LA BELLA OTERO – Carmen Posadas
Cuanto de los hombres se dice, verdadero o falso, ocupa tanto lugar en su destino, y sobre todo en una vida, como lo que hacen.
(Victor Hugo, Los Miserables)
Como bien lo dijo Hemingway París era una fiesta. Capital del mundo y luz propia a principios del siglo XX, la antigua Lutecia romana, la ciudad por la que a un rey no le importa oír una misa católica, era el centro de atención de la cultura y el ocio desmedido. Entre piernas de can can, y brillo de joyas los artistas más reputados tenían cabida portando solamente sus armas inmortales, pinceles atrevidos, y plumas de denuncia social. Y entre tanto genio y glamour una figura destacó entre todas ellas, por su exquisitez y sencillez de formas, por su fama desmedida y belleza sin par. Les hablo de una de las artistas más reconocidas en el mundo entero pero que por desgracia en nuestro país es desconocida en grado sumo… les hablo de La Bella Otero.
Pero ¿quién fue esta beldad que encandiló a medio mundo con atrevidos bailes y formas de grácil musa? La escritora Carmen Posadas desentraña su misterio y la rescata del baúl de los recuerdos en una peculiar biografía titulada La Bella Otero. Mostrándonos las vivencias propias de esta actriz y su peculiar diario para después confrontarlo con los hechos probados, es decir, con la realidad (pues la protagonista era bastante mentirosa y le gustaba rodearse de un halo de incógnitas) la autora nos desvela la fascinante vida de uno de los iconos artísticos de la Belle Epoque. Y nuevamente se preguntarán ¿de quién hablamos? No me retraso más… se llamaba Agustina Otero Iglesias (Valga 1868 – Niza 1965) pero con el pasó del tiempo se cambió el nombre por el de Catalina, o simplemente la Bella Otero. Siempre le gustó rodearse de “mentiras”, pero no de manera maliciosa, sino solamente para prosperar en su carrera artística. Ella sabía que lo “español”, lo exótico de la Península Ibérica tenía mucho cartel en Francia y otros continentes que no fuera el Europeo, así que decidió adecuar la realidad a su persona y llenar su vida de tópicos que agradaran a todo el mundo. Decía a todo el que quisiera escucharla, entre sorbos de champán y regalo de joyas (tuvo una de las mayores colecciones de la historia) que era de origen español, andaluza e hija de gitana y soldado italiano. La España de Merimeé se adecuaba a ella como un guante de seda. Es por ello que una gran parte de sus biografías estén contaminadas por este dédalo de embustes, siendo contradictorias una detrás de otra, no así la de Carmen Posadas que con un trabajo intenso ha sabido cribar y sacar luz de las declaraciones efectuadas por Agustina allá en una pobre pensión de Niza.
La realidad que muestra la autora es más triste, pero a la vez más justa. La Bella Otero era hija de una indigente, trapera por más señas, que a la edad de 10 años fue violada por un vecino de Valga (Pontevedra). No tuvo ningún tipo de educación y con el paso del tiempo se fugó (cambiándose ya el nombre) e ingresó en una compañía de cómicos ambulantes portugueses que le dejaban bailar y actuar cobrando muy poco jornal, y recibiendo además un trato brutal y humillante por parte de los integrantes de la trouppe. En Barcelona, en 1888, un rayo de esperanza se abrió ante ella pues conoció a un ángel, a un rico banquero de la ciudad que le abrió las puertas de la fama llevándola primero a Marsella en donde su donaire cosechó un gran éxito. El mundo no tenía fronteras para ella, todos se rendían a sus pies, luciendo grandes vestidos desde españoles hasta los más exóticos de Bali (¿les recuerda algo a Mata-Hari?), bailando pasos improvisados de flamenco, fandango o danzas orientales, o cantando y actuando en grandes obras como por ejemplo Carmen de Bizet, el éxito internacional estaba asegurado. Se convirtió en un mito de la época, viajó de una a otra punta del orbe, a Argentina, Cuba, Rusia… y acabó siendo la estrella principal en el afamado Folies Bergére o el Cirque de Eté.
Cientos de miles de francos corrían entre sus manos. Se cree que actualmente tendría una fortuna de 408.688.230,98 euros. ¿De dónde le venía tamaña riqueza? ¿Sólo de las actuaciones y contratos internacionales? Imposible, le encantaba hacer regalos, gastar dinero sin límites en caprichos y joyas, y sobre todo tenía un problema de ludopatía que le llevaba en una sola noche a perder cientos de miles de francos. Entonces ¿cómo? Sencillamente de sus amantes. La llegaron a llamar La Dama de los Suicidios pues cientos de hombres deseaban pasar una sola noche con ella. Poetas, militares, terratenientes, banqueros… y sobre todo gente de la realeza. Entre su larga lista de reales amantes nos encontramos nada más ni nada menos que con: Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, nuestro rey Alfonso XIII, Eduardo VII de Reino Unido o el político Aristide Briand. Impresionante ¿no? Pero aunque supo brillar con luz propia, la llama vital fue tan fuerte que pronto desapareció de los escenarios. Ella misma dice que decidió retirarse alrededor de los 40 años porque no querían que la vieran envejecer, pero sobre todo, la realidad, es que se daba cuenta de que su tiempo ya había pasado. Eso y algunas deudas de juego en los grandes casinos europeos, la hicieron echar el telón en 1910. Aunque parezca mentira, la gran reina de aquel Belle Epoque, aquella dama por la que suspiraban reyes y plebeyos, murió sola (únicamente junto a su pajarito Garibaldi) en una pensión de Niza con 97 años, malviviendo de una pensión que le daba el Casino de Montecarlo. Con ella se fue aquel glamour de un tiempo entre dos siglos.
Y es que Agustina Otero no fue un personaje más. Fue un icono de toda una época. Carmen Posadas con este libro, a caballo entre la biografía y la novela histórica, no solo nos habla de la actriz y la persona tras el mito, sino de aquel mundo que vivía deprisa y que parecía consumir la vida antes del gran desastre bélico de 1914. Vemos en La Bella Otero dos tipos de escritos, las fábulas adornadas de la gran diva y la realidad de una vida de pasión y lujo que no olvida los tristes comienzos. Usted decide con que mitad quedarse, pero elija una u otra se dará cuenta al terminar el libro que ha conocido a una mujer fascinante y un tiempo en el que el futuro era el sueño de la humanidad.
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Me ha gustado mucho encontrarme con esta reseña porque su autor, Balbo, nos recuerda a uno de esos personajes de la historia que pervive en la memoria con rotunda fascinación.
Como digo, la reseña me ha parecido muy buena. Ya puede la autora besar por donde pisa el reseñador porque él realza un libro -en mi opinión- fallido.
Leí esta novela hace unos años (cuando salió) y, si bien hay que reconocer la gran labor documental de la autora, su esmerado rastreo de datos y el aprecio por el personaje, el resultado no alcanza la pretensión literaria que busca. Y es una pena, porque Carmen Posadas escribe muy bien.
No sé porqué pero a mí también me ha dado la impresión que la reseña es mejor que el libro (y que conste que no he leído nada de Posadas). Cuanto menos la portada es bastante fea.
Yo, como Rosalía, leí el libro en su momento y ,aparte del deseo de conocer datos sobre
el personaje, su lectura no me ha dejado poso. De Carmen Posadas me gustó mucho «Hoy caviar,mañana sardinas», divertido libro con una mezcla de autobiografía y recetario de cocina.
Balbo muy buena reseña.