos es mi opinión.

  4. Nausícaa dice:

    Una estupenda reseña, Vori. Coincido prácticamente con todo lo que dices. Es una gran novela, la tengo a punto de finalizar, pero se me han cruzado varios manuscritos urgentes…
    Las «japonesadas» son imprescindibles, al tratarse de una cultura tan diferente a la nuestra que no hay traducción posible para muchos objetos y expresiones usadas, así que se hacen necesarias las notas al pie, pero ni cargan ni se atragantan. Son concisas y breves y solo las imprescindibles para quienes no conocen esa cultura.
    Respecto al orden, coincido más con David que con Vorimir. Son dos novelas totalmente independientes que se pueden leer como se quiera.

  5. Sança dice:

    Cuando los lobos rodean la casa de tu padre, todo se relativiza mucho más.

    Estoy leyendo ahora «Hijos del dios binario»
    Buena prosa, pienso continuar con el resto de los libros.

  6. Unomas dice:

    No soy asiduo a los comentarios pero este libro al igual que El Guerrero me ha atrapado, tampoco soy experto lector, más la forma de escribir de David me resulta agradable y casi persuasiva. Soy amante de la cultura japonesa medieval, he disfrutado y mucho de este libro y sin entrar para nada en comparaciones lo he disfrutado como lo hice con Musashi, Taiko, Shiké, El puente de Otoño… en fin coincido plenamente con Vorimir, 90 por ciento buena, el resto… que más da.

  7. Un libro bien escrito y perfectamente documentado. El autor realiza un alarde de conocimientos sobre Japón que resulta extraordinario. La trama se desarrolla bien y la acción discurre con normalidad, con algunos intermedios temporales necesarios. Quizá otros estén fuera de contexto a mi modesto entender. Una obra que se lee bien y rápidamente a pesar de su extensión. Si hay que poner algún reparo, y siempre desde la crítica constructiva, entiendo que el personaje principal bebe de muchos estereotipos y no tiene una personalidad demasiado definida. Por otro lado, los crímenes que sirven de hilo conductor quedan resueltos parcialmente y de modo algo inconsistente. Quizá el autor pensó que el baño de cultura japonesa merecía mayor atención que los crímenes en sí. Un saludo.

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