LOS FUEGOS DE LA LUJURIA. UNA HISTORIA DEL SEXO EN LA EDAD MEDIA – Katherine Harvey

“Las mugeres, e los varones que fazen adulterio, punan de lo fazer encubiertamente quanto mas pueden: porque no sea sabido, nin se pueda prouar. Onde porque tal yerro como este non se pueda encobrir, e sean escarmentados los fazedores del, e los otros que lo vieren, o lo oyeren se recelen de lo fazer: tenemos por bien que los sieruos de cada vn ome, o muger que fueren acusados de adulterio, puedan prouar, e testiguar contra sus señores sobre tal yerro como este, si el adulterio non pudiere ser prouado por otros omes libres”.*

Las Siete Partidas, Partida 7, Título XVII, Ley X.
Siglo XIII

*“Las mujeres y los hombres que cometen adulterio, intentan hacerlo de manera encubierta tanto como les sea posible: para que no se sepa ni se pueda probar. Sin embargo, dado que un error como este no puede ocultarse, y para escarmentar a los perpetradores y advertir a los demás que lo presencien o lo escuchen, estamos de acuerdo en que los siervos de cada hombre o mujer acusados de adulterio puedan probar y testificar contra sus señores en caso de que el adulterio no pueda ser probado por otras personas libres”.

Pues sí: en caso de adulterio, hasta los miserables siervos son escuchados en aras de descubrir la verdad. Así era al menos en la Castilla del siglo XIII, y en muchos otros sitios también. El adulterio era una cosa muy grave entonces, como lo es ahora (¿verdad?). Después de cientos de años, en cuestiones de este tipo algunas cosas no han cambiado; pero otras sí.

La Edad Media es un período de la historia cargado de tópicos. Para empezar, el nombre: lo de “media” suena a algo que está a medio camino, algo inacabado, imperfecto, lo cual es absurdo, como decíamos hace ya unas cuantas reseñas. Otros tópicos tienen quizá más fundamento (que la guerra y la muerte estaban al orden del día, por ejemplo; aunque este tópico es prácticamente una constante en la historia de la humanidad). En cuanto a temas relacionados con el sexo y las intimidades, también existen unos cuantos tópicos que tenemos (o tienen algunos) instalados en la mente. Para combatirlos y desmentirlos no vienen nada mal libros como el que ha escrito Katherine Harvey, Los fuegos de la lujuria. Desmentir bulos históricos no es, claro, el objetivo de la obra; esta tiene un propósito más luminoso y constructivo, como es el de divulgar la historia con conocimiento de causa, acudiendo a las fuentes y apoyándose en ellas para hacer afirmaciones tales como que el derecho de pernada, aquello de que el señor tenía derecho a conocer carnalmente a las futuras esposas de sus siervos, carece de evidencias que lo sustenten. O que pensar que las esposas adúlteras acababan siempre en un convento o ejecutadas es una exageración, ya que rara vez sucedía. Pero lo uno (la buena divulgación) arrastra lo otro (la erradicación de falsas creencias), y en ambos casos salimos ganando.

Que el sexo, la sexualidad, la desnudez y las relaciones íntimas sean algo pecaminoso, algo que conviene mantener oculto, se lo debemos a Adán y Eva, dice la autora. Y durante la Edad Media el monopolio de las mentalidades lo tuvo la Iglesia, de modo que es fácil imaginar el sentido de culpa que debían de tener los medievales sobre sus conciencias: solo por el hecho de nacer (si alguien viene al mundo es que nueve meses antes ha ocurrido algún suceso pecaminoso entre sus progenitores), ya estaban marcados con un estigma. De modo que, para no verter más pecado sobre la faz de la tierra, lo virtuoso y lo que acercaba más a Dios era mantenerse virgen. Y sin embargo, tal y como Harvey se esfuerza en mostrar, la mayoría de la gente optó por el camino de casarse y tener hijos, y no por el del celibato. En el siglo XIII el vínculo marital se convirtió en sacramento, lo cual era un modo de solucionar el tema del pecado en el coito: la especie (humana) tiene que reproducirse, y así el acto (sexual) necesario para la preservación de la raza (humana) quedaba aceptado y, en cierto modo, limpio de mácula. Cualquier acción contra el matrimonio sería un acción contra Dios, y como tal debería ser reprobada y castigada.

Katherine Harvey, a quien pudimos conocer a fondo gracias a la extensa entrevista que concedió a Hislibris no hace mucho tiempo, dedica los once capítulos de su libro no a hacer una historia del sexo en la Edad Media, como reza el subtítulo de la edición castellana, sino a exponer cómo era entendida la sexualidad, las experiencias y actitudes sexuales, en la Europa Occidental a lo largo de cuatro siglos, los que van del XII al XV (incluidos). Para ello la autora maneja una infinidad de textos documentales, en su mayoría sistemas jurídicos, códigos civiles y penales, etc., a los que acude una y otra vez para rescatar leyes, normas, costumbres, casos, delitos y penas aplicadas a los comportamientos de los hombres y mujeres del medievo europeo. Era necesario que las conductas sexuales fueran reguladas, y las reprobables tenían que ser castigadas; era preciso para el bien común. La cuestión era determinar cuáles eran esas conductas merecedoras de pena. Y la lectura del libro, que consiste en una sucesión inagotable de casos particulares, casi siempre con nombres y apellidos de hombres y mujeres que hicieron (o dejaron de hacer) tal o cual cosa, permite detectar un par de líneas fronterizas que determinaban lo que estaba bien y lo que estaba mal en cuanto a actividad sexual se refiere.

Una de esas líneas era el sacramento mencionado antes: el matrimonio. Si ciertas conductas no merecían objeción alguna cuando se realizaban dentro del sagrado vínculo marital, eran totalmente censurables y punibles más allá de él. Fornicar (practicar el acto sexual dos personas que no están casadas la una con la otra) y cometer adulterio (cuando al menos una de las dos sí lo está con una tercera persona) son, entonces como ahora, los dos delitos básicos que atentan contra el matrimonio. Mantener relaciones prematrimoniales, recurrir a la magia y los hechizos de brujas para conseguir el amor de la persona amada… eran prácticas mal vistas y poco recomendables en la Edad Media. Harvey presenta una amplia variedad de castigos a los actos que las leyes, la Iglesia y las conciencias consideraban punibles; castigos que iban desde las multas hasta las humillaciones públicas, azotes, mutilaciones o incluso la muerte. Conviene en esto, como en todo, no pecar de presentismo y tratar de empatizar con las conciencias de aquellas épocas (y empatizar tiene que ver con comprender, no con aceptar) para poder entender sus comportamientos. Por poner un ejemplo: para nosotros, el mal de amores no pasa de ser poco más que un estado de ánimo, una tontuna casi; los medievales en cambio lo consideraban una enfermedad, que podía llegar a ser grave y por tanto debía ser tratada.

La otra línea que permitía delimitar los comportamientos sexuales buenos de los malos la marcaba el respeto y obediencia a lo que la Iglesia dictaba en cuanto a cómo debían conducirse las personas a la hora de poner en práctica tales conductas. El acto sexual tenía como única finalidad, no lo olvidemos (como tampoco debían olvidarlo los practicantes del mismo), la reproducción; el placer era, por tanto, un efecto colateral y, desde luego, no el objetivo del coito. La postura “reglamentaria”, la que mejor favorecía el proceso natural de la fecundación, era la del “misionero”; todo lo que se saliera de eso, merecía reproche. Evidentemente, prácticas como la zoofilia, el incesto, la pedofilia, las relaciones con personas del mismo sexo, etc., quedaban fuera de lo ética y legalmente aceptado y permitido. Al abarcar el libro de Katherine Harvey un período de 400 años y una extensísima zona geográfica, se da uno cuenta de la gran variedad de perspectivas diferentes, así como de puniciones aplicadas a lo largo y ancho de la Europa bajomedieval. Por cierto: a la pregunta de si había igualdad en los castigos si el culpable era hombre o si era mujer, la conclusión que podemos sacar es que había de todo pero que en general y por desgracia, como es de imaginar, la mujer solía recibir un castigo más duro que el hombre.

Los fuegos de la lujuria constituye una lectura interesantísima, amena, a veces simpática y a veces sensibilizadora, y siempre desmitificadora e ilustrativa como pocas. La infinidad de ejemplos que ofrece Harvey aparece respaldada por igual número de notas, las cuales, todo hay que decirlo, no están incluidas en la edición en papel del libro, como tampoco la bibliografía, sino que el lector ha de acudir a la página web de la editorial para descargar este material. Decisión extraña que no hace sino darle trabajo a quien desee consultar las notas mientras lee el libro. Pero esto no ha de empañar la calidad de la obra, cuyo contenido brilla con luz propia.

 

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Katherine Harvey, Los fuegos de la lujuria. Una historia del sexo en la Edad Media (traducción de Joan Eloi Roca). Barcelona, Ático de los Libros, 2023, 352 páginas.

 

     

4 comentarios en “LOS FUEGOS DE LA LUJURIA. UNA HISTORIA DEL SEXO EN LA EDAD MEDIA – Katherine Harvey

  1. Farsalia dice:

    Estupenda reseña de un libro que merece mucho la pena.

  2. cavilius dice:

    Sí, un libro extraordinariamente bien documentado (las notas no están incluidas, hay que descargarlas en la web de la editorial), ameno y muy interesante.

  3. Roberto dice:

    Querría descargar este PDF porque estoy estudiando las repercusiones del Medioevo. Gracias.

    1. Iñigo dice:

      Mejor, cómprate el libro, ¿no te parece?

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