LA CONQUISTA ISLÁMICA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y LA TERGIVERSACIÓN DEL PASADO – Alejandro García Sanjuán

la-conquista-islamica-de-la-peninsula-iberica-y-la-tergiversacion-del-pasado-9788492820931En una reseña de Los nuevos charlatanes de Damian Thompson (Ares y Mares, 2009), comentaba: «Mantengámonos alerta ante estos charlatanes, nos advierte Thompson. Los blogs, los foros de Internet, el mundo cibernético en general, aprovechado por estos charlatanes, son justamente el ámbito donde más se les puede dañar. Al mismo tiempo, dice el autor: “Debemos pedir cuentas a los guardianes de la ortodoxia intelectual codiciosos, perezosos y políticamente correctos que hayan vuelto la espalda a la metodología que nos permite distinguir los hechos de las fantasías. Suya será la culpa si el sueño de la razón produce monstruos” (p. 192). […] No nos dejemos engañar por esos nuevos charlatanes. Antes vendían potingues para curar el cáncer; hoy simplemente se aprovechan de las nuevas tecnologías para vendernos productos similares. Y además de forrarse con potingues, pseudohistorias o creacionismos de todo tipo, extienden contraconocimiento por todas partes. Advertidos estáis». Todo ello podríamos repetirlo ante el libro del profesor de la Universidad de Huelva Alejandro García Sanjuán (Dialnet), La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado (Marcial Pons, 2013), una obra que también nos obliga a mantenernos alerta ante otro tipo de tergiversación: el negacionismo. ¿Y a cuenta de qué? Pues de las peregrinas teorías que Ignacio Olagüe, según el cual la llegada del Islam a la Hispania visigoda no se produjo tras la conquista por contingentes árabes y beréberes, tal y como demuestran las fuentes históricas (textuales, epigráficas, arqueológicas y numismáticas) y afirma la práctica totalidad de la historiografía moderna, sino que se produciría un proceso de génesis interna, según el cual el establecimiento de una sociedad árabe e islámica fue el resultado de la pugna entre el unitarismo arriano y el trinitarismo católico, desembocando a mediados del siglo IX en un «sincretismo religioso». De modo que los árabes no habrían invadido jamás la Península y, de hecho, no habría existido una identidad árabe y musulmana. 

El negacionismo no es algo nuevo. Entronca en la misma línea revisionista de la Guerra Civil española o en la negación del Holocausto. Para el caso de Se basa en un trabajo de aficionados a la historia, generalmente al margen de la historiografía académica (aunque no de la profesional), pero con alguna excepción, con escasa o nula disposición a trabajar según el método científico (o para el caso que nos toca, histórico), desdeñando las fuentes y las evidencias históricas (lo que Ángel Viñas denomina la «evidencia primaria relevante de época»), soslayando aquello que no cuadra con la teoría, denunciando el ninguneo de los historiadores académicos y, en general, no planteando pruebas que demuestren la teoría, sino que se tergiversan aquellas mismas fuentes que se rechazan (o no se tienen en cuenta, en la mayoría de los casos, por no decir que no se leen), achacan cerrazón de miras a quienes no comulgan con sus teorías y plantean extraños y acientíficos métodos como la «historiología» (que tampoco se molestan en explicar de qué se trata). Del mismo modo que el negacionismo de David Irving sobre el Holocausto ha sido unánimemente rechazado por la comunidad de historiadores (quedando sólo el reducto de neonazis de todo pelaje) y las ideas revisionistas de Pío Moa sobre el franquismo han sido rechazadas por la inmensa mayoría de historiadores académicos e incluso por quienes les auparon al estrellato mediático –véanse las recientes «memorias» de César Vidal al respecto, páginas 558-561, que tampoco se corta en admitir que los postulados de Moa sobre la guerra civil no son ni novedosos ni aportan nada que, léase entre líneas, planteara y sigue planteando la historiografía franquista–, las teorías de Ignacio Olagüe (1903-1974) en sus libros Les árabes n’ont jamais envahi l’Espagne (1969) y La revolución islámica en Occidente (1974) –básicamente, la traducción castellana del anterior– sólo han cuajado en un sector, sin embargo activo, ideológico que denuncia la «teoría de la conspiración», se arrela en parte del andalucismo político e ideológico y ha encontrado eco en el ámbito académico, caso del historiador Emilio González Ferrín (Universidad de Sevilla), que no duda en recoger el guante de Olagüe y negar la conquista islámica del año 711.

Pero el libro de García Sanjuán no es meramente una obra de denuncia del negacionismo (que también lo es), sino una aproximación rigurosa, documentada y amena a la conquista árabe de península Ibérica, la destrucción del reino visigodo y los primeros años del territorio que sería conocido como al-Andalus. Pero tampoco el autor pretende «decirlo todo sobre la conquista, ni tampoco desarrollar de forma exhaustiva los aspectos que he tratado o elaborar una descripción minuciosa o detallada de los hechos acaecidos a partir del año 711. El lector interesado en informarse sobre estas cuestiones puede acudir a la amplia diversidad de publicaciones científicas y académicas que existen sobre el tema. Ahora bien, aunque mi contribución no tiene pretensiones de totalidad y dista de ser novedosa en muchos aspectos, creo que aporta unas perspectivas que, siendo, a mi juicio, relevantes, sin embargo no han recibido suficiente atención en la tradición historiográfica previa» (p. 21). Ya la estructura del libro muestra, en cuatro grandes capítulos, qué se va a encontrar el lector, mediante unos títulos que son preguntas a responder: en primer lugar, ¿por qué la conquista ha sido un hecho histórico tergiversado? Ello nos lleva al fenómeno del negacionismo de Olagüe, a analizar su figura, sus obras, la recepción de las mismas en la literatura especializada,  su influencia en la posteridad y la recogida del testigo negacionista en autores actuales como González Ferrín. García Sanjuán lo tiene claro: el negacionismo es «una tendencia revisionista vinculada a intereses ideológicos que pretende una manipulación del pasado basándose en la tergiversación de los testimonios históricos. El historiador profesional no puede, ni debe, soslayar la exigencia de impugnar esta clase de imposturas, sobre todo cuando proceden del ámbito académico. En este caso, la necesidad es doble, pues a la obligación de preservar el conocimiento histórico se añade la de señalar a los ventajistas y tramposos que no dudan en fomentar mitos con el fin de medrar, obtener prebendas, satisfacer egos desmedidos o defender determinados proyectos ideológicos, parapetados en la credibilidad que otorga el marchamo académico» (p. 25). Y, sin embargo, el autor es consciente de que probablemente su libro no sirva para erradicar el negacionismo: «los mitos, por naturaleza, son indestructibles. La sociedad los crea porque los necesita. Por lo tanto, el negacionismo pervivirá, pero espero que el esfuerzo realizado sirva para denunciar y evidenciar su verdadera condición, así como la de quienes lo fomentan, siempre debido a intereses ajenos al conocimiento histórico» (ibidem).

Responder a esta primera pregunta traslada al autor (y a los lectores) a conocer los principales postulados del negacionismo de Olagüe y sus actuales epígonos y a dejar en entredicho a aquellos que, por ignorancia, desidia o intereses personales, no ejercen la adecuada crítica en el mundo académico o en el literario y de un modo u otro dan alas y cancha a las tesis negacionistas (caso de profesionales de la historia como Joseph Pérez, Franco Cardini y Ricardo García Cárcel, o de escritores como Antonio Gala o Juan Goytisolo… algo que, por desconocimiento de la materia, me ha sorprendido). El negacionismo encuentra espacio entre los conspiranoicos o quienes dudan de la historia oficial, pero no ahondan en las teorías presentadas, limitándose a darles reconocimiento académico… sin haber analizado si lo merecían. Conocer esos postulados implica saber qué críticas aportan los negacionistas a la historia académica de la conquista islámica de la Península: que no existen testimonios  históricos coetáneos y que no se puede hablar de una identidad musulmana (y menos aún árabe) de los conquistadores. Ambas ideas  conforman los dos siguientes capítulos del libro de García Sanjuán, en forma de pregunta en sus títulos: ¿existen testimonios históricos confiables sobre la conquista? –que analiza la variedad de fuentes escritas, latinas y árabes, así como el registro material, es decir, monedas y sellos de plomo–  y ¿cuál era la identidad de los conquistadores?, que rompe con la idea negacionista de que ni hubo conquistadores y no existió una identidad musulmana hasta un siglo y medio después, como mínimo. De hecho, según los negacionistas tampoco hubo un Islam en época de Mahoma ni un proceso de arabización fuera de Arabia. En estos dos capítulos la denuncia y refutación del negacionismo se realiza con la aportación de las evidencias que el historiador tiene a su disposición, desmontando las endebles (por no decir increíbles y en no pocas ocasiones chapuceras patrañas) que Olagüe y sus epígonos han aducido para justificar sus tesis. Y ya en el cuarto capítulo –que se pregunta ¿por qué triunfaron los conquistadores?– el autor realiza un ejercicio de análisis de la caída del reino visigodo, la labor de los conquistadores (¿conquista por la fuerza o mediante pactos de capitulación?) y el alcance de la resistencia cristiana (o los orígenes del reino de Asturias).

Para un neófito y (reconozcámoslo) lector poco o nada interesado en el tema, el libro de Alejandro García Sanjuán es un estimulante desafío, una lectura provechosa y una alerta constante ante los peligros de peregrinas teorías que pervierten y manipulan el conocimiento histórico. Considero que estamos ante una obra necesaria –aunque quizá estéril si se trata de ponerle puertas al desierto negacionista–, historiográficamente impecable, rigurosa e incluso entretenida para lectores profanos en la materia. Pues, en el fondo, se trata de dilucidar qué fuentes tenemos de un acontecimiento histórico, de qué tipo, con qué valor y qué apoyo hay de las evidencias del registro material que puedan corroborar una teoría, y todo ello para elaborar la narración de qué sucedió, cómo y por qué. Justo lo contrario de corrientes negacionistas y revisionistas que, en función de intereses alejados del conocimiento, imponen la tesis, rechazan las pruebas y tratan de deslegitimizar a los historiadores rigurosos (los «legajistas», en palabras de González Ferrín). Por tanto, libros como el de Alejandro García Sanjuán (o el de Damian Thompson que mencionaba al principio), no sólo son necesarios: son ineludibles. Más nos vale.

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26 comentarios en “LA CONQUISTA ISLÁMICA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y LA TERGIVERSACIÓN DEL PASADO – Alejandro García Sanjuán

  1. iñigo dice:

    ​​Buenísima reseña… La linea de trabajo de esta editorial sobre la historia de España está muy bien fundamentada en grandes estudiosos. Lo comprobé con el libro «Bárbaros y romanos en Hispania» de Javier Arce. Este también me lo apunto.

  2. Farsalia dice:

    Gracias, Iñigo. Marcial Pons Ediciones de Historia es un sello de garantía desde hace años… y cada vez va a mejor. Publican libros de corte académico y a cargo de especialistas, accesibles para lectores curiosos y que quieran profundizar en múltiples temas. Es una de mis editoriales de referencia…

    Está de más reiterar la recomendación de este libro… es casi obligatorio. No es un tema (la conquista islámica de la Península) que constituya uno de mis intereses habituales, pero sí me interesa el análisis historiográfico, que trasciende un tema concreto. La lucha contra el negacionismo (en múltiples temas y ámbitos) debe realizarse con seriedad y rigor, como hace Alejandro García Sanjuán… y tantos autores sobre períodos muy diversos.

  3. Farsalia dice:

    Ays, la moderación…

  4. José Sebastián dice:

    Enhorabuena por tan magnífica reseña, Farsalia. Me has sorprendido pues sólo sabía de «negacionistas» o «revisionistas» en la Historia Contemporánea (Holocausto, Guerra Civil…). Me dejas helado al nombrar a Joseph Pérez como un aliado de los negacionistas. Aún recuerdo con deleite la lectura hace unos años de «La revolución de las Comunidades de Castilla».

    Coincido plenamente con Iñigo en que la editorial Marcial Pons es una de las mejores si hablamos de Historia.

    Por cierto, de la etapa visigoda recomiendo «La España visigoda» de Roger Collins (Crítica).

    Saludos

  5. Farsalia dice:

    Aliado no sé, pero da alas a los negacionistas con su permisividad (o pasotismo)… o Gacía Cárcel, que coges su libro La herencia del pasado: las memorias históricas de España (Galaxia Gutenberg, 2011) y menciona a Olagüe con una acrítica semblanza que te hace enarcar las cejas. O Fernand Braudel, que apoyó las tesis de Olagüe en los años sesenta…

  6. Antígono el Tuerto dice:

    Muy buena reseña, Farsalia; es cierto, gracias a las nuevas formas de comunicación, Internet se ha llenado de pseudohistoria, atlantes, yetis y extraterrestres, muchas veces con la permisividad de quienes se supone que deberían oponerse o (al menos) contestarles, véase los ejemplo de Canal de Historia (lo que fue y lo que ahora es), o del Canal Odisea (con su nuevo programa titulado Teorías de la Conspiración…nombre que ya lo dice todo). En aras de ser «imparcial» y «no tomar partido» se deja que campen por sus respetos (y que tengan altavoz mediático) sujetos que sostienen auténticas barrabasadas y que se basan en la conspiración «oficialista» (el Gobierno, los judíos, los historiadores «oficiales»…lo que sea que quieran decir con ello) para «sostenella y no enmendalla».
    Lo peor de todo es que si te enfrentas a ellos, acabarás siendo parte de la siniestra conspiración para ocultar la Verdad (que daño has hecho agente Mulder).

  7. Farsalia dice:

    Gracias. No espero que canales televisivos como el History Channel u Odisea hagan un trabajo que no les toca: lo suyo es entretener, no dar clases de historia (ni pretenderlo). Lo que deberían, en el caso del primero, es cambiar simplemente de nombre. El trabajo de refutación del negacionismo y del falso revisionismo no se hace en canales de TV, sino en el ámbito académico, y de muchas maneras: congresos, encuentros, libros, artículos, tesis doctorales. El trabajo que realizan especialistas como Alejandro García Sanjuán. Y no permitir que quienes engañan y tergiversan lo hacen sólo porque quienes debían hacerlo miraron para otro lado. Y eso se extrapola a muchos ámbitos…

    Investigación, ese es el método. Los negacionistas y falsos revisionistas no hacen trabajo de archivos, no hacen una crítica de fuentes cuidadosa (cogen lo que les interesa, desechando todo lo demás), no trabajan herramientas auxiliares como la numismática, la sigilografía, la epigfrafía, la paloegrafía… van por el atajo, huyen de todo lo que pueda suponerles un enorme esfuerzo (cuando lo que hay que hacer es arremangarse y trabajar).

    Lo que plantea García Sanjuán es extrapolable a muchísimos otros temas y ámbitos…

  8. Farsalia dice:

    Ya van dos veces que me moderan…

  9. Captain Wonder dice:

    Farsalia, tu exhaustiva reseña me ha animado a interesarme en la lectura de un libro que de otra manera me hubiera pasado desapercibido, por la falta de tiempo, otras lecturas en marcha, y por no tener dudas sobre los conceptos de guerra y concordia, vaya. De Goytisolo y Gala ya conocía sus opiniones, respetables, pero sin el status de historiadores. De Joseph Pérez, me ha sorprendido su postura. El tema es más peliagudo de lo que parecía. Habrá que zambullirse en el asunto para ser lo más objetivo posible. En fin, cómo sorprendernos este negacionismo de unos hechos tan lejanos, si uno más reciente, el llevado a cabo contra los tutsis por los hutus radicales de Ruanda en unos meses del año 1994, es negado interesadamente incluso por corrientes o ciudadanos occidentales?

  10. Farsalia dice:

    Disfrútalo, cuando puedas.

    Son pocos, muy pocos, los que desde el ámbito académico permiten, por desidia, inacción o colaboración, que el negacionismo encuentre acomodoe. Pero con que haya esos pocos, se lamenta García Sanjuán, el negacionimo se ve legitimado, y eso es lo que lamenta el autor. Es de suponer que este libro encuentra su sentido (además de las interesantes aportaciones sobre fuentes, datos, monedas, sellos, interpretaciones… de la conquista árabe de la Península) en esa nesidad de poner coto a lo que no debe pasar sino por falsedad. Es como el hartazgo que encontramos en falsos revisionistas en temas como el Holocausto o la Guerra Civil española… hartazgo que no debería ser óbice para denunciar que una patraña, se ponga como se ponga, es una patraña.

  11. Rafael dice:

    Está claro que las tesis de olague son un esperpento; supongo que ya conoceís el recién publicado libro de Luis García Moreno sobre la conquista islámica de hispania ,702-719, que aporta una serie de fuentes muy interesantes sobre las que el catedrático alcalaíno lleva trabajando muchos años.

    Ignacio olague y otros , no es que sean «negacionistas», es sencillamente que son historiadores incompetentes y deshonestos, que no son capaces de aportar la menor evidencia primaria para apuntalar sus «tesis».

  12. Yeyo Balbás dice:

    Además de este libro, recientemente también se han publicado ‘España 702-719. La conquista musulmana’ de Luís García Moreno y ‘The muslim Conquest of Iberia’ de Nicola Clarke. La obra de García Sanjuan es excelente. No sólo para refutar de un modo contundente todos los disparates de Olagüe, sino que además resulta un gran resumen del estado de la cuestión en torno al 711. Muy destacable el estudio de las fuentes árabes y la síntesis sobre las evidencias arqueológicas de la conquista (monedas, sellos de plomo, yacimientos como el Bovalar…).

    En su monografía sobre la conquista árabe de la península, Roger Collins en su día señalaba que los estudios de este acontecimiento histórico han procedido o bien de expertos en el mundo visigodo (Sánchez Albornoz) o bien de arabistas (Pedro Chalmeta), de modo que las obras no suelen conciliar ambos ámbitos de estudio. Siendo arabista, García Sanjuan realiza una excelente síntesis de la situación del reino visigodo (algo que no hizo Chalmeta en su día), alejándose de tópicos de un Estado en descomposición que los especialistas modernos, como Chris Wickham, tienden a descartar. Esta obra por tanto es complementaria a la de Nicola Clarke, centrada en los tópicos literarios presentes en las primitivas crónicas árabes sobre la conquista, y de la de García Moreno, más un estudio histórico de los hechos que uno historiográfico o de refutación a fraudes. Gracias a esto y a otras obras que se publicaron en el 2011, se ha avanzado mucho en nuestro conocimiento sobre este suceso tan desconocido y a la vez trascendental de nuestra historia.

    El único “pero” que veo a la obra de García Sanjuan gira en torno a las fuentes árabes; éstas comienzan a escribirse en el siglo IX, de modo que no existen testimonios por escrito coetáneos árabes sobre el periodo de grandes conquistas, desde la muerte de Mahoma hasta el fin de la dinastía Omeya (632-750). En general, desde los años 80-90 del siglo XX hay dos tendencias entre los arabistas modernos a la hora de valorar su credibilidad. Algunos ‘escépticos’, como Patricia Crone, consideran que estas obras, trascripciones por escrito de un género de tradición oral llamado ajbār, apenas cuentan con elementos históricos fiables; serían más bien relatos moralizantes antes que la plasmación de hechos reales. Otros investigadores, ‘optimistas’ como Hugh Kennedy, aunque reconocer las limitaciones de dichas obras, creen que entre los añadidos novelescos se hallan hechos reales.

    Mi impresión personal es que, García Sanjuan se muestra optimista en exceso y no habla la existencia de elementos de ficción en las crónicas de Abd al-Malik ibn Habib, Ibn Abd al-Hakam y compañía, salvo ciertas cuestiones referentes a la posible intencionalidad política (modo de sometimiento por conquista o por capitulación, ‘anwátan o sulhan), que en su día apuntó Eduardo Manzano. Hay que tener en cuenta que los negacionistas se basan, en parte, en ese hiato de 150 años desde la conquista árabe de Hispania hasta que se redactan dichas obras. En mi opinión, García Sanjuan, tal vez para no dar apoyos a Olagüe y González Ferrín, obvia entrar en esta importante cuestión.

    No obstante, este libro es muy recomendable, además de estar muy bien escrito y contar con grandes dosis de ironía y mala leche.

  13. iñigo dice:

    Nivelon de comentarios. Así da gusto.

  14. Clodoveo11 dice:

    Historia crítica de España y de la cultura española ( Juan Francisco de Masdeu, 1795): «Pero el mejor modo de averiguar la verdad, o de arrimarse a ella, es oir y examinar lo que dicen sobre el asunto los escritores más cercanos al hecho. El más antiguo de todos es el Continuador del Biclarense, que acabó su Chronica con la muerte del califa Jezid Abuchalid, sucedida según las historias de los árabes en enero del setecientos veinte e quatro. Las palabras del anónimo son las siguientes: «En la era del setecientos quarenta y nueve, Rodrigo ocupó el reino de los Godos, mas por engaño que por valor; lo tuvo un año solo, porque desde luego, habiendo recogido muchas tropas, quiso embestir a los árabes, que ya de mucho tiempo talaban la provincia con sus excursiones, y murió en la batalla en el año quinto del reynado de Ulit». Dos fechas nombra aquí el Autor: el año de setecientos quarenta y nueve de la Era Española, que corresponde al año christiano de setecientos y once, y el año quinto del califa Ualid, que comprehendió los cinco últimos meses del de setecientos y nueve y los siete primeros del de setecientos y diez…»

    Y sigue en consideraciones adicionales. (Está en Google books, no copio la URL porque es mastodóntica). Referida en http://medievalsourcesbibliography.org/sources.php?id=2146115628

  15. Rosalía de bringas dice:

    Como siempre, un placer leer a Farsalia…
    Y más aún su aportación a la objetividad y el estudio exhaustivo, sosegado y ecuánime de la historia… Muchas gracias por ello :)

  16. Farsalia dice:

    Gracias, Rosalía. Si algún día cae el libro en tus manos, no lo dudes… ;-)

  17. Vorimir dice:

    ¿Fernand Braudel apoyó la tesis de la negación de la conquista musulmana de la península ibérica?
    Joer, y eso que en la carrera bien nos machacaron con sus teorías sobre la historia de las tres velocidades y su «El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II». Lo tenía por un historiador de los «importantes», uno de los padres de la escuela de Annales y de la «Historia total», esa que también abarcaba sociedad, mentalidad, economía…
    Debe ser verdad que en los sesenta se tomaban muchas drogas…
    Peacho de reseña, Farsalia.

  18. Farsalia dice:

    Braudel ES uno de los importantes, pero nadie es perfecto… Su libro El Mediterráneo y el mundo mediterráneo… sigue siendo de referencia.

  19. Comentarista dice:

    El negacionismo, la conspiranoia o la anti-ciencia no es cosa de chiste, y afecta a todos los campos del conocimiento. En ciencias naturales es una batalla continua el ¿enfrentamiento? entre el conocimiento honesto fundamentado en pruebas y estudios, y el asedio de los negacionistas. Un tema recurrente suele ser el creacionismo, y también el negacionismo del cambio climático.

    El asunto lleva a debatir sobre el debate mismo. Hay muchos que dicen que los expertos, los profesionales, no deben permitir este intrusismo deshonesto y que hay que entrar a saco y desmontarlos, lo que implica una gran inversión de tiempo y energía que los profesionales no están siempre dispuestos a hacer (lógico en cierto modo) porque hay cosas a su ver más importantes: su propia labor de investigación, por ejemplo. Y en general ese esfuerzo sirve de poco o nada ante un contrario convencido de antemano. Por otro lado están los que, como Richard Dawkins (biologo que para los creacionistas y otros negacionistas de la evolución es como un jinete del apocalipsis), se niegan por sistema a debatir porque, como el mismo Dawkins afirma ¿debe un geógrafo perder el tiempo debatiendo en televisión con un tierraplanista, como si ambas posturas fueran igualmente válidas y se tratase de confrontar opiniones y no hechos? Eso es darle una legitimidad al otro que no merece.

    Literatura seria sobre cualquier ciencia hay y en general está disponible. Pero el problema es que los profanos, los que nos acercamos a la historia como afición o curiosidad, tenemos difícil diferenciar la investigación seria de la que no lo es (salvo casos demasiado ridículos, e incluso esos tienen sus seguidores), sobre todo si consideramos que entre la propia investigación auténtica hay opiniones encontradas en las conclusiones.

    Un debate importante sin duda, y más que lo será.

  20. Farsalia dice:

    Sobre la cuestión negacionista, en Revista de Libros ha habido un debate acerca de la cuestión. Primero fue reseña del libro a cargo de Kenneth Baxter Wolf; y hoy se ha publicado la réplica de Alejandro García Sanjuán.

    Se moderará por los enlaces, lo sé…

  21. Farsalia dice:

    Sigue el debate en Revista de Libros

  22. José Miguel dice:

    Ayer estuve escuchando a González Ferrín en su conferencia «negacionista» que expone que Hispania nunca fue invadida o conquistada por los musulmanes, entre los miembros de la mesa supongo que habría algún historiador, que escuchaba aquella verborragia infame que envolvía lo que decía, para que no se apreciara tanta palabrería, la cual manifiesta que este señor de historiador tiene el nombre que se ha dado a sí mismo. Nada expresaba en sus manifestaciones que aquel hombre tuviera ni el más mínimo fondo de verdadero conocedor de la Historia, sobre todo de la dimensión científica de la disciplina

    Si que puedo estar de acuerdo en discutir, hablar del concepto de Reconquista, pero nunca podré entender que nadie defienda las ideas fuera de lugar de Olagüe, como si hubiera descubierto el verdadero maná del historiador, como si todo estribara en que éste señor, ya fallecido hubiera descubierto la esencia de un problema histórico, siendo él único que que realmente dimensionó tal realidad histórica en su verdadera esencia, nada más lejos de la realidad, que Olagüe diera con ningún filón explicativo

    La expresión de las ideas de Olagüe, ofenden a la Historia, pero lo que es más grave es que un historiador, supongo que recibiendo conocimientos derivados de una carrera de Historia en toda regla, defienda aquellas ideas tan peregrinas y sin sentido. Así que González Ferrín deshace la historia real, la sucedida, para exponer la peregrina y personal idea que encierran los presupuestos propios de González Ferrín. No voy a discutir los conocimientos de árabe que posea este señor, lo que si que creo es que historiador jamás lo ha sido, defendiendo aquellas memeces, simplezas o ideas absolutamente peregrinas, faltas de una total dimensión histórica en su dimensión científica.

    Aunque hubiera flujos culturales en las riberas del Mediterráneo, en el fondo no es otra cosa que el trasunto de la pervivencia de la cultura grecorromana, que todavía se dejaba traslucir a pesar del tiempo transcurrido. González Ferrín decía que la cultura árabe no era alienígena, es decir fuera del ámbito propio de las culturas mediterráneas. Pero es que efectivamente fue, al principio una cultura, alienígena, sin conexión con las demás. Los árabes, antes de ser musulmanes, seguro que tuvieron contactos con las culturas del Mediterráneo, pero ignoramos que poso exacto dejarían estas en tal cultura. Pero la evolución que sufrió gracias a la presencia de las prédicas de Mahoma la convierten en algo diferente. En los cinco preceptos del Islam se manifiesta como criterio funcional y fundacional la «guerra santa». Se le ha adjudicado al cristianismo un comportamiento similar, pero en los Evangelios sólo aparece el criterio de «Id y predicar a todos los pueblos la Buena Nueva», que se transformara posteriormente a partir de las Cruzadas en algo diferente, es otra cosa, que se podría discutir.

    No voy a discutir la esencialidad de la religión musulmana, pero es evidente que es todo menos aquello que decía el «Visionario» de Olagüe, que el Islam es una religión que procede del arrianismo del mundo visigótico. De una religión cristiana, el arrianismo, no pueden proceder los principios del Islam hispano, ni puede dar después pie al verdadero Islam. El islam se va adoptando en Hispania a partir de la invasión musulmana, sobre todo por la posibilidad de que quedarán exentos de pagar los impuestos debidos, pero los que seguían manifestando su fe propia, por la que pagaban una cantidad definida, que dejaban de hacerlo al convertirse al islam, osea que se hacía «rebajas» religiosas.

    Se puede discutir que la invasión fue por tal o cual razón, pero lo que no se puede obviar es que hubo una invasión. Los bizantinos estaban en Hispania desde el tiempo de Justiniano, osea que era otro de los ejércitos que vinieron a militarmente a Hispania. Pero los musulmanes en el 711 habían llegado a las cercanías de Ceuta, por lo tanto desde Kairuan siguieron invadiendo, al igual que lo hicieron hacia el Este de Asia, Irak, Palestina, Persia, Jorasán, Pakistán. El ámbito de Persia estaba dominado por los sasánidas, poco sospechosos de ser o tener la religión musulmana, de manera que todo fue y supuso la invasión de los espacios geográficos a derecha e izquierda de la Península Arábiga. Si todos aquellos espacios geográficos fueron invadidos, lo mismo sucedió a Hispania, de manera que efectivamente esta invasión ocurrió. Otra cosa será que sentimiento tenían los cristianos de Hispania de su lucha contra el Islam, por lo que podrá discutir si tenían conciencia de la Reconquista como tal, pero lo que no es discutible es que se produjo aquella invasión. Posiblemente los primeros años de la conquista de Hispania, entre el 717 y el 756 que existieron valíes dependientes de Damasco, es posible que éstos tuvieran que enviar informes al califa de Damasco, e incluso podría ocurrir que no tuvieran interés en expresar lo que estaban haciendo, porque en principio habían ganado y conquistado el país plenamente, para que iban a contar nada de lo que aquellos «asnos» de Pelayo, hacían. Pero a partir de las primeras crónicas hispanas, parece que se produce un interés en el mundo musulmán por hacer lo mismo. Porque aparecieron tan tarde las crónicas que contaban los hechos no se explica muy bien en su génesis. Hacer creer que una serie de ideas personales supuestamente bien expuestas darán pie a toda a una doctrina histórica hay mucho camino.

    Espero que el señor Emilio González Ferrín cambie de presupuestos, porque no lleva razón en sus planteamientos, se deja llevar de criterios personalistas, eso es algo que un historiador no puede ni debe hacer, dejarse llevar de criterios pocos conectados con el conocimiento contrastado y basado en algo realmente equivocado. Hagamos, Historia realmente, no pseudo-historia.

  23. Farsalia dice:

    Parece que en octubre se publicará una 2ª edición de este libro con algunas páginas más…

  24. miguel cabero dice:

    Buenos días Farsalia, gracias por tu trabajo. Me interesa el tema y querría profundizar en él; estoy realizando un trabajo al respecto, en proceso de documentación, pero no me queda claro si el libro que comentas, trata principalmente de desmentidos a las tergiversaciones históricas de la conquista árabe, a la conquista árabe en sí misma o a ambos. Intuyo que a ambos, pero ¿en qué medida? En resumen, me interesa una historia de la conquista islámica de España y no perderme en disquisiciones, negacionismos y desmentidos. ¿Es esta fiable?, ¿abunda en el tema histórico?, ¿en qué medida?, ¿me tiraré medio libro leyendo desmentidos a patrañas? ¡Necesito chicha, fiable! Muy amable.

    1. Farsalia dice:

      Buenas, gracias por el comentario. Para poner en contexto las tergiversaciones hay que «ponerse en contexto» y, como menciono en la reseña, no se limita el autor a negar las negaciones, sino que el libro también es «una aproximación rigurosa, documentada y amena a la conquista árabe de península Ibérica, la destrucción del reino visigodo y los primeros años del territorio que sería conocido como al-Andalus». Échale un vistazo, recientemente apareció una segunda edición actualizada.

  25. miguel cabero dice:

    Gracias, muy amable. Asó lo haré.

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