MIGUEL ÁNGEL – Emil Ludwig
«La gran regla: emplear todas las fuerzas y hacer cosas que parezcan hechas sin esfuerzo alguno».
Miguel Angel
Emil Cohn, que adoptó Ludwig como seudónimo literario, (Breslau, entonces Alemania, 1881 – Moscia, Suiza, 1948), perteneciente a la alta burguesía judía, estudió Derecho e Historia en varias ciudades europeas. A partir de 1906, dejó la empresa familiar en la que trabajaba para dedicarse definitivamente a la literatura, trasladándose a Suiza. Durante el periodo de la I Guerra Mundial escribió para el periódico Berliner Tageblatt desde diversas capitales europeas. En 1940 emigró a EEUU. Tras el fin de la II GM, volvió a Alemania como periodista, descubriendo los ataúdes de Goethe y Schiller, que habían desaparecido de Weimar entre 1943 y 1944. Regresó a Suiza tras la guerra, donde falleció.
Tras la guerra, su obra tuvo una gran difusión, ya que desarrolló un nuevo género biográfico, de marcado carácter psicológico en la recreación de grandes personajes. En las obras de Ludwig el grado de reflexión y análisis de los hechos históricos alcanza un nivel desconocido hasta ese momento. Trata de desmitificar al genio y situarlo al nivel del individuo, descubrir su alma y su personalidad, sus debilidades y sus grandezas, todo ello acompañado siempre de un material de gran valor documental. Este viraje al que aludimos, tuvo otros realizadores en S. Zweig, A. Maurois, L. Strachey. Si bien cada uno a su peculiar modo, todos variaron el enfoque sostenido hasta entonces por los biógrafos tradicionales.
Es, por tanto, un indagador de los mecanismos y de las motivaciones que crean un carácter, un genio, y por ello busca las claves psicológicas, si bien no lo hace al modo freudiano, como Zweig; prefiere confiar en la intuición, en su capacidad de percibir lo esencial, para lo cual la documentación es sólo un material de apoyo, no la base de su retrato. El rasgo que caracteriza a los personajes elegidos por Ludwig como objeto de su interés, es el siguiente: se trata de hombres solitarios, movidos por una especie de fuego interior que alimenta sobradamente su vida. Su aislamiento no es tampoco por rechazo social, sino que implica una consagración a ideas o proyectos que trascendían los afanes de orden material, considerando su realización algo así como una motivación imperiosa que les determinaba.
En su biografía de Miguel Ángel nos hace sentirnos muy cerca del genio. No nos proporciona demasiados detalles técnicos de su obra, pero sufrimos cuando un compañero le desfigura la nariz de un puñetazo, sentimos los golpes sobre la piedra de donde surgirá el David, de un solo bloque, nos sentimos impresionados con él cuando viaja a las canteras de Carrara para elegir los mármoles para la tumba de Julio II. Nos dice Ludwig: «Permaneció allí durante medio año. En cada bloque que elegía veía dormida una de las cuarenta figuras (…) allí mismo, sobre el lugar, empieza a esculpir los contornos de algunas figuras. (…) Proyectando y buscando mármoles, vive en aquella montaña con dos criados y una mula hasta el otoño, rodeado de figuras que nadie ve, hablando con profetas y genios que nadie oye, como prólogo de una época de gloriosos sueños. (…) Este será para siempre el verano más dichoso en la vida de Miguel Ángel.»
Intuimos su torva mirada hacia Leonardo, cuando ambos compiten para pintar las paredes de la sala florentina de la Señoría, que finalmente todo queda en el aire. Dos gigantes del arte coinciden en el lugar y el momento, pero se cruzan sin apenas verse.
Cuando nos narra el proceso de realización de la Capilla Sixtina, nos resalta el detalle de la escena de la Creación: cómo Miguel Ángel modifica la representación tradicional de la creación del hombre por el soplo divino, y lo sustituye por la mano divina, en esa imagen única en la que del roce de los dedos salta la vida. Y nos habla de sus tensiones con el papa, siempre presionándole para que acabara y el artista siempre refrenándole y requiriendo sus pagos.
Según Ludwig, el artista no dibujaba con apenas modelos, sino que estudiaba los cuerpos sobre cadáveres, y luego los distorsionaba, los engrandecía a voluntad, dándoles, al modo griego, unas características ideales, platónicas, por lo que todas sus figuras guardan un cierto parecido entre sí, un aire de familia. Cuando realiza las seis grandes figuras para el mausoleo de los Médicis en San Lorenzo de Florencia, nos extasía con las descripciones del Ocaso, la Aurora, el Día y la Noche: «seis sueños de un alma solitaria que huye de la humanidad y teme a los dioses».
Refiriéndose a la talla de los Esclavos, Ludwig nos dice palabras de gran belleza: «…en aquellas figuras talladas con su escoplo de un bloque de mármol primitivo, logró crear un hombre que flota entre tierra y cielo, en el círculo encantado de la noche y la luz, encadenado a la tierra y atraído por las estrellas, un ser que puede amar y que tiene que morir: el eterno esclavo». Nos cuenta después cómo Miguel Ángel se enamora a los 58 años de Tommaso Cavalieri, de 16, cómo se apasiona, platónicamente, según Ludwig, y vive las dichas y desdichas del amor. Y le llama «erótico fuego griego que prende el joven romano en el hombre viejo, enfermo y melancólico», escribiendo sonetos y poemas apasionados.
Respecto al carácter de Miguel Ángel, nos lo describe como huraño, independiente, desconfiado (la vida, y sobre todo la gente, le habían jugado muy malas pasadas), desengañado de todo y de todos, únicamente confiado en sus propias fuerzas y en sus propias ideas, lo que le hace parecer orgulloso, y en cuanto a sus preocupaciones económicas y sus eternas reclamaciones de dinero a sus mecenas, no son por avaricia, sino porque piensa que su trabajo ha de estar bien pagado, porque lo vale, y además está su preocupación por su familia, a la que quiere hacer salir de su estatus y elevarla a una categoría superior, patricia, de la que se supone que descienden; y para ello necesita dinero, mucho dinero, y acepta muchos encargos que luego no puede cumplir, y toda su vida se ve amargada por esta eterna polémica. Y en la última etapa de su vida acepta el encargo de acabar la basílica de San Pedro y el escultor-pintor se acaba por convertir en arquitecto también. Rechaza colaboraciones, requiere mando absoluto, se atrae la envidia y el odio de muchos… y se gana el honor y la gloria de esa maravillosa cúpula, que supera a la florentina de Brunelleschi.
El gran genio dominó las diversas técnicas artísticas de la época, conoció a nueve papas en sus nueve decenios de vida, vivió muy pobremente a pesar de disponer de riquezas, porque su espíritu estaba en otros mundos, en las esferas artísticas, donde lo importante es crear. Y nos dejó unas maravillosas muestras de su talento y de su fuerza creadora.
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Estupenda reseña, Ario.
Aunque tengo un total desconocimiento de esta época, me fascinan personajes como Miguel Ángel, Leonardo y compañía. Me parece increible la coincidencia en el tiempo de tantos maestros de lo artístico y tan polifacéticos. Si hoy en día, los «cracks» de algo tienen casi forzosamente que serlo por la más absoluta especialización, en esa época entiendo que se valoraba el conjunto de lo artístico, dominando -o al menos intentándolo- todo tipo de disciplinas.
Yo, que soy un zopenco integral para cualquier tipo de expresión artística (dibujo bastante peor que mi hija de 4 años, entre otras cosas), alucino que alguien fuera capaz de esculpir una de las esculturas más impresionantes de la Historia, y a la vez pintar algo como la Capilla Sixtina. No sé, es como si a un tipo ahora le concedieran el Nobel de Física y el de literatura (por decir algo).
Como último detalle, os dejo una imagen de cómo quedó el «David» de Miguel Ángel después de ir un año de Erasmus a Estados Unidos:
http://somosviajeros.com/blog/wp-content/uploads/2008/05/20080405_david_gordo.jpg
Saludos,
Richar
Ja, ja, ja, hay que ver lo que son capaces de hacer unas cuantas hamburguesas…
Un libro y una reseña muy interesantes, Ario. Además he podido comprobar que es baratito, baratito. ¿La edición que tú tienes cuál es, Ario?
Miguel Ángel siempre me ha fascinado, como le pasa a Richar; lo que se puede hacer con unas pinturitas, un martillito y un poquito de dedicación… Qué mal está repartido el mundo; unos tanto y otros tan poco.
Tengo en casa «La agonía y el éxtasis», que no he leído pero que caerá en breve, y a la que le tengo muchas ganas. Lástima que la edición me tira un poco para atrás (es muy churripitosa).
Yo de niña me leí un relato sobre la vida de Miguel Ángesl que recuerdo por la impresion que me causó: me quedó la idea de un niño que no fue niño, de un hombre atormentado porque su mundo se le quedaba pequeño para su capacidad de creación, un hombre incomprendido porque él vivía para gozar de una Musa mientras otros seres viles sólo le utilizaban como un instrumento de su propia ambición.
Las manos mágicas de Miguel Ángel, capaces de extraer a David de las entrañas de una piedra. Capaces de recuperar para el hombre el contacto divino…
Qué libro tan atrayente, Ario!
Gracias, gracias; pues mi edición es una penosa, Ascanio; la conseguí de quincuagésima mano, en la feria del libro de ocasión, de la antigua ed. Zeta, asi que ya me contarás. Pero hay ediciones de bolsillo también asequibles.
Si, ¡hay qu ever lo que se puede hacer con un martillito y un cincel ¿verdad? ¡Casi ná! En fin, a mi la verdad es que me ha emocionado mucho leerlo. Y quería compartir la emoción.
Gran tema y estupendo libro, Ario. Tu reseña le hace plena justicia, así que, ya está, secundo fervorosamente tu recomendación.
Hola Ario,
Oye, se trata de una biografía como tal o una biografía novelada? También te quiero preguntar si de casualidad haz leído la biografía de Napoleón de este mismo autor?
Saludos y felicidades por la reseña,
Julio
Jajajaja muy buena foto richar…me recuerda los efectos naturales del matrimonio….jeje
saludos
Pues mira, Julio, no es exactamente novelada. Introduce algún diálogo, pero es una biografía donde se cuentan los hechos y se hacen reflexiones sobre ellos. No es novelada.
Y sí, he leído la biografía de Napoleón. Esa si que es un poco más novelada, quiero decir que detalla muchas cosas. Es magnífica. Pero ojo: no estamos hablando de novela histórica, sino de biografías. Hay una reflexión sobre la obra y sobre la vida de Miguel Angel. Cuenta anécdotas, pero no pasa de ahi. Además es cortita.
Mis presentimientos esta mañana eran ciertos, buena reseña Ario, no he leido esta biografía de Ludwig, si que leí hace años la de Giovanni Papini, que fue un gran admirador del «gentilhuomo», muy completa y exhaustiva, él trata el amor del artista por Tomaso Cavalieri como absolutamente platónico, a pesar de la perfidia del Aretino y otros, incluso hasta el final de su vida, precisamente Tomaso estuvo cerca de su lecho mortuorio, ¿que opinión tiene Ludwig?, y ¿como trata tambien su relación con Vitoria Colonna?
Excelente reseña, Ariodante. ¿Qué se cuenta en el libro acerca de los maestros de Miguel Angel, si es que los tuvo? He leído en algún sitio que el único artista a quien realmente admiraba era Donatello, muerto nueve años antes de que él naciera.
Si, parece ser que su amor por Cavalieri era platónico. Puede que tuviera algún amorío intranscendente con alguno de sus ayudantes o algún otro jovencito, pero al parecer Miguel Angel dedicaba el 95% de sus energias a crear arte. Es lo que realmente le interesaba, aunque nunca podremos saber a ciencia cierta esas otras cosas; escrito al parecer, no hay nada…
La relación con Vitoria Colonna parece ser de amistad, una gran amistad y al parecer con un cierto tinte religioso. Vittoria estaba en un grupo seguidor de Reginald Pole, (a cuyas reuniones tambien asistía M.A. ), un sacerdote inglés que se decantaba por posiciones cercanas a la Reforma, grupo he hubo de dispersarse, por la persecución de la Inquisición. Las últimas obras que Miguel Angel hizo para ella tenian un marcado tinte religioso.
Bueno, si, admiraba a Donatello, Pepe. Pero se admiraba más a sí mismo; era un hombre absolutamente convencido de su genialidad. Y admiraba a los clásicos griegos. Presenció el descubrimiento del grupo del Laocoonte, aquello debió de ser impresionante, y a él le influenció mucho.
Gracias Ario, si es magnifica no puedo no leerla, saludos
Julio
Buf, asistir al descubrimiento del Laocoonte tuvo que ser una experiencia casi «religiosa». Madre mía, qué emoción.
Además, como de ese grupo escultórico se tenía noticia por diversas fuentes, la idea era que estaba esculpido en una sola pieza, loq uele daba aún mucho más valor. Pero desenterrarla, Miguel Angel pudo comprobar que no era asi, sino que se habian engarzado varios bloques. Lo que le dió más valor para scar de un solo bloque al inmenso David.
Por cierto, uno de los relatos a concurso (de los pocos que he podido leer) va de eso, de la talla del David. «Ex uno lapide», se llama. No sé quien lo ha escrito, pero justo lo leí después de haber leído las dos biografías de Miguel Angel (la de Ludwig y la de Forcellino, que vendrá después, me temo) me gustó leerlo y vi que estaba bastante documentado.
¿Has leído otra biografía más? Eso tiene mucho mérito… En casa tengo una de Heinrich Koch que, aunque leída solo a trozos y no siendo devoto del género biográfico, me pareció en su momento bastante buena. Y hablando de biografías, he visto en la wikipedia que Miguel Angel fue el primer artista occidental del que se publicaron en vida dos biografías: una es la de Vasari (alguien, quizá Clío, debería animarse a reseñar la monumental Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori e architettori) y otra la Vita de Michelangelo Buonarroti, escrita en 1553 por Ascanio Condivi, pintor y discípulo de Miguel Ángel.
La biografía de Forcellino la tengo en casa, pero no la he leido, debe ser buena cuando la compró el esposísimo.
Efectivamente, con Vitoria Colonna fue una relación de gran amistad, incluso Papini comenta que en una carta de M.A. cuando llevaba 3 años muerta decía refiriendose a ella: «La muerte me arrebató a un gran amigo», los dos estaban enamorados de la belleza, aunque sus rostros, continua Papini, «no tenían nada de bellos».
Con respecto al Laocoonte, efectivamente según Plinio habia sido obra de tres escultores de Rodas, Agesandro y sus hijos Polidoro y Atenodoro, y aseguraba que estaba esculpido en una sola pieza. Cuando el grupo escultórico aparece en una viña en las ruinas de las Termas de Tito, Julio II no pierde tiempo y como gran coleccionista que era, lo compra. Lo colocaron en el Vaticano, en el patio del Belvedere en un nicho realizado por Bramante, al parecer Julio II pidió dictamen a M.A. para cerciorarse de si era cierto lo que comentaba Plinio, pero aún con la gran confianza que le tenía nombró a otro escultor para que hicieran el examen pericial juntos, Giovan Cristoforo Romano, al parecer como era tambien un gran defensor de la primacía de la escultura sobre cualquier otro arte, no le resultó demasiado antipático a M.A., que ya sabemos como se las gastaba. Ambos dos descubrieron que Plinio había sido engañado, encontraron 4 empalmes, pero tan perfectamente disimulados por los rodiotas que escapaban a la atención de un profano. Aún así M.A. siempre consideró al Laocoonte como uno de los prodigios del arte y lo tuvo presente en la bóveda de la Sixtina.
Siglos después tanto Winckelmann, Lessing y Goethe, tendrían a este grupo escultorico como uno de los más maravillosos ejemplares de la estatuaria antigua.
¿Por mí? ¿Yo he escrito un libro? ¿Miguel Angel tenía un discípulo que se llamaba Ascanio? ¿Como Cellini? ¿No había más nombres, o qué?
¿Ein?
Moderá, pero como he leido tu comentario Pepe, te doy la razón: en vida de él, que fue larga a Dios gracias, se realizaron dos biografías, la de Vasari que en fin, siempre fue bastante parcial en sus «Vidas» y que no creo que reseñe, entre otras cosas porque solo la tengo leída a cachos, y la de Condivi no la he leído pero debe ser supongo más proclive al artista.
Vasari como metía cotilleos de todo tipo, a veces no era de fiar.
Si, he leído la de Forcellino…y está reseñada, no sé si saldrá aqui o en LaReve, el jefe dirá. Es muy buena, pero, sobre todo, muy técnica; muy complementaria con la de Ludwig. Con Vasari, la verdad, no me atrevo.
Y Ascanio, hija, el nombre se prepite en Italia como las Amparos en Valencia…
Sí, pero que todos los discípulos de escultores se llamen así…
Precisamente eso es lo que estamos necesitando con urgencia, Clío: autores que no sean de fiar y que confien más en su inventiva que en la documentación. Dicho de otro modo: la imaginación al poder.
Es que era obligatorio llamarse así. Los de los pintores, los músicos, los escritores, etc, también tenían un nombre prefijado.
Pepe, dicho de otro modo (tu modo): ¡Albricias! ¡Viva la literatura!
Juanrio, acabas de llamarme «prefijada». Que sepas que esta te la guardo.
En ess caso habrá que leer «Josep Torres Campalans» de Max Aub. Se me ocurre que debe ser de lo más parecido a lo que dice Pepe.
Ascanio, además te saco la lengua….
No me pidas eso, Pepe, pues sería una magna reseña, pero si que es recomendable su lectura a pesar de lo que se inventa y de las inexactitudes de fechas, al fin y al cabo fue, por así decirlo, el primer historiador del arte y eso tiene su mérito, ya que como artista dejó mucho que desear.
Xacto, Juanrio: Josep Torres Campalans…¡ésa si que es buena!
Juanito: me quito el sombrero, qué hermosa puede llegar a ser la comunicación humana. Y qué maravillosa ocurrencia: nada menos que Torres Campanals…
Hay una biografía del artista por Marcel Brion, también muy buena. Brion era de la cuerda de los grandes biógrafos de los que se ha hecho referencia en Hislibris, recientemente -Zweig, Maurois, Strachey, Troyat, el mismo Ludwig-, así que es muy aconsejable. De su libro sobre Miguel Ángel hay edición reciente por Javier Vergara/Ediciones B.
Luego veré en google esto de Torres Campanals, que he quedado «colgado».
No es Campanals, Rodri: es Campalans; es una supuesta biografia de un imaginario pintor, creado por Max Aub; hasta pintó cuadros para él…Mira aqui:
http://www.guiarte.com/madrid/noticias/torres-campalans-el-max-aub-cubista.html
Para abundar más en lo dicho antes, declaro que hay que huir de toda erudición que tenga por base la continua fatiga de fuentes, hemerotecas, bibliotecas, trabajos de campo y cosas así. Hay que admitir sólo erudición como la que Borges inventó. Y las enciclopedias, ni en pintura, como no sea la Britannica en honor del maestro. Vale, hagamos otra excepción: la wikipedia.
Pepe, ¿te encuentras bien? ¿O tienes alergia prmaveral? Je je…
Muy buena reseña Ariodante. Me has hecho sentir curiosidad por un tema que no me llamaba demasiado la atención. Para eso los reseñadores de esta web os las pintais solos :P. No sé si daros las gracias u odiaros jeje.
Muy buena reseña Ariodante.
De este autor leí hace un par de decadas dos biografías, la de Napoleón y la de Lincoln y tengo buen recuerdo de su lectura.
Sobre Miguel Angel tengo una suerte de amor/odio, desde que, allá por los años setenta del pasado siglo, en una serie de televisión sobre Leonardo, interpretada, creo recordar, por Philip Leroy, Miguel Angel aparecía como enemigo de aquél. Y, claro, como yo soy leonardista…….
Salud
Bueno, JJ, yo también disfruto muchísimo con Leonardo, y no creo que haya que enfrentarlos. Leonardo, pese a ser también un virtuosi renacentista, es una mente más bidimensional, más pictórica, y crea unos climas misteriosos con sus sfumattos, tiene mucho de la suavidad de Rafael, de su dulzura. Pero Miguel Angel tiene una fuerza enorme, la fuerza que da la ecultura; él es volumétrico incluso cuando utiliza la pintura, o sea, las dos dimensiones. No es que fueran enemigos, lo único es que en un momento determinado coincidieron en Florencia, cuando les encargaron a ambos los frescos de las paredes de un palacio y lógicamente, el joven MA tendría un poco de pique con el maduro Leonardo, y las dos batallas abocetadas por cada uno tienen una fuerza enorme. Pero luego el proyecto pasó a mejor vida…y no se llevó a cabo. Y creo que ahi acaba toda su pugna. No sé nada de la serie de la que hablas, asi que no sé si se ceñia o no a la realidad.
Ariodante. Concuerdo con tu descripción de uno y otro genio.
Es solo que a mí me fascina Leonardo, no solo su genio como pintor, sino su dominio de la escultura, de la ciencia y de la literatura. Vamos, que representa al hombre del renacimiento como ningún otro.
Salud
Creo que en Arte caben perfectamente dos genios como Leonardo y Miguel Angel; sin embargo, a mi siempre me ha fascinado mas Leonardo. No sé… quizás sea su faceta de inventor la que me ha hecho decantarme por el.
Bueno, Sangón, Leonardo era un genio como la copa de un pino, todo sea dicho. Pero completamente diferente de Miguel Angel, y a mi me va un pelín más la fuerza que se desprende de Miguel Angel que la melancolía y languidez que se desprende de Leonardo. Su fase de inventor y visionario no me atrae especialmente.
Que curioso, aparece el libro de Forcellino como foto de la reseña de Ludwig.