LOS EJÉRCITOS DEL CIELO – Jay Rubenstein
«En la década de 1090, todos sabÃan que Dios (o Satanás) habÃan lanzado al Anticristo contra el mundo. Los ejércitos de Gog y Magog habÃan franqueado las puertas tras las cuales los habÃa encerrado Alejandro Magno, y los ejércitos se estaban preparando para asaltar Jerusalén, combatir alrededor del monte del Calvario, donde Cristo habÃa muerto, y al pie del monte de los Olivos, el lugar al que Él regresarÃa en un futuro cercano, no solo para seguir los pasos de los santos sino también para blandir su espada junto a ellos en batallas contra un enemigo diabólico. Cuando Jerusalén cayó en manos de los francos y Cristo no apareció, el entusiasmo apocalÃptico no remitió, sino que, por el contrario, los historiadores de Europa y Oriente Medio siguieron escribiendo libros sobre la cruzada durante décadas, en los que no solo se preguntaban si el fin del mundo estaba próximo, sino además si el Apocalipsis no habrÃa ya ocurrido.» (pp. 12-13)
Este es un libro sobre la Primera Cruzada (1096-1099) diferente. No tanto por el relato de «la peregrinación», ya fuese desde la predicación por Urbano II en el Concilio de Clermont (1095) o la reunión de la cruzada por parte de Pedro el Ermitaño en Alemania, sus preparativos, los prÃncipes que la lideraron (en diversas rutas), la llegada a Constantinopla, las negociaciones con el emperador bizantino Alejo I Comneno, el asedio de AntioquÃa, las dispersiones de los prÃncipes y el sitio y toma final de Jerusalén. Ese relato ya lo conocemos y ha sido magnÃficamente relatado desde vertientes puramente narrativas como la de Steven Runciman en el primer tomo de su Historia de las Cruzadas (Alianza) o en actualizaciones como la de Christopher Tyerman en Las guerras de Dios (CrÃtica), por citar dos de las obras más importantes (y completas) sobre el tema. No, este libro va más allá. Y aunque es cierto que hay un relato pormenorizado de los avatares de la Cruzada, de sus motivaciones, de los participantes, de las disputas entre sÃ, de las constantes ocasiones en que la expedición (o las expediciones, en plural) pudieron irse al traste, lo interesante, lo relevante del libro de Jay Rubenstein, Los ejércitos del cielo. La Primera Cruzada y la búsqueda del Apocalipsis (Pasado & Presente, 2012) subyace en, precisamente, el subtÃtulo.
Rubenstein nos ofrece un viaje a la Cruzada siguiendo el relato de ese Apocalipsis que los cruzados (parte de ellos) buscaron en la conquista de Jerusalén, que las primeras crónicas e historias del acontecimiento veladamente señalaron en los aproximadamente treinta años posteriores a la consecución de la expedición (y cuando ya sus frutos comenzaban a estar en peligro). Una guerra santa que se percibió entre los cruzados, los francos, de lucha contra un enemigo religioso que aún no habÃa sido percibido como tal, y contra el cual las atrocidades de los asedios de Nicea, especialmente AntioquÃa, Maarat y Jerusalén, con decapitaciones con un enorme mensaje simbólico e incluso con conatos de episodios de canibalismo (en algún caso, realizado), formaban parte dentro de una construcción mental de los Últimos DÃas, como reveló el apóstol San Juan en el libro del Apocalipsis (Book of Revelation, en inglés) y que algunos de los predicadores (Pedro el Ermitaño, Pedro Bartolomé, «descubridor» de la Lanza Sagrada), algunos de los prÃncipes (Raimundo de Saint-Gilles entre los más destacados) y muchos de los peregrinos/soldados experimentaron y pusieron en práctica.
El libro de Rubenstein analiza a fondo algunas de las crónicas escritas por eclesiásticos en Francia y Alemania en las primeras décadas del siglo XII (un siglo de cambios, como ya retratara Thomas Bisson en La crisis del siglo XII), que impregnadas de la literatura apocalÃptica de larga tradición, ofrecieron de la Primera Cruzada una imagen que a menudo no ha trascendido en ese otro imaginario colectivo que ha pervivido sobre el tema. La ambición de los prÃncipes europeos, de Godofredo de Bouillon a Bohemundo de Tarento, pasando por Roberto de NormandÃa, Tancredo de Hauteville o Balduino de Bolougne (hermano de Godofredo); la predicación radical de Pedro el Ermitaño, azote de judÃos y que propugnaba una expedición de conquista pero también de exterminio de infieles y herejes, o la configuración de la propia cruzada como una válvula de escape de las tensiones en Occidente (y de la querella entre Imperio y Papado acerca de las investiduras y el patronazgo eclesiástico) son causas argüidas para explicar el movimiento cruzado. Y son ciertas, pero también es cierto que la Primera Cruzada ya adquirió pronto el rasgo de guerra santa, de lucha contra un enemigo religioso, el musulmán («el sarraceno»), confusamente observado a través de un espejo basado «en principios escatológicos de muerte, juicio, condenación y salvación» (p. 150), dentro de una cosmovisión que no necesariamente ha de ser contemplada en virtud de la ignorancia o la superstición de los cristianos europeos (occidentales) de la época. La (re)lectura del Antiguo Testamento, de las guerras de los israelitas contra los pueblos cananeos, con escenas de exterminio, distinción clara del enemigo de Dios, del «otro» que no forma parte del «pueblo elegido», y cuya religión era mal asimilada, inexactamente comprendida y conscientemente convertida en «una parodia perfecta, una imagen en negativo, de un santo cristiano o de Jesucristo. Los escritores latinos, por lo tanto, no buscaron a Mahoma el profeta histórico, sino que en su lugar, observando a Jesucristo en un espejo, confusamente, encontraron a Mathomos», la antÃtesis, la sombra de un Mahoma que no llegaban a comprender (pp. 154-155).
De este modo, pues, con una lectura apocalÃptica del destino de Jerusalén, de los Últimos DÃas e incluso del retorno de Jesucristo el Salvador, la cruzada fue vista por algunos de sus participantes como algo diferente. Un nuevo tipo de guerra, aquella que podÃa ser prefigurada en el imaginario feudal, distinta del respeto de los vencidos y en el que el infiel debÃa ser exterminado, del mismo modo que Dios le exigió a Saúl que exterminara a los amalecitas. El relato de Rubenstein nos lleva por estos senderos, sin dejar de lado el relato, paso a paso, de la Primera Cruzada, de esas ambiciones principescas por crear un reino propio (ya fuera en Jerusalén, como Godofredo y después su hermano Balduino lograron, ya fuera en principados en Edesa o AntioquÃa). El autor nos lleva también a observar el papel ejercido por los bizantinos, temerosos de los ejércitos cruzados pero que supieron o intentaron utilizarlos para recuperar territorios perdidos (algunos como Bohemundo, el genio militar de la cruzada, no olvidaron el respeto debido a la majestad imperial bizantina; otros, como Godofredo, aceptaron temporalmente la necesidad de pactos con Constantinopla). También observamos el escenario bélico, de las disputas entre francos y sarracenos/turcos/sirios/armenios/fatimÃes, siendo cada bando todo un mundo de ambiciones, presiones y miedos.
El milenarismo de raÃz agustiniana, con el eco de los temores del año 1000 (reiterados en las décadas siguientes) estarÃa en la mente de parte de los cruzados… y de los escritores que posteriormente pusieron por escrito los relatos de conquista de Tierra Santa. El mensaje del advenimiento del Anticristo, el retorno de Jesucristo y su lucha contra Satanás, para juzgar después a vivos y muertos desde lo alto de Jerusalén, caló hondo en cruzados en movimiento y cristianos que se quedaron en Occidente. «Al llegar el siglo XI, las conjeturas apocalÃpticas sobre el fin del mundo habÃan empezado a tomar una forma bastante especÃfica» (p. 326). La bestia y su profeta serÃan arrojados a un estanque de azufre; los ejércitos de Gog y Magog serÃan derrotados en la última gran batalla. La cruzada, y el asedio final de Jerusalén (mayo-junio de 1099), formaban parte de esa serie de batallas contra el Mal. El resultado serÃa, tras la derrota y el exterminio (en clave de Antiguo Testamento) serÃa la llegada de esa era de paz que la Biblia (y San Juan) habÃan profetizado. Una poderosa imagen que quedarÃa grabada en gran parte de los peregrinos/soldados que acudieron a lo largo de una azarosa expedición a Tierra Santa.
El libro de Jay Rubenstein, pues, analiza este trasfondo, sigue los pasos de la Primera Cruzada (y de sus protagonistas), ofrece una interpretación diferente del componente ideológico que subyacÃa en ella y aporta un relato fascinante, en cierto modo provocativo y tremendamente entretenido. Diferente, además. Y se agradece.
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Bravo… de verdad de las mejores reseñas que he leÃdo. Grande Farsalia, gran trabajo. Por cierto, me lo voy a comprar en cuanto pueda.
Uuuf, hace tiempo que no leo nada nuevo sobre las cruzadas (el último el de Tyerman) y me has puesto los dientes largos. Apuntado queda.
El libro vale mucho la pena, y se lee tanto como relato de la Primera Cruzada como de ese sustrato apocalÃptico que la acompañó.
Para hablar del milenarismo, yo prefiero a Francisco Arrabal.
¡El milenarishmova a llegal! ¡Hablemosh del milenarismo cohones ya!
Habrá que leerlo entonces, pero que un autor judÃo escriba sopbre este tema me da dudas sobre la imparcialidad sobre el tema.
Vaya, Juan Carlos. Imagino que te pasará con todos los libros, entonces, no porque todos estén escritos por judÃos, sino porque lo estarán por cristianos, árabes, etc., ¡incluso por ateos!
Un apunte: Arrabal no hablaba de milenarismo. Él lo llamaba mineralismo, o algo asÃn… :)
BuenÃsima reseña de un trabajo muy interesante, por Osiris. Ultimamente, cada vez que entro en la PAPRI, tengo que apuntar a la «lista de pendientes» otro tÃtulo.
Me encanta la edad media, me encantan las cruzadas y, especialmente, me apasiona la primera, con esa cruzada de los pobres inicial, con Pedro el Ermitaño y Gualterio sin Dinero al frente. Está bien tratado el asunto de este primer grupo, o se centra más en Godofredo y compañÃa?
Horus, entiendo por lo que dice farsalia que sà están incluidos los grupos de Pedro el Ermitaño y Gualterio sin Haber; se consideran dentro de la Primera Cruzada. Recuerda que bien los metÃa Runciman. La verdad es que el libro es muy interesante y apetecible, a pesar de tener ya tres sobre el tema (el de Runciman, el de Tyerman y el de Leguineche).
Lo que no entiendo es lo que dice Juan Carlos, que más dará que el autor sea judÃo…es más, ¿de dónde saca que sea judÃo?
Lo trata, Horus, lo trata. ;-)
Sobre Pedro el Ermitaño aparte hay el de Flori.
Rubenstein es un apellido judÃo (ashkenazà para más señas), AntÃgono, pero ya ves lo que importa a estas alturas. Comno si me apellidara Rius i Colomer y no pudiera escribir un libro sobre la Guerra de Sucesión española…
Horus, Arrabal hablaba (decÃa que querÃa hablar) del milenarismo, lo que pasa es que tenÃa una cogorza por su sitio y la consiguiente lengua de trapo.
Pero bueno, lo importante aquà es el libro y la gran reseña del maestro.
Gran tema y estupenda reseña (como siempre, por otro lado).
¡Enhorabuena por la elección y gracias por el trabajo!
Un saludo.
Thanks, guys! ;-)
Me sumo a los comentarios anteriores. Felicidades Farsalia, una gran reseña, como ya nos tienes mal acostumbrados.
Me lo anoto. Precisamente acabo de finalizar la genial obra de Sir Steven Runciman «Las VÃsperas Sicilianas», y voy a comenzar «La Historia de las Cruzadas» del mismo autor.
Oh, Las VÃsperas Sicilianas, qué gran libro…
El paralelismo entre los eventos reales y militares de la cruzada y los distintos «milagros» y las «visiones apocalÃpticas» que se describen en el libro, hacen que resulte sumamente interesante caminar junto a los primeros cruzados en busca del destino de su gran viaje: Jerusalén. Me ha resultado una lectura amena y muy instructiva, que me ha descubierto el fondo, la cuestión religiosa que acompañó a estos aventureros a vivir en sus carnes la interpretación apocalÃtica personificada en la primera cruzada. Muy instructivo en referencia a la vivencia espiritual de finales del siglo XI además de describirnos las distintas batallas y liderazgos de los cruzados.