LOS NÁUFRAGOS DE LA GLORIA I – Fernando Aquilué

Si la primera incursión de Fernando Aquilué ─a quien no hay que confundir con Daniel Aquillué, autor del ensayo histórico Guerra y cuchillo: los sitios de Zaragoza, 1808-1809 (La esfera de los libros)─ en la novela histórica con Los santos impostores se incardinó en el barroco español por medio de las aventuras tardopicarescas de dos gemelos a los que la vida baquetea cuando intentan medrar entre la mística y la religiosidad popular que mendiga en torno a los atrios de las iglesias y conventos, ahora, con Los náufragos de la gloria, su narrativa se explaya en torno al quicio inicial de la Edad Contemporánea, cuando nuevos aires pretenden ventilar las mohosas alcobas de la Historia y, de una u otra manera, todo se vuelve patas abajo.

También aquí, en esta nueva obra, nos encontramos con personajes que luchan contra el destino que su extracción social les depara. Y no son pocos los personajes que atraviesan las páginas de la novela, pero al menos tres son quienes anudan la trama, sin que ninguno de ellos se convierta en protagonista principal. De este modo, podemos contemplar la historia desde tres puntos de vista diferentes. De una parte, un joven campesino de buenas intenciones y ninguna clase de doblez, que se ve obligado a escapar de su bronca familia para buscar su futuro en los magros jornales que ofrece una cercana Zaragoza, pero al que la menor vejación hace hervir de ira hasta el punto de la obnubilación. De otra, una huérfana conventual, criada por un fraile, antes soldado, y destinada a un matrimonio de alivio, sin amor pero con un futuro de trabajo y tedio. Y por último, un bordelés de la pequeña burguesía profesional y mercantil, que cambia los estudios de Derecho que su padre le prevé por la milicia revolucionaria y, luego, la armada imperial. Entre todos ellos irán cuajando las pulsiones ─amor y odio, ambición e interés, bondad y renuncia…─ de sus distintas emotividades. De hecho, la novela se desarrolla en cuatro capítulos. Los tres primeros («La Planicie», «La Pañería» y «Aux armes, citoyens!«) sirven para presentarnos, respectivamente y a través de su trayectoria vital, a cada uno de esos tres principales personajes, para ya, en el cuarto («Las escarapelas rojas»), centrarse en su desempeño durante la revuelta zaragozana y el cerco, un cerco descrito de forma indirecta en tanto que se lleva a efecto a través de la participación de los distintos personajes en acciones concretas.

De la mano del autor, se siguen, pues, y de forma prolija las peripecias de estos tres personajes, los cuales van construyendo sus caracteres bajo el cincel de los golpes que la vida les da, pero también por su relación con el amplio reparto de secundarios que aparecen en su camino. Desde el avisado buhonero que recorre el Valle del Ebro, buscando tratos en cada villorrio que salta a su encuentro, pasando por el bonancible vicario del convento de Santa Mónica, o por el mendaz y logrero esposo de María, Pedro Taberner ─carácter de gran intensidad, casi cuarto protagonista, y motor, en parte, del devenir de los sucesos─,  por no olvidarnos de los distintos propietarios de la pañería de la calle zaragozana del Coso, verdadero vórtice de la novela, o del propio Louis-François Lejeune, amigo y casi mentor del protagonista Jean Paul Bajou. De este modo, el autor cubre casi todo el espectro social e ideológico de la época y de la contienda.

La novela es así, en lo esencial, una novela de caracteres, todos creíbles y de profundidad, perfectamente enmarcados, sin caer en estridencias presentistas, dentro del momento histórico. Sin embargo, no es esta solo una novela de personajes, pues el paisaje histórico y social influye en las historias personales y en las propias interrelaciones de todos los personajes. No obstante, el autor hace que, de paso, acudamos, a veces desde sus ojos y a veces tras la mirada de los personajes, a los principales acontecimientos de la época: desde el asalto a las Tullerías o batallas como la del Sambre, hasta los motines de Aranjuez o Zaragoza y, por supuesto, al primer y fracasado cerco napoleónico sobre Zaragoza, donde todo parece que se resuelve. Al menos, en parte.

Así, la novela se ajusta como un guante, yo creo, a lo que es una novela histórica clásica, puesto que, como venía a decir Lukács, nos termina por ofrecer una visión verosímil de los ambientes, tipos y paisajes de esa época y momento, reflejando una cosmovisión realista e incluso costumbrista del sistema de valores y creencias de todos sectores sociales e ideologías. En esos términos, es de destacar, desde luego, el nivel de documentación y de fidelidad que la novela trasluce, sin que ello se pretenda fortalecer en apéndice bibliográfico alguno, aunque tampoco sería reprochable si se añadiera ─sin ánimo de mostrar erudición, sino solo como mero instrumento de guía para quienes, excitada su curiosidad, quisieran profundizar en el tema─ un simple catálogo de fuentes primarias, se hayan utilizado o no por el autor, que eso sería lo de menos.

En cuanto al estilo, hay evidentes huellas de una forma de contar que está muy acompasada a los modos de novelar imperantes a fines de ese siglo, con el auge del realismo literario, cosa que no sé si es finalidad buscada por el autor, pero que, a mi juicio, contribuye muy bien a una mejor contextualización histórica de la novela. Al inicio de los capítulos interviene el narrador omnisciente que traslada, con mesura, los grandes hechos históricos generales al lector para que este se sitúe, lo que, de seguro, no entusiasmará al lector actual que no suele disfrutar de esta fórmula por más que resulte, a mi modo de ver, conveniente. Por el contrario, en lo que se refiere a los sucesos más cercanos a la acción se usa el recurso de trasladarnos los hechos a través de los tertulianos, que a modo de rebotica, se reúnen en la pañería del Coso. Solo será en las decisiones morales cuando aparece el diálogo interior de los personajes. Todo muy clásico, por tanto. Quizá pueda parecer ese, aunque no para mí, uno de los pocos ítems a cargar en el debe de la obra. No obstante, sí que hay que asentar en ese debe, el hecho de que la novela, aunque se presenta como autoconclusiva y, en cierta medida, lo es pues cierra con el Primer Sitio alguno de los ciclos vitales de los personajes, no llega a reunir las líneas narrativas principales encarnadas en Pascual Laplana/María Palacios y Jean Paul, lo que, como bien supondrá el lector, solo sucederá en una, más que segundo tomo, continuación que yo, desde luego, espero cuanto antes.

En resumen, la obra resulta una novela densa, profusa y bien trabada, que he leído con gusto y sin prisa, tanto por la materia ─de tanto interés para mí─, como por la forma, tan clásica, los intensos personajes y, claro está, la contextualización. Solo su carácter de opera interrupta, le perjudica en mi valoración, por los hilos narrativos que quedan pendientes para el segundo volumen. Si bien es cierto que, para editoriales sin demasiado músculo, parece apuesta arriesgada publicar una novela que podría tener, por lo que a esta se refiere y parece, más de ochocientas páginas.

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Fernando Aquilué, Los náufragos de la gloria I. Madrid, Editorial Maluma, 2022, 413 páginas.

     

5 comentarios en “LOS NÁUFRAGOS DE LA GLORIA I – Fernando Aquilué

  1. Likine dice:

    Es obligado hacer notar que, poco antes de ver la luz esta reseña, la editorial ha publicado las 588 pág. del segundo volumen de Los Náufragos… Han sido rápidos, ciertamente. Ya podemos conocer, por tanto, los avatares de los protagonistas en el Segundo Sitio y su desenlace vital.

  2. Iñigo dice:

    Pues ya sabe usted… ESperamos reseña de su segunda parte. ;-)

  3. Likine dice:

    Todo se andará, Fortuna volente, todo se andará…

  4. Sombra dice:

    ¿Qué tal la ambientación local de la novela?

    1. Likine dice:

      Buena y sin defectos, tanto en el paisaje urbano como en el social. Defectos que yo haya podido detectar y me hubieran llamado la atención, naturalmente.

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