LOS MAPAS DE LAS GRANDES EXPLORACIONES. LA AVENTURA DE DESCUBRIR LA TIERRA – VV.AA.
“En este libro, el lector puede asomarse a la fascinante historia de estas exploraciones, del siglo XV al XIX, con sus increíbles gestas individuales, grandes logros científicos y transcendentales encuentros entre grupos humanos. El hilo conductor lo constituyen los mapas, un objeto cuya importancia —para el explorador y para la sociedad a la que pertenecía— difícilmente puede exagerarse”.
El atractivo de los mapas no es algo nuevo. Ni se necesitan tesoros ocultos o islas misteriosas, para emocionarse ante un mapa. No es preciso que una X marque el lugar donde está enterrado el cofre, el mapa tiene valor por el mero hecho de ser un mapa. Además, y en cualquier caso, en los mapas que aparecen en el libro del que se hablará a continuación, la X está marcada y es bien grande; y no es una sola, sino que hay muchas. Porque se trata de mapas que permitieron descubrir el Nuevo Mundo, circunnavegar África, conocer Australia, situar el Polo Norte… Son los mapas gracias a los cuales el hombre descubrió el planeta en el que vive y alejó de su mente falsas quimeras.
Los mapas de las grandes exploraciones comienza su andadura, como indica la cita que abre la reseña, en los siglos XV y XVI, cuando el continente europeo, gracias a las posibilidades que le ofrecían los adelantos tecnológicos de la época, el afán de aventura, los intereses económicos y el deseo de conquistar nuevos territorios, decidió hacerse a la mar y descubrir dónde estaba la otra orilla y qué había en ella. Esta época de exploración se extendió hasta bien entrado el siglo XX, tiempo en el que ya se puede decir que toda la tierra firme existente en el planeta —el fondo marino ya es otro cantar— está descrita en los mapas (échese un vistazo a Google Maps o a Google Earth). El libro cierra sus páginas un poco antes, en el siglo XIX, cuando la fiebre del colonialismo por parte de las potencias europeas estaba en auge. No encontraremos, por tanto, nada posterior a esa época, ni tampoco anterior a 1434, año que inaugura el tiempo de las grandes exploraciones. En esa fecha el navegante portugués Gil Eanes venció los miedos que reinaban en las mentes de los europeos y se atrevió a llevar su nave por debajo del cabo Bojador, varias millas al sur de las islas Canarias, bordeando la costa y descubriendo que el continente africano es considerablemente más grande de lo que nadie podía imaginarse.
El punto fuerte del libro son las ilustraciones: en sus páginas se ofrecen al lector auténticas joyas cartográficas, a todo color y en gran tamaño. Los portulanos ocupan una buena proporción del libro (para quien no lo sepa: “portulano” es el nombre que reciben los antiguos mapas en los que se indicaban los nombres de los accidentes geográficos de la costa del territorio representado, y en especial los puertos —de ahí el nombre—), y el primero que aparece es el conocido como Carta pisana. Es el primer portulano del que se tiene constancia, elaborado en la segunda mitad del siglo XIII, y representa la costa atlántica de Europa del Norte, el mar Mediterráneo y una parte del mar Negro.
Los textos que acompañan a la enorme cantidad de ilustraciones son clarificadores. En ellos se habla de la historia de cada uno de los mapas, a menudo azarosa; de sus autores, conocidos o sospechados; de sus propietarios, ya fueran reyes, reinas, navegantes, militares… También se habla de la finalidad para la que eran confeccionados los mapas; al parecer (o eso se piensa) a veces se elaboraban mapas con otros fines diferentes a los obvios: por ejemplo, con errores deliberados para despistar a la potencia colonial rival, como sucede con el llamado Atlas Miller, mapa portugués de 1519 del que se sospecha que fue utilizado por la corona portuguesa para engañar a Castilla con respecto a lo que había allende los mares. La enconada rivalidad entre portugueses y castellanos por conquistar nuevas tierras se tomó una tregua, como es sabido, con el tratado de Tordesillas, firmado en 1494, que delimitaba qué parte del mundo era susceptible de ser navegada y conquistada por unos y por otros. El mapa de Cantino, elaborado en Portugal en los albores del siglo XVI y que recibe el nombre por el diplomático y espía italiano que se hizo con él, fue el primer mapa conocido que representó la imaginaria línea definida por el tratado.
Los mapas que aparecen en el libro, hasta 26, se hallan repartidos y custodiados por todo el ancho mundo: La Biblioteca estatal de Baviera en Múnich, la Biblioteca Nacional de Francia en París, el Museo Topkapi Saravi en Estambul, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en Washington D.C…. La descripción que de ellos se hace es francamente minuciosa, analizando detalles, colores, símbolos, etc., y trayendo a colación la historia de los mismos. Por ejemplo, se nos explica que en los tiempos de los descubrimientos los mapas se elaboraban sobre pergaminos, es decir, sobre piel de animal debidamente tratada, y la más apreciada era la piel blanca sin imperfecciones de los terneros lechales o los nacidos muertos, que recibía el nombre de velino o vitela.
Además de mapas relativamente conocidos, como el mapa de Piri Reis, o el de la ciudad de Tenochticlan, o el portulano de Batista Agnede (uno de los más bellos del mundo), el libro muestra otros realmente interesantes, como el primer mapamundi donde aparecen representadas las costas de la Terra Australis, después conocida como Australia. Se trata del llamado Atlas Vallard, y fue elaborado a mediados del siglo XVI. O los primeros mapas que mostraron gráficamente el interior del continente africano, de mediados del siglo XIX, en los que aparecen representados los grandes ríos y en los que personajes como David Livingstone tuvieron bastante que decir. O un mapa elaborado entre 1492 y 1500 atribuido seguramente de modo erróneo a Cristóbal Colón, y que incluía la modernidad cartográfica que suponía el indicar que, pese a ser un mapa plano, para su comprensión debe tenerse en cuenta que la Tierra es esférica. Y otros mapas curiosos como el de la Rusia imperial confeccionado en el siglo XVIII, el polo Norte (1555) o las colonias británicas en territorio norteamericano (s.XVIII).
Los mapas de las grandes exploraciones es un libro eminentemente visual, pero sus textos no tienen desperdicio. De hecho, ese es un rasgo que comparte con los mapas. Sin duda no defraudará a los aficionados a la cartografía histórica, aunque cualquier lector disfrutará al contemplar sus estupendas ilustraciones. La edición es excelente: tapa dura, gran formato (como tiene que ser cuando el asunto del que se trata son los mapas). Un libro francamente interesante, además de un regalo para la vista.
*******
VV.AA., Los mapas de las grandes exploraciones. La aventura de descubrir la Tierra. Barcelona, Shackleton Books, 2022, 286 páginas.
Qué bien pinta este libro…
Dan ganas de perderse en la inmensidad y el detalle de esos mapas. Gran reseña de un libro que parece espectacular.
Es de esos libros que necesitan una balda más ancha y que se ven de lejos. El nivel de detalle explicando los mapas es, en opinión de un ignaro en la materia como yo, muy bueno. De modo que se disfruta tanto leyendo como simplemente mirando las imágenes.
Gracias, Cavilius, tomo nota.
Este es un libro que si lo tuviera delante mío lo compraría de inmediato.
Bueno, se impone decir aquello de Mahoma y la montaña…
Gracias por traernos un libro tan interesante, el de todos aquellos hombres que fueron capaces de hacer un mundo cada vez más conocido. Sin duda alguna, grandes gestas. Lo apunto.
El tema de los mapas históricos es fascinante, sin duda. En el Museo Naval de Madrid, como sabéis, tenemos el mapa de Juan de la Cosa y es una delicia contemplarlo personalmente y con detenimiento.
Gracias por la reseña.
Gracias a vosotros.
El mapa de Juan de la Cosa no es uno de los veintitantos mapas que son desmenuzados en el libro; pero no recuerdo si tal vez se lo menciona en algún momento.
A por él!! Como libro y como facsímil creo que merece la pena.